La única
salida.
Manu
Rodríguez. Desde Europa (22/02/14).
*
*Los mundos
nuestros pre-cristianos están ahí como dormidos. Como la joven nación arya tras
la derrota. Yace detenida, adormecida, paralizada. Frustrado, de momento, su
crecimiento y fortalecimiento. Cohibido. Inhibido. Mediante la magia (el poder)
de la palabra.
*El triste, el
penoso espectáculo de la Europa actual, inundada de ‘aliens’, y a cuyos
ciudadanos se les impide desembarazarse o liberarse de estos elementos
extraños.
En virtud de
normativas supra-nacionales (morales, políticas, económicas, jurídicas…) que
rigen para todos los Estados, las naciones están obligadas a ser democráticas,
abiertas, y plurales. Es el Nuevo Orden Mundial que se instaura tras la II
Guerra Mundial. El que acaba con la soberanía y la independencia de pueblos y
naciones.
La construcción
de la torre de Babel aquí, en nuestro hogar milenario. La desnaturalización de
nuestro continente. El asesinato premeditado de la ancestral Europa. La
extinción o desaparición de los pueblos blancos.
La estrategia
ideológica del enemigo. La difusión, e imposición, de estos ideales
universalistas (transnacionales, transétnicos, transculturales…) que debilitan
la defensa de lo propio, de la propia vida o existencia; que desarman. La imposición
de la heteronomía –que nos deja atados de pies y manos.
El otro frente del enemigo. La crítica. Sancionar
moralmente el racismo anti-blanco, la caza del blanco, la muerte del blanco.
Éste es, básicamente, el mensaje subyacente en el discurso crítico del enemigo;
en la propaganda del enemigo.
Que los blancos somos un pueblo malo, una mala raza (el
cáncer de la historia humana, en palabras de Susan Sontag) que ha hecho mucho
mal a la gente, y que merecemos ser eliminados –por nuestra propia mano o por
la de otro. Ésta es la moraleja de toda esta historia. (Llevan siglos acusando
de lo propio al otro; señalando al otro y acusándolo del propio mal –sobreviviendo
con malas artes. La rama de Caín.)
La lucha nuestra es compleja. A los millones de intrusos, de
invasores, que inundan nuestros pueblos y ciudades, se le añade la instigación,
la sedición que nos viene del enemigo (la guerra de propaganda).
La meta final es la expulsión de estos elementos extraños y
peligrosos de nuestras tierras y de nuestros cielos; de nuestros cuerpos y de
nuestras almas. La
recuperación del ser biosimbólico ancestral, del genio propio; de la propia
mirada, de la propia faz. Recuperación de la soberanía, de la autonomía, de la
libertad...
*El
enemigo nos cierra la única salida, nos obstruye el único camino. Nuestro
nacionalismo pan-arya es la única salida que tenemos frente al acoso del
enemigo.
Hay que
añadir que ese único camino, esa única salida, es también nuestra única
defensa, y nuestra única arma. Prohibiéndolo y persiguiéndolo el enemigo ha
conseguido dejarnos, de momento, sin salida, expuestos, y desarmados.
Nuestra
situación actual recuerda la de los primeros siglos cristianos en Europa,
cuando las leyes contra usos y costumbres gentiles nos prohibían cualquier retorno a nuestro pasado so pena de
cárcel, pérdida de bienes, extrañamiento, o muerte. Las leyes contra el nazismo
que recorren todo el Occidente blanco tienen la intención de que los pueblos
blancos no vuelvan a levantar la cabeza. Es la segunda vez que se nos impide
ser lo que somos.
La
derrota del nazismo fue la derrota del Occidente blanco. El nazismo (el
nacionalismo pan-arya) sigue siendo hoy por hoy la única salida, el único
camino que evitaría con toda probabilidad nuestra destrucción –el camino arya.
