Genocentrismo XXII.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (14/01/18).
*
*Las guerras humanas que
padecemos –étnicas, territoriales, económicas, ideológicas (políticas o
religiosas)… Miles de años en guerra –en el nombre del poder. Y qué decir de la
tecnología armamentística. Tenemos armas capaces de destruir la vida en este planeta.
Un camino loco, absurdo, demencial, suicida…
Del otro lado la explotación
de las ‘riquezas’ del planeta. La agresiva y nociva tecnología que aplicamos en la explotación
del planeta, sobre todo en los últimos doscientos años, está poniendo en peligro
sus condiciones de habitabilidad (suelo, agua, atmósfera, luz…). Los desastres
ecológicos se amontonan, apenas si hay rincón del planeta no contaminado. Otro
camino loco, irracional, suicida…
Nuestros modos de vivir en
general. Todo lo humano contribuye al deterioro de la vida en este planeta.
Nuestro antropocentrismo, nuestro egoísmo, nuestro etnocentrismo… Los soportes
ideológicos de estos comportamientos –nuestras ideologías, nuestras creencias,
nuestras culturas... nuestros ‘mundos’.
No vivimos desde hace
milenios. La violencia y el engaño dominan por doquier. Atmósfera tanática,
irreal, de pesadilla. Se huele la muerte, la ‘morgue’. Pobreza, miseria,
hambrunas… Un planeta doliente, desfalleciente, herido…
La huida hacia delante de los
más –de todos. Liderados por los menos (los señores de los medios de producción
y consumo, del dinero, de la ‘opinión’ pública…). La nave de los locos, de los
necios. ‘Stultifera Navis’. El ‘homo stultus’. Es la necedad, sin duda, el no
saber (‘ne scio’), quien gobierna, quien manda. Entre tuertos y ciegos anda el
juego.
*Las éticas que nos vienen
del ecologismo (Jahr, Leopold, Potter, Naess, Jonas…) resultan demasiado
antropocéntricas, aún. Místicas, religiosas, pietistas al viejo estilo (judío,
cristiano, musulmán, budista, hinduista…). El último humanismo, quizás. No
salimos del neolítico, del pasado antropocéntrico.
Triunfo del nihilismo de
Schopenhauer (el sumidero de todos los nihilismos del pasado). El quietismo, la
‘extinción’ (el ‘nirvana’), la negación de la voluntad.
El monismo cósmico en Naess,
y otros, recuerda al monismo de Haeckel (del que participó Nietzsche). No había
distinción entre lo viviente y lo no viviente. Una suerte de panpsiquismo.
Las religiones de salvación
‘personal’ ahora se apuntan al ecologismo, al medio ambiente, a la vida… No hay
quien se lo crea. Los peores parásitos sociales de todos los tiempos (los
astutos, los ‘listos’, los sacerdotes, los ‘pastores’…) se preparan para seguir parasitando en el futuro. Eso es
todo. También los marxistas se reciclan, ahora construyen un marxismo
ecologista…
No se parte de la vida (la
sustancia viviente única) en estos casos que digo, sino del hombre, del
bienestar, o de la autorrealización del hombre (de la especie humana).
Obsérvense sus textos programáticos, sus autores fundamentales, sus conexiones
‘espirituales’ con las tradiciones religiosas o espirituales del neolítico…
Adviértase su ‘lenguaje’ (humano, demasiado humano). Ni un solo paso adelante,
hacia un futuro genocéntrico, hacia un futuro otro.
Sus modelos humanos:
Francisco de Asís, Buda, Gandhi… La ‘compasión’; el amor por los ‘animales’.
Este lenguaje denota ya un claro extrañamiento del resto de la naturaleza
viviente –los ‘animales’.
El lenguaje ético,
filosófico, religioso… del neolítico es claramente antropocéntrico en todas las
tradiciones culturales. Los ‘mundos’ del neolítico.
Salir de los laberintos
del neolítico; de los antropocentrismos
o humanismos del neolítico. Dejar al hombre atrás.
El saber que ahora nos
ilumina arruina, pulveriza todo antropocentrismo del pasado; lo reduce a
cenizas. La historia –el pasado– de las nuevas criaturas es la historia de la
vida. El pasado humano es el periodo de extrañamiento, de ofuscamiento, de
inconsciencia, de ignorancia, de ceguera, de ‘olvido’, de no saber…
Lo que les falta a todos los
movimientos ecologistas contemporáneos es el paso al genocentrismo. Aún miran
desde el ‘hombre’.
Ya no se trata del bienestar,
del futuro del hombre, o de la especie (su supervivencia y demás), sino del
bienestar y del futuro de la vida. No avanzar hacia el futuro como hombres (más
o menos ‘mejorados’, o ‘autorrealizados’), sino como vida (como sustancia
viviente única).
