Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

viernes, 9 de diciembre de 2022

273) Genogramas XCV

 

Genogramas XCV.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/12/22).

 

                                                                  *****

 

1. 

El desierto que crece, la noche…

La muerte de los viejos dioses,

de las viejas verdades… La paulatina

nulificación de los mundos antiguos…

La pérdida de aquello que nos otorgaba

sentido, que daba sentido a nuestra

existencia… La desvalorización;

el descrédito que cae sobre

toda nuestra cultura, sobre todos

nuestros discursos, sobre todos

nuestros artículos de fe, sobre

los fundamentos de la cultura,

sobre aquello que nos constituye

(como seres simbólicos)…

El escepticismo, el nihilismo

creciente desde mediados

del siglo XIX… La crisis cultural

(y espiritual) que vivimos desde hace

más de un siglo… La nada que crece,

la nada a nuestro alrededor, bajo

nuestros pies… La orfandad, el vacío...

 

Con la caída, con la ruina de los viejos

dioses, de las viejas interpretaciones,

de los viejos mundos… caen también

los viejos ‘hombres’. No vino, pues,

el tiempo del hombre después de la muerte

del dios, como se vaticinaba, sino

que la muerte del hombre siguió a la muerte

del dios. Esto fue lo que sucedió.

 

La caída de los viejos mundos

fue el resultado de la emergencia

de los mundos nuevos que nos traían

las ciencias físicas y las ciencias de la vida.

Los nuevos mundos no son, empero,

dominantes o hegemónicos, vivimos

una suerte de interfase entre las viejas

y las nuevas representaciones, un período

de transición caótico, confuso… sucio. 

 

El nihilismo persistente carece ya de sentido.

Han caído mundos, sí, pero han surgido mundos

nuevos que nos han proporcionado nuevas

significaciones. No estamos huérfanos de ‘sentido’.

Somos en gran medida seres nuevos, renovados.

Podemos vivir desde ya con plenitud bajo

las nuevas representaciones, y encontrarnos

en ellas. No estamos perdidos.

 

2.

Siguen publicándose libros y artículos

sobre el nihilismo de nuestra época,

como si no hubiera sucedido nada;

como si careciéramos de alguna salida

en este periodo de transición. Filósofos,

sociólogos, antropólogos… incapaces

de ver más allá de sus narices, tanteando

torpemente a su alrededor. No más allá

de su disciplina, de su ‘carrera’,

de su ‘profesión’. Torpes, quietos,

estancados… anticuados desde ya.

La medianía, la mediocridad,

la estupidez… la ignorancia, la necedad.

 

Generaciones cegadas, deliberadamente

cegadas, confundidas, manipuladas

–por aquellos que son los que más tienen

que perder (aquellos que viven a expensas

de las viejas religiones, de las viejas

tradiciones, de los viejos mundos…).

 

Panorama absurdo, incongruente, malsano…

Es toda la sociedad la que permanece

estancada y espiritualmente emponzoñada

por los discursos de sacerdotes, profesores,

maestros, ‘tutores’, políticos… Miríadas

de formadores de opinión retardatarios,

reaccionarios… indignos del nuevo período.

 

La revolución cultural que tenemos

que llevar a cabo. La transición desde ya

al nuevo período; hacia nuevas costas,

hacia nuevos derroteros… hacia una nueva

humanidad, hacia el nuevo mundo que ya es.

 

3. 

Las crisis culturales y de valores

de los dos últimos siglos (pesimismo,

nihilismo…) tienen que ver con el ‘vacío’

que se origina entre el crepúsculo

de los viejos mundos (que pierden sentido,

credibilidad, valor) y la aurora de un mundo

nuevo que no acaba de perfilarse.

El nihilismo de la época es, pues, efecto,

resultado, síntoma, indicio, señal. Se produce

una suerte de ‘noche del espíritu’ social,

colectiva   –una ‘noche’ encontrada,

sobrevenida  (ni buscada, ni querida).

 

Sin embargo, no todos se apercibieron

(o se aperciben) de la situación (crucial,

esencial…) que vivimos. La mayoría,

no siendo plenamente conscientes

de este excepcional período, permanece

aferrada (por indiferencia, ignorancia,

o temor) a los viejos ‘mundos’;

no está sincronizada, o sintonizada,

podríamos decir, con la nueva ‘realidad’,

con el nuevo mundo; la ‘mentalidad’

de muchos (de los ‘más’) sigue anclada

en los mundos del pasado (‘viven’

en un pasado definitivamente muerto).

 

Se necesita tiempo, pues, para asimilar,

para integrar, para que la generalidad

asuma los nuevos modos. La nueva

conciencia (individual y colectiva)

tardará tiempo en producirse.

 

4.

