Genocentrismo XX.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (23/11/17).
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*Los ‘scholars’ discuten
ahora si los textos dichos de Zarathushtra (los Gâthâs) tratan únicamente de
una reforma del ritual –del ‘sacrificio’ (Kellens, Skjaervo, Cantera…)–, que pretendía
ser más eficaz que el antiguo (íntimamente relacionado con el védico
contemporáneo y rival). Que tanto la libertad de elección (ante el doble
camino) como la triada ‘buenos pensamientos, buenas palabras y buenos actos’
hay que referirlos a la eficacia del acto sacrificial, y no a la conducta en
general (al ‘éthos’). Que el conflicto es, simplemente, una lucha entre
‘colegios’ (familias) y ‘fórmulas’ (‘mantras’) sacerdotales.
También se habla de una lucha
por el poder entre sacerdotes y guerreros (Lincoln). Esto es más coherente. Tal lucha se dio en el
mundo védico (en su periodo final) y tuvo como resultado el triunfo de los
sacerdotes. La literatura post-védica es claramente sacerdotal –el ‘éthos’
épico o bélico de los guerreros (los kshatrias) se subordina al discurso de los
sacerdotes (los brahmanes). Esto es así. Guerreros y sacerdotes siempre han
competido por el poder. Los violentos y los astutos.
Lo que encontramos en la
antigüedad es la alianza, la complicidad entre los sacerdotes y los guerreros –entre
los astutos y los violentos– en vistas al poder. Se consideraron a sí mismos
como ‘gemelos’ que mutuamente se reforzaban –la casta de los sacerdotes y la
casta de los monarcas-guerreros (la realeza). Fue durante milenios el ‘sistema
de poder’ prevalente. Este estado de cosas ha perdurado hasta la entrada en
nuestros días del poder económico (el ‘capital’) –es un ‘tercero’. El poder
económico ahora se alía con el poder ideológico (religioso o político) y el
poder ‘militar’. Ésta es la novedad en cuanto a ‘sistemas de poder’.
En cualquier caso, vuelven a
ser los astutos y los violentos los que detentan el poder –los pilotos, los
conductores de la nave. Poder económico, poder ideológico (religioso o
político), poder bélico. La triple alianza, que no deja de ser una doble
alianza, pues los astutos están tanto en el poder económico como en el poder
ideológico. Los astutos tan sólo necesitan el brazo armado –los dispositivos
represivos. Los ’poderes’ (los poderosos) mutuamente se consolidan.
No nos olvidemos de los
híbridos: los sacerdotes-guerreros (en el Islam –la guerra santa), o los
políticos-guerreros (en el comunismo –la revolución ‘armada’).
El ‘sistema de poder’ y sus
beneficiarios. Las armas, los medios de que dispone el nuevo, el actual sistema
de poder. Poder ideológico y mediático (el adoctrinamiento de las masas desde
su infancia); poder represivo (militar, policial…); poder económico
(financiero, industrial, comercial…). Todo está en manos de los poderosos (unos
pocos, una oligarquía). Hoy como ayer.
No hay obstáculos, nada
(nadie) frena la ciega codicia y ambición de dominio de las castas dominantes
–de unos pocos. Es el ‘éthos’ dominante desde hace milenios. La codicia de oro,
de poder, de placer. Lo que mueve, lo que motiva. Un morar indiferente a las
consecuencias sociales, culturales, humanas, medioambientales… El resultado es
un planeta donde la vida agoniza: especies que se extinguen; contaminación del
aire, del agua, de los suelos (desertización), de la luz…; la guerra permanente,
el hambre, la miseria… Es el triunfo de la muerte; del ‘éthos’ autodestructivo,
suicida.
Hoy como ayer los más han de
sufrir la intemperancia de unos pocos. Los más, aquí y ahora, es el planeta
viviente en su conjunto. Esto es lo que peligra hoy –la vida misma.