El paso a la otra orilla, al
otro continente, al otro mundo, al otro espacio –el espacio genocéntrico.
La ‘realidad’ que viene. El
futuro genocéntrico sobrevendrá sobre toda la humanidad. Es el futuro
ineludible, inexorable.
No se trata de crímenes
contra la naturaleza viviente, o contra la completa ecoesfera o biosfera, sino
de crímenes contra la vida…
Del ecocentrismo o del
biocentrismo (fenocéntricos ambos) al genocentrismo.
Únicamente el ‘hombre’ puede
hacer posible un futuro genocéntrico. Éste es el problema. Que en manos del
cariotipo más problemático esté también la solución. Únicamente la elección del
camino bueno para la vida, que sólo pueden llevar a cabo los miembros del
cariotipo humano, puede garantizar el futuro… El ‘hombre’ es imprescindible. La
única criatura capaz de poner fin a su propio extrañamiento de la vida, a su
comportamiento errático y (auto)destructivo…
El ‘hombre’ debe despertar a
la vida que él mismo es. Ésta es la ‘revolución’, la transformación, el giro,
el vuelco… el paso que hay que dar. La conciencia no ya ecológica o
biocéntrica, sino específicamente genocéntrica.
Que la vida ocupe su lugar en
el cariotipo específico humano. Esto es lo que queda. La desaparición del
‘hombre’ (del antropocentrismo, de los ‘humanismos’). La mirada, la perspectiva
genocéntrica.
Los despiertos, los renacidos
a la vida, esta es la ‘humanidad’ que hará posible la regeneración de la
existencia. La vanguardia de la vida; los adelantados.
La desnudez de los renacidos,
la pobreza… Aún sin ‘mundo’. Todo por hacer.
El sujeto vida. ‘Yo’, la vida
(la sustancia viviente única), hablo. Y hablo en nombre de la vida. Nosotros
somos la vida, el ser viviente único. No hay otro/otra vida, sino que es una y
la misma en todas las criaturas. El único sujeto, el único agonista.
Esto que digo es lo que ha de
asumir todo miembro de la especie humana. El camino por el que ha de entrar. La
transformación que ha de experimentar.
El cariotipo humano es el
‘lugar’ donde la vida adquiere conciencia de sí. El lugar del reencuentro (de
la vida consigo misma), de la autognosis, de la anamnesis… Nos, la vida.
El comienzo de una era
interminable, radicalmente nueva. Novedad absoluta del nuevo periodo. El nuevo
‘éthos’. La nueva vida. La vida plena.
Co-existencia. Co-existir. Co-evolución.
*Es gracias a su inteligencia
natural y a su voluntad de conocimiento y de verdad que el ser simbólico
(lingüístico-cultural) ha podido acceder a su ser genético. Gracias a las
‘potencias’ que proceden de su propio ser genético.
Nuestro ser simbólico es un
epifenómeno contingente y relativo. En todo momento nuestro ser genético
(nuestro ser único, en verdad) se buscaba a sí mismo. Nuestra inteligencia y nuestro
tesón son las de la sustancia viviente única.
En busca de la verdad acerca
de nosotros mismos. No el ‘hombre’, sino la vida se buscaba a sí misma. No el
soma, sino el genoma; no la criatura, sino el creador.
*Nuestro genoma, o mejor,
nuestro hologenoma. La totalidad de sustancia genética que nos constituye (la
propia y la ajena). En cualquier caso, la sustancia viviente única de/en un
organismo.
La comunicación interna, la
semiosis química. El lenguaje universal de la vida.
La comunidad de los
vivientes. La unidad de la vida (de la sustancia viviente).
*La conquista del agua, de la
tierra, del aire… del espacio –el futuro, más allá de la Tierra. Es la vida, la
sustancia viviente única, la que se prodiga. No hay otro sujeto.
*Se puede ver la vida desde
la competencia, pero también desde la cooperación o colaboración. Las
relaciones entre los individuos y las especies son muy variadas, y no se
limitan a la lucha, la depredación, el parasitismo o la explotación, piénsese
en la simbiosis, el mutualismo, o el comensalismo. Generalmente se nos ofrecen
visiones de la vida exclusivamente basadas en la lucha –véanse nuestros
documentales al respecto, o nuestros libros divulgativos sobre la evolución de
la vida. Es la imagen prevalente. Pero es también una visión sesgada, parcial,
incompleta… incluso engañosa. Si, es una visión que miente –que nos miente–,
que nos oculta la verdad. Es, indudablemente, una visión interesada, ‘política’.
