Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

viernes, 21 de julio de 2023

283) Genogramas CV

 

Genogramas CV.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (21/07/23).

 

                                                                  *****

 

1.

En el cariotipo específico humano la hembra

de la especie ha ido elaborando o creando

a lo largo de milenios una suerte de imagen

de ella misma; una imagen para el ‘otro’,

para el compañero. Hablo de los modos

y maneras que tiene la mujer de aparecer

ante el varón (en el juego del amor

y de la generación). Su vestimenta,

el arreglo de su cabello, su maquillaje,

sus joyas, sus perfumes… Se adorna,

se embellece –amplifica su belleza natural

(‘ella’, que es el sexo bello por excelencia).

Y es una belleza que tiene el poder

de deslumbrar, de aturdir al varón.

Es un poder indudable. Y la mujer,

que es consciente de ello, hizo (y hace)

uso de ese poder.

 

Pero he aquí que el varón reaccionó ante

el poder amenazante de la mujer, y se dijo:

“Tengo que poder sobre ese poder; vencerlo,

dominarlo, debilitarlo… restarle fuerza,

potencia.” El temor a la mujer (a su poder)

está en el origen de su sojuzgamiento,

del patriarcado, del ‘machismo’, de la represión

y de la violencia contra lo femenino, contra la mujer…

Fueron los varones los que estipularon durante

milenios cual debía ser el comportamiento

de la mujer. Se la quería discreta, modesta,

humilde, obediente, callada… apagada.

Pero no pudieron con ‘ella’. Hoy la mujer

nos muestra cada día su recuperado poder,

potencia… orgullo de ser; se nos aparece

ahora en todo su esplendor (la mujer

en su edad fértil y de belleza). La belleza

de la mujer, para el varón, es atractiva,

sex-ductiva… deslumbrante, poderosa,

irresistible, enloquecedora. Tiene efectos

hipnóticos –el varón rinde armas; se entrega,

se desarma, se deja hacer. Hace falta valor

para enfrentarse a ‘ella’; fuerza para dominarse

ante su presencia, para no dejarse llevar…

para no caer rendido a sus pies. Distancia.

 

En el juego del amor el poder de la mujer

es su belleza, y el poder del varón es su fuerza.

El varón hace uso de su fuerza como la mujer

de su belleza. La mujer atrae hacia sí, sex-duce;

el varón toma. Es una lucha, un combate:

“Tu fuerza nada puede contra mi belleza”,

dice la mujer. “Tu belleza nada puede contra

mi fuerza”, dice el varón. La mujer pretende

la entrega total del varón a su persona, esto es,

el dominio total sobre el varón (apropiarse

de su ‘poder’; hacerlo suyo); el varón pretende

poseer, dominar, apropiarse…  de esa criatura

fascinante; de ese ‘tesoro’ que es la mujer

para todo varón sensible a sus ‘encantos’. 

 

Los rasgos o características propios de cada

sexo son también estímulos desencadenantes;

señales, signos. Lo que cada sexo busca

y detecta en el otro; lo que desea y teme

por igual. También la mujer teme el poder

del varón –su fuerza, su ímpetu, su arrojo…

Ambos sexos se aman y se odian, se desean

y se temen. Los genotipos sexuados;

los cariotipos escindidos. Son sexos

complementarios, y no sólo en orden

a la generación. Están destinados

a entenderse. Sólo el amor mutuo (el mutuo

deseo) desarma por igual a ambos ‘poderes’

–es un amor que impone  treguas y armisticios

a ambas partes. Los amores de Ares y Afrodita.

 

El aura que rodea a la mujer (la imagen

que proyecta; el modo en que se nos presenta)

es obra exclusiva suya –es una propiedad

o característica innata, se diría. Lo femenino

propiamente dicho es un espacio, un territorio,

un ‘mundo’ que el varón debe respetar

–que no debe invadir; que no debe saquear...;

que no debe profanar. Y esto que digo acerca

del territorio de la mujer, se debe aplicar

también al territorio del varón. Son territorios

propios y exclusivos.

 

2.

La mujer está irritada con el varón

porque éste no acaba de reconocer

el superior mérito de la hembra

de la especie en las cosas de la vida.

