La estirpe de
Caín.
Manu Rodríguez.
Desde Europa (10/02/14).
*
*Es posible que
lo que más desagradara a Nietzsche de los antisemitas de su tiempo fueran sus
absurdos fundamentos. Su cristianismo, por ejemplo (el caso Wagner, entre
otros). Un antisemitismo inspirado por una secta judaica, el judeo-mesianismo.
El mismo antisemitismo (los mismos argumentos) que recorrió prácticamente toda
nuestra historia. Empezando por el predicado y practicado por los ‘padres de la
iglesia’. Hoy día sigue vivo entre nosotros, inexplicablemente, ese
antisemitismo.
El absurdo, la
paradoja. El truco. Un engendro judío que fue la puerta por donde nos entró
todo lo judío. Expresamente creado, se diría, para difundir el judaísmo (el
supremacismo judío; las pretensiones judías –el pueblo elegido) entre nuestros
pueblos. No sólo lo difundieron, sino que lograron imponerlo (con la ayuda de
la violencia, de las armas). Nuestros pueblos están espiritualmente judaizados,
semitizados.
Es la misma
perplejidad que causan los cristianos sionistas (son millones, sobre todo entre
los ‘wasp’ estadounidenses), que tienen a los judíos como pueblo elegido; que
deliberada y voluntariamente reconocen y aceptan tal supremacismo, tal
pretensión. Parecerá una locura (tal rebajamiento, tal auto-humillación; tal
falta de orgullo, de amor propio, de pundonor), pero también la secta católica
–desde el Vaticano– apunta últimamente en esta dirección (y arrastrará a
millones). No creo que quepa mayor triunfo ni mayor gloria para los judíos de
los tiempos presentes –han alcanzado su ‘reino de los cielos’ (“los últimos
serán los primeros”). Son ellos los únicos que
ríen en la actualidad.
Hay razones más
que suficientes para desmarcarse de estos necios antisemitas y prosemitas que
pivotan alrededor del judeo-mesianismo. Atrapados, enredados, hundidos,
engullidos por el discurso, por el lenguaje, por el mundo judío. Usados,
instrumentalizados, destruidos.
Todo cuando
decimos del incongruente antisemitismo cristiano podemos decirlo también del
antisemitismo musulmán. ¿Qué sería del islam (esa burda parodia del judaísmo)
sin la tradición judía?
*El
nauseabundo mundo judeo-cristiano-musulmán; su criminal querella por la
preeminencia y el poder. Lo que exportan al mundo.
*No es recomendable el oponerle al enemigo el ideario
judeo-mesiánico. Trasladamos la polémica a su terreno (el espacio
judeo-cristiano-musulmán).
No somos nosotros, no hablamos nosotros en tanto lo
hagamos desde ese espacio, desde ese
lugar: el ámbito judeo-cristiano-musulmán. Seguimos hablando en su lenguaje; en
sus términos. Su discurso nos domina. Dentro de estas tradiciones no somos,
desaparecemos.
Estas ideologías
etnocéntricas (judías –o semitas) han impedido, e impiden, a multitud de
pueblos el llegar a ser lo que son.
Cuantos pueblos perdidos, cuantas ramas arrancadas del árbol
de la vida. Los pueblos, por ser únicos e irrepetibles, deberían ser sagrados.
La desaparición de un grupo etno-lingüístico es una pérdida irreparable que
afecta a toda la humanidad –a toda nuestra historia. Afecta, principalmente, a
la reconstrucción de nuestro pasado, que resulta imposible a causa de tantas lagunas, de tanta
destrucción.
*Debemos excusar
el biologismo y el racismo del período nazi. Fue también el biologismo y el
racismo sostenido por otras naciones blancas (y no blancas (Japón); e incluso
por los propios judíos). Digamos que eran frutos de los tiempos.
Fuera cual fuese
nuestro pasado al respecto, hoy queremos que los diversos pueblos (o grupos
étnicos emparentados) sean reconocidos y exaltados. Queremos que los individuos
encuentren a sus pueblos. Un pueblo es un hogar, es una madre, es una familia;
es una hermandad. Es un mundo (tierra y cielo).
No se trata de
supremacía, o de superioridad, sino de singularidad. Cada pueblo, o grupo etno-lingüístico,
es un hecho singular e irrepetible.
Hay que decir
que el primer pueblo claramente racista y supremacista de la historia fue (y
continúa siéndolo) el pueblo judío. Constan en su libro sagrado los primeros
genocidios de los que tengamos noticia, y cuentan como gestas del propio pueblo
judío (aún las celebran). Y es el propio dios de los judíos el que demanda tal
cosa –el sacrificio, la inmolación, la consunción de los pueblos otros.
