Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

martes, 27 de diciembre de 2022

274) Genogramas XCVI

 

Genogramas XCVI.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (27/12/22).

 

                                                                  *****

 

1.

La especie ‘inteligente’ que habita

en un pequeño planeta de un sistema

solar –que es apenas visible desde

los planetas más cercanos– sigue dominada

por la fragmentación y la discordia.

 

Movimientos sociales, modas y culturas

regresivas, retrogradas, reaccionarías…

No parece que vivamos en los albores

de un nuevo periodo.

 

Un futuro inquietante, absurdo, caótico.

No se logra la unidad, la ‘humanidad’,

pese a vivir en los tiempos más propicios

de toda nuestra historia para alcanzarla.

Nunca como hasta ahora hemos estado

más unidos, más sincronizados.

 

Los fundamentos de la cultura actual

transcienden lo local, lo nacional,

lo histórico, lo étnico… Es una cultura

terráquea, solar, cósmica… Nos sentimos

integrados, como especie, en la gran

corriente de la vida, habitantes de un planeta,

de un sistema solar, de una galaxia, de un cosmos…

Desde esta perspectiva, ¿dónde quedan las naciones,

los pueblos, las razas, las culturas del pasado…?

 

Es la misma evolución cultural la que ha dejado

atrás a los pueblos, a las razas, a las naciones…

de manera inexorable e irreversible.

 

El pasado humano muerto, hediondo,

inhabitable… Ese ‘territorio’ imposible ya.

El nuevo espacio conquistado nada tiene

que ver con patrias, razas, culturas…

 

2. 

La sensación de insignificancia se agudiza.

La insignificancia de nuestras vidas,

perdidas en las superpobladas ciudades,

en el superpoblado planeta. La conciencia

cada vez más clara, más nítida de nuestra

superfluidad.  Las muchedumbres anónimas.

Los individuos aislados, desconectados,

desarraigados… solos; sin finalidad, sin sentido.

 

La perspectiva cosmológica, la perspectiva

biológica, la perspectiva sociológica…

Cualquiera de ellas bastaría para disipar

la vanidad, el engreimiento  de los seres

humanos, aún envueltos en ilusiones

etnocéntricas, nacionalistas, religiosas

y otras. Nuestra especie sigue viviendo

en el pasado, lejos de alcanzar la sabiduría

implícita en los nuevos tiempos;

sigue sin darse por aludida.

 

3. 

Sólo la perspectiva genocéntrica

es capaz de transmutar la relación

que hasta ahora mantienen entre sí

hombres y mujeres.

 

Una humanidad otra. Sólo asumiendo

la identidad genocéntrica podremos

alcanzar la unidad no sólo entre los seres

humanos, sino también la unidad

de los humanos con el resto de las formas vivas.

 

Un futuro no sólo post-humano,

sino trans-específico. La vida una;

la vida única. Sólo desde lo Uno primordial

cabe pensar la unidad de lo viviente.

Ver en lo otro lo mismo (la ‘misma’ vida).

 

4.

La aurora de la vida,

la primera de las auroras…

 

La odisea de la vida.

 

5.

La duplicación, la replicación, la reproducción,

la expansión… la multiplicación; la escisión…

la individuación… La deriva de la sustancia

viviente única. Siempre una, siempre la misma.

 

La totalidad de la sustancia viviente única

del planeta. El pan-genoma, el metagenoma,

el hologenoma del planeta –lo Uno primordial.

 

El ser primordial. Lo que somos. La vida,

lo Uno primordial, la sustancia viviente única…

y la voluntad de poder.

 

En el instante misterioso se saborea

la eternidad… El instante eterno…

 

La vida, la sustancia viviente única,

no conoce la muerte. La vida que somos

es indestructible.

 

6. 

Para hablar de la vida el comportamiento

en general de las criaturas puede valernos.

Los fenómenos que advertimos en la superficie

(el camuflaje, el mimetismo, la simulación,

la violencia, la depredación, el dominio,

la explotación, el comensalismo, el parasitismo,

la simbiosis…) nos remiten a la misma vida.

Es la vida la que se camufla, la que depreda,

la que explota, la que agrede, la que simula,

la que compite, la que coopera… Todos

los comportamientos concebibles debemos

atribuirlos a la misma vida (a la sustancia

genética). Lo suyo, pues, es hablar

de las estrategias de dominio de la vida

(estrategias que van desde los cuerpos o somas

hasta los comportamientos individuales o colectivos).

 

La astucia o la violencia que advertimos

en la superficie (en los fenotipos) no deben

distraernos del hecho de que el único agonista

en los fenómenos biológicos es la sustancia

viviente única. No  hay otro sujeto,

no hay otro agente, no hay otro actor.

 

La vida no es comparable, no es ‘como’ tal o cual

comportamiento, tal o cual género, o tal o cual

especie (nos quedaríamos cortos).  Los sexos,

las razas, las especies, las individuos… no son sino

máscaras de la vida única, de lo Uno primordial.

 

Los vestidos, los velos, las cápsides,

los vehículos… que usa la misma vida

nos distraen. Es la sustancia genética

la que opera en todo momento oculta

y protegida tras sus dispositivos

de supervivencia y de dominio

(tras el ‘zorro’ o el ‘león’).

 

No es el avión el que aterriza, no es el coche

el que aparca… El lenguaje ordinario tiene

en común con el biológico o el filosófico

en que todos por igual ignoran al piloto

en la máquina. Síntomas del fenocentrismo

reinante por doquier.

 

El fenocentrismo sigue afectando

al comportamiento de la mayoría

de los seres humanos (hombres y mujeres)

en lo individual y en lo colectivo,

y no sólo en lo lingüístico, o en lo académico

(biología, sociología, filosofía…). Toda nuestra

vida cotidiana, todas nuestras tradiciones

están marcadas por el fenocentrismo.

Es la inercia de miles de años de vida

en la ‘superficie’. Lleva su tiempo

el ir más allá del ‘mundo’

que nos proporcionan los sentidos.

 

7. 

Dejar atrás las viejas civilizaciones,

las civilizaciones muertas. Acabar

definitivamente con los viejos mundos

y crear un ‘mundo’ nuevo. Éste es el reto

que tienen las presentes generaciones.

 

En cierto modo ya vivimos en un mundo

nuevo. Las ciencias físicas, la nueva

cosmología, las ciencias de la vida…

han cambiado por completo la ‘visión’

que del mundo entorno teníamos los humanos

hasta hace bien poco. La instrucción al respecto

que desde hace decenios recibimos en nuestras

escuelas, institutos y universidades nos han

transformado por completo, somos en cierta

medida seres nuevos (seamos conscientes

de ello o no). Los viejos mundos, las viejas

visiones no tienen ya nada que decirnos,

han quedado derogados, devaluados.

 

8. 

Las viejas culturas nos resultan cada vez

más lejanas, remotas… extrañas, ajenas,

incomprensibles, incoherentes, impropias…

absurdas… Sentimos que no tienen nada

que ver con ‘nosotros’. El ‘nosotros’

post-humano, trans-humano, biocéntrico

tiene cada vez más presencia, más actualidad,

más fuerza… El futuro nos pertenece.

 

9. 

Nuestro ser genético es nuestro

ser único. Nuestro ser simbólico

es un epifenómeno histórico,

circunstancial, relativo

a tiempo y lugar.

 

Nuestro ser genético lo compartimos

con todas las criaturas que poblaron,

pueblan, y poblarán el planeta.

Es uno y el mismo;

es virtualmente imperecedero.

 

*****

 

Saludos,

Manu

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