 

La mujer, ya por el mero hecho de ser

el sexo que carga con todo el peso

y la responsabilidad de la gestación,

el alumbramiento, la lactancia…

debería ser poco menos que venerada.

 

3.

Hay que hablar de la sustancia genética,

de los ácidos nucleicos. Son los ácidos

nucleicos conformados en genomas

diversos los creadores únicos de todos

los organismos, grandes y pequeños,

que han poblado, pueblan, y poblarán

el planeta. Son los ingenieros y los pilotos

de sus ‘máquinas de supervivencia’, de sus somas.

Es la única sustancia viviente.

 

El soma es, como decía Hernández, “cuerpo

en cuyo horizonte cerrado me despliego”.

Los perceptores o sentidos son puertas

y ventanas por donde le ‘entra’ el ‘mundo

entorno’  a los nucleosomas, a la sustancia

genética. En todo momento la sustancia

genética recibe y emite, responde, actúa…

La deriva, la marcha, las taxias…

La palpación, el olfateo… Es la sustancia

genética la que todo momento va, la que

se mueve hacia aquí o hacia allá. Vemos

el moverse y las actividades del cuerpo,

del soma, pero es la sustancia genética

la que mueve su soma, la que con su soma

va hacia aquí o hacia allá y hace esto o aquello.

 

Del soma podemos decir que no ‘es’.

Sólo la sustancia genética ‘es’.

 

La sustancia genética es, simplemente, la vida,

la vida única; lo único vivo en las criaturas.

Su ubicuidad; su omnipresencia. Satura órganos,

aparatos, sistemas, tejidos… comandando,

manteniendo, reparando, defendiendo…

No para, no cesa; no conoce el reposo.

 

La vida es el ser que somos. Nosotros somos la vida;

somos el ser que no cesa, el ser necesario. El ser

primordial. El único ser. Todas las formas vivas

que alberga este planeta comparten el mismo ser;

son el mismo ser. El ser de lo viviente es uno y el mismo.

 

El ser primordial escindido, multiplicado, disperso

en sus criaturas… Las mónadas. Lo Uno primordial

y los pequeños ‘unos’. En lo que concierne a la vida

una parte no es el todo, pero lo contiene todo.

Las mónadas, los pequeños ‘unos’, son fragmentos

de vida, de lo Uno primordial; del ser primordial

y único. Todas y cada una de las mónadas que pululan

por el planeta. Nosotros mismos. La totalidad

de la sustancia genética del planeta. El pangenoma

del planeta. La mónada de las mónadas.

 

La sustancia genética es virtualmente imperecedera.

En virtud de la replicación y la reproducción

a sí misma se sucede, una y otra vez. A sí misma,

de sí misma, por sí misma, para sí misma… La vida

que no cesa. Las mónadas, las unidades somos,

ciertamente, contingentes, efímeras, perecederas…

pero la vida que somos es inmortal.

 

4.

Un ejercicio de imaginación. Adoptar

la perspectiva genocéntrica. La ‘mirada’

desde la sustancia viviente única. El lugar

óptimo para ver; para asomarse y ver. El mundo

deviene ‘otro’ desde la perspectiva de la vida.

 

El cambio de ‘mundo’ (de ‘representación’)

que se avecina, el ‘mundo’ que viene.

Es un ‘mundo’ que ya podemos divisar.

 

5.

Un punto, un lugar, un espacio. Entre

el mundo entorno y su representación.

Éste parece ser el nuestro, el de la vida

desnuda. Más acá de nuestra fisiología

específica y del entorno lingüístico-cultural

e histórico; de las ‘individuaciones’ (naturales

y culturales). El ser de la vida está más acá

o más allá de nuestro ser genotipo eventual

y contingente, así como de nuestro ser simbólico

(igualmente circunstancial y perecedero).

 

Desprendernos. Desaprender. La purificación.

Éste es el cometido; éste es el camino; ésta

es la meta. Uno con la vida; con el ser primordial.

 

6.

El ser primordial, lo Uno primordial.

Nuestro ser dionisíaco. Desconocido

o inadvertido tanto por su soma como

por su ser simbólico. El ser que se ignora,

que no se sabe. Éste es el ser que ha de

saberse; el que ha de tener conciencia de sí.

