Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

sábado, 25 de febrero de 2023

278) Genogramas C

 

Genogramas C.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (25/02/23).

 

                                                                  *****


1.

El cariotipo específico humano

le permite a la sustancia viviente

única contemplar este asombroso

y enigmático universo-mundo

y ser consciente de ello.

 

Piénsate (concíbete, tente…)

como vida, y no como humano…

 

Es un maravilloso azar la génesis

de mi ser genético, el haber sido

engendrado en la línea específica

humana, el venir a la luz en estos

tiempos primeros, en esta aurora,

en este nuevo periodo…

tras Darwin, Nietzsche, Weismann…

 

2.

El ser simbólico que reconoce

su historicidad, su relatividad,

y su contingencia y queda

en nada. Esa nada necesaria

para la emergencia, el surgimiento,

el advenimiento del ser primordial.

 

3.

El pensar primordial,

el querer primordial,

el sentir primordial…

 

4.

En nuestra especie la criatura ignora su ser

primordial trans-específico, no va más allá

de su organismo, de su especie, de su ‘clan’, 

de su historia ‘personal’... Los humanos

no venimos al mundo dotados de conciencia de sí

(como sustancia viviente única), y nuestra

formación lingüístico-cultural depende

del momento y del lugar en los que venimos

a nacer (el fenocentrismo, la mirada efectuada

sólo desde los organismos, desde las criaturas,

desde la criatura humana específica… es lo común

en todas las culturas/mundos del neolítico).

 

No olvidemos que es el ser genético el único

que resulta alienado o extrañado de su ser

primordial (de sí-mismo) –por causas naturales,

o por causas culturales. Nuestra naturaleza

(nuestras características fisiológicas) y nuestra

instrucción nos separan tanto de nuestro

ser natural, como de nuestra co-pertenencia

a la vida única –en desigual medida, quizás.

Y esto conlleva una escisión múltiple,

y una ignorancia múltiple.

 

En cualquier caso, se trata de superar ambas

singularidades, la natural y específica,

y la histórico-cultural. Son las perspectivas

que nos extrañan de nosotros mismos

y limitan nuestro horizonte. En esos espacios

no se habla desde la sustancia viviente única.

 

Las peculiaridades fisiológicas del cariotipo

humano hacen posible a la sustancia genética

el llegar a sí, el llegar  a ser consciente de sí.

No sólo mediante el escrutinio y las adecuadas

representaciones del mundo entorno, no sólo

mediante la reflexión y el ‘conocimiento’.

Pienso que la experiencia dionisíaca puede ser

interpretada como el instante en el que la sustancia

viviente única llega a sí misma, se alcanza,

se encuentra, topa consigo misma… se tiene,

se posee, se recupera… deviene ‘una’.

Hay sensaciones agridulces, hay alegría…

 

La experiencia dionisíaca tiene una peculiaridad

que la hace ininterpretable, y es su inefabilidad.

La experiencia dionisiaca no nos dice nada,

no nos revela nada… Podemos hablar

de conocimiento, pero de un conocimiento

que no se acierta a decir, o que es indecible de suyo.

 

Las interpretaciones de la experiencia misteriosa

que nos vienen de las tradiciones culturales

del neolítico se ajustan a su momento

y a su lugar, y resultan ser antropocéntricas

en grado sumo. Se sale de estas interpretaciones

poniendo en el centro de atención a la sustancia

genética –teniendo a la sustancia genética como

el centro y el sujeto único de lo viviente, aún más,

como lo único viviente, y teniendo, por consiguiente,

a lo único viviente como el sujeto único de todas

sus vivencias… incluidas las vivencias dionisiacas.

La desaparición del ‘hombre’, de la criatura.

La interpretación, la perspectiva genocéntrica.

 

Para que haya unión consigo mismo, se tuvo

que dar antes la separación. Los inevitables

inconvenientes que traen consigo tanto

la individuación natural como la individuación

simbólica. La separación y el alejamiento

de uno mismo. Cuando de uno se hacen dos.

Las ‘incidencias’ en el camino (de ida y de vuelta).

