Genocentrismo XV.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/09/17).
*
*La voluntad de dominio de la vida. La conquista del
agua, de la tierra, del aire… La
evolución de las formas vivas, de los organismos, de los fenotipos… Las
adaptaciones. La ingeniería –morfología, fisiología de los organismos, de los
somas. La creación. La sustancia genética es el demiurgo.
Dominio no es aquí ciega e insaciable explotación del
medio entorno físico-químico –de la ‘tierra’. Aquí dominio está relacionado con
el conocimiento, con una interacción con ese entorno que es palpación,
degustación… con-tacto. Un dominio (del medio) fruto del contacto, podríamos
decir –con el agua, con la tierra, con el aire, con la luz…
Voluntad de poder, de dominio, de señorío… Tengo que
‘poder’ con este caos, dominar esta muchedumbre de impresiones, poder ver claro…
Intimar, familiarizarme con este medio entorno.
Esta voluntad de dominio del medio de la que hablo es
consustancial a la misma vida. No es una deriva indiferente, como ajena al
medio, la de la vida; o una deriva codiciosa, apropiadora, calculadora, explotadora…
indiferente, a su vez, a las funestas consecuencias medioambientales de una
ciega depredación (como si con la vida no fuese). El medio importa. Este medio
es nuestro hogar, pero también nuestro alimento (de él tomamos sustancias
necesarias para nuestro ser). Lo necesitamos. Nos es vital cuidar este medio
–esta agua, este aire, esta luz…
Hasta ahora prevalece la mirada codiciosa, apropiadora,
explotadora… devoradora… insaciable. La ciega voluntad de poder.
Hay otra voluntad de poder que gusta con-templar,
co-habitar. Una interacción que gusta del conocimiento de la cosa. Que
fundamenta su dominio, su señorío, en el conocimiento de la cosa. Dominio,
maestría, conocimiento… Implican interacción, imbricación, contacto con la
cosa. Familiaridad, intimidad.
Primero: que la cosa sea, que esté ahí, cerca de mí. Que
‘yo’ puedo percibir esa cosa. Segundo: esta cosa, ¿qué es?
Primero hay que distinguir la cosa –las cosas individuales. Distinguir lo discreto en
lo continuo. Separar, discernir. Distinguir, advertir las diferencias.
Comparar… Operaciones ‘intelectuales’. La percepción, la apercepción, la
‘memoria’…
Intención de captar el medio, voluntad de… de tantear. La
exploración, los pseudópodos. Lo táctil. Los receptores de membrana, la
recepción de ‘señales’, su transducción
y transporte al núcleo…
La vida misma que tiende hacia, que quiere, que explora, que va; que percibe, que se
percata, que capta; que ‘reflexiona’ (distingue, compara, recuerda, ‘piensa’…).
La vida sensible, volente, pensante… Todo a una.
La pericia o maestría de la vida la advertimos en las
innumerables formas vivas a que ha dado lugar (las incontables ‘especies’). Su
‘familiaridad’ con el medio es total, podríamos decir. La naturaleza no
viviente parece no tener secretos para la naturaleza viviente. Hace, dentro de
lo que se puede (las constricciones físico-químicas), lo que quiere. Su
‘imaginación’ no tiene límites. Siempre nos sorprende.
Superar el medio es superar las constricciones
físico-químicas, los determinantes. Las constricciones, los obstáculos.
Superar; poder contra la gravedad, la temperatura, la presión, la atmósfera…,
la salinidad, la acidez…, las sustancias nocivas…
Alrededor de cuatro mil millones de años. La edad de la
vida en este planeta. ¿Cuánta experiencia, cuánto saber no tendrá acumulado
la vida? Un saber cifrado en su propio
ser. Un saber intrínseco. Una sabiduría incorporada, propia. La materia
viviente, la materia ‘sabia’. El saber de la vida. El saber del ser que somos.
La ignorancia como olvido, y el conocimiento como
recuerdo. El saber de la propia vida yace en el olvido. El conocimiento como
recuperación de un saber, como ‘anamnesis’. A la manera de Platón.