La
‘desnazificación’ de Alemania, fue la desnazificación (desnacionalización) de
los pueblos blancos. Consiguió, además, la descalificación, el desprestigio moral
y público de todo nacionalismo étnico y cultural (salvo el que practica el
enemigo).
Ahora
padecemos la censura filosófica, socio-política, moral y jurídica de nuestro
nacionalismo. Consecuencias de la vilificación y criminalización del nazismo. Los
valores que nos mueven –la propia raza y la propia cultura– son motivo de odio,
risa, desdén, o incluso cárcel. Los términos que nos definen con orgullo –‘nazis’
o ‘fascistas’– son ahora la representación misma del mal –se usan incluso como
insultos. Los buenos son ahora los anti-nazis o anti-fascistas, aquellos que nos
persiguen o acosan en las calles o en los juzgados.
El
enemigo, entretanto, se ha tornado intocable; no puede ser censurado, ni
atacado. Cualquier movimiento de defensa o liberación por nuestra parte es
considerado como un gesto de nazismo, racismo, o antisemitismo, y por ello
mismo, penado y perseguido por las ‘leyes’ –leyes que en buena medida él mismo
ha elaborado.
Sin
salida, indefensos, y desarmados. Paralizados, detenidos, amordazados. Ésta es
la situación de nuestros pueblos en los tiempos que corren. Camino de la
extinción, del matadero. Y los más, lo ignoran.
No sólo
lo ignoran. Sucede que la mayoría de los
nuestros está espiritualmente en manos
de nuestros enemigos, los autodenominados ‘anti-fascistas’. Tenemos una opinión
pública diseñada absolutamente por el enemigo. Nuestro nacionalismo está
perseguido y condenado, como digo, tanto en la calle como en los juzgados. Hay
patente de corso, parece, para que a los pocos que abogamos por nuestra raza y
nuestra cultura, se nos insulte y se nos ultraje –somos el mal. Nosotros, que despejamos
el camino, la salida; nosotros, la solución. Como ‘wehrwölf’ entre filas
enemigas, y sin armas –sin palabra, sin voz; enmudecidos (la palabra que nos importa y que nos vale es
una palabra condenada, prohibida… perseguida,
ilegal).
No será
fácil recuperar nuestro nacionalismo étnico y cultural (nuestra morada, nuestra
palabra, nuestro camino). No será fácil recuperar espiritualmente a nuestros pueblos;
arrebatárselos al enemigo.
*No hay
que perder de vista el contexto y la perspectiva, como nos decía Butz. Lo
primordial es la prohibición y persecución del nazismo (del nacionalismo étnico
y cultural). Para justificar y legitimar tal prohibición y persecución, se ha
de convertir al nazismo en el peor y más malvado régimen de la tierra. Tiene
que estar públicamente aceptada y reconocida su ‘maldad’. La insidiosa y
pertinaz propaganda que sufrimos desde hace decenios (en las escuelas, en los
‘media’…) no tiene otra finalidad que la de implantar esa imagen en nuestros
cerebros.
Los
europeos no tenemos aún una historia limpia, honesta, y veraz del periodo nazi,
y aún menos de la indeseada guerra que frustró aquel sublime proyecto (quiénes
la desearon y propiciaron, quiénes la iniciaron, desde cuándo se fraguaba, cómo
comenzó…). Sólo circula la historia deshonesta, y falaz, que nos cuenta el
enemigo. Ésta es la única permitida, la oficial.
Los
nacionalistas aryas, aquellos que proclamamos la nación arya, necesitamos no un
comité para un debate abierto sobre el holocausto, sino un debate abierto sobre
el período nazi y la segunda guerra europea. Con sus antecedentes y con sus
consecuentes. Necesitamos esclarecer y ordenar los hechos según se fueron
produciendo. Necesitamos la historia verdadera. Con todos sus ‘dramas’ y con todos
sus actores.
