Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

jueves, 10 de noviembre de 2022

271) Genogramas XCIII

 

Genogramas XCIII.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (10/11/22).

 

                                                                  *****

 

1.

Siglos de adoctrinamientos:

cristiano y anticristiano;

musulmán y anti-musulmán…

comunista y anticomunista;

fascista y antifascista;

nazi y anti-nazi;

nacionalista y antinacionalista;

democrático y antidemocrático;

étnico y anti-étnico…

 

Un pasado absurdo, estúpido, cruel…

que no acaba de desaparecer.

 

La siembra del odio.

La construcción del enemigo.

Pedagogías criminales.

 

Los pálidos estandartes…

 

2.

Un mundo otro. Un mundo por hacer.

Una vez fuera del neolítico

(de sus culturas, de sus ‘mundos’).

Si bien tenemos las bases,

los fundamentos del mundo futuro,

nada se hace –queda todo por hacer.

Seguimos viviendo en el ayer;

bajo el peso muerto del pasado.

 

Los prototipos, los modelos,

los ‘yoes’ ideales del neolítico…

Los moldes, los lechos procrustianos…

La fábrica de buenos ciudadanos,

de vasallos, de siervos, de esclavos.

Son ya numerosas las generaciones

perdidas. Las familias, las escuelas,

la calle; nuestros Estados, nuestras

naciones, nuestras culturas…

todo coadyuva a perpetuar nuestro

pasado antropocéntrico.

 

Una cotidianidad carente de realidad,

de profundidad, de sentido, de actualidad,

de verdad… pasada, muerta, ida.

Nuestras ciudades bulliciosas y coloristas,

iluminadas, fluorescentes, nuestros medios

de comunicación, nuestros espectáculos

de masas… no acaban de ocultar el carácter

tenebroso, sombrío, pálido, mortecino,

agonizante de esta fase final del neolítico.

Y no hay atisbos de aurora, de mañana…

de un futuro otro.

 

Necesitamos una pedagogía biocéntrica

o genocéntrica. Trans-cultural,

trans-nacional, trans-étnica, trans-humana…

Más allá.

 

Las escuelas biocéntricas, genocéntricas,

las escuelas del futuro. Desde las ‘guarderías’.

La nueva ‘humanidad’.

 

3.

Permanecer fieles a la tierra,

es permanecer fieles a la vida.

 

4.

Dar la batalla al nihilismo. Desde el arte.

¿Cómo? Recuperando la naturaleza y la vida.

La naturaleza viviente y la no viviente

como referentes únicos.

 

El arte como refugio anti-nihilista.

Recuperación de la belleza y de lo sublime

en las artes visuales y en la música.

 

El arte como escuela para la vida

–para una vida otra, para una vida futura.

El mundo biocéntrico, genocéntrico, por venir.

 

5.

Lo bello que embellece…

Lo sublime que sublima,

que enaltece, que eleva…

que estimula. El arte de ennoblecer,

de embellecer, de sublimar…

al espectador, al oyente… al receptor.

 

Lo bello y lo sublime fueron, son y serán

lo excepcional, lo extra-ordinario en nuestras vidas…

Es lo que hay que aportar, lo que hay que crear,

lo que hay que traer… Y en nuestro particular presente

son  absolutamente necesarios para contrarrestar

la dictadura de lo feo, lo zafio, y lo vulgar

que se nos impone desde nuestra literatura,

nuestro cine, nuestra ‘cultura’ de masas…;

lo que padecemos en nuestra entera cotidianidad.

 

6.

“Poder ser para sí para poder ser otro”,

decía Nietzsche. Ser otro de lo demandado

por la cultura. La formación cultural aliena

a los seres humanos desde su nacimiento,

los convierte en ‘unidades’ sociales,

los ‘homologa’. Los sujetos, las unidades,

viven bajo la tutela de un ‘nosotros’,

de un ‘gran otro’, de un ‘super-yo’

que determina, que articula,

que ‘dice’ su ser –que habla por su boca.

 

La emancipación de las claves históricas

y culturales de nuestro entorno, de nuestro

ser simbólico circunstancial y relativo

para dar lugar a ese ‘otro’, es un proceso

de transformación simbólica, de cambio

de conciencia. En los tiempos presentes

vemos ‘desplazamientos’ de un orbe cultural

a otro –se cambia de ideología religiosa

o política, de ‘mundo’… Pero no se consigue

ser ‘otro’ con estos desplazamientos simbólicos.

Los sujetos se limitan a cambiar de ‘pastor’,

o de ‘amo’; siguen subordinados a claves

simbólicas alienantes, inmersos en un ‘nosotros’

que les tacha, les borra, les aniquila.

 

Hay que decir que en nuestras sociedades

los ‘nosotros’ pululan. Nuestras sociedades

esta seccionadas, atiborradas de ‘sectas’

(religiosas, políticas, filosóficas…).

Abundan las ‘trampas’, los callejones

sin salida… y las engañosas emancipaciones.


7.

Nuestra cotidianidad política,

cultural (en amplio sentido)…

encadenada al pasado. Nuestro ayer

y nuestro hoy contra el mañana.

Generaciones enteras perdidas,

detenidas, distraídas, seducidas…

por fantasmas, por voces,

por ‘historias’ del pasado;

por ‘mundos’ muertos, idos,

desaparecidos para siempre jamás.

 

La nave Futuro permanece

varada, y a la espera.

 

8. 

El uso ofensivo de la nacionalidad,

de la cultura, de la lengua…

el uso ofensivo de la ‘diferencia’.

La diferencia que engendra odio.

El discurso del odio. El odio étnico,

el nacional, el político, el religioso…

 

Las ‘identidades’ ofensivas, asesinas…

 

9.

Para los tiempos que vienen:

se trata de dejar atrás la conciencia

antropocéntrica (de cualquier latitud)

e ir en pos de la conciencia  genocéntrica.

Ir del ‘nosotros’ histórico, local,

contingente, relativo…, al ‘nosotros’

intemporal, trans-histórico, necesario…

trans-humano –lo Uno primordial.

 

Con lo ‘Uno primordial’ me refiero

exclusivamente a la sustancia genética,

a la sustancia viviente única, de la cual

nosotros no somos sino fragmentos.

 

Fragmentos, trozos, pedazos…

de lo Uno primordial.

La individuación (Apolo)

y el retorno a lo Uno (Dioniso),

la unión con lo Uno primordial.

Vuelta a la ‘vida’.

 

10.

Vivimos en un mundo global,

pero seguimos pensado de manera

local. Pensamos desde la patria,

desde la raza, desde la fe política

o religiosa… Seguimos, a pesar de todo,

siendo ‘hombres’ del pasado,

de un pasado muerto. Somos fantasmas

del pasado; voces del pasado.

 

De la irrelevancia, de la relatividad,

de la vanidad o vacuidad de nuestra ‘identidad’.

 

El ser simbólico ha quedado vacío,

hueco, desnudo… A los seres humanos

nos queda, empero, intacto, nuestro ser

natural, nuestro ser genético.

 

Del ser contingente (el ser simbólico)

al ser necesario (el ser genético),

podríamos decir. Éste es el reto.

 

La disolución de las ‘identidades’

(étnicas, lingüísticos-culturales,

nacionales, religiosas, políticas…);

de nuestro ser simbólico (complejo).

 

La experiencia dionisiaca o la disolución

del ser (self) social (simbólico o semiótico).

 

*****

  

Saludos,

Manu

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