Genocentrismo XVI.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia
(27/09/17).
*
*El dominio de sí, la posesión de sí. El autodominio. La
rección del ámbito pulsional; de la fuerza, de la potencia. La dirección, el
camino a tomar. La elección.
La conciencia, el saber de lo bueno y de lo malo (de lo
que viene bien y de lo que viene mal). Lo que viene bien y lo que viene mal,
ahora, para la vida.
La conciencia, el saber genético. La conciencia de sí
genética, la conciencia que viene.
*El camino que hoy llevamos, todos los humanos, porque
hoy nuestra civilización es planetaria, es el de la destrucción. Y a sabiendas.
Los signos se multiplican: el efecto invernadero, el
calentamiento global… el deterioro medioambiental en su conjunto. Pero nada
importa. Las fuerzas destructivas (las oligarquías, los poderosos de la tierra;
el ‘Sistema’ de poder y sus beneficiarios), por ejemplo, se alegran del
deshielo de los Polos porque, dicen, abrirá nuevas rutas comerciales y dejará
al descubierto nuevas zonas de explotación (se piensa en las riquezas del
subsuelo)…
Tiempos ciertamente finales vivimos. Cerca, muy cerca de
la catástrofe. La locura, el desorden, el caos… Nada frena, nada detiene la
devastación a la que estamos sometiendo al planeta. Todos contribuimos. Todos
gozamos de los frutos del ‘Sistema’ –sus maravillosas tecnologías…, sus
‘juguetes’… Ignoramos el ‘coste’ medioambiental y humano. La destrucción, la
devastación…
Donde está el peligro está también lo que salva, decía
Hölderlin/Heidegger. Lo que salva ahora es el saber de sí genético. Este saber
es la única arma de las fuerzas benéficas, esta luz.
Una nueva cultura, una nueva mentalidad, una nueva
conciencia…
Exceptuando las catástrofes naturales, no hay ningún mal
en este planeta viviente que no proceda de la ciega codicia de los ‘humanos’.
No de todos, hay que decir. Quizás hablemos incluso de una minoría. Los
oligarcas. Los pocos poderosos. Los que lideran (por intereses propios) esta
carrera de destrucción. El poder económico, el poder ideológico, el poder
bélico… aquí y allá. La cúspide de la pirámide. Los que mandan, los que
gobiernan, los que deciden… Unos pocos.
Las fuerzas destructivas se imponen sobre los pueblos,
los colectivos humanos. Imponen su realidad, imponen su ley… se imponen –mediante
la astucia y la violencia. Engañan, mixtifican… Cuando los engaños (las
legitimaciones del poder) pierden fuerza en la población, recurren a la
violencia. Los astutos y los violentos mandan, gobiernan… los poderosos de la
tierra. Dinámica infernal.
La inmensa mayoría de la población humana, y el planeta
mismo (viviente y no viviente), padecen la rapacidad de unos pocos, el poder de
unos pocos. Las fuerzas destructivas puras, las que lideran e imponen el estado
de cosas, son pocas. Si bien su poder es mucho. Disponen de ejércitos, de
policías, de juristas, de economistas… de ideólogos (religiosos o políticos)
–los beneficiarios indirectos, los privilegiados... los bien pagados. Por
debajo de estos están los autónomos, la masa salarial… la mayoría de la
población.
Una falsa civilización estamos creando –la cultura de
masas, la sociedad de consumo… Un mundo global impuesto por los poderosos. Las
masas democratizadas; los Estados democráticos, plurales, abiertos…. el libre
flujo de capitales y mano de obra. Las necesidades del ‘sistema’: el ‘clima’
político, cultural, social… que requiere para su ‘progreso’. Los beneficiarios
directos e indirectos del poder efectivo de las fuerzas destructivas.
Una nueva cultura, un nuevo mundo necesitamos… Un mundo
post-humano. ¿Cómo lo haremos? La lucha contra las fuerzas destructivas
internas y externas –las individuales y las colectivas.
La revelación de la sustancia genética viene en tiempos
oportunos. En tiempos de necesidad. Allí donde abunda el peligro. Lo que salva;
la salida. El futuro.