 

La instrucción de nuestras crías lleva consigo

su inevitable individuación simbólica

(tan necesaria como fatal). Pero tal

individuación deja de ser traumática y alienante

cuando partimos de la sustancia viviente única

–de una instrucción genocéntrica que sitúe

a los recién venidos en el centro de lo viviente,

y en su común unidad con todo lo viviente:

“Tú eres la vida, nosotros somos la vida…”

Aquí es donde tenemos que llegar.

 

Es un recentramiento. Se pasa del fenocentrismo

al genocentrismo; de la periferia al centro.

Esto es lo que vivimos. Ahora ‘dialogamos’

con la sustancia viviente en nuestros laboratorios…

la ‘interrogamos’… Vivimos cerca, muy cerca

de nuestro ser, del ser primordial y único.

Esta bendita época. Pero no hay estremecimiento,

no hay asombro, no hay emoción. No se vive, aún,

este saber que es común, que nos concierne

a todos, que está al alcance de todos... Seguimos

sin darnos por aludidos, pese a las evidencias;

pasamos de largo ante esta ‘revelación’ y seguimos

con nuestras cosas humanas, como ‘siempre’.

Esta ‘revolución cultural’, este paso, este tránsito,

este ‘salto evolutivo’ no puede, aún, con la inercia

de miles de años de comportamiento humano,

de hábitos ancestrales. Se sigue viviendo

en el pasado pre-genocéntrico –masivamente.

 

No somos conscientes de la transición, de la potencia

de los nuevos modos, del nuevo saber; de cuanto

nos ilumina; de en qué medida nos saca de los laberintos,

de los atolladeros, de los caminos sin salida del neolítico

y nos proyecta a un mundo nuevo, a un nuevo período…

a un futuro otro. No somos conscientes de ser los primeros.

 

5. 

No, definitivamente, no son los fuertes los que

se apropian de los valores de los débiles, sino

los astutos, los diablos listos, los demagogos,

siempre atentos a las demandas de las clases

menos favorecidas, siempre ‘a la escucha’.

Primero la demanda y luego la oferta (se ofrece

o se promete lo que se pide, simplemente).

 

Lo que la historia nos muestra es la constante

alianza entre los violentos y los astutos

(entre los leones y los zorros). Salvo

en los últimos siglos (desde la Revolución

francesa) donde advertimos cómo los astutos

(encarnados ahora en la clase política)

han conseguido poner a los violentos a su servicio.

 

Los políticos son los herederos de los sacerdotes.

Ambos grandes falsarios y desfiguradores

del ‘mundo’; ambos responsables de las utopías

que niegan la realidad y nos emplazan a un mundo

otro sea en el más allá de la vida, o en el futuro.

Estas utopías (que pretenden poner fin al malestar

social o espiritual) son sus instrumentos de dominio,

y son también las ‘ideologías dominantes’.

Hay que decir que las utopías religiosas y políticas

no sólo no han puesto fin a ningún malestar,

sino que han aumentado la represión, la persecución,

el control, la manipulación, la violencia y la crueldad

en las sociedades humanas desde su aparición misma.

Bajo su imperio desaparecen, justamente, la justicia,

la paz, y la libertad que arteramente prometen. Sacerdotes

y políticos no buscan sino el poder, el máximo poder

posible, y nunca han reparado en los medios

(por más criminales que estos fuesen) para conseguirlo

y conservarlo. Son los más grandes parásitos

sociales que ha parido la ‘humanidad’.

 

Parásitos y oportunistas retardatarios, regresivos,

reaccionarios, oscurantistas… repugnantes…

que harán lo imposible por detener nuestra

marcha hacia el futuro… por mantener

‘vivas’ las tradiciones muertas del pasado

–los ‘mundos’ donde únicamente prosperan.

 

6.

Las distopías del neolítico se hicieron realidad

cuando las utopías (la budista, la cristiana,

la musulmana… las nacionalistas, la comunista…)

se llevaron a la práctica. Las pesadillas del neolítico.

 

*****

 

Salud,

Manu

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