Genocentrismo XVII.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (10/10/17).
*
*Los seguidores del orden, de lo justo, de lo verdadero…
–‘ashavan’ en avéstico, ‘rtávan’ en védico. Asha/arta, en avéstico; Rtá, en
védico: el orden, lo justo, lo verdadero… lo que es. El campo semántico del
término (‘arta’/’rtá’) linda con el campo semántico del término/verbo ‘ser’:
‘sat-yá’ (participio presente de ‘as’, ‘ser’, en védico), ‘haith-iia’
(igualmente en avéstico, del verbo ‘ah’, ‘ser’): lo real, lo verdadero, lo
realmente existente, la verdad… Asimismo, el término védico ‘a-sat’, es el no
ser, lo que no es, lo no existente, lo falso, lo no verdadero. También tenemos
el término ‘an-rtá’ (la negación del orden, que equivale a mentira, falsedad…).
La negación del ser y la negación del orden. El orden y
el ser. El orden, la verdad, el ser… Una y la misma cosa. Ser, orden, y verdad.
Asu/ahu. Vida, existencia. Relacionado con el verbo ser (‘as’/’ah’).
Los ‘asuras’ védicos, y el ‘ahura’ avéstico (Ahura Mazda). ‘Mazda’ es
sabiduría.
El verbo ‘ser’ está ligado con la existencia, con la
vida, con el ser… con el orden, con la verdad… El no-ser (asat) y el no-orden
(anrtá) están ligados con la mentira,
con la irrealidad…
*La vida se dice en avéstico ‘gaiia’.
*La vida, en el cariotipo humano, alberga dos espíritus,
uno que suma, otro que resta.
Hay vida contraria o enemiga de sí.
La batalla entre estos dos espíritus aún no ha comenzado.
Constantemente se impone el mal espíritu sobre el buen espíritu (carente por lo
general de fuerza y de malas intenciones). Todavía no ha habido una respuesta
del buen espíritu.
Desde que tenemos memoria (todo el neolítico histórico,
los últimos seis mil años) vemos como se impone en los colectivos la violencia
y el engaño. Las civilizaciones belicosas, imperialistas, depredadoras,
explotadoras, esclavistas… sus ‘discursos’ legitimadores (religiosos,
políticos, filosóficos…).
El mundo, este planeta viviente, está en manos del mal
espíritu desde hace milenios; en manos de los astutos y los violentos.
El buen espíritu ha de plantar batalla al mal espíritu.
Ha de poner freno a la deriva destructiva que llevamos. El poder, hasta ahora,
está en manos del mal espíritu.
El mal espíritu tiene poder, mucho poder. Y armas, muchas
armas. Y muchos colaboradores.
El ánimo o espíritu codicioso, destructivo, posesivo… La
avidez de dominio material, de poder sobre todo y todos.
Todas las estructuras o sistemas de poder, de unos sobre
otros, han sido ingeniados por el espíritu hostil. Los métodos: la astucia y la
violencia.
El espíritu nocivo carece de moral común, colectiva. Es
egoísta, egocéntrico. No mira más que por sí. Jamás mide las consecuencias de
sus actos. Indiferencia moral absoluta. Es el arma más poderosa. Nada de
escrúpulos.
Nada detiene a este espíritu destructivo. No hay fuerzas
contrarias, no hay poder (no hay contra-poder).
La batalla contra este espíritu nunca se ha entablado;
nunca se le ha hecho la guerra. Las batallas ganadas y relatadas por
Zarathushtra son míticas, alegóricas, no han tenido lugar. Son fruto más del
deseo que de la realidad.
El mal espíritu campa a sus anchas. Ejerce su dominio
sobre todas las cosas. Su poder (bélico, policial, jurídico, ideológico,
político, mediático…) es absoluto, podríamos decir. Dueño de la palabra, de la
ley; señor del discurso dominante.
El buen espíritu es nada, no cuenta más que con buenas
intenciones, buenas palabras, y buenos actos. Ni vence, ni convence. Su palabra
es nada. Carece de fuerza. Se pierde en el caos de discursos que pululan. La palabra
de los sabios.
Nada une al sufriente planeta viviente contra los
opresores y supresores. Contra las obras del mal espíritu –el devastador, el
aniquilador.
Es en el cariotipo humano que tal discordia se hace patente.
Llega a la palabra, a la luz.
La vida puede tomar un camino u otro. Un camino bueno,
benéfico, provechoso, y otro camino malo, nocivo, perjudicial… En esto consiste
la libertad de la vida en el cariotipo humano. La libertad de elección.
Hace milenios que vamos por el camino malo. Destruimos, y
nos destruimos.
