Genocentrismo XIV.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (28/08/17).
*
*La sustancia genética, la sustancia viviente, el plasma
germinal… es el ser necesario –el que no cesa. Los somas son seres
contingentes.
Sustancia genética, esto es,
ácidos nucleicos y ribonucleicos. Todas las sustancias implicadas (metabolitos)
en la meiosis, mitosis, expresión, desarrollo y demás, están construidas y
dirigidas por la sustancia genética. No sólo, pues, el ADN, también los
diversos ARN.
*No son determinadas razas, o determinados grupos
económico-sociales los que arruinan la vida, sino la misma vida… Es siempre la
vida. Es vida contra vida.
La ciega ambición de dominio, la codicia de oro y de
poder… No de tal o cual etnia, o de tal o cual grupo económico… sino de la
misma vida.
Es la vida la que ha de dominarse, o moderarse, o
controlarse… a sí misma. La que ha de poderse a sí misma.
*Lo único que evoluciona son las formas corporales; los
somas. La sustancia genética permanece inalterable. Es la sustancia genética la
que hace evolucionar a sus somas.
*Yo ‘soy’ (ex-sisto, vivo…), luego pienso, quiero,
siento… El pensar, el querer, el sentir… es consustancial a la misma vida. La
vida (la sustancia genética, las biomoléculas, la sustancia viviente única…) es
un ente pensante, volente, sintiente…
*No es el ‘hombre’ el que asumirá el gobierno de la
tierra (Nietzsche-Heidegger), sino la misma vida.
El hombre del neolítico –antropocéntrico, codicioso de
bienes… lleno de hibris… Pero no es el hombre sino la misma vida la codiciosa,
la ciega… la intemperante…
*Dejar al ‘hombre’ atrás –todo lo humano, y especialmente
el antropocentrismo del neolítico histórico (los últimos seis mil años). Sin
ira ni rencor por el ‘fue’.
Las querellas, las disputas de los humanos (las
voluntades de poder encontradas): étnicas, culturales, económicas,
territoriales… Los laberintos del neolítico. Las pesadillas. Las cadenas. Liberarnos,
desprendernos, deshacernos… de lo humano. Liberarnos de esa vida alienada. Que
nada humano nos afecte.
Dejar atrás el periodo humano de nuestro devenir sobre
esta tierra. Conciencia biológica, genética, trans-específica… post-humana.
Renacer, retornar a la vida, al Uno.
*Los ‘mundos’ generados a lo largo del neolítico difieren
absolutamente de los generados en el paleolítico.
La era técnica actual y su impacto en las sociedades
humanas (tal y como lo ‘ve’ Heidegger) es la corona del neolítico.
No es necesario saberse voluntad de poder para serlo.
Descartes es un síntoma del período. Su ‘discurso’, su
‘hombre’, su sujeto, su ‘yo’… se adecua perfectamente al momento histórico en
el que vive. Es el principio de la era moderna –el nacimiento del mundo moderno
y contemporáneo. La burguesía, el capitalismo emergente, las primera máquinas…
los cambios en la visión de la naturaleza, del hombre…
¿En un principio es la acción, y luego viene la palabra?
¿Primero las formas de vida, después los ‘mundos’ lingüístico-culturales? Como
quiera que sea, podemos decir que desde un principio ‘formas de vida’ y
‘mundos’ forman un ciclo a dos donde A
(el ‘mundo’ de las prácticas y modos de vida) hace posible, genera, influye… en
B (el ‘mundo’ de la palabra, del discurso…), y B, a su vez, influye… en A. Es
el ciclo tierra-cielo. Y es virtualmente eterno.
La palabra precede a la acción; la acción precede a la
palabra… ¿Qué fue lo primero?
Nuestras experiencias y actividades de cada día no
dejarán de hacernos reflexionar, y a su vez nuestras reflexiones no dejarán de
influir en las actividades y
experiencias de cada día. En tanto los humanos (nuestras peculiares
características) sigan siendo –en tanto que sigamos siendo.
Bodas de la tierra y del cielo –del materialismo y del
idealismo.
No se puede ser absolutamente materialista o
absolutamente idealista. Excluir o aminorar la importancia del mundo de la
palabra o del discurso, o del mundo de las actividades y demás (decir que el mundo de la palabra o el
discurso son nada, o lo contrario). Mutuamente se necesitan, se requieren ambos
extremos; se dan vida. No son el uno sin el otro.