Esta
historia se está escribiendo, sin duda; ya circula, incluso. Pero la verdad no
se está abriendo camino fácilmente. El enemigo que ya sabemos está haciendo lo
imposible para impedir la difusión de estos textos esclarecedores. Resulta que
la historia verdadera es la historia prohibida y perseguida. ¿Por qué; a qué se
debe esta prohibición de la verdad? ¿Quién teme a la verdad?
La
imagen que de los nazis presenta el enemigo es horrenda. La peor que podamos
imaginar. Pero, ¿qué esperábamos? Es la guerra, simplemente. La guerra de
propaganda. A la opinión pública se le hace creer que el nazismo es el enemigo
de todos, y que un nazi es un loco y un asesino de masas nato.
El
enemigo tiene medio ganada esa batalla –la batalla de la opinión pública. A los
que se resisten les tiene reservada la persecución y la cárcel. La intención
es, pues, acabar con cualquier secuela del nazismo –de un modo u otro; y con
todo aquello que pueda limpiar su imagen.
De todo
esto se deduce que es justamente el nacionalismo étnico arya el más formidable
oponente del enemigo, y que éste lo sabe, y teme su poder. Sabe que el orgullo
étnico y cultural es la única arma que poseemos. Que con esa arma en las manos
somos invencibles, irreductibles. Sólo
el nacionalismo étnico arya (el nazismo) le combatió abiertamente; se enfrentó
a pecho descubierto a la araña universal.
Recuérdese
la declaración de guerra (económica y financiera) que la comunidad judía hace a
la incipiente Alemania nazi el año 1933 –en el comienzo mismo de su andadura. La guerra caliente
posterior fue una guerra judía contra el nacionalismo étnico arya; del ‘león de
Judá’ contra la swástica arya. Los ejércitos aliados fueron sus tropas. Y podemos
decir que suya fue también la ulterior derrota de los nazis. Pero la guerra no
ha terminado. Aún se nos persigue, aún se nos vilifica y criminaliza. Aún nos
temen. Seguimos siendo una fuerza, un poder; una luz; una amenaza, un peligro.
El
nazismo fue la víctima elegida desde su aparición. No el fascismo italiano,
sino el nacionalismo arya germano. El enemigo lo eligió bien pronto; bien
pronto advirtió la amenaza, el poder. El enemigo ha terminado imponiendo su
temor y su aprensión a toda Europa (y la Magna Europa); a todos los pueblos
blancos. Ha convertido al nazismo en el mal, en la amenaza universal, en el
enemigo de los pueblos blancos (adviértase: no el universalismo demo-liberal, o
el internacionalismo judeo-bolchevique –sus
engendros).
¿El
nacionalismo arya, blanco, enemigo de las naciones blancas? El nazismo sólo
tiene un enemigo, y es aquel que daña o intenta dañar a lo suyo o a los suyos.
Venga de dentro, o venga de fuera. El nacionalismo blanco es la única defensa y
la única arma que poseen los pueblos blancos frente a cualquiera agresión biocultural.
Justamente el orgullo nacional, el orgullo patrio; el amor propio.
En todo
blanco subyace un nazi, un nacionalista arya. Es cierto. Pero es un nazi
sofocado, inhibido… intimidado. Es un nazi que no se atreve a salir a la luz;
que encuentra ante sí demasiados obstáculos; que sabe que no será ni bien visto,
ni comprendido, ni consentido (todo esto es el fruto de la masiva y cotidiana propaganda
anti-nazi del enemigo).
El nazi
real y genuino tiene por patria o nación su raza y su cultura; ama sus señas de
identidad étnicas y culturales; combate contra todo aquel o todo aquello que
amenace, intente, o pueda perjudicar a los suyos. Es un alma fiel, devota,
leal.
*El problema está en el nazismo, entiéndase
esto. En el nazismo real o virtual. Esto es lo que se combate. Sí, la cuestión
‘nazi’ es la pesadilla del enemigo, y no precisamente porque tema perder la
vida.