Hay una vida que se afana, vence, y progresa. Hay otra
vida que destruye, consume, desertiza…
Las fuerzas que lideran la marcha de las cosas son las
fuerzas destructivas. Las que mandan, las que gobiernan. Los poderosos de la tierra.
Ciega, indiferente a las consecuencias marcha esa vida
hostil. Sólo ama su poder.
El desierto crece –en la naturaleza y en la cultura. La
palabra gastada, vacía, muerta. No hace efecto. No mueve. No hace nada. Todos
los espíritus en manos del espíritu nocivo (su mente, su conciencia… su
instrucción). El poder de este espíritu.
El astuto fabricante de opiniones públicas, de discursos
colectivos… de visiones del mundo (religiosas, filosóficas, políticas…). Las
armas del espíritu hostil.
¿Qué puede hacer el buen espíritu? Despabilar; rescatar a
esas almas de manos del espíritu nocivo. ¿Cómo? Mediante la palabra… Guerra
fría al espíritu nocivo. Desobediencia civil. No colaborar. No participar. No
seguir…
Hay que partir de la vida. Es la vida la que aquí se
enfrenta consigo misma. Todo se reduce a este dualismo conductual. O la vía de
la vida, o la vía de la muerte.
La vida. La comunidad de los vivientes. La vida en el
cariotipo humano.
Es en el cariotipo humano que se entabla esta batalla
entre los dos espíritus.
Mediante el buen espíritu la vida prospera, mediante el
mal espíritu la vida decae.
La vida, y el buen y el mal espíritu. La naturaleza sabia
(la existencia, el ser viviente, la sustancia viviente única), más el espíritu benéfico,
positivo, bueno (spenta mainiiu) y el espíritu nocivo, negativo, malo (angra
mainiiu).
La vida, la existencia (gaiia, ahu), y los dos espíritus
(ánimos, talantes, actitudes…).
La buena conciencia (vohu dên) es la conciencia que elige
el camino del buen espíritu (spenta mainiiu). La mala conciencia…
Hay las buenas intenciones o pensamientos (vohu manah), y
las malas intenciones (aka manah). El buen dominio y el mal dominio… La verdad,
el orden, la justicia (Asha), y la mentira, el desorden, la injusticia (Drug)…
La dualidad, el dualismo que recorre los Gâthâs o cantos
de Zarathushtra. Una dualidad que, en justicia, solo podemos encontrarla en el
cariotipo humano. Es un dualismo no metafísico u ontológico, sino psicológico,
o mejor, etológico –conductual. Maneras de vivir, de estar, de morar… el
‘éthos’, la ética.
El cariotipo humano. La vida escindida, dividida y
enfrentada. El drama que vivimos. La especie consciente, inteligente, sabia… a
la manera de la vida. La libertad de elección. Es un poder; es el poder de la
vida. El doble camino, la doble vía. Construir, destruir…
El dualismo se reduce a la vida en el cariotipo humano.
No es extensible a otras criaturas, a otros organismos, a otros cariotipos…
únicamente los miembros del cariotipo humano conocen la responsabilidad –el
tener que responder.
Es obvio que la multiplicidad pulsional y volitiva es
variada, extensa (los estados de ánimo, los estados mentales, las pasiones, los
afectos…), pero si tomamos como referencia a la vida, podemos decir si tal o
cual actitud, intención, o deseo son positivos o negativos para ésta. La vida
es la medida.
Es la vida en el cariotipo humano la que se encuentra con
los dos caminos. El fenómeno de la doble elección sólo lo vive, o experimenta,
la vida en el cariotipo humano. Toda la ética se fundamenta en esto. Cómo
vivir, morar…
Es la misma vida, pues, la que introduce la ética en la
naturaleza.
No lo que me beneficia a mí, o a nosotros (familia, clan,
grupo, etnia, nación… ‘especie’), sino lo que beneficia a la vida. Éste es ahora
el criterio.
El buen espíritu favorece y hace prosperar a la vida, el
mal espíritu la perjudica, la daña, la debilita… El buen hacer, y el mal hacer.
Como humanos tenemos clara conciencia de esto que digo.
Acumulamos experiencia, sabemos de esto y de aquello, sabemos… Siempre somos
conscientes de la naturaleza de nuestros actos –de su buena o mala intención,
de sus probables consecuencias… Nosotros sabemos. La vida sabe.
Es la vida en todo momento la que decide, la que elige…
El doble camino.
La buena conciencia, la que contribuye a la vida. La mala
conciencia. El camino rojo (la preocupación por todos) y el camino negro (la
preocupación tan sólo por uno mismo) de los ‘lakotas’ ahora extendido a la
vida. Ya no es el grupo o la tribu, sino la comunidad de los vivientes, el
planeta viviente en su totalidad.