Hoy no se lucha contra las fuerzas destructivas. Son las
fuerzas destructivas las que luchan entre sí (por el poder) –la concurrencia,
la competencia, los ‘poderes’ (el poder económico contra el poder político y
viceversa…).
Se requiere la creación de movimientos de masas
genocéntricos, sociales, no estrictamente ecologistas. Los daños de las fuerzas
destructivas son múltiples (sociales, culturales, económicos,
medioambientales…).
Es preciso, pues, la difusión del genocentrismo –la nueva
mentalidad, la nueva conciencia. Aumentar las filas de las fuerzas positivas,
creativas, pro-vida.
Un conflicto de magnitudes planetarias. Un conflicto
esencial, vital. Un conflicto
interminable.
La vida, en el cariotipo humano, está destinada a luchar
consigo misma, a enfrentarse consigo misma, a combatirse, a superarse, a
dominarse… Autodominio y autognosis son los ejes que articulan la vida en el
cariotipo humano. En el grado de autodominio y de autognosis radica la
excelencia en los cariotipos humanos.
Zarathushtra predice una batalla final, con la definitiva
victoria de las fuerzas benéficas. Pero no es así. El conflicto de las fuerzas
antagónicas en el cariotipo humano no tendrá fin hasta el último de nuestros
días sobre este planeta.
La disyuntiva, el dilema, la encrucijada… La
deliberación, la elección. O un camino u otro. Una y otra vez, a cada paso, y
hasta el último de nuestros días.
Siempre alerta, pues. Siempre despierto. En cada momento
las pulsiones destructivas (nocivas para la vida) pugnan por salir a la luz,
por realizarse. Las fuerzas que perjudican, que dañan a la vida.
Las fuerzas que oprimen, que reprimen, que suprimen… La
pulsión de dominio material que no repara en las consecuencias (para la vida),
apremiada por la codicia de bienes, de placer, de poder... Las fuerzas nocivas.
La vida, en el cariotipo humano, tiene sus propios
conceptos, sus propias categorías (su propia semiótica).
Una multiplicidad pulsional que requiere gobierno, orden,
disciplina, jerarquía… Las fuerzas benéficas han de prevalecer sobre las
fuerzas perjudiciales. Esto es lo que se pondera en cada acto: si hace bien o
mal a la vida –a Nos.
Lo bueno, lo que incrementa nuestra salud. Lo malo, lo
que daña nuestra salud. Lo que nos hace más fuertes, lo que nos hace más
débiles. Lo que nos acerca a la vida, lo que nos acerca a la muerte.
Mirar por sí en el orden del bien común (el de la vida).
El cariotipo humano tiene un destino fijado en el orden
viviente, ciertamente. Por ser el cariotipo más poderoso, y el único consciente
de sí. Pero si el cariotipo humano es incapaz de poner orden en sí mismo, ¿cómo
podrá ejercer algún dominio más allá de sí? Los ‘hombres’ no dominan este
planeta viviente, se limitan a explotarlo, a esquilmarlo, a degradarlo...
Los momentos presentes son quiciales para el futuro de la
vida. Las especiales circunstancias que vivimos. Tiempos finales, agónicos.
Vamos hacia una catástrofe medioambiental ocasionada por nuestras mismas actividades;
por un morar hostil a la vida.
Son también tiempos de deliberación. ¿Qué haremos? ¿Qué
futuro queremos? El camino que llevamos no puede ser más perjudicial, más
dañino para la vida. Es una ciega huida hacia adelante, hacia un futuro letal.
¿Quién impone, quién lidera esta huida; quién marca el rumbo?
Las fuerzas
destructivas tienen rostro, y voz, y poder, mucho poder.
Las fuerzas benéficas apenas si tienen voz en esta
contienda. Las fuerzas que miran por la vida.
Tiempos pésimos para la vida. Apenas si tiene valedores.
Tomarnos en serio el dualismo conductual. El referente
ahora es la vida. Un morar otro necesitamos –el actual es claramente hostil a
la vida.
La conciencia de sí como vida nos abre el camino de un
morar otro. La perspectiva genocéntrica. Es una mirada otra. La sustancia
viviente única se convierte en el centro del mirar. Esta mirada trae un nuevo
morar. Lo exige.