El nacionalismo étnico (cualquier nacionalismo étnico) es un terreno
que les excluye, por su misma condición de no-aryas, o no-chinos, o
no-japoneses, o no-maoríes… No podrían infiltrarse así como así en estas filas,
como lo hacen en las filas liberales, demócratas, o socialistas. Aquí no se
trata de ideologías o de consignas ‘universales’, sino de raza, de comunidades
étnica y culturalmente emparentadas –de intereses étnicos. Este ‘juego’ de lo
propio, que les impide participar e intervenir en estamentos e instituciones
étnicas ajenas, es el que quieren destruir en cada pueblo.
No hay
que olvidar que el ‘juego’ propio judío excluye a todos los no-judíos, quiero
decir que ellos, como grupo étnico, ya se comportan así –como grupo cerrado. Y
nosotros no tenemos nada que objetar. Pero está claro que lo que quieren para
sí, no lo quieren para los demás. Este ‘ser para sí’ ha de ser de su exclusiva
propiedad, una suerte de privilegio exclusivo. Al resto de los pueblos les está
vedada tal existencia. Los demás deben ‘abrirse’ al otro –se les impone el
‘altruismo’ y la sociedad ‘abierta’.
Son
ellos los que introducen en nuestros
pueblos ideologías e instituciones universales transétnicas y
transculturales que les permiten entrar y
operar en todas partes (la no discriminación por motivos de raza o credo, por
ejemplo –todo el ‘mundo’ tiene derecho a…). Este universalismo, que ha logrado
penetrar en todas nuestras instituciones públicas, es su particular llave de
acceso a éstas. De este modo intervienen e influyen en nuestro destino (política
interior y exterior, cuestiones militares, económicas, de moral pública, jurídicas,
culturales…). En un entorno de naciones étnicas celosas de sí (de lo suyo),
este comportamiento no les sería posible.
El
nacionalismo étnico es más que un estorbo para sus ambiciones universales; es
su enemigo mortal. Del mismo modo que los universalismos o internacionalismos, religiosos
o políticos, que los judíos diseminan entre los pueblos –sólo de puertas para
fuera, sólo para los goys–, son los
enemigos mortales de las culturas étnicas. Lo fueron en el pasado, lo son en el
presente, y lo serán en el futuro –si aún les queda futuro a las tradiciones
étnicas y ancestrales que han sobrevivido a las mareas (globalizaciones)
judeo-mesiánica, musulmana, ‘demócrata’, o comunista.
Es
normal que el nacionalismo arya fuese un problema para los universalismos
(religiosos, políticos, o económicos) que le rodeaban cuando nació. El
nacionalismo étnico y cultural germano no les convenía. No se podía consentir
que se extendiera a los otros pueblos aryas, o más allá –afectando a otras
naciones o grupos étnicos.
Universalismo
y nacionalismo (o etnicismo) son dos posiciones antagónicas. Lo que quiere el
uno perjudica, daña, destruye al otro. Es una guerra –es o uno, u otro. El que no
combate está derrotado de antemano.
Decir
propaganda anti-nazi, es decir propaganda pro-judía. Los valores que se oponen
al nazismo, son los valores (universalistas
o internacionalista) que postulan los judíos –para los pueblos otros.
Los
judíos requieren naciones o sociedades abiertas, plurales, democráticas,
‘libres’, con derechos humanos universales, con acceso libre a las
instituciones políticas, jurídicas, económicas… Sin restricciones a la hora de adquirir
medios de producción, o de comunicación. Es decir, Estados no étnicos, y no
nacionalistas. Esto es lo que se pretende conseguir en cada pueblo o nación;
esta transformación.
Nosotros
vivimos justamente en estos Estados ‘libres’. Y se pretende que todo el planeta
viva así. Esto supone, a la larga, la muerte de las nacionalidades étnicas; de
los pueblos. Digamos que vivimos los últimos momentos de las sociedades o
naciones étnicas hasta ahora conocidas –tal y como hasta ahora las conocemos
(al menos en Europa); que estamos viviendo
los primeros momentos de su desintegración.