El saber de sí, el saberse, forma parte de la sabiduría
de la vida. La rememoración de este saber es lo que se conoce como conocimiento
místico (misterioso).
El ser genético es intemporal. En el caso de los miembros
del cariotipo humano, cuando estos vienen a nacer lo hacen ya en un medio
lingüístico-cultural determinado; en un ‘mundo’ determinado. Y este ‘mundo’
determina su ser simbólico. El ser simbólico, social, oculta el ser natural, el
ser primero y único.
La recuperación (rememoración) de este saber de sí,
esencial, pasa por trascender ese ser simbólico que es, en cualquier caso, un ser
relativo, circunstancial… contingente. Es una vía purificativa en la que se
trata no sólo de sobrepasar el ser simbólico, el ser lingüístico-cultural,
también los fines individuales, personales (el egotismo), la etnia, incluso la
especie… Trascender lo ‘humano’.
En el cariotipo humano hay una vida iluminada, vidente, y
una vida oscurecida, ciega.
El futuro de la vida en este planeta pasa por que la
especie humana recupere la luz, recupere la visión.
Despertar de la pesadilla antropocéntrica, etnocéntrica,
sociocéntrica, egocéntrica… Recuperar la cordura, el sentido, el ser; la
memoria de lo que somos.
Lo humano (la especie), lo racial (la etnia), lo cultural
(la historia, la memoria colectiva…), lo ‘nacional’, lo individual (lo
personal)… Los discordias sociales, económicas, étnicas, territoriales… La
codicia personal, el propio provecho… Lo ‘humano’, en resumidas cuentas.
Sobrepasar, dejar atrás lo humano… Lo individual, lo
colectivo, lo étnico, lo cultural, lo ‘específico’… Que nada humano nos retenga.
Hacia la vida, hacia el ser, hacia el Uno…
Volverse hacia la vida. Girarse. Tornar.
Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte…
*La conducta del ‘hombre’ es la conducta de la vida en el
cariotipo humano. Con el cariotipo humano la vida introduce la ‘ética’ en la
naturaleza viviente. Si en un principio la moral estaba referida al grupo (lo
bueno o lo malo para el grupo), la moral se extiende ahora a nuestra conducta
total en este planeta que es nuestro hogar (va más allá de nuestra conducta con
otros miembros o grupos o colectivos del cariotipo humano, se extiende a los
miembros de otras especies, al entorno físico-químico…). Es una nueva
sensibilidad y una nueva responsabilidad. Cuanto más intimamos con el medio
–viviente y no viviente–, más responsables nos sentimos de su optimidad, de su
‘salud’.
Aunque la conducta de la vida en el cariotipo humano
(variada, diversa) parece desbordar todo dualismo, es posible reducir la
múltiple conducta de (la vida en) los humanos a un dualismo ético, moral… –los
extremos conductuales con respecto a la misma vida.
Podemos considerar nuestras actividades y conductas con
relación a la vida –si tal o cual acto o actividad benefician o perjudican a la
vida. La conciencia biológica es cada vez más acentuada en los colectivos
humanos. Hoy no se puede alegar ignorancia en lo que concierne a las
consecuencias (ecológicas, medioambientales) de nuestros actos. A partir de
aquí podemos hablar de vida atenta, cuidadosa; de vida descuidada, negligente, o
indiferente, y de vida deliberadamente perjudicial para la vida (la explotación
sin miramientos de los recursos, de las materias primas...).
No cabe duda que la vida atenta, cuidadosa, acabará
enfrentándose con la vida perjudicial. La vida consciente y responsable, y la
vida ciega, indiferente, ajena a las consecuencias de sus actos, son los polos,
los extremos que acabarán colisionando un día.
La vida consciente y responsable le tendrá que poner
freno a ciertas conductas. La medida es ahora la vida. La vida se convierte en
el referente de la ética por venir. Una ética centrada en la vida y en sus
condiciones de existencia es lo que viene. No el hombre, será la medida (sus
prioridades, sus necesidades…), sino la misma vida.
Una vez en este estadio se podrá hablar de dualismo.