Las preocupaciones por la identidad

personal, o por el ‘self’, por el ‘quién soy’…

la búsqueda de ‘uno’ mismo (el ‘sí-mismo’)…

tan propias de estos tiempos, de los últimos

tiempos del neolítico, con sus psicologías

(individuales o sociales) y sus psicoanálisis…

Todo ese barullo decadente, antiguo, inactual…

impropio… inútil… propio de tiempos pasados,

pre-genocéntricos…

 

El ‘ego’, el ‘yo’, la identidad…

como reliquias del pasado neolítico.

 

Más que preguntarnos por el ‘quién soy’

(o el ‘quién eres’), que siempre remitirá

a un sujeto singular, individual, temporal,

social, cultural y demás, tendríamos

que preguntarnos por el ‘qué soy’ (o ‘qué eres’),

incluso por el ‘qué somos’, y en este caso

la respuesta es inmediata: “yo soy la vida,

tú eres la vida… nosotros somos la vida”. 

 

5. 

La formación o construcción del sujeto

consciente (social, simbólico). El peso,

el poder de la cultura ambiente, del medio

histórico y lingüístico-cultural en el que

venimos a nacer. Las interpretaciones,

las ficciones interesadas, motivadas.

Las formas de dominio (del medio natural

y del medio humano), los sistemas de poder.

Las superestructuras religiosas, filosóficas,

políticas… Todo aquello que nos usa,

nos instrumentaliza. Todo aquello que, además,

nos aliena, nos extraña de nuestra verdadera

naturaleza, de nuestra naturaleza única.

Todo aquello contra lo que hay que luchar

para poder ser para sí, para poder ser ‘otro’.

 

Las actuales ciencias de la vida

nos facilitan la salida; nos sitúan

en un territorio otro; nos aportan

una nueva perspectiva, la perspectiva

genocéntrica. Con tal perspectiva

el mundo cambia, el mundo es otro,

‘yo’ soy otro. Con todo, siempre

nos queda la vieja vía negativa,

nihilista (la negación de la negación),

destructiva… Las ‘noches’… La soledad,

el silencio, el ‘no saber’… A la espera

de la emergencia del ser (único) que se es.

La comunidad esencial de toda vida.

 

El instante misterioso, sublime, del ‘renacimiento’.

El ser genético, siempre sofocado, alienado,

instrumentalizado, sale a la luz; la naturaleza

viviente misma. Sorpresa, estupor. Alegría.

 

6.

No hay sino un único sujeto, un único actor,

un único agonista... una única sustancia viviente,

la sustancia genética del planeta, el hologenoma

del planeta. Los cuerpos no son más que carcasas,

instrumentos, medios, vehículos… de la sustancia

viviente única. La sustancia genética construye

su cuerpo y lo pilota en todo momento y en todo lugar.

 

Decir vida es decir sustancia genética. La sustancia

genética a sí misma se combate, de sí misma se nutre…

No hay otra sustancia que piense, sienta, o quiera.

 

7.

La vida es desde ya el único ‘sujeto’

consciente, volente, y parlante.

Las necesidades y los requerimientos

de la vida definirán nuestros valores

y marcaran nuestro rumbo en este planeta,

y más allá. No más antropocentrismo;

no más ignorancia acerca de nuestros ser.

 

La nueva cultura será post-humana,

supra-humana… más allá. Sera universal.

Y será milenaria.

 

8. 

Pasar del ‘yo’ al ‘nosotros’, pero no al ‘nosotros’

gregario que cabe encontrar en los miembros

de una familia, una etnia, una nación, una clase

social o económica,  o una ideología (religiosa o política);

tampoco al ‘nosotros’ que concierne al organismo

individual organizado y jerarquizado, al sujeto plural

(la pluralidad pulsional, los ‘yoes’). El único ‘nosotros’

que debe importarnos es aquel que nos identifica

con la sustancia viviente única, con lo Uno primordial.

 

Los libres, los liberados de lo histórico, de lo local…

de lo humano. Los nuevos, los renovados… los futuros.

 

9.

Con el fenocentrismo quedamos detenidos

en el cuerpo, en el soma, en el fenotipo,

en el organismo… en el ‘animal’… en lo que

a primera vista se nos aparece. Detenidos

en el género, en la raza, en la especie…


10.

El efímero ‘self’, un epifenómeno

lingüístico-cultural e histórico.

Es este efímero e insustancial ‘self’

el que pretenden ‘salvar’ las religiones

de salvación ‘personal’ y, en la actualidad,

aquellos que sueñan con inmortalizar

a la ‘persona’ extrayendo los datos

de su cerebro-sistema nervioso

(sus datos eventuales, circunstanciales,

contingentes…) para volcarlos en un ‘hardware’

no perecedero. Salvar la conciencia-memoria

de los sujetos históricos, sus datos ‘biográficos’,

sus recuerdos… sus lamentables ‘vidas’.


*****

 

Saludos,

Manu

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