Es un cambio en la conducta
global (del individuo, de las comunidades) lo que propugna Zarathushtra. Un
comportamiento otro –con lo ‘divino’, con lo humano, y con lo no humano. Afecta
a todas las esferas del comportamiento, no sólo al rito sacrificial (a quién y
cómo se sacrifica). Es otro modo de estar, de vivir, de relacionarse con el
mundo entorno (a nivel individual y a nivel colectivo). Es un camino otro,
positivo, constructivo, creador… Que atiende, que cuida, que protege, que
coadyuva… a la vida.
Zarathushtra habla de
caminos, de modos de ser y de estar, de con-vivir, y habla también de la
libertad de elección entre estos caminos. Podemos comportarnos de un modo o de
otro, ya de manera positiva, ya de manera negativa con respecto al otro o lo
otro.
Las distintas facetas del ser
y del hacer humanos reflejan el mismo ‘éthos’ (el ‘éthos’ dominante). Cuando se
cumple el rito sacrificial, cuando se camina, cuando se come, cuando se
relaciona con el entorno –humano y no humano; viviente y no viviente. El cómo se vive, se mora, se con-vive, se
co-habita… El com-portamiento global. La
unidad en el ser, el pensar, el querer, el decir, el hacer… Se siga el camino
que se siga.
La reforma del acto
sacrificial responde a una reforma general en los modos de vida. Se vive de
otro modo, se sacrifica de otro modo. Es un cambio total, una transformación,
una mutación simbólica (en la palabra, en el discurso común). Se va contra el
robo, la violencia, la mentira… Contra todo aquello que perturba y daña la vida
en común –el co-habitar, el con-vivir de los individuos y los colectivos
humanos.
La excelencia aquí reside en
la rectitud, en la veracidad, en la solidaridad (con todo y con todos)… en
aquellos que regeneran la vida (la existencia). Los
dotados (magauuan), los veraces (ashauuan), los rectos (erezuuan)…
La elección del buen camino,
del camino que es bueno para la vida (para todo y todos). La regeneración de la
vida no depende de la exactitud del rito sino del cambio de comportamiento. El
rito sacrificial refleja el deseo de regeneración, responde a un cambio de
conducta en lo que concierne a la vida –al cómo vivir. Se vive de otro modo, se
sacrifica de otro modo. Mutuamente se afirman las diversas actividades, se
condicen, se armonizan.
Los actos (de pensamientos,
palabras, u obras) tienen, por lo general, consecuencias. ¿Cuáles son las
consecuencias del acto sacrificial? El acto sacrificial cuenta una historia; una
historia de lucha en la que triunfa el buen espíritu, el espíritu
bienintencionado, contra el espíritu destructivo, aniquilador. Una y otra vez.
La lucha por la regeneración del mundo, de la existencia, de la vida. Dispone
el alma para el combate contra el mal espíritu. Renovar. Despertar. Alertar.
Colectivamente establece una actitud beligerante contra el espíritu nocivo.
El buen espíritu lucha
cotidianamente contra el mal espíritu –contra la ciega codicia de oro, de
placer, y de poder; contra el egoísmo, contra la búsqueda del propio
provecho... El buen espíritu es un espíritu iluminado, es consciente de las
consecuencias de sus actos. Conoce los caminos y elige lo mejor para la vida.
El camino de la regeneración.
El buen espíritu es un
espíritu activo que interviene en los actos todos de su vida cotidiana. Vela
permanentemente contra las malas intenciones, las malas palabras, las malas
acciones.
Elegir el camino de la verdad
y de la vida. De esto se trata. Hoy como ayer. Hoy más que nunca.
Los desastres del mal
espíritu en el planeta después de miles de años de malgobierno, de violencia,
de mentiras… La conducta perversa, malintencionada, dia-bólica… La conducta, el
‘éthos’ del mal espíritu. La conducta global del mal espíritu (aquí y allí). La
violencia y el engaño. Un planeta viviente en peligro de extinción. El desierto
avanza –en la naturaleza y en la cultura. La obra del mal espíritu.