No sólo hemos de ocuparnos del resto de las formas vivas,
también hemos de ocuparnos de las condiciones físico-químicas de nuestra
existencia (el hogar, la morada). El planeta en su integridad.
Que la balanza se incline hacia lo positivo, creativo,
constructivo… Hasta ahora domina lo negativo, lo destructivo, lo devastador.
Abandonar el mal camino, el camino que destruye, que mata, que aniquila…
Hasta ahora dominan las fuerzas hostiles a la vida (desde
que tenemos memoria). Domina la ciega codicia, la insaciable depredación… el
egotismo de uno o de unos pocos. Indiferentes a las consecuencias. Un planeta
destrozado, devastado… dejaremos. La obra de millones y millones de años.
¿El cariotipo humano un experimento fallido? ¿No pudo
ser? Faltan el autodominio, la autodisciplina… las metas claras. Que
prevalezcan las fuerzas constructivas. De esto se trata.
Una lucha contra las fuerzas destructivas. Contra la
enfermedad (contra la vida enferma), contra el mal (para la vida); contra la
locura y la muerte.
La vida consciente de sí desaparecería de la tierra. La
luz de este mundo. La vida en su forma humana.
En un momento dado en el devenir de la vida… Es la vida
la que se encuentra ante el doble camino. Es la vida la que se juega su futuro,
su ser o no-ser, en estos tiempos. Si elegirá el camino de la vida, o
proseguirá por el camino de la autodestrucción. La re-anudación, la re-ligación
a la vida. La buena elección.
Estos son los tiempos de la gran decisión. La elección
ahora compete a la entera especie humana.
Individualmente todos hemos conocido estas bifurcaciones
fatales, decisivas en nuestra vida. Los cambios radicales de rumbo que alteran
(que hacen otra) nuestra vida.
“Todo necio ama más su hábito que su provecho”,
Nietzsche. Éste es el caso. La inercia comportamental de los ‘adictos’, pese al
conocimiento del daño que tal o cual hábito les produce. Luchar contra los
maños hábitos, los dañinos o perjudiciales para nuestra salud.
El estado de necedad (no saber por ignorancia u olvido) en
el que se encuentra la mayoría de la ‘humanidad’. Ignorancia, desconocimiento
de lo esencial.
El conocimiento esencial ahora es el conocimiento de sí
como sustancia viviente única. Este saber nos sitúa aún más en la encrucijada.
Ahora sabemos más que nunca. Ahora nos sabemos. Este saber de sí transforma la
mirada –el modo en que miramos y nos miramos; el ser y el estar (el morar). El
morar y la moral. Este saber exige un cambio en el morar, un cambio de moral. Moraremos,
viviremos de otro modo en este planeta. Nuestra moral será otra. Una moral y un
morar que se atiene a lo que es bueno para la vida –para Nos.
Cambio de rumbo del cariotipo humano en su conjunto. Un
futuro otro. Genocéntrico. Centrado en la vida. En guardia constantemente
contra el espíritu hostil a la vida (todo aquello que perjudique a la vida).
Conciencia del dualismo, de la libertad de elección.
Hay un primer principio: ‘ahu-’, ‘asu-’ ‘gaiia’, la vida.
Y dos espíritus, ánimos, talantes, actitudes… fundamentales. Una que favorece a
la vida, y otra que la daña (a corto, medio, o largo plazo). Dos maneras de
vivir, de morar.
Saber estar. Ser conscientes de nuestro papel, de nuestro
estado, de nuestra situación, de nuestro contexto, de nuestro entorno…
com-portarse. Com-portarse, cohabitar, convivir, con-templar lo otro.
Una humanidad (una vida) codiciosa, insaciable… una huida
hacia adelante… Estos son los momentos.
La codicia es un no saber estar. Un morar tiránico con
los otros, con el medio. Como si fuera posesión nuestra. Propio de personas que
no se conocen, que no se auto-dominan…
*Si tuviéramos que usar el lenguaje ‘teológico’ de los
antiguos helenos diríamos que la astucia (Hermes) y la violencia (Ares) nos
gobiernan. Hermes y Ares son hijos de Zeus no menos que Atenea (la sabiduría),
Hefaistos (el ingenio), Apolo (las artes en general), Artemisa (la virginidad,
la pureza), o Dioniso.
De todos los hermanos únicamente Hermes y Ares se
destacan por sus actividades mixtificadoras y destructivas respectivamente.
