Genogramas
XCIV.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (26/11/22).
*****
1.
La sustancia viviente única
es el ser viviente primordial,
y el único ‘sujeto’ existente.
Y los seres vivos somos fragmentos
del ser viviente primordial.
La experiencia misteriosa
es la experiencia de la unidad
e identidad con el ser viviente
primordial. Más allá de la persona,
del sujeto consciente (social, histórico…),
pero más allá también del sujeto natural.
La desaparición del sujeto natural
y cultural y
el advenimiento del ser
viviente primordial, del ‘sujeto’ único…
La sustancia viviente única
que somos siempre alienada
por el sujeto social, histórico y
demás…
La mismidad de todo lo viviente.
Hablar desde la sustancia
viviente,
única, como sustancia viviente
única…
La superación de las individuaciones
–la natural y la cultural.
2.
Vivimos
una contemporaneidad
esclava
del ayer; un presente
que
renueva una y otra vez
un
pasado muerto –un hoy
estancado
y pútrido; un mañana
que
no acaba de llegar.
¿Dónde
el futuro; dónde la salida?
No
salimos. No acabamos de salir.
3.
El “poder ser para sí para poder
ser otro”
es una suerte de camino de
liberación
en el que ‘uno’ se sustrae (se
extraña)
de un ‘nosotros’ que es siempre
histórico,
circunstancial, relativo… un
‘nosotros’
que no tiene otra finalidad que
la de convertirnos
en unidades o miembros
‘perfectos’
de cualquier nación, de cualquier
ideología
o creencia… Estos ‘nosotros’ son,
en todo
momento y lugar, ‘unos’ espurios,
impostores
que usurpan el ‘lugar’ de la
sustancia viviente
única, de lo Uno primordial.
La educación, la crianza, la
‘formación’
nos circunscribe, nos ata a un
tiempo,
a un lugar, a una historia, a una
etnia,
a una ‘especie’… limita
fatalmente nuestra
perspectiva, nuestro horizonte;
nos impide ir,
ver, otear más allá del momento,
del lugar,
de las circunstancias en las que
venimos a ser.
Una ‘formación’ trans-histórica,
trans-cultural, trans-nacional…
De esto se trata. La perspectiva
genocéntrica –no histórica,
no local, no humana. Más allá…
Lo cierto es que somos unidades
de un ‘nosotros’ intemporal,
y virtualmente imperecedero.
Un ‘nosotros’ único. Somos parte
consustancial de la sustancia
viviente
única; somos la misma vida.
Éramos antes de nuestra
concepción
(la congregación o fusión de los
gametos
provenientes de nuestros padres),
y seremos después de la
‘disolución’
(la disgregación y dispersión) de
nuestro ser.
Vivimos y viviremos en todos los
seres vivos.
La conciencia de nuestro ser (la
‘actualidad’
o ‘temporalidad’ de nuestro ser)
no debe
confundirnos al respecto. Nuestro
ser
genético único e irrepetible, la
cifra
genética que somos, es efímera,
ciertamente,
pero los ‘ids’ que conforman
nuestro ser
genético vivieron y vivirán más
allá
de nuestra fugaz existencia; con
otros
sentidos percibieron y percibirán
este
extraño y asombroso mundo.
4.
Las regresiones a los modos del
pasado
en estos tiempos de transición.
El gran
número, la gran masa, los muchos,
los más…,
en vísperas de un mundo
desterritorializado,
retornan al terruño, al
provincianismo,
al regionalismo, a los
nacionalismos…,
al etnocentrismo… El temor al abismo,
al vacio… les mueve a ello.
Los vientos nacionalistas,
étnicos,
religiosos, políticos… no nos
permiten
abandonar las costas del viejo
mundo.
El peso de lo muerto, de lo pasado,
de lo ido para siempre jamás.
5.
Ni atisbos de aurora.
Generaciones
ciegas a un futuro otro. El
interregno,
la interfase. Periodo ya
insípido,
insoportable.
6.
La cura de este presente que
amenaza
con eternizarse pasa por la cura
de todo
antropocentrismo. Los
persistentes
parámetros culturales del
neolítico
impiden que veamos más allá; nos
ciegan,
nos aturden, nos confunden, nos
enfrentan…
nos paralizan, nos detienen.
Las novedades tecnológicas con
las que
en la actualidad se adornan
nuestras
desgastadas culturas no logran
ocultar
su anacronismo, su obsolescencia.
7.
Aún no somos capaces de crear
nuevas
culturas (una nueva civilización)
a la altura
de los tiempos –post-darwiniana.
Las novedades
que acerca de nosotros mismos nos
vienen
de las ciencias de la vida no
causan efecto.
Como si con nosotros no fuera.
Nuestro
antropocentrismo nos ciega.
Seguimos
atados a las culturas nihilistas
(religiosas,
filosóficas, o políticas) del
neolítico,
y de ahí nuestras frustraciones
(sociales),
nuestro pesimismo, y nuestro
nihilismo.
La causa de nuestra desesperanza
(las ‘ilusiones perdidas’), de
nuestro
pesimismo, viene de la otrora
confianza
depositada en los credos nihilistas
del pasado, y en la ulterior
conciencia
de su falsedad. Es el nihilismo
que niega
este mundo (tal y como es), y el
otro mundo
(el que debería ser: el
trascendental,
el utópico…). Éste es el punto
muerto
en el que nos encontramos.
Disponemos de todas las
herramientas
para crear un nuevo mundo, qué
digo,
disponemos ya de un nuevo mundo.
La nueva cosmología y las nuevas
ciencias de la vida nos sitúan
en un lugar otro –fuera de las
culturas
del neolítico. Vivimos los
albores
de un período (universal) nuevo,
otro.
Nada del pasado antropocéntrico
nos vale,
nos dice. “Al espejo donde nos
mirábamos
se le fue el azogue”. No cabe
lamentarse
por la pérdida de los viejos
‘atributos’
–de los viejos ‘predicados’.
Nada del pasado nos sirve,
simplemente.
Son los ‘últimos hombres’ que
recorren
nuestra literatura desde hace dos
siglos
los que se han enquistado en
nuestras
sociedades y amenazan con
eternizarse.
Las ‘personalidades’ que ponen
en circulación nuestros mas-media
(en nuestro cine, en nuestra
literatura,
en nuestras series televisivas…)
y que son adoptadas por las masas
urbanas…
la vulgarización, las copias, los
clones…
La ilusión de libertad que
introducen
los coloridos mensajes
publicitarios
en esta sociedad absurda,
ridícula,
mediocre, gris… antinatural…
La ausencia de verdad,
de autenticidad, de genuidad…
Periodo de transición, sin duda,
el que vivimos. Sin pasado,
y sin futuro. Paréntesis.
Entre el mundo antiguo,
y el mundo por venir.
8.
Detenidos por arcaicas corrientes
de pensamiento (de mundos, de
formas
de vida…) que siguen parasitando
en nuestra vida cotidiana.
Corrientes
de pensamiento (religiosas,
filosóficas,
políticas…) que compiten entre sí
(por regir las muchedumbres) y
que
son las únicas beneficiarias de
estos
tiempos quietos, estancados,
sombríos…
que impiden que veamos la salida
en momentos tan preñados de
futuro, de luz.
*****
Hasta la próxima,
Manu
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