La codicia de unos pocos, y
la ceguera, la pereza, la cobardía, o la complicidad de tantos, de multitudes.
La muchedumbre adora o envidia a esos pocos, anhela también el poder. La
conducta de las masas sigue, emula la de los poderosos.
Los ingenieros sociales del
‘sistema de poder’. Los manipuladores, los embaucadores, los mixtificadores…
Los poderosos medios de manipulación de masas del ‘sistema’.
La ceguera de esta acápite
‘humanidad’. Comportamiento ciego, irreflexivo, falto de luz. Comportamientos inducidos,
creados, condicionados. Se puede hablar de hechizamiento de las masas. No hay
individuos reflexivos, hay comportamientos colectivos inducidos, dirigidos,
predeterminados, condicionados. El condicionamiento conductual de las masas (el
arte de manipular a las masas).
Están los privilegiados que disfrutan
de los beneficios del ‘sistema’ (del ‘éthos’ dominante), y están aquellos que
envidian a estos privilegiados. Eso es todo.
Nada parece que anuncie un
cambio en el comportamiento de estas masas. Es una huida hacia adelante. Hacia
el peor futuro; hacia el peor final.
No hay salvación o liberación
personal aquí, sino colectiva. Y aún más. Pues se trata de liberar o salvar al
planeta viviente. No un nuevo orden (político-religioso-económico-militar) necesitamos,
sino un nuevo ‘éthos’, una nueva conducta, un cambio de vida –en la manera de
vivir.
La perspectiva genocéntrica,
la perspectiva de la vida. La conciencia biocéntrica, genocéntrica. Las nuevas
criaturas. Los futuros.
Han de venir generaciones
nuevas, post-humanas –post-antrópicas.
Imbuidas en la conciencia genocéntrica. Iluminadas. Activas.
No en los dogmas de fe o en
los actos de culto se encuentra la salida, sino en la conducta. El discurso
etológico y ecológico de Zarathushtra se convirtió en un nuevo conjunto de
dogmas de fe y actos de culto. En una rutina que en nada contribuye a la
regeneración del mundo (que deja las cosas como están).
La regeneración individual es
nada sin la colectiva. Se diga lo que se diga. Es más, un individuo veraz,
dotado de buenas intenciones y demás, juega con desventaja en esta ‘sociedad’,
se convierte fácilmente en presa de los astutos y los violentos.
Es entre los humanos (en el
cariotipo específico humano) que se da esta reflexión acerca de la conducta,
del hacer… Es la vida misma la que introduce esta reflexión (ética) en la
naturaleza.
La ética de la vida. La
‘bioética’. Pero hay que decir, la ética en el cariotipo humano. La etología
(la conducta) de las especies es incriticable desde el punto de vista moral.
Únicamente los humanos se someten a la crítica o al escrutinio de sus actos. Porque
nosotros somos conscientes de nuestros actos, y de las consecuencias de estos.
Únicamente los humanos.
El cariotipo humano es el
vértice de la evolución. Es la misma vida. La vida responsable de sí. Sólo
nosotros podemos instaurar, en este planeta viviente, el ‘buen dominio’, el
dominio deseable. En nuestras manos está.
Lo que es bueno para la vida.
Esta perspectiva. Este punto de partida. Los obstáculos son el mal espíritu –la
ciega codicia ‘personal’ (en la tierra o en el cielo) y la ambición de dominio
de unos sobre otros (en la tierra o en el cielo).
Entiéndase el cielo como el
espacio de la palabra, de la cultura, de la memoria colectiva… el espacio de lo
‘alto’. El ser simbólico nos viene de ahí. Entiéndase la tierra como el espacio
social de los colectivos humanos, nuestra naturaleza social. La vida cotidiana
de los colectivos. Podemos hablar de naturaleza y de cultura; del ser natural y
del ser cultural; de necesidades naturales y de necesidades culturales.
