Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

sábado, 26 de noviembre de 2022

272) Genogramas XCIV

 

Genogramas XCIV.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (26/11/22).

 

                                                                  *****

 

1.

La sustancia viviente única

es el ser viviente primordial,

y el único ‘sujeto’ existente.

Y los seres vivos somos fragmentos

del ser viviente primordial.

 

La experiencia misteriosa

es la experiencia de la unidad

e identidad con el ser viviente

primordial. Más allá de la persona,

del sujeto consciente (social, histórico…),

pero más allá también del sujeto natural.

La desaparición del sujeto natural

y cultural  y el advenimiento del ser

viviente primordial, del ‘sujeto’ único…

 

La sustancia viviente única

que somos siempre alienada

por el sujeto social, histórico y demás…

 

La mismidad de todo lo viviente.

Hablar desde la sustancia viviente,

única, como sustancia viviente única…

 

La superación de las individuaciones

–la natural y la cultural.

 

2.

Vivimos una contemporaneidad

esclava del ayer; un presente

que renueva una y otra vez

un pasado muerto –un  hoy

estancado y pútrido; un mañana

que no acaba de llegar.

 

¿Dónde el futuro; dónde la salida?

No salimos. No acabamos de salir.

 

3.

El “poder ser para sí para poder ser otro”

es una suerte de camino de liberación

en el que ‘uno’ se sustrae (se extraña)

de un ‘nosotros’ que es siempre histórico,

circunstancial, relativo… un ‘nosotros’

que no tiene otra finalidad que la de convertirnos

en unidades o miembros ‘perfectos’

de cualquier nación, de cualquier ideología

o creencia… Estos ‘nosotros’ son, en todo

momento y lugar, ‘unos’ espurios, impostores

que usurpan el ‘lugar’ de la sustancia viviente

única, de lo Uno primordial.

 

La educación, la crianza, la ‘formación’

nos circunscribe, nos ata a un tiempo,

a un lugar, a una historia, a una etnia,

a una ‘especie’… limita fatalmente nuestra

perspectiva, nuestro horizonte; nos impide ir,

ver, otear más allá del momento, del lugar,

de las circunstancias en las que venimos a ser.

 

Una ‘formación’ trans-histórica,

trans-cultural, trans-nacional…

De esto se trata. La perspectiva

genocéntrica –no histórica,

no local, no humana. Más allá…

 

Lo cierto es que somos unidades

de un ‘nosotros’ intemporal,

y virtualmente imperecedero.

Un ‘nosotros’ único. Somos parte

consustancial de la sustancia viviente

única; somos la misma vida.

 

Éramos antes de nuestra concepción

(la congregación o fusión de los gametos

provenientes de nuestros padres),

y seremos después de la ‘disolución’

(la disgregación y dispersión) de nuestro ser.

Vivimos y viviremos en todos los seres vivos.

La conciencia de nuestro ser (la ‘actualidad’

o ‘temporalidad’ de nuestro ser) no debe

confundirnos al respecto. Nuestro ser

genético único e irrepetible, la cifra

genética que somos, es efímera, ciertamente,

pero los ‘ids’ que conforman nuestro ser

genético vivieron y vivirán más allá

de nuestra fugaz existencia; con otros

sentidos percibieron y percibirán este

extraño y asombroso mundo.  

 

4.

Las regresiones a los modos del pasado

en estos tiempos de transición. El gran

número, la gran masa, los muchos, los más…,

en vísperas de un mundo desterritorializado,

retornan al terruño, al provincianismo,

al regionalismo, a los nacionalismos…,

al etnocentrismo…  El temor al abismo,

al vacio… les mueve a ello.

 

Los vientos nacionalistas, étnicos,

religiosos, políticos… no nos permiten

abandonar las costas del viejo mundo.

 

El peso de lo muerto, de lo pasado,

de lo ido para siempre jamás.

 

5. 

Ni atisbos de aurora. Generaciones

ciegas a un futuro otro. El interregno,

la interfase. Periodo ya insípido,

insoportable.

 

6. 

La cura de este presente que amenaza

con eternizarse pasa por la cura de todo

antropocentrismo. Los persistentes 

parámetros culturales del neolítico

impiden que veamos más allá; nos ciegan,

nos aturden, nos confunden, nos enfrentan…

nos paralizan, nos detienen. 

 

Las novedades tecnológicas con las que

en la actualidad se adornan nuestras 

desgastadas culturas no logran ocultar

su anacronismo, su obsolescencia.

 

7. 

Aún no somos capaces de crear nuevas

culturas (una nueva civilización) a la altura

de los tiempos –post-darwiniana. Las novedades

que acerca de nosotros mismos nos vienen

de las ciencias de la vida no causan efecto.

Como si con nosotros no fuera. Nuestro

antropocentrismo nos ciega. Seguimos

atados a las culturas nihilistas (religiosas,

filosóficas, o políticas) del neolítico,

y de ahí nuestras frustraciones (sociales),

nuestro pesimismo, y nuestro nihilismo.

La causa de nuestra desesperanza

(las ‘ilusiones perdidas’), de nuestro

pesimismo, viene de la otrora confianza

depositada en los credos  nihilistas

del pasado, y en la ulterior conciencia

de su falsedad. Es el nihilismo que niega

este mundo (tal y como es), y el otro mundo

(el que debería ser: el trascendental,

el utópico…). Éste es el punto muerto

en el que nos encontramos.

 

Disponemos de todas las herramientas

para crear un nuevo mundo, qué digo,

disponemos ya de un nuevo mundo.

La nueva cosmología y las nuevas

ciencias de la vida nos sitúan

en un lugar otro –fuera de las culturas

del neolítico. Vivimos los albores

de un período (universal) nuevo, otro.

 

Nada del pasado antropocéntrico nos vale,

nos dice. “Al espejo donde nos mirábamos

se le fue el azogue”. No cabe lamentarse

por la pérdida de los viejos ‘atributos’

–de los viejos ‘predicados’.

Nada del pasado nos sirve, simplemente.

 

Son los ‘últimos hombres’ que recorren

nuestra literatura desde hace dos siglos

los que se han enquistado en nuestras

sociedades y amenazan con eternizarse.

Las ‘personalidades’ que ponen

en circulación nuestros mas-media

(en nuestro cine, en nuestra literatura,

en nuestras series televisivas…)

y que son adoptadas por las masas urbanas…

la vulgarización, las copias, los clones…

 

La ilusión de libertad que introducen

los coloridos mensajes publicitarios

en esta sociedad absurda, ridícula,

mediocre, gris… antinatural…

La ausencia de verdad,

de autenticidad, de genuidad…

 

Periodo de transición, sin duda,

el que vivimos. Sin pasado,

y sin futuro. Paréntesis.

Entre el mundo antiguo,

y el mundo por venir. 

 

8.

Detenidos por arcaicas corrientes

de pensamiento (de mundos, de formas

de vida…) que siguen parasitando

en nuestra vida cotidiana. Corrientes

de pensamiento (religiosas, filosóficas,

políticas…) que compiten entre sí

(por regir las muchedumbres) y que

son las únicas beneficiarias de estos

tiempos quietos, estancados, sombríos…

que impiden que veamos la salida

en momentos tan preñados de futuro, de luz.

 

*****

 

Hasta la próxima,

Manu

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