Tendremos las fuerzas creativas, positivas… de la vida, y las fuerzas
negativas, destructivas, egotistas… de la vida. Están los que deliberadamente
cuidan y protegen, y los que deliberadamente agreden y perjudican. Aunque
siempre tendremos miembros descuidados o indiferentes a la suerte de la vida en
este planeta –los no comprometidos con la vida (como si con ellos no fuera el
asunto).
La conciencia biológica no es todavía la conciencia
genocéntrica. La conciencia biológica es aún fenocéntrica, antropocéntrica,
pre-genocéntrica. El hombre sigue siendo el centro de las preocupaciones en la
ecología radical (Naess), en la ética de la tierra (Leopold), en la bioética
(Potter), o incluso en Heidegger. Corregir al hombre, se pretende ahora –un
hombre más ‘humano’ (interprete como se interprete este término en los tiempos
que corren).
El hombre, los ‘humanismos’… carecen de futuro. Se ha de
alcanzar el estadio de ‘más que humanos’. Hemos de ser más que humanos (más que
meros miembros del cariotipo específico humano; más que fieles copias de algún
modelo de ‘humanidad’), hemos de alcanzar la mirada de la vida, una mirada
trans-específica.
El hombre debe ser superado, dejado atrás. No desde el
hombre (desde la perspectiva humana) se ha de ver la cosa, sino desde la vida
(desde la perspectiva genocéntrica).
La perspectiva genocéntrica altera por completo el panorama.
Desde la vida es otro mundo el que percibimos y reflexionamos. Desde esta
perspectiva recuperaremos la justicia y la injusticia, la bondad y la maldad…
Redefiniremos estos conceptos. La vida es la medida ahora.
La vida que cuida de sí y de su entorno es el futuro.
Será un morar no humano, más que humano, post-humano. Será el morar de la vida.
La vida instruida, iluminada, consciente de sí, combatirá
pues a la vida codiciosa, ciega, indiferente… a la vida que destruye, mancilla,
contamina… La llamará al ‘orden’…
La lucha entre las fuerzas benéficas y las fuerzas
nocivas; entre lo que hace bien y lo que hace mal a la vida. Conductas vitales
enfrentadas. Vida contra vida. De momento vencen las fuerzas nocivas a la vida.
Este dualismo y este conflicto se hacen patente en los
humanos –como la especie más poderosa. Los hombres parecen protagonizar este
conflicto pero son las fuerzas de la vida las que combaten.
Las historias de los hombres (desde Sumer…) dan cuenta de
esto que digo. Las guerras por el poder
que se suceden hasta nuestros días. La evolución de las armas de guerra –las ofensivas
y las defensivas. El poder de destrucción de las actuales armas químicas,
atómicas y demás… El peligro (de muerte) afecta hoy al planeta entero.
Es la inteligencia (la heurística) de la vida en el
cariotipo humano la que hace posible esta locura. Una inteligencia destructiva
al servicio de pueblos, etnias, culturas, naciones, ideologías (religiosas o
políticas)… La ambición de dominio es el
motor –dominio sobre otros pueblos, sobre otras tierras… Los imperios del
pasado, y los actuales. Ser el amo, ser el dueño… ser el Señor.
La alianza de las fuerzas ofensivas, belicosas… en pos
del dominio total del planeta es lo que hoy presenciamos. Se trata aquí de un
dominio material, no de un dominio cognitivo. Se quiere poseer, no se quiere
saber. Se quiere las riquezas y el poder, simplemente. No se aspira en ningún
momento al conocimiento o al saber, salvo en el caso de que este conocimiento
pueda ponerse al servicio de la ambición de dominio material.
Esta ‘mentalidad’, de la que tenemos constancia desde los
inicios del neolítico histórico (desde la existencia de crónicas, de historias…),
es la que arruina la vida; esta codicia insaciable de oro y de poder carente de
barreras o límites morales (humanos o medioambientales). Caen pueblos,
culturas, sistemas ecológicos, especies… Nada importa salvo el poder que se alcanza
y se conserva.