Medrar en la tierra, medrar
en el cielo. Las riquezas ‘personales’. La salvación o liberación individual.
El camino del provecho propio en la tierra o en el cielo. La salvación
‘personal’ económica o espiritual. Éste es el ‘éthos’ dominante en nuestra
especie, y esto es la que tiene que cambiar.
El sujeto ya no es el
individuo, ni siquiera la colectividad, sino la misma vida. No hay otro sujeto.
La revelación de la sustancia
genética, de la sustancia viviente única, ha privado al ‘hombre’ de realidad.
No queda sino la vida. La vida que a sí misma se juzga, se valora. Lo que puede
la vida en el cariotipo humano. La capacidad de juicio, de discernimiento, de
ponderación… sobre los actos propios. La reflexión, la inteligencia, la
memoria… El ser mismo de la vida tal y como se manifiesta en el cariotipo
humano.
Esta vida nuestra puede
inclinarse hacia el buen camino, el camino que es bueno para la vida. La
elección. La libertad de elección. Podemos cambiar de camino, o continuar por
el que vamos. El camino por el que vamos no es bueno para la vida. Y lo
sabemos. Hoy no podemos alegar ignorancia.
Cambiar la consideración que
acerca de nosotros mismos tenemos –hacia la conciencia de sí como sustancia
viviente única. Y cambiar nuestro modo de vivir, de estar… en este planeta.
El ‘éthos’ biocéntrico,
genocéntrico. Es la vida la que ha de gestionar este planeta viviente, y
gestionarlo en su provecho. Pensando en sí, en lo que es bueno o malo para la
vida (para sí).
El doble camino, la libertad
de elección, la triada de buenos pensamientos, buenas palabras y buenas obras…
Lo que nos queda de Zarathushtra. Lo eterno; lo sustancial.
*Debemos rebuscar en el
pasado humano, rescatar todo aquello que nos pueda servir, que pueda servir a
la vida; aquello que podamos transportar al futuro y que no entre en
contradicción con el periodo genocéntrico que comenzamos. ¿Qué filosofía, qué
pensamientos, que palabras, que obras…?
Los renacidos a la vida
apenas si contamos con algo que llevarnos a la boca. Algo que satisfaga nuestro
gusto nuevo. Una vez probado el nuevo ‘sabor’, poco, muy poco del pasado humano
nos satisface en lo tocante a palabras, a cultura… Artistas del hambre
consumados parecemos.
Los renacidos crearán
culturas nuevas, nuevas palabras y nuevas obras dignas de la vida. Es todo un
reto para los futuros.
El sujeto emisor y el sujeto
receptor resultan ser uno y el mismo –la sustancia viviente única. A sí misma
se habla, a sí misma se dirige la palabra.
Vivimos los comienzos de una
nueva vida, de una vida renovada, de una vida consciente de sí. Principios
nuevos; puntos de partida nuevos… Todo cambiará.
Ser de aquellos que regeneran
la vida (la existencia, el mundo…). La nueva vanguardia.
Este periodo de transición que
iniciamos es el ‘puente de la separación’, y el ‘hombre’ no pasará este puente.
En la otra orilla está el nuevo mundo, la nueva vida…
El ‘puente de la separación’ es
extraordinariamente ligero. Deshacernos,
des-anudarnos, des-ligarnos, purgarnos de lo humano… del viejo camino
antropocéntrico, egocéntrico, etnocéntrico… Abandonar, dejar atrás. Sin
equipaje. La vida desnuda.
Elegir el camino de la vida.
Este camino conduce directamente a la otra orilla.
Ya no nos queda otro camino
hacia el futuro que el de la vida –si queremos seguir siendo. Y aquí no se
habla de la supervivencia de la ‘especie’, sino de la vida.
La vida se juega la vida.
*
Hasta la
próxima,
Manu
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