Pienso que este lenguaje nos retiene aún en el mundo de
los ‘humanos’. Sus dualismos…
Con todo, ¿qué cosa ‘humana’ puede encajar en un mundo
genocéntrico, post-humano?
*Hay vida que va contra otra vida. Hay vida no
constructiva, no creativa… sino destructiva. Cierta vida que en su ciego
proceder desertiza, arrasa… acaba con todo.
La vida se ama a sí misma, se odia a sí misma, cuida de
sí, se descuida… Es lo uno y lo otro... Es lo alto y lo bajo, lo noble y lo
vil… Contiene todos los opuestos que podamos imaginar. Hablo únicamente de la
vida, del ente viviente, de la sustancia viviente única; de nosotros –de Nos.
*La vida es la vida en el ‘cosmos’, en el universo, en el
‘mundo’. Un cosmos que es materia viviente y materia no viviente. Lo viviente y
lo no viviente conforman este cosmos. La sustancia de la vida es materia
cósmica también.
La vida es la autonomía en el cosmos. La libertad. Lo
semoviente. La percepción. La reflexión. El lenguaje. La comunicación. La
creación –la vida es creadora de formas.
En cualquier forma de vida (fenotipo) podemos observar su
pericia –su maestría, su señorío, su
dominio del entorno físico-químico (gravedad, presión, atmósfera,
temperatura…). Levanta cuerpos en los medios más adversos. Esta interacción
‘victoriosa’ con el entorno implica percepción, y reflexión, y memoria… La vida
acaba por ‘conocer’ el mundo en el que ha venido a ser; el mundo al que
pertenece; el mundo en el que ‘es’. La vida es en el cosmos, y con el cosmos.
Cuando hablamos de la vida de nosotros hablamos.
Hemos de interrogarnos como vida, no como seres humanos. No el lugar del
‘hombre’ en el cosmos, sino el lugar de la vida. No el ‘ser’ del hombre, sino
el ser de la vida que, antes que nada, somos. El cuerpo, el soma, la figura con
la que aparecemos es obra nuestra, es nuestro medio de locomoción, nuestro soma
protector…
Nosotros somos lo único vivo en la criatura que aparece.
Somos el ‘yo’ de la criatura (cualquiera ésta sea). Nosotros somos la sustancia
viviente única.
Nuestro ser es ser la vida que somos. Nosotros somos el
ser viviente único, nosotros somos la vida.
La soledad de la vida. La soledad cósmica. La vida en el
cosmos. Centros de vida separados por cientos o miles de años luz unos de
otros. Eternamente aislados.
*El genocentrismo es un estadio de evolución que puede
alcanzar la vida en cualquier punto del cosmos. La autoconciencia, la
autognosis de la misma vida. La vida que llega a tener conciencia de sí. Es la
vida la que se proporciona, en un momento dado de su devenir, tal autognosis.
Para que esta autognosis se haga posible se requiere de un cariotipo específico
(que es obra de la misma vida). Se trata de un cariotipo específico que es
consciente de sí como vida, y que trasciende su ser específico (su ‘humanidad’,
en nuestro caso). La ‘superación’, el abandono del ser específico. El período
‘humano’ es dejado atrás (el antropocentrismo, el fenocentrismo).
Este conocimiento parte en dos, de manera irreversible,
el devenir de la vida en cualquier punto del cosmos. Aquí, nosotros, en este
planeta. Éste es el momento que vivimos. Vivimos los primeros tiempos, aún
inadvertidos, del genocentrismo. Damos los primeros pasos.
Este estadio evolutivo alcanzará, tarde o temprano, a
todos los miembros de la especie humana. Un saber que será patrimonio de las generaciones
por venir; que nos transformará. Tendremos, inexorablemente, un futuro
genocéntrico.
La sonda aquella que se lanzó al cosmos hace unas décadas
conteniendo información sobre el planeta y sus habitantes pecaba de
antropocentrismo. Pertenece a un estadio pre-genocéntrico en nuestra historia,
un periodo antropocéntrico, fenocéntrico –el que aún vivimos. No conseguimos
librarnos de la perspectiva antropocéntrica. ¿Hasta cuándo?
*La vida es nuestra fe. Nosotros creemos en la vida,
creemos en nosotros mismos. Nosotros somos lo esencial. Nosotros somos la
esencia de lo viviente; somos lo viviente mismo.
Contemplarlo todo desde la sustancia viviente única. La
perspectiva genocéntrica. Trascendemos la especie, hablamos como vida.