La vida envenenada, alienada, confundida… explotada,
humillada, rendida… esto es lo que vivimos. Un
mundo desquiciado, loco. Una auténtica locura.
Las fuerzas destructivas, los poderosos de la tierra. Los
astutos y los violentos.
No sólo padece el ‘hombre’ –los colectivos humanos (los
individuos, los pueblos, las culturas...)–, también padecen el resto de las
especies, y el entorno físico-químico (el deterioro medioambiental). Los
desiertos que deja tras de sí esta codicia insaciable –en la naturaleza y en la
cultura.
La vida autodestructiva, suicida; la ciega voluntad de
poder. Si a estas fuerzas destructivas no se les quita el poder de las manos
acabarán con el planeta entero; lo destruirán.
Nuestra atmósfera contaminada, viciada, nuestras aguas,
el suelo (la tierra laborable, el manto fértil)… Es la vida misma lo que está
en peligro (sus condiciones físico-químicas de existencia).
No podrá durar
mucho este período final que corona las prácticas y los modos de vida
del neolítico. Las poderosas tecnologías de explotación del medio lo están
arruinando y contaminando para milenios.
Y es un daño, de acuerdo con lo que hoy sabemos, consciente y deliberado. El
futuro de la vida en este planeta no le importa a las fuerzas destructivas del
momento.
Nada frena, nada puede con las oligarquías (económicas,
ideológicas, militares) que desde hace milenios dominan el planeta. Los
poderosos de la tierra siempre han dispuesto de armas, de tecnologías, de
ideologías… con las que aplastar o ‘seducir’ a las poblaciones.
¿Cómo acabar, cómo detener, como desarmar, como reducir,
como vencer… a las fuerzas destructivas? Nosotros, los carentes de armas y de
poder.
Las fuerzas destructivas lideran desde siempre la marcha
de las civilizaciones. Incluida la
tecnológica actual, que corona, como digo, las prácticas del neolítico. Es un
neolítico altamente sofisticado y tecnológico el que vivimos.
En este periodo final, tan lleno de peligros, ha surgido
también la revelación de la sustancia genética. Lo que salva. La salida. La
perspectiva genocéntrica. La conciencia genética que desde entonces se abre
camino transformará la ‘mirada’ que sobre este mundo nuestro tenemos.
La batalla final contra las fuerzas destructivas es lo
que viene. Contra la ciega voluntad de poder. Contra la ambición de dominio
material. La batalla de la lucidez y la vida contra la locura y la muerte. El
camino de la vida contra el camino de la muerte. El ser contra el no-ser.
El cariotipo humano fue el medio elegido por la sustancia
viviente única para salir a la luz. Es el poder de este cariotipo (el poder
intelectivo, volitivo, cognitivo…) el que nos ha conducido aquí –en lo bueno y
en lo malo; en lo positivo y en lo negativo. Ahora es la sustancia viviente
única la que tiene la palabra. Es la vida ahora la que se rebela contra el
estado de cosas; contra la marcha de las cosas.
Preguntas: ¿quién manda; quién lidera; quién impone… el
estado de cosas actuales (económicos, bélicos, sociales…)? Los poderosos de la
tierra y sus beneficiarios. Una exigua minoría. ¿Quién padece el estado de
cosas? La inmensa mayoría de los humanos, y el planeta entero. Las fuerzas
destructivas son una minoría; los astutos y los violentos que mandan, que
lideran…
Esta situación recuerda a aquella de la ‘servidumbre
voluntaria’. ¿Cómo es posible que uno o unos pocos puedan contra tantos? Esto
se preguntaba La Boétie. El uso de la violencia, de la represión… de la mentira
que no dudan en emplear los sistemas de poder y sus beneficiarios –aquellos a
quienes les viene bien el estado de cosas (el poder económico, ideológico, militar…).
No es tan simple la cosa. No es una servidumbre voluntaria, en absoluto. Las
poblaciones viven dominadas, explotadas, alienadas… Las fuerzas destructivas
disponen de los medios de comunicación de masas, del ejército, de la policía… Los
poderosos de la tierra.