La vida es lo primero por lo que hay que mirar. Este
mirar atrae las fuerzas benéficas todas, moviliza a las pulsiones constructivas:
las buenas intenciones, la verdad, la justicia, el buen dominio…
Las fuerzas destructivas miran y actúan desde el ‘hombre’
(sus intereses, sus necesidades, sus ambiciones personales…), no desde la vida
(la sustancia viviente única). Son fuerzas que se extrañan del resto de la
vida. Las tradiciones humanas (religiosas, políticas, jurídicas…) legitiman su
proceder.
En general nuestras sociedades viven prendidas (y
prendadas) en los mundos antropocéntricos del neolítico. Viven alejadas de su
ser viviente único. El individuo, la sociedad, la nación, la patria, la etnia,
la cultura… marcan sus pautas de pensamiento y comportamiento.
Esos ‘hombres’, esos ‘humanismos’, son un obstáculo para
el conocimiento de sí como sustancia genética, como sustancia viviente única.
Esto es lo que hay que difundir. No es una fe, es un
saber. Es nuestra verdad.
Este conocimiento y este saber de sí (esta autognosis)
coadyuvan al autodominio, y al buen
dominio (‘vohu kshathra’).
*La violencia y el engaño se encuentran únicamente en la
sustancia viviente. Es la sustancia viviente la que está en guerra consigo
misma. El uso de señuelos, de trampas; la mimesis, la simulación… El uso de la
fuerza bruta, de la violencia…
¿Podría la vida no ya prosperar, sino meramente
sobrevivir sin el uso de la violencia y el engaño? ¿Podrían las fuerzas
benéficas, en el cariotipo humano, triunfar sobre las fuerzas nocivas sin el
uso de la violencia y el engaño? Únicamente en el cariotipo humano se plantean
estas preguntas.
Se diría que la vida ha introducido la reflexión moral en
la naturaleza a través del cariotipo humano.
El uso deliberado de la violencia, del terror, de la
mixtificación… en el marxismo, en el cristianismo, en el islamismo… El uso legitimo, incluso.
No se trata en ningún caso de lo que es bueno o lo que es
malo para tal o cual ideología (religiosa o política), o para tal o cual etnia
(lo que hace peligrar su poder), sino de lo que es bueno o lo que es malo para
la vida.
¿Cómo desarmar a los violentos? ¿Cómo desmontar las
mentiras de los mixtificadores? ¿Cómo vencerlos?
Los violentos y los mixtificadores carecen de escrúpulos
morales; van en pos de sus deseos de poder sin reparar en medios y sin medir
las consecuencias de sus actos. Quieren el poder, y lo quieren por cualquier
medio y a cualquier costo. La ausencia de moral es el arma secreta de las
fuerzas destructivas (pese a lo que pudiera parecer). La elección deliberada del
camino de destrucción.
Las fuerzas destructivas (el mal dominio) legitiman la
violencia que practican sobre el planeta (sobre el mundo viviente y el no
viviente) en el nombre de ideologías y creencias. La inercia antropocéntrica.
El uso de argumentos ‘humanos’ –y ‘sobrehumanos’.
La resistencia pasiva, la no colaboración, la no
participación..., ¿son armas efectivas y duraderas contra la violencia y el
engaño? Hablo a nivel colectivo.
No parece que queden salidas colectivas, tan sólo las
individuales. Individualmente podemos alejarnos de la violencia y del horror,
del caos en el que viven nuestras comunidades. Pero una salida individual no es
salida alguna. Es el mundo viviente (incluido los humanos) el que requiere de
una salida.
El caos y el horror, la violencia y la mixtificación que
imponen los poderosos en las comunidades humanas (y en el planeta entero) lo
dominan todo. Es la norma, la ley. Es el imperio absoluto de las fuerzas destructivas.
El interminable estado de guerra, por ejemplo –todo el neolítico histórico,
hasta nuestros días… desde que tenemos memoria. La lucha entre los poderosos,
entre los oligarcas, arrastra al planeta entero en su furor destructivo. El
planeta entero en manos de los violentos y los mixtificadores.