El que ha de alcanzarse, tenerse, poseerse…

 

7.

La vida siempre en marcha, siempre

en movimiento… siempre avanzando.  

Devenir es el ser del ser. Nunca quieto;

nunca en reposo. “Ser como nunca ser.

Nunca serás en tanto”.

 

*****

 

Saludos,

Manu

miércoles, 26 de abril de 2023

282) Genogramas CIV

Genogramas CIV.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (26/04/23).

 

                                                                  *****


1.

La sustancia genética tiene casi cuatro

mil millones de años –casi la edad

del planeta. No es posible ignorar

la experiencia acumulada, e integrada

en el propio ser –en nuestro ser genético.

La epopeya de la vida; las gestas de la vida.

 

La experiencia de la vida, la memoria

de la vida, la sabiduría de la vida…

Es lamentable el que no seamos

conscientes de esta experiencia,

esta memoria y esta sabiduría. El saber

que no se sabe, el saber no consciente.

 

Los fenómenos de consciencia son

necesariamente superficiales.

La conciencia/memoria de los humanos

‘sometida’ al entorno (tempo-espacial)

lingüístico-cultural en el que viene a nacer.

Contenido relativo, histórico, local…

 

El sujeto consciente, simbólico, como

instrumento de nuestro ser genético…

Los pensamientos, los datos

de consciencia/memoria como signos,

como síntomas ya verbalizados y,

por consiguiente, socializados,

del ámbito pulsional –que  proviene

del fondo genouménico (del hologenouma

propio). Los sujetos conscientes, los seres

simbólicos, nos malentendemos

en las interpretaciones y representaciones

que nos hacemos de nuestro ‘mundo interior’

(sensaciones, intenciones, intuiciones,

emociones, valoraciones, voliciones…).

 

El hologenouma propio como fragmento

del pangenoma, de la sustancia

viviente única del planeta.

 

2.

Epigénesis de lo ‘mental’. No es posible

separar lo ‘mental’ de lo lingüístico-cultual.

La formación y el desarrollo de nuestro

cerebro (centro de coordinación y control…)

y el entorno lingüístico-cultural.

 

La epigénesis de la individualidad, de la persona,

del ‘sujeto’, de la vieja alma, del ‘yo’

y de la conciencia/memoria, del ser simbólico…

 

La pedagogía, la formación, la instrucción…

La subjetividad social, colectiva, histórica… 

 

3.

La ‘ley’, las ‘normas’ de conducta sociales;

lo conveniente, lo prudente, la moral social;

lo supra-individual, la conciencia colectiva,

la voz del rebaño. Los conflictos con el ámbito

pulsional del ser simbólico

 

Los conflictos del ser simbólico con las pulsiones

(consideradas brutales, ‘animales’, egoístas

o anti-sociales) en Platón, Schopenhauer

(la negación de la ‘voluntad’), von Hartmann,

Freud o Dawkins (‘los genes son egoístas,

el individuo no’). La guerra de la ‘cultura’

contra la naturaleza.

 

No comprendo cómo los críticos de Dawkins

(Gould, Lewontin y otros) no advierten en la obra

de éste las semejanzas con la ‘psicología’ de Platón,

el judeo-cristianismo, Schopenhauer, von Hartmann

y Freud, y las coincidencias con sus propias tesis.

Dawkins y sus críticos comparten el dualismo

(los ‘genes’ y ‘nosotros’), además

del  antropocentrismo y el fenocentrismo.

 

Por lo demás, no hay conflictos sino entre pulsiones

de dominio, entre voluntades de poder… entre ‘genes’…

 

Podríamos decir que la sustancia genética,

el ser primordial  y la voluntad de poder/pulsión

de dominio son indistinguibles (son uno y lo mismo).


4.

Nuestro sistema nervioso no sólo coordina

y controla la información que le llega

de los sentidos, sino la totalidad del organismo.

Buena parte de su labor nos es inconsciente.

 

¿El querer y el pensar de lo viviente llegan

a la conciencia; están presentes en nuestro

espacio consciente? Habida cuenta que no hay otro

sujeto que el ser genético, no otro es el que habla