*Aplicándole a
los semitas judíos uno de sus propios mitos podemos decir que estos representan
a Caín (ya conocemos el relato). Es la única rama del árbol de los pueblos y
culturas del mundo que procura, por unos medios u otros, la extinción de las
demás (de los pueblos ‘hermanos’). Digamos que se presentan ante el mundo como
Abel (la víctima inocente; el hermano ‘asesinado’), pero se comportan como Caín
(el agresor; el asesino). Son de la estirpe de Caín. Es un comportamiento que
revela envidia, celos, rencor… (a semejanza de su dios). No toleran ‘otros’
–quieren ser los únicos (de nuevo, a semejanza de su dios).
El engaño, la
argucia. Pasar por la víctima a los ojos de todo el mundo. Son maestros del
engaño y del disimulo –los fenicios, los
cartagineses… los semitas.
(Las
persecuciones y expulsiones que los judíos han padecido aquí y allá son tan
sólo los intentos de los pueblos por recuperar su integridad y su salud.)
*Cada pueblo o
grupo étnico genera a su propio dios (o a sus propios dioses). El dios de cada
pueblo es el alma y el rostro de ese pueblo. Los pueblos se retratan en sus
dioses (fisiológica y psicológicamente). Estos son proyecciones de su genio, de
su ser.
*Las
ideologías universales (religiosas, filosóficas, o políticas) surgen cuando el desmoronamiento,
cuando la desintegración de las culturas étnicas atrapadas en los vastos
imperios multiétnicos y multiculturales (en la India, en Babilonia, en Persia,
durante el periodo alejandrino, cuando Roma… Ahora mismo, en nuestro caótico y multicultural
Occidente (el Occidente blanco), las ofertas ‘universalistas’ pululan). Tienen
una finalidad integradora (proporcionan una ‘identidad’), están hechas para los
deshechos de la ‘civilización’; para los espiritualmente desheredados; para los
privados de identidad étnica y ancestral; para los carentes de ‘Padres’; para
los perdidos... Son, obviamente, transnacionales, transétnicas,
transculturales.
Estas
ideologías son síntomas de la descomposición, de la desintegración, pero
también medios, instrumentos de alienación y de dominio, armas. Se usan para
crear las condiciones –fragmenta, desintegra a los pueblos hasta entonces
unidos.
La
difusión consciente de tales ideologías destructivas busca en todo momento y
lugar la desaparición de los pueblos y de las culturas; busca acabar con la
variedad natural. Va contra el árbol de los pueblos y culturas del mundo; va
contra el árbol de la vida. La globalización a que se ven sometidos los pueblos
desde hace miles de años por las diversas corrientes ideológicas universalistas
(hinduismo, budismo, judeo-mesianismo, islamismo… democracia universal,
internacionalismo proletario…). Una máquina trituradora. La pulverización de
los pueblos y culturas, el desierto, la entropía… Las masas de apátridas, de
desarraigados; de individuos vacíos, vanos, a la deriva. Se busca una nueva
homogeneización racial (mediante el mestizaje de grupos étnicos no
emparentados) y cultural (mediante credos universales transétnicos y
transculturales).
Hay que decir
que estos universalismos que pululan tienen un origen étnico: indio (hinduismo,
budismo…), semita (judeo-mesianismo, islamismo, judeo-bolchevismo), o arya
(democracia universal). Es lo semita, lo indio, o lo arya lo que se predica a
los pueblos. Son las tradiciones culturales que se imponen sobre los pueblos.
Las que acaban privando a los pueblos de las suyas. Las únicas tradiciones que
sobreviven, por cierto. Esas ramas malditas. Esas cepas biosimbólicas
cancerígenas. Las metástasis indias o semitas a lo largo y ancho del planeta
–sus áreas de dominio. Supremacismos y totalitarismos cainitas.
(Les recuerdo a
los lectores que la democracia ateniense era étnica y aristocrática. El
universalismo democrático (el globalismo judeo-demócrata-liberal) de los
tiempos que corren se debe al contagio con el universalismo judeo-mesiánico –la
adopción del ominoso y arrogante ‘urbi
et orbe’.)