Una visión de la vida acorde con los depredadores, con los parásitos, con los
explotadores… Se nos presenta como la verdad cruda, desnuda, como la realidad
(la vida es así). Se pretende legitimar y eternizar el estado de cosas social,
político y económico que padecemos desde hace milenios (guerra, explotación,
parasitismo…). No nos deja otro horizonte que la violencia y el engaño.
*“La biosfera se
transformará, de una manera u otra, tarde o temprano, en la noosfera”
(Vernadsky). Es obvio que la noosfera está relacionada con la aparición de la
inteligencia humana. No salimos del antropocentrismo.
Lo próximo es la genosfera –o
mejor, la genousfera. La vida, la sustancia genética, la sustancia viviente
única, es inteligente en sí. No se manifiesta exclusivamente en el cariotipo
específico humano. La unidad de la vida.
Pensamientos fenocéntricos,
aún.
Otra reflexión de Vernadsky:
“en la interacción entre la materia viviente y la no viviente o inerte, la
materia viviente tiene el papel principal”. Pero la única materia viviente que
existe es la sustancia genética. Luego la sustancia genética tiene la primacía
en la acción (cualquiera ésta sea).
La vida interviene y modifica
el entorno abiótico desde su aparición. Y estas alteraciones inciden a su vez
en la vida, que vuelve a intervenir. Y así sucesivamente. Es un ciclo a dos. Es
un dialogo eterno en el que se intercambia información (materia y energía).
Co-evolución. Mutua influencia. La vida es la respuesta inteligente (‘genial’,
inesperada, nueva, innovadora…). La materia inerte responde mecánicamente,
‘inercialmente’, podríamos decir.
La biosfera, o ‘gaiia’, es la
esfera donde la vida establece sus condiciones de existencia.
La vida siempre responde a
los cambios en el entorno no-viviente. No se limita a adaptarse, sino que busca
paliar o eliminar las dificultades que le salen al paso. Habilita el entorno
abiótico, lo modifica, lo transforma, lo adapta… lo hace apto para la vida
–para sí misma.
La vida (la materia viviente)
es la iniciativa, el primer movimiento, la acción… la libertad. Pese a las
constricciones físico-químicas alberga su propia ley, su propio orden.
Autonomía.
*Coordinación. Sincronía. Tales procesos serian impensables sin un
intercambio de información, sin ‘lenguaje’. Endosemiosis/exosemiosis. En las
células individuales, en los organismos…
*Nuestra edad es la edad de
la vida (3.500 millones de años).
Se trata de la historia del
planeta, y de la historia de la vida en este planeta. De las interacciones de
la vida (materia viviente) con la materia no viva (inerte). De la co-evolución
de ambas, de la mutua influencia… De la configuración de la biosfera… Del papel
de la vida en esta configuración…
Darwin, Haeckel… Weismann, Morgan… Merezhkovsky/Wallin,
Vernadsky, von Uexhull… Sobre la
biogénesis en el planeta (coacervados, quimiosíntesis… Morowitz, Smith…), sobre
la simbiogénesis (fundamental en la aparición y en la evolución de las
especies… Margulis…), sobre la biosfera (Gaia, Lovelock…), sobre la
comunicación en las formas vidas (la
semiosis, la biosemiótica…). La ecología, la termodinámica de la biosfera…
La regulación del clima, la salinidad
y la alcalinidad de las aguas, la modificación de los suelos (rocas
incluidas…). La luz, la temperatura, la atmósfera, el agua, la tierra (el manto
fértil)… Un planeta adaptado a la vida, transformado, habilitado…
Las fuerzas condicionantes:
la gravedad, la presión, el electro-magnetismo…
*El genocentrismo dice que la
única sustancia viva es la sustancia genética. La unidad y continuidad de la
vida desde su aparición en este planeta. Una y la misma sustancia viviente a través del tiempo y del espacio.
*Cierto que la sustancia
genética cuando aislada es como sustancia inerte. Necesita del entorno biótico
y abiótico para reproducirse y demás. Es preciso ver la vida en su contexto. El
origen de los diferentes somas está en los coacervados de Oparin/Haldane. La
sustancia genética se protege desde su nacimiento. La evolución de los genomas
y de sus somas. El aumento de la complejidad genotípica y fenotípica (morfológica
y fisiológica). La especiación. Las diferentes formas vivas. Biogénesis,
simbiogénesis…
Universalidad de las rutas
metabólicas. El ‘protolenguaje’ de la vida (químico). La semiosis celular (en
procariotas y eucariotas). La semiosis universal.