Estamos
viendo como nuestras viejas naciones se desvirtúan, se desdibujan, desaparecen,
se hunden bajo el peso de la numerosa población extranjera nacionalizada, con
derecho al voto, y con acceso incluso a los órganos de gobierno.
Hoy la
cosa es tanto más complicada que cuando el nacionalismo germano del siglo
pasado. No sólo tenemos como huéspedes indeseados e indeseables a los judíos,
sino a millones de musulmanes asiáticos y africanos, y a chinos y amerindios.
Estos compiten, concurren con los autóctonos en lo económico, en lo laboral, en
lo político, en lo ideológico y cultural… en lo sexual y territorial incluso.
En virtud de nuestras sociedades abiertas, democráticas y universales.
Los
judíos han transformado las formas de vida de nuestras sociedades –nuestras
condiciones espirituales de existencia– en su propio beneficio. Estamos gobernados por
constituciones políticas que son buenas para ellos (y para cualquier otro
extranjero), pero malas para nosotros, los autóctonos. Nos perjudican. Y mucho.
En un
Estado nacional a los extranjeros no se les concede la nacionalidad, y por
consiguiente, no participan en las elecciones. Se les limita en número. No
tienen acceso a la propiedad de la tierra, ni a ninguna otra propiedad. Están
fuera del gobierno, de la política, de la economía, del ejército, de la
legislación… de los ‘media’ –los órganos vitales y rectores de una nación. No
tienen ni voz, ni voto.
El
nacimiento de los nacionalismos en su momento fue, para los judíos, la aparición
del ‘mal’ –sobre todo el nacionalismo germano, que es el que más obstáculos les
puso. Desde el primer momento la prensa judía le declaro la guerra. Se les
acuso de no respetar los derechos humanos ‘universales’, de ser Estados
totalitarios, anti-democráticos, racistas (por excluir de la vida pública a los
extranjeros –por restringir el poder de los extranjeros)… Contrarios, en
definitiva, a los principios de la Sociedad de Naciones. La consigna de ‘la
nación y los nacionales lo primero’ significaba el principio del fin para
ellos, y para su soterrado poder.
La
guerra judía ya no es contra la Europa gentil, o la Europa cristiana (ya idas, pasadas,
o vencidas), sino contra la Europa (y la Magna Europa) real o potencialmente
nacionalista. Ahora se criminaliza a los grupos nacionalistas más próximos a
las tesis nazis. Téngase en cuenta esto. Adviértase, además, la actitud
negativa hacia los nacionalistas y los nacionalismos en todas partes –por muy
moderados que estos sean (consecuencias
de la vilificación pública de tales opciones o caminos). Han logrado imponer su
calumniosa y oprobiosa imagen del nazismo en todo el mundo. En esta guerra, fría
y caliente, que sostienen contra el nazismo, todo vale.
A lo
largo de este último siglo, en esta particular guerra contra las naciones
blancas ancestrales, tenemos una primera fase con la Sociedad de Naciones, tras
la primera guerra mundial, y una segunda fase tras la segunda guerra y la ONU.
Los valores, tanto en la primera fase como en la segunda, son los mismos
–derechos universales, sociedades democráticas… y todo lo demás. El
nacionalismo germano fue censurado como tal ya en el periodo de entreguerras,
bajo la Sociedad de Naciones. Hitler la abandonó a la menor oportunidad. Los
mismos problemas que tenían las naciones (los nacionalismos) bajo la Sociedad
de Naciones, son los que se tienen bajo la ONU. Las mismas condiciones y
restricciones. El mismo anti-nacionalismo étnico y cultural. La Segunda Guerra
y la derrota nazi permitieron culminar la tarea de la Sociedad de Naciones
–cerrarles completamente el camino a los nacionalismos de la primera mitad del
siglo, sobre todo al nacionalsocialismo alemán; impedirles cualquier futuro.