*De oriente nos
vienen las tinieblas, la locura, y la
muerte. Esto es lo que llevan a los pueblos los predicadores cristianos, los musulmanes,
los hinduistas, los budistas…
*Una revolución
biocultural sin precedentes. Un retorno de los orígenes. Cada pueblo, cada
cultura. Un florecimiento general; un renacimiento que afecte a todos los
pueblos supervivientes de la tierra. Tras las riadas, los diluvios indios, semitas,
o aryas. Una renovación desde el origen, desde la raíz. Cada pueblo, reunido;
cada cultura, recogida. Las identidades ancestrales recuperadas; recuperado el
nexo con los antepasados. Restablecida la conexión biosimbólica.
¿Qué
individuo; qué pueblo puede hacer, aún, el recorrido a los propios ancestros?
¿Qué individuos ‘re-ligados’; que pueblos ‘re-ligados’ quedan aún? Pocos
(individuos o pueblos) son los que han sobrevivido a las oleadas cristianas,
musulmanas, hinduistas, budistas, demócratas, o comunistas. Cuantos pueblos
desaparecidos. Cuán difícil para muchos será el rastrear los orígenes; el
remontar hasta la fuente.
Les
queda, tal vez, la vía de la genética. El cromosoma Y, y el ADN mitocondrial.
Las líneas genéticas paterna y materna. Esto puede ser mucho; esto puede serlo
todo. La hermandad; la filiación genética. El árbol, el grafo genético de la
humanidad. Las diversas etnias. Esta vía te sitúa en un tiempo y,
probablemente, en un espacio. Es un comienzo.
*Las
predicaciones (religiosas, filosóficas, o políticas) universalistas y
nihilistas en nuestros días. En el alba de este nuevo período, en la aurora de
una revolución cultural que nada les debe, que ha sobrevenido incluso a su
pesar, y contra sus deseos e inclinaciones; contra sus teorías, sus visiones,
sus delirios.
El
descubrimiento de los ácidos nucléicos, de la sustancia viviente única. La
sustancia genética es el ser único de todas las formas vivas en este
planeta. No hay otro ente viviente en
este planeta; no hay otro ‘ser’. Nosotros mismos somos ese ‘ser’. Hoy somos más
que biologistas. Hoy somos el mismo centro, el mismo sol –la fuente de luz. Se trata de un paso trascendental. El paso del fenocentrismo
al genocentrismo; del fenómeno al ‘genoúmeno’ –en lo que concierne a las formas vivas.
Este saber
inaugura un nuevo período, un nuevo ciclo, que terminará afectando a toda la
humanidad (a todos los grupos etno-culturales). Generará una nueva
espiritualidad, una nueva religiosidad, un nuevo mundo. Tal como sucedió cuando
la transición del paleolítico al neolítico.
Este tercer
período –su sabiduría incipiente, su actitud–, enlaza maravillosamente con el
paleolítico, con los pueblos naturales, con los cazadores-recolectores, con los
primitivos, con las llamadas religiones/culturas naturales. Pueblos del primer
período, podemos decir. Sus leyendas, sus relatos; sus mundos
lingüístico-culturales, simbólicos. Su actitud reverente, sagrada, hacia el
resto de las formas vivas, esa hermandad intuida. El segundo período es el
neolítico, del que no acabamos de salir.
El período
neolítico ha sido, y será en tanto dure, el más antropocéntrico y
antropomórfico de toda nuestra historia. El más descentrado, el más alejado de
nuestra realidad –de nuestra verdad.
Nunca fue el
‘hombre’ el centro, sino, en todo momento, la sustancia genética, la sustancia
viviente única, la vida. La materia pensante y volente, la materia viviente; el
único centro, el único ser.
*Este mundo ha de valer para el ‘hombre’, ésta es la
meta. Es el colmo del antropocentrismo y el antropomorfismo; de todo
‘humanismo’. Un mundo para el ‘hombre’. Y para qué hombre. El que ha culminado
en el pequeño ciudadano hedonista, perezoso, y pusilánime de finales del
neolítico (en las culturas occidentales –o tocadas por lo ‘occidental’).
*La etnología, y
la antropología cultural nacieron aquí, entre nosotros, no entre los pueblos
africanos, o asiáticos. E igualmente, la
biología. Fueron los pueblos blancos europeos los que crearon tales
disciplinas; los que querían saber acerca del ‘hombre’, y acerca de su origen y
su verdadero ser.
*La lógica
imposibilidad de que el individuo salga de algún modo del mundo simbólico en el
que ha venido a ser (lo llevará consigo dondequiera que vaya). El que tal
camino escoge no sabe que, por mucho que se aleje, nunca dejará de ser un
‘elemento’ del conjunto. No sabe, ignora. No se sabe, se ignora. No se
encuentra donde cree (fuera). Se engaña. El individualismo es una ilusión.