*El ‘hombre’ no
tiene futuro. El período antropocéntrico (fenocéntrico) acabó. El último (gran)
pensador antropocéntrico es Heidegger. Con este pensador se cierra el período
filosófico antropocéntrico. No más allá.
Tendremos que rebuscar en el pasado, ver qué podemos
llevar con nosotros al futuro genocéntrico. Apenas nada. Lo menos ‘humano’. La
clave está en si conviene a la vida o no. Si tal o cual cosa son dignas de la
vida; si pueden ser adoptadas por la vida sin demerito. La vida misma juzga.
Ahora es la vida el ‘sujeto’ y el ‘centro’.
*Desde la perspectiva genocéntrica todo cambia, el mundo
es otro. Tú eres otro. El lugar de la vida, el lugar que nos estaba reservado.
Todo cambiará. El amor, la amistad…; las relaciones con
el entorno viviente y no viviente; las ‘artes’…, el pensamiento… Seremos otros,
devendremos otros.
Queda todo por hacer. Un mundo nuevo.
Ahora será un mundo por y para la vida.
La amistad y el amor entre fragmentos del Uno –de lo
mismo. Entre fragmentos perecederos, además.
La reproducción y las unidades sexuadas. Las unidades
pasan, la sustancia viviente (la esencia de la vida, el Uno) permanece.
Los seres vivos (los organismos) no nos reproducimos, es
la sustancia viviente la que se
reproduce en sus criaturas –se prolonga a través de las generaciones.
En virtud de la ‘reproducción’ nuestra sustancia
viviente, nuestra materia genética, vuelve a la vida y a la luz una y otra vez
–con sentidos siempre nuevos percibe una y otra vez este cosmos bienaventurado.
Es una sola la sustancia viviente, una y la misma en
todas las criaturas. La unidad de la vida. La unidad a la que pertenecemos, la
unidad que somos. Ser conscientes de todo esto…
El amor entre unidades sexuadas contingentes. La amistad…
¿Qué música, que poesía, qué pensamiento puede satisfacer
a Xenus/Nexus? ¿Qué cultura?
Los futuros crearán culturas dignas de la vida.
Irreprochables.
*Que calle el hombre. Que hable la vida. Que la vida tome
la palabra; que la vida ocupe su lugar.
*Vivimos la última fase del pensar y del hacer
antropocéntricos (especialmente el antropocentrismo del neolítico histórico).
La era técnica de la que habla Heidegger. Esta era técnica coincide con el
conocimiento de la sustancia genética, de la sustancia viviente única. Este
conocimiento nos ha revelado nuestro ser –nosotros somos ‘eso’ (sustancia
genética, materia viviente ordenada). Este conocimiento, que es saber cierto
que concierne a nuestro ser, arruina todo antropocentrismo, lo aniquila; lo
convierte en cosa del pasado. Esta luz inaugura un nuevo período, una nueva
fase en nuestro devenir, una nueva fase interminable.
Vivimos los principios, los comienzos de un periodo que
no tendrá fin. La vida, finalmente, se ha asentado en la tierra, y tiene la
palabra –que no le será arrebatada nunca más.
La conciencia genética (trans-específica, post-humana) es
lo que viene, lo que ya es (posible).
El ser viviente único ahora consciente de sí. A la luz.
Públicamente. El cariotipo humano es el lugar de la ‘revelación’, de la
autognosis. Esta ‘revelación’ afecta a todos los miembros de la especie humana.
La única especie, que sepamos, en la que se produce esta autognosis –debido a
nuestra peculiar ‘hechura’ (obra de los genes, de la sustancia genética).
El ‘hombre’, la criatura, los somas, los fenotipos… se
esfuman, desaparecen… con este conocimiento, con este saber, con esta oportuna
revelación (en el último instante, en el instante más necesitado). Pero ‘allí
donde está el peligro…’.
Este saber cierto nos viene en el período o fase más
desquiciado de nuestro devenir, el periodo en el que nuestras actividades en
este planeta (nuestro hogar) están acabando incluso con las condiciones de
existencia de la misma vida (no está en peligro la especie o la civilización
humana (como podemos leer incluso en manuales de ecología), sino toda vida). El
comportamiento codicioso y aniquilador que lleva a cabo la vida cegada por la
criatura ‘humana’, en nombre del ‘hombre’ y de ‘sus’ necesidades…
La vida alienada (en sus criaturas), hasta ahora. Esto ya
no será posible. La era de las criaturas (de los organismos, de los fenotipos),
el fenocentrismo, ha pasado; ahora vine la hora del ser de las formas vivas, de
las criaturas todas, de los seres vivos todos. Viene la hora de la sustancia
viviente única; de Nos.