*Las
consignas políticas y morales que rigen las Naciones Unidas (el Nuevo Orden que
vivimos) son aquellas de los ‘derechos humanos universales’, y lo demás que se
sigue.
Las
sociedades abiertas, heterogéneas, liberales, y democráticas son consideradas
sociedades progresistas, buenas, positivas... Las sociedades cerradas, homogéneas,
socialistas, y totalitarias son consideradas como reaccionarias, regresivas,
malas, peligrosas…
Peligrosas,
¿para quién? Hay que preguntar. ¿Para quién son peligrosas las sociedades
étnica y culturalmente homogéneas –con derechos exclusivos de los autóctonos o
nacionales? ¿A quién perjudica la exclusión de los alóctonos en las cosas
propias económicas, políticas, o jurídicas?
Los
pueblos democráticos y liberales no son ni autónomos, ni independientes, ni
soberanos… ni libres. La actual Organización de Naciones (democráticas,
liberales…) Unidas dirige estas naciones. Quien dirige o influye en las
Naciones Unidas gobierna la política interior y exterior de los pueblos que la
integran; impone su voluntad, su ley.
Yo
aconsejaría a los pueblos que tengan vocación nacionalista que salgan cuanto
antes de la ONU. La ONU impide los nacionalismos. Se constituyó expresamente
para cerrarles el camino. Es el fruto más aquilatado de los anti-fascistas, el
corolario de los juicios de Núremberg. Los crímenes colgados a los nazis
(nacionalistas germanos) fue la coartada perfecta. Ahora era posible construir
naciones o Estados no étnicos, y no nacionalistas.
(Estas
sociedades abiertas y plurales que vivimos no son sociedades que tú elijas,
sino sociedades que se nos impone. Estamos obligados a ser sociedades
multiétnicas y multiculturales.)
Subscribirse
a los principios políticos universales (transnacionales, transétnicos,
transculturales…) de la ONU, al Nuevo Orden Mundial, es rendirse, entregarse,
ceder lo propio –la propia identidad, las
propias armas–, capitular.
*Es
imprescindible para el enemigo no perder esta batalla, tiene que mantener esa
posición cueste lo que cueste –toda la propaganda anti-nazi desde antes de la
guerra (desde los años 20), y desde la postguerra (desde Núremberg) hasta
nuestros días; toda esa ‘realidad’, todo ese mundo construido (esa Matrix); las
‘leyes’ coercitivas que se derivan... las pingües ganancias. Podría decirse que
todo su ‘capital’ está aquí invertido (han agotado todos los ‘argumentos’; no les
ha quedado siquiera para un plan ‘b’ –quizás, en su arrogancia, piensen
que no lo necesitan).
Podemos
asegurar que la imagen pública que del nazismo se da en nuestros medios de
comunicación, y casi cada día, no va a variar (en todo caso, empeorará). Ésta
es la fortaleza del enemigo. Con esa imagen construida nos prohíbe y nos
persigue. Esa imagen es su único argumento, su única arma; su escudo, su
salvaguarda. Lo único que legitima su acoso, y le protege de cualquier agresión.
No han
tenido en cientos de años una oportunidad, un arma como ésta. Y no tendrán
otra. Sólo disponen de esta oportunidad. No pueden permitirse el fracaso.
La
imagen construida, el instrumento logrado; el arma perfecta –se matan varios
pájaros de un tiro. Así es como se lo ha montado el enemigo. Hasta el momento, todo
parece irle bien. Todo el mundo le sigue y secunda sus iniciativas económicas,
políticas, jurídicas… o represivas (lo último en Grecia, lo sucedido con Amanecer
Dorado).
Lo que
ocurre realmente es que los Estados temen las campañas envenenadas que les
aguardan si no ceden a sus pretensiones, o los castigos económicos que puedan sobrevenirles.