El
individualismo no es sólo estructuralmente imposible, sino que es, además,
moralmente reprobable (la tendencia, la intención; el extrañamiento (deliberado y voluntario) del
sujeto del todo social –del destino de su propio pueblo).
*Querer nuestras
‘determinaciones’, decía Hegel. Adorarlas, venerarlas –añado yo. Las biológicas,
las lingüístico-culturales, las históricas… En estas determinaciones está
cifrado nuestro destino. Son las ‘madres’ del ser.
*Todos
los pueblos aryas repartidos por Asia (la rama persa) y Europa (y la Magna
Europa), casi sin excepción, padecen alienación cultural –se encuentran
cristianizados o islamizados. Hace siglos que no siguen la línea ancestral, la
propia; que no se siguen, que no se suceden a sí mismos (siguen a otros, otras
líneas ancestrales); que se ignoran.
Nuestros
pueblos no atienden a la voz de la sangre, de los ancestros, de lo autóctono.
Aún más, esta alienación espiritual que se padece les ha hecho sordos, e
incluso contrarios, a los argumentos étnicos y culturales (biosimbólicos). El
arte de los usurpadores ha logrado colocar estos valores entre lo ridículo y lo
prohibido. Hay que ser muy fuertes y valientes para atender estas voces que
digo; para superar los demasiados obstáculos y perjuicios –daños.
¿Queda
aún algún rescoldo de fuego propio en nuestros pueblos que podamos reavivar;
algún resto de dignidad?
*Lo primero para
recuperar la salud (la integridad, la libertad, la independencia, la soberanía…
la palabra, el camino) es la descontaminación de la alienación ideológica,
cultural, espiritual, que padecemos desde hace cientos de años. Una limpieza
que nos devuelva el sentido, la conciencia, la memoria, pero también la figura,
el ser. Un baño purificador; un nuevo bautismo que nos limpie de lo impropio,
de lo ajeno.
La limpieza de
la que hablo es una vía purificadora, un camino espiritual. Con sus desiertos
helados. Con sus ‘noches’. Y con sus luces, sus iluminaciones. Finalmente, y en
tanto se prosiga en este camino, viene la mañana, la claridad, el día. De
manera súbita e inesperada se renace, se viene a la luz. Se ‘sale’ de la noche
y del frío –del ‘invierno supremo’. De golpe, en un pestañeo. Por esto lo
reconoceréis.
El
instante fulgurante, deslumbrante, cegador. El instante del despertar. El
balbuceo, la alegría, la gratitud. La gracia. Como un don. Como algo que se recibe;
como algo que por nosotros mismos (deliberada y voluntariamente) no nos
podríamos proporcionar (ni imaginar). Es el fruto de perseverar en el camino, a
pesar de las noches, de la negrura, de la opacidad, del frío...; de la falta de
horizonte, de salida, de futuro. Es una victoria, pues, el instante; una
victoria que se produce en las catacumbas del ser. El ser que se era, vuelve a
nacer.
Aquellos que triunfan sobre la
desolación, la nada, y la muerte; los resucitados, los renacidos. Los limpios,
los claros. Los que vienen, los futuros.
*
Hasta la próxima,
Manu
Colosal, como siempre, nada que añadir.
ResponderEliminarSólo comentar que esos que se hacen llamar identitarios, los patriotas judeomesiánicos que padecemos, se quejan desaforadamente de lo que dan en llamar "genocidio antiblanco"; me pregunto que si el arma que disponen para vencer a su enemigo es su religión, ya tienen la derrota garantizada de antemano, pues a además de ser una religión nihilista, de negación de ésta vida, conlleva el total desarme ante el enemigo, poner la otra mejilla, negarse a sí mismo, acoger al extranjero; es decir, su religión está en total contraposición y contradicción con lo que dicen defender, su patria, su raza, su cultura, su nación. Mejor sería que se replanteasen sus creencias o acudieran a un psicólogo. Más sorpresa aún me produce ver a algunos que se hacen llamar "paganos", apoyándoles como en un frente común; es ese un paganismo intrínsecamente vacío, y como bien dices en otra entrada, un paganismo cargado de reminiscencias orientales, que dicho sea de paso, es el paganismo imperante en estos tiempos, nada que ver con la autenticidad arya.
Un saludo.
Muy buen artículo, acabo de empezar a leer tu blog pero ya me doy cuenta que voy a ser un asiduo en el, muchas felicitaciones por tocar los temas que pocos se atreven.
ResponderEliminarUn saludo