Xenus/Nexus, los renacidos a la sustancia viviente única
–las nuevas criaturas. Genousse & Genoussin, la nueva pareja.
Hemos llegado a nosotros mismos. Ahora viene el tiempo de
la vida consciente de sí –un tiempo que nos estaba destinado.
*No el futuro del ‘hombre’, el futuro de la vida es lo
que importa –nuestro futuro. Por lo demás, el ‘hombre’ carece ya de futuro.
Los hombres de hoy son los últimos hombres –las últimas
generaciones antropocéntricas. Estas últimas generaciones coexisten con las
primeras generaciones del periodo genocéntrico. Vivimos tiempos de transición.
Las nuevas criaturas se tienen a sí mismas, en primer
lugar y ante todo, como sustancia genética. La criatura (el ‘hombre’, en
nuestro caso), es trascendida, dejada atrás.
Las cuitas, las querellas, las polémicas humanas:
étnicas, culturales, políticas, territoriales, económicas… Todo lo que nos
retiene en el período antropocéntrico de nuestro devenir. La inercia
lingüístico-cultural. Los hábitos milenarios marcan, condicionan, determinan
nuestros actos, obligan… Los ‘mundos’ en los que vivimos, aún.
Los fantasmas, las sombras del pasado (antropocéntrico)
aparecen una y otra vez. No acaban de desaparecer. La tenebrosa luz que ilumina
nuestros actos. La recaída en las cosas humanas…
Librarnos, desprendernos, purgarnos de lo ‘humano’, es lo
primero. Una purificación. Una renovación.
*‘Pleonexia’. La codicia insaciable de oro y de poder… El
insaciable querer ser más y más… La ciega voluntad de poder.
La vida padece pleonexia –cierta vida. La vida prendida
en lo humano; la vida alienada.
La vida se extraña de sí y vive por y para sus criaturas
–sus somas, sus fenotipos… sus creaciones. Se ignora, no sabe de sí.
La vida liberada y centrada en sí, Xenus/Nexus. La vida
renacida, purificada.
La fuerza del ‘hombre’; la fuerza del fetiche. El
‘hombre’ (los diversos ‘hombres’, los diversos ‘humanismos’, las diversas
‘humanidades’) retiene, confunde, ciega… desvía a la vida de sí.
La revelación de la sustancia genética es el principio
del fin del período ‘humano’. Pero también inicia o inaugura un periodo
insólito, inaudito, absolutamente novedoso en nuestro devenir. La sustancia
genética sale a luz, habla por sí, de sí, y para sí. El desvelamiento de la
vida. Lo que permanecía oculto viene a la luz, se nos hace patente. El ‘ser’
nuestro.
Esta experiencia cognitiva la hace posible el cariotipo
específico humano –la especie elegida.
Este salir a la palabra, al lenguaje… a la luz.
Ahora nos apercibimos como sustancia genética, como
sustancia viviente.
La unidad de la vida. La unidad sustancial. Es una y la
misma vida. Comunidad sustancial de las mónadas, de las entidades vivientes. Es
uno y el mismo ser –el tuyo y el mío. Es un ser compartido por todas las
criaturas que pueblan el planeta. Es un ser común.
Ahora se abre el tiempo de la comunidad de los (entes,
mónadas) vivientes. Y los miembros pertenecientes al cariotipo humano tienen un
papel relevante en este nuevo período.
Podríamos decir que el cariotipo humano está animado por
la vanguardia de la vida. La vida consciente de sí; que sabe de sí.
Estos momentos son momentos destinados. El periodo
genocéntrico, el periodo del conocimiento de sí. Estaba por venir, por
realizarse. La autognosis de la vida en el cariotipo humano.
*Te desprendes de tu ser simbólico arcaico, neolítico…
antropocéntrico; de tu ser ‘humano’.
El nuevo ser simbólico es ya consciente de sí como vida,
post-humano.
Vamos en pos de una post-humanidad. Vivimos tiempos de
transición donde coexisten los viejos y los nuevos seres simbólicos; lo humano
y lo post-humano. Lo antropocéntrico (lo fenocéntrico) y lo genocéntrico. La
ignorancia y el conocimiento. Las tinieblas y la luz.
Vencerá la vida.
*
Hasta la próxima,
Manu
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