No hay buen gobierno, no hay verdad en las comunidades
humanas (desde hace milenios). Una realidad, una cotidianidad lamentable,
‘fea’. Un futuro negro, negro, negro…
La evolución de las técnicas de explotación y de dominio
(industriales, bélicas…) han conducido al planeta a un punto sin retorno en
cuanto a deterioro y degradación. Nos llevará milenios purificar este mundo
viviente. Nos llevaría, hay que decir, si esta situación se detuviera hoy, pero
no tiene visos de detenerse. Las fuerzas destructivas siguen ciegamente su
marcha.
Como quiera que sea siempre triunfan las malas
intenciones, los malos gobiernos, las mentiras… Es el permanente triunfo de
‘angra mainyu’, del espíritu nocivo.
La necedad, el no saber. ¿Podría el saber de la sustancia
viviente única, y el saber de sí como tal sustancia, ser suficientes para
cambiar la marcha de las cosas? Son las únicas armas de que disponen las
fuerzas benéficas. La realidad nuestra, nuestra verdad desvelada, el ser
recobrado. Una autognosis colectiva, ¿es posible?
¿El saber precede a la acción –la autognosis al
autodominio? Es un autodominio que se
ejerce a partir del saber de sí. Pues, si esto es así, entonces… La autognosis
implica, exige el autodominio (una nueva jerarquía, un nuevo orden en el ser,
un nuevo proceder…). Es un autodominio que se fundamenta en un conocimiento
cierto, en un saber de sí cierto, verdadero. Aquí no hay engaño –ni
auto-engaño.
Lo primero es
colocarse en el lugar adecuado –la perspectiva. ¿Desde dónde…? Desde la
perspectiva genocéntrica ya no mira el individuo, ni la especie, sino la misma
vida. Éste es el cambio, ésta es la transformación… Cambia la mirada, el ser,
el sujeto…
*El cariotipo humano como ensayo o experimento fallido de
la sustancia viviente única. No pudo ser. Demasiado ambicioso. La arrogancia
(la ‘hybris’) y la codicia le perdieron.
Un cariotipo poderoso en sí mismo. Un cariotipo capaz de
introspección, de reflexión…
Dejar, abandonar al cariotipo humano a su suerte.
Rendirse. El cariotipo humano abandonado a su suerte camina hacia su
destrucción. ¿Puede dejar la vida que su mejor obra se autodestruya, e incluso que
ponga en peligro la vida en este planeta?
Es la misma vida la que abre caminos al cariotipo humano.
Se adelanta. En nuestra época muchos sabios han dado la voz de alarma, ‘por ahí
no’, nos dicen. Nos dicen que vamos por el camino equivocado, por el mal camino
para la vida. No nos falta luz. Pero es una luz sin fuerza (colectiva). No
logra cambiar el rumbo, la marcha de las cosas. No alcanza la masa crítica,
como dicen. No tiene suficiente peso o fuerza (social) como para desviarnos o
apartarnos del camino de destrucción.
Nada altera el camino de autodestrucción que llevamos.
Ningún discurso, ninguna palabra, ninguna voz. No se quiere oír, no se quiere
ver, no se quiere pensar… De manera irreflexiva y obcecada nos dirigimos hacia
nuestra destrucción.
¿No habrá futuro, no habrá mañana para la vida en el
cariotipo humano, para el cariotipo inteligente y reflexivo –tal cual la vida?
Lo excepcional de nuestra peculiaridad, de nuestra
conformación. Nuestra potencia. La especia elegida.
Tanta potencia, y tanto poder. Es el poder de la vida,
ciertamente. Pero es un poder ciego, sin guía, sin luz; un poder que consume,
devora, aniquila… Un poder irreflexivo, o indiferente.
No sé quien saldrá vencedora en esta contienda, si la
locura o la cordura; si la muerte o la vida. Hasta ahora vencen la locura y a
muerte.
No queda, pues, sino la vida, la sustancia viviente única.
La vida enfrentada a sí misma. La vida consigo misma enfrentada. Éste es el
drama que vive, que experimenta la vida en el cariotipo humano.
El alma, pues, dividida y enfrentada. Y esta conciencia,
esta reflexión, esta apercepción únicamente se da en el cariotipo humano.
La vida en el (poderoso) cariotipo humano ha de llegar a
un equilibrio con el resto de las formas vivas y con la naturaleza no viviente
(su medio físico-químico). Establecer un verdadero hogar en este planeta. Un
hogar para todos. Un morar beneficioso para la vida.