Las estrategias para recaudar dinero de los Estados europeos a cuenta del
capital judío retenido en bancos suizos durante la última guerra, y las correspondientes
indemnizaciones económicas solicitadas a varios de ellos (finales del siglo
pasado) fue siempre acompañada de medidas económicas y financieras, y de
campañas de prensa que incidían en las relaciones o vínculos que tales Estados tuvieron,
o pudieran haber tenido, en el pasado con las autoridades nazis y sus ‘crímenes’. Ni que decir tiene
que lograron sus propósitos. Así explotan su mentira. Basta invocar el nazismo,
los crímenes nazis contra la humanidad y todo lo demás. Intimidación y chantaje
son las palabras.
Es su
última batalla en esta guerra que sostienen desde hace siglos contra los
pueblos blancos. Desde Roma (como ellos mismos no dudan en admitir). Los
‘crímenes’ nazis es su última baza, no les queda otra. Yo diría que esta última
arma es su obra maestra –la cuestión
‘nazi’. Pudiera parecer, incluso, el arma definitiva contra los pueblos
blancos. Un arma inspirada por la envidia y el rencor, y forjada con
difamaciones, injurias, y calumnias. Un arma sucia, en verdad, pero que resulta
sumamente efectiva para sus fines, y poco menos que invencible.
De
implantarse definitivamente esta funesta ‘representación’ en nuestros pueblos, los
viejos europeos acabaríamos extinguiéndonos. Sería la victoria consumada del
enemigo. La vieja Europa firmó su sentencia de muerte, parece, cuando la claudicación
de los ejércitos nazis. Aquella derrota fue el comienzo de una cuenta atrás
para nuestros pueblos. La nueva Europa será una sociedad definitivamente
‘abierta’ y plural: multiétnica, multicultural, cosmopolita… mezclada, impura. A
la medida de sus deseos. Los blancos quedaremos reducidos a una minoría entre
otras. Perderemos la hegemonía ancestral en nuestras propias tierras. Nos
diluiremos, nos mezclaremos… En su momento desapareceremos, dejaremos de ser,
habremos sido. La vieja Europa, la Europa europea, dejará de existir, pasará a
la historia (como Sumer, Egipto, o Persia), y con ella, nosotros, los europeos
ancestrales. Ése es el fin pretendido por el enemigo para nuestros pueblos. Ése
es el futuro que nos espera si todo continúa como hasta ahora.
Es obvio
que tendremos que desmontar esa imagen si queremos ganar esta partida –si
queremos tener un futuro, si queremos seguir siendo. Continuaremos desmontando
sus mentiras y haciéndolas conocer por doquier. Los que han de venir nos
necesitan. No nos callarán, pues. Tarde o temprano nuestras verdades harán
mella en su muro. Su arma (su ‘historia’, su montaje, su mentira) se
debilitará, perderá potencia, credibilidad. Y esto será a los ojos de todo el
mundo. Todo el mundo, en esta ocasión, será testigo de su ruina –el desplome de
su montaje–, y de su vergüenza. Perderán al mismo tiempo el ‘capital’, y el
crédito. ¡Ah, viejo Shylock, tampoco esta vez te saldrás con la tuya!
Cada vez
se cree menos en esa Matrix que han construido, y nadie desea esa Nueva Sión
multiétnica y multicultural (esa Babel, esa locura, ese caos, ese infierno) que
anuncian. Su mole se derrumba; su negocio, su ‘mina’. No les queda mucho.
El
enemigo está cometiendo demasiados errores. Descuida las pruebas, los rastros,
las huellas que de su paso deja a plena luz. Exceso de confianza en sí mismo;
soberbia, arrogancia, jactancia. Hibris. Todo ese comportamiento criminal, y obsceno, diría yo, a lo largo de este
último siglo (el siglo ‘judío’) con los rusos blancos, con los ucranianos, con
los germanos, con los nazis o fascistas de aquí y de allá…, con los buscadores
de la verdad. Su personal guerra ‘anti-fascista’. Sus métodos, sus estrategias.