No como hombres hemos de librar esta batalla. No bajo
consignas y estandartes humanos. Es vida contra vida. Es una batalla cósmica en
la que la vida se juega el ser, el seguir siendo. Para ello ha de combatir y
reducir a una parte de sí. Ha de poder sobre sí. Ha de dominarse. La ciega
voluntad de poder es vida que no se domina a sí misma. Es vida desmadrada,
desquiciada, loca… Es preciso aportar luz aquí; cordura, sensatez.
La vida lúcida ha de comprometerse en esta lucha contra
las fuerzas destructivas, contra la vida ciega, contra la vida enloquecida.
*El dualismo zoroastriano. Spenta Mainyu (el espíritu benéfico,
beneficioso, fecundo –que hace prosperar) y Angra Mainyu (el espíritu hostil,
malo, perjudicial), son hermanos gemelos.
Aparecen en visión como ‘gemelos’, dice uno de los ‘gathas’. Son los
extremos opuestos, polares. Afecta al cosmos, a todos los entes; es un dualismo
cósmico de carácter ético: lo que hace bien y lo que hace mal (al hombre, a la
tribu, al ganado, al ‘suelo’ (la tierra laborable), a la ‘vida’…).
Tal dualismo se hace patente en los hombres, donde adquiere
un carácter psicológico, conductual…
etológico diríamos. Se trata de la conducta, el proceder ya positivo, ya
negativo (para el hombre, para la tribu…).
Los hombres pueden elegir entre hacer el bien o hacer el
mal. La autonomía y la libertad del hombre son la libertad y la autonomía de la
vida. La vida es la única entidad cósmica que goza de autonomía y de libertad
(de movimiento, de acción, de elección…) –en lo grande y en lo pequeño.
La deliberación, la elección. El doble camino. Recuerda
al doble camino de los ‘lakotas’, el camino rojo y el camino negro. El camino
rojo es el camino de la tribu, el camino negro es el del propio provecho, el de
la ganancia personal –“el que viaja por este camino vive más para sí mismo que
para su pueblo” (palabras de ‘Alce Negro’, en ‘La Pipa Sagrada’). Recuérdese el
mitema de Heracles y la ‘encrucijada’ (la ‘y’ griega) –creación del sofista
Pródico; véase también Hesíodo y el doble camino (en ‘Los trabajos y los días’).
No es insólito, pues, este dualismo.
Este dualismo alcanza dimensiones dramáticas en
Zoroastro. Todo gira alrededor de la libertad de elección; de la posibilidad de
elegir un camino u otro. El camino de la salud, de la prosperidad y de la vida,
o el camino de la perdición, la enfermedad y la muerte.
El camino de la vida, y el camino de la muerte. La línea
ascendente y línea descendente. Todos los antónimos, todos los contrarios,
todos los opuestos…
El camino que los colectivos humanos, en su conjunto
(pueblos, naciones, Estados, imperios, culturas, civilizaciones…), llevamos
desde hace milenios es el camino de la muerte. La multitud de guerras de
dominio, imperialistas; la depredación descontrolada, la esquilmación, la
explotación, la devastación, la ‘contaminación’… del planeta. Tal vez los únicos
‘salvos’ sean los pueblos cazadores-recolectores supervivientes.
En los humanos se hace particularmente dolorosa esta
ciega voluntad de poder. Debido a nuestra inteligencia, a nuestra potencia. El
saber no es obstáculo para la acción perjudicial, perversa… Se hace
deliberadamente el ‘mal’. La vida en el cariotipo humano.
La vida alberga en sí estas actitudes gemelares. Es la
misma vida. Es la vida la que se escinde en fuerzas positivas y en fuerzas
negativas; la que puede adoptar uno de estos dos aspectos; la que puede elegir…
Lo que es bueno y lo que es malo para la tribu (para
nuestros ancianos, para nuestros hombres y mujeres, para nuestros niños, para
nuestros bienes…). Así comenzó la ‘cosa’. Hoy podemos decir: “lo que es bueno y
lo que es malo para la vida”.