Hermes es tanto la mentira como las
malas intenciones, la impiedad… Va contra Asha (la verdad, el orden, la justicia…),
contra Vohu Manah (el pensamiento benéfico), contra el espíritu benéfico
(Spenta Mainiiu)…
Del panteón védico únicamente Indra (el Ares védico) es
denostado. Se salvan Soma (Haoma), Agni (Atar), Aryaman (Airyaman), Mithra… La
mentira a la que alude Zarathushtra es obra de los sacerdotes (las
mixtificaciones sacerdotales, que podemos relacionar con Hermes). Los
sacerdotes y los guerreros son, además, parásitos sociales.
Hermes es el ‘dios’ tutelar de ladrones, banqueros,
comerciantes, sacerdotes, políticos… Los grandes mixtificadores, maestros de la
palabra engañosa.
Es la ciega violencia y la astucia sin escrúpulos lo que
se rechaza de la tradición común arya (el ‘mundo’ en el que se mueve
Zarathushtra). La reforma dualista es la
distinción que se establece entre los ‘dioses’ o principios que resultan positivos
para la vida (la tierra, el ganado, las aguas, los hombres…), y los que
resultan destructivos.
(‘Mundo’ es tierra y cielo, mortales e inmortales.
Heidegger).
El dualismo etológico de Zarathushtra no es nihilista, no
es un punto de fuga (como el hinduismo, el budismo, el cristianismo…). Nada
tiene que ver su figura con los ‘salvadores’ hinduistas, budistas, o
cristianos. Hace valer la conciencia, la reflexión, la libertad de elección.
Opta por la buena intención, por el buen hacer, por el buen morar… por el buen
camino para la vida.
Los astutos y los
violentos gobiernan el mundo. De ellos es el reino. No tienen nada que ver con
la sabiduría, el arte, o la espiritualidad… No tienen nada que ver con la
verdad, con la justicia, con el buen dominio… Lo suyo es el poder (a cualquier
precio). La codicia insaciable y la indiferencia moral (su morar, su habitar,
su manera de vivir, su manera de ser y estar, indiferentes a las consecuencias)
son las fuentes de su éxito y de su poder.
Las fuerzas creativas yacen maniatadas o subyugadas,
rendidas. La inteligencia de Atenea, de Hefaistos, de Apolo… es puesta al
servicio del poder. La ciencia, el
conocimiento, el arte, la espiritualidad… son también instrumentos de poder del
espíritu nocivo. Han ido degradándose poco a poco (desde la antigüedad), han
terminado perdiendo soberanía, independencia, libertad, verdad… Han perdido la
gloria, el brillo, el esplendor… energía, fuerza… (el ‘xvaranah’ avéstico). Han
quedado reducidos a nada. La pérdida del ‘xvaranah’ suponía la imposibilidad de
cumplir su misión.
Los dos caminos. Las dos maneras de vivir, de
comportarse, de morar… Aunque pudiéramos incluir a los laxos, a los perezosos,
a los negligentes, a los indiferentes… a los indecisos, a los fluctuantes… a
los ignorantes, a los inconscientes… La inmensa mayoría. Sólo unos pocos están
de un lado o del otro de manera plena y consciente.
No se vive o mora de manera consciente y plena. Apenas
nadie se estremece ante el fenómeno ‘vida’.
Líf y Lífthrasir son la pareja que sobrevivieron al
crepúsculo de los dioses y de la humanidad –en el relato escandinavo (el
Ragnarök). Líf es vida (‘life’), y Lífthrasir es aquel que ama, desea, ronda,
gira en torno a la vida (Líf).
La decisión positiva, la buena elección, incluye
necesariamente el amor. Es amor a la vida –a Líf, a Gaiia. Los amantes de la
vida. Aquellos/aquellas que aman la vida.
La estirpe de Líf y Lífthrasir, de Genouss y Genoussin. La
comunidad de amantes de la vida. La escuálida, la mínima, la diminuta
comunidad. Débiles, pobres; sin poder, sin fuerza. ¿Cómo lograrán la victoria
sobre las poderosas y numerosas fuerzas destructivas?
Pese a sus exiguas fuerzas los amantes de la vida vencerán
en esta contienda. Finalmente la ‘buena vida’, el buen camino, se impondrá. La
vida consciente de si se juega el ser, el seguir siendo. Estos son los momentos
que vivimos. Se requiere una decisión final que afecte a todos los colectivos
humanos (a sus maneras de vivir, de morar en este planeta) –que la balanza se
incline definitivamente hacia lo bueno para la vida. El futuro (el nuestro, el
de la vida consciente de sí) será genocéntrico o no será. La razón de la vida
se impondrá sobre la sinrazón.
*
Hasta la próxima,
Manu
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