Las matanzas llevadas a cabo; las tenebrosas invenciones (la bomba atómica); los
exterminios soñados (la esterilización, hasta la extinción, de los germanos).
Todo se verá reflejado en la literatura y en las historias que circularán en el futuro; en los
nuevos documentales. Volverá a ser, nuestro milenario enemigo, la gente
miserable y mezquina que siempre fue. Paradigma de lo peor y de lo más bajo. El
artífice de nuestra actual decadencia y ruina –la disolución, la desintegración de los
pueblos blancos. Todo se sabrá. Tendremos, al final, una historia verdadera.
(¿Alguien
recuerda cómo comenzó lo de la bomba atómica; quiénes participaron en ella, y
qué objetivos tenía cuando se inicio su fabricación? Cuando la concluyeron la
guerra había terminado en Europa, y no pudieron usarla contra Alemania y los
alemanes, que eran los iniciales objetivos. Pero había que mostrar al mundo su
poder. La usaron contra Japón, que llevaba más de dos meses buscando una
rendición digna –contra un pueblo ya
derrotado. Las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki mostraron
al mundo cuán grande era el poder de los nuevos señores. Un poder sin límites,
sin barreras; un poder que no se detiene ante nada. Con aquellos sombríos resplandores
anunciaron al mundo la aurora del Nuevo Orden Mundial. )
Más que
un debate abierto, como decía más arriba, un juicio; un juicio público contra
aquellos que nos calumnian. Contra quienes mancillan y falsean la memoria
histórica de los europeos. No quedarán impunes. Queremos que se revise toda la
historia desde la primera guerra y los inicios de la revolución rusa hasta los
inmediatos años de la segunda postguerra. Toda la primera mitad del siglo. Con todos
sus ‘dramas’ y con todos sus actores, repito. Queremos un juicio histórico
público. Y éste es un juicio que, de celebrarse, y el enemigo lo sabe, tendríamos
ganado de antemano –a la vista de los datos, documentos, e investigaciones que
hoy poseemos; a la luz de la verdad.
El enemigo,
vuelvo a decir, no puede permitirse de ningún modo la derrota (es su única
oportunidad, se lo juega todo), pero ésta le alcanzará. La inmensidad misma de
la mentira que cuentan acelerará su caída. Sí, nuestro viejo y resabiado
enemigo será finalmente abatido. Nuestra bandera, la swástica (no tenemos otra),
ondeará alegre y orgullosamente de nuevo.
*
Saludos,
Manu
No se puede reflejar mejor de lo que lo has hecho, lo has bordado.
ResponderEliminarYo no soy hombre de escribir, más bien soy hombre de hablar, de oratoria. Los foribundos ataques del enemigo a los nacionalismos están a la orden del día, siempre aprovechando la eficacia que tienen los medios audiovisuales para programar la mente del "ganado" humano, es increíble lo que la televiSIÓN influye en las personas, y como resulta que la mayoría de los grandes medios de comunicación audivisual están en manos de ellos, son capital judío, desde luego lo aprovechan al máximo, en programas de máxima audiencia, para de forma directa o subliminar dejar sus consignas en las mentes de la gente, por ejemplo en espectáculos de masas, como el fútbol, usando como medio difusor organizaciones mundiales creadas por ellos, como la EUFA o la FIFA, con su ya casino y machacón lema "No to the racism".
Precisamente ellos, que son los más racistas del mundo, no hay más que echar un vistazo a su biblia para darse cuenta y ver la pervertida mentalidad de su obsoleto dios.
Por encima de todo me quedo con tu final, la svástica ondeará alegre y orgullosamente de nuevo. Siendo, como es, la representación del mismo SOL, con ese nunca podrán.
Saludos.
Así es, omnipresente la propaganda del enemigo. Y nadie se atreve a decir nada –se enfrenta a la exclusión social y a los tribunales.
EliminarYa ye digo. No lo tenemos fácil.
Saludos
Los degenerados lo dominan todo!
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