Ahora que sabemos lo que teníamos que saber, es el
momento crucial en el que se decide el futuro de la vida. ¿Qué camino
elegiremos los colectivos humanos de aquí en adelante? ¿Seguiremos
deliberadamente el camino de la destrucción? ¿De nada vale nuestro saber y las
advertencias de nuestros sabios? ¿Tanta es nuestra codicia, nuestra confusión,
nuestra ceguera?
Hay un ‘vohu kshathra’ (buen dominio, poder, gobierno,
reino…) o ‘kshathra vairya’ (gobierno o dominio deseable, agradable…) y en
gobierno o dominio indeseable. Una voluntad de dominio lúcida y creativa,
comprometida (con la vida)… y una voluntad de dominio egotista, obcecada y
destructiva. Una vida ‘buena’, y una vida ‘mala’. Un espíritu o ánimo creativo,
y un espíritu o ánimo destructivo.
Es una encrucijada que se nos abre a cada paso que damos.
La bifurcación, el doble camino. La elección.
El dominio deseable conduce a la plenitud y a la vida (al
ser). El dominio indeseable conduce a la perdición y a la muerte (al no-ser).
Eso es todo.
Ser, verdad, y vida.
También el mal comportamiento forma parte de la vida. Es
de la misma esencia que el buen comportamiento. La vida es ‘spenta mainyu’ y
‘angra mainyu’.
Ahora ‘angra mainyu’ pone en peligro la vida, el espíritu
nocivo. La codicia insaciable. La indiferente voluntad de poder hostil a la
vida. Un planeta desquiciado, loco… que devora sin medida la riqueza, el haber.
Un planeta cada vez más degradado, más inhóspito. Hemos llegado al límite, al
colmo. ¿Qué hará la voluntad, el espíritu, el ánimo beneficioso (‘spenta
mainyu’)?
Zarathushtra (Zoroastro) quiere que los humanos se
comprometan con el camino de la plenitud y de la vida; que luchen por él. Es
ahí donde están el progreso y la prosperidad de la vida. Buenas intenciones o
pensamientos, buenas palabras, buenos actos…
La veracidad, el buen dominio… Lo bueno para la vida.
Una guerra, una lucha contra la ciega codicia de dominio
material, contra la voluntad de posesión –de
apropiación. Contra las pulsiones o fuerzas destructivas. Dentro y
fuera. En lo grande como en lo pequeño.
La bondad y la verdad en el pensamiento, en la palabra, y
en la acción. Lo sim-bólico, que no lo dia-bólico.
La bondad… Lo que viene bien, lo que hace bien; lo que
contribuye, lo que hace prosperar; lo saludable. Lo sano.
La maldad… Lo que viene mal, lo que hace mal; lo que
arruina, lo que destruye; lo nocivo, lo perjudicial.
El camino de la virtud y el camino del vicio (en Grecia y
Roma). La virtud, la excelencia. La ‘areté’ y la ‘paideia’.
La excelencia ahora es estar con la vida. Y esta ha de
ser la instrucción que las nuevas generaciones reciban. Una educación pro-vida.
Ahora la lucha es contra ‘angra mainyu’; contra las obras
inspiradas por el espíritu nocivo; contra sus obras. Reducir, dominar a este
enemigo de la vida. Reparar los daños que ha causado.
La lucha activa contra el ‘mal’ es esencial en el
zoroastrismo; el ‘activismo’ contra lo malo para la vida.
Contra las malas intenciones, las malas palabras, las
malas obras… Dentro y fuera. En lo individual y en lo colectivo.
El activismo pro-vida. No sólo la humana. Toda vida. El
cuido de la vida y de sus condiciones de existencia (suelo, aire, agua, luz…).
Estos son los cambios que se han producido desde el
dualismo arcaico (lakota, persa, griego…), antropocéntrico, al actual
post-humano, genocéntrico. La vida es
ahora la medida (lo que favorece o lo que dificulta la vida…). La perspectiva
genocéntrica guía ahora el pensar, el decir, el obrar.
Cambia el sujeto, cambia la perspectiva… se amplía el
horizonte. Ahora es un discurso dirigido a la vida.
*
Saludos,
Manu
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