La vida en lucha consigo misma ha de poderse, ha de
dominarse, ha de conducirse con inteligencia –previendo, adelantándose a las
circunstancias… eligiendo lo mejor.
Se diría que la dificultad estriba en dominar tanta
potencia. La multiplicidad pulsional y volitiva. El autodominio –mandarse y
obedecerse (Nietzsche).
Lo mejor para la vida es, en cualquier caso, el mejor
camino, el buen camino para la vida. Lo peor para la vida es el peor camino,
simplemente. Ésta es la elección. O un camino, u otro.
Bueno para la vida es bueno para mí, para nosotros (para
Nos). Porque nosotros somos la vida.
La ‘y’ griega es nuestro signo. El signo de la
bifurcación, del doble camino.
El camino del progreso, y el camino del regreso. Porque
el mal camino nos hace (nos hará) regresar al estado de inconsciencia, del no
saber. Éste es el valor del cariotipo humano (su peculiar conformación; su
‘poder’). En el cariotipo humano la vida sale a la luz, se hace conocer, se
conoce a sí misma. El cariotipo humano no puede desaparecer.
El cariotipo humano es la joya de la creación. El
organismo idóneo. La criatura más perfecta creada por la vida (por la sustancia
viviente única).
La complejidad conductual del cariotipo humano es la
complejidad de la vida. Todas las tendencias, todas las pulsiones tienen cabida
en nuestro ser. Las positivas y las negativas.
La libertad (de elección) es esencial en nuestro ser. Es
un poder. El poder elegir. Quizás ninguna otra criatura lo posea.
Es la vida la que alcanza un determinado estadio con el
cariotipo humano. Como si estuviera preparada para salir a la luz. Después de
cuatro mil millones de años.
Es preciso preguntarse por el sentido que tiene la
existencia de un cariotipo como el nuestro. ¿Qué necesidad había de él? ¿Por
qué la sustancia viviente crea un organismo como el nuestro? ¿A fin de qué? Sí,
me pregunto por la finalidad.
Entre el azar y la necesidad (Monod). La evolución de las
formas vivas desde la explosión del cámbrico. La evolución de la complejidad.
La sustancia viviente llega a sentir la necesidad de crear un cariotipo capaz
de autoconciencia y de autodominio, capaz de elaborar lenguajes, de
comunicarse, de expresarse mediante signos colectivos (sonoros, pero también
visuales), de conocer, de transmitir conocimientos…
La criatura más compleja jamás creada. Allí donde la vida
misma puede emerger, salir a la luz, des-ocultarse.
Los poderes naturales del cariotipo humano son los
poderes de la vida. Es la vida la que opera en el cariotipo humano.
La vida que se conoce (que sabe de sí) y se reconoce en
el resto de las formas vivas. Esta ‘gnosis’ solo cabe en el cariotipo humano.
La experiencia del saber de sí.
Digo que esta conciencia y este saber alterarán el curso
del cariotipo humano. Seremos otros; devendremos otros. El período
antropocéntrico (de la ignorancia o del olvido de sí, del no-saber) será dejado
atrás. Se abre el período genocéntrico, el periodo del saber de sí.
Esto depara el buen camino. Un nuevo mundo, un mundo
otro. Un mundo por vivir, por conocer, por amar. Sólo el buen camino nos lleva
al buen futuro (el del progreso, el del avance). El mal camino nos conduce al
mal futuro, de regreso al no saber, a la casilla de salida. Trabajos de amor
perdidos.
El buen dominio y el mal dominio. El bien-estar, y el
mal-estar. El bien-morar, y el mal-morar. De esto se trata.
Es el cariotipo humano el único ser vivo responsable de
sus actos. La responsabilidad del cariotipo humano es la responsabilidad de la
vida.
La vida responsable, consciente de sí, beneficiosa… la
buena vida. Vida religada a la vida.
La vida irresponsable, no consciente de sí, nociva… la
mala vida. Vida que se extraña de la vida.
Es una guerra (fría) al desorden, a la desmesura, a la
codicia, a la violencia, al engaño… Al mundo nuestro de cada día. Guerra
personal, y guerra colectiva. Hacía el buen camino.
*
Saludos,
Manu
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