La aprehensión del medio
(biótico y abiótico), la ‘representación’ (el ‘umwelt’), la memoria…
No es la célula la que hace
uso de su repertorio genético (Albers… Shapiro) para responder al entorno, es
la sustancia genética (el genoma) la que responde una vez que ha recibido la
información del exterior (o del interior) –que
le llega transducida por sus perceptores de membrana u otros. Es el complejo
o sistema genético y epigenético el que recibe y emite información, el que hace
uso de su memoria, de sus conocimientos, de su experiencia… para responder en
consecuencia.
La sustancia genética, la
sustancia viviente única. No hay otro piloto, otro sujeto, otro ente viviente.
La raíz, el centro de la unidad de la vida. Lo que subyace en todo organismo.
El plasma germinal que perdura a través de las generaciones. En lo horizontal
(el espacio) y en lo vertical (el tiempo). La sustancia viviente eterna
–virtualmente imperecedera.
La unidad esencial de todos
los seres vivos. La unidad genética. Todos los seres vivos comparten el mismo
ser; son el mismo ser. Este saber es el que cambiará el ‘éthos’ de los humanos
sobre el planeta. Todo cambiará. Es una sabiduría para el futuro de la vida en
este planeta. Es el futuro.
El mundo nuevo, por venir. El
mundo genocéntrico. No fenocéntrico, no cariocéntrico, no antropocéntrico… El
homo Xenus/Nexus. Las nuevas criaturas humanas. Lo nuevo. Lo por venir.
Diacronía y sincronía en la
co-evolución de la biosfera (ecosistema planetario –elementos bióticos y
abióticos conjuntamente). Tiempo (devenir, Darwin) y espacio (el aquí y el
ahora, Vernadsky). Esta fecunda visión se la debemos a Lynn Margulis.
La conjunción necesaria.
Las bases, los fundamentos,
los pilares... Biogénesis. Genómica. Microbiología. Simbiogénesis. Ecología. Evolución.
Biosfera (Gaia). Biosemiótica.
Evolución de los somas, de
los cuerpos, de los fenotipos, de las criaturas… En tanto la sustancia viviente
única, la sustancia genética (el plasma germinal), permanece inalterable y una desde su origen.
Esto ha de tenerse en cuenta.
El ser (único) que somos. La
sustancia viviente única. El plasma germinal virtualmente imperecedero.
*La luz y la materia
viviente. La luz parece ser el único elemento ajeno al planeta que interviene
en la generación de vida. La luz es esencial para la vida. No sólo la luz, también
el agua. El agua, la luz, el aire, la temperatura… electrones, determinados
átomos, determinadas moléculas… La gravedad, la presión… Los factores
abióticos.
Un planeta que alberga vida
es un planeta vivo. Un planeta que vive y evoluciona como un todo (lo biótico y
lo abiótico). No es autosuficiente,
empero, necesita de una fuente de luz.
Relativa autonomía e
independencia de la vida en el cosmos. Necesita cierto ambiente, cierto
entorno… La materia viviente necesita de la materia no viviente para ser. Esto
es así. No sólo su mismo ser esta constituido de materia no viviente (átomos y
moléculas), sino que no podría mantenerse, o reproducirse, sin ciertas
sustancias a su alrededor.
No es un proceso autopoiético
puro. La vida no ‘es’ independiente de su entorno –al margen o a pesar del
entorno. La naturaleza físico-química de la materia viviente está unida
inextricablemente a su entorno (físico-químico también).
La sustancia viviente aislada
de fuentes de ‘alimentación’, o de un entorno abiótico adecuado, es como
sustancia inerte. Esto debería resultarnos obvio. Pero esta dependencia no
borra la distinción de la materia viviente de la materia no viviente, ni la
primacía de ésta en lo que concierne a las cosas de la vida.
Un cosmos biótico, viviente
también. Una materia viviente consciente de sí.
Decir vida es decir materia
viviente, es decir sustancia genética, es decir plasma germinal, es decir
sustancia viviente única.
*Necesitamos una ‘teoría’
sintética, integral, acerca de la vida en el cosmos; acerca de su identidad
también (qué cosa sea; las sustancia implicadas). Cómo y dónde se origina o
puede originarse (las condiciones primarias, necesarias), cómo se mantiene y se
perpetua, cómo se prodiga, cómo se relaciona consigo misma, cómo se comunica consigo
misma, cómo evoluciona, cómo aparecen los ‘filum’, las especies… La interacción
con el medio –las ‘biosferas’, las ‘gaiias’ posibles. En definitiva,
necesitamos una historia de la vida; necesitamos tener clara nuestra propia historia;
necesitamos una autobiografía desde nuestros orígenes.
*
Hasta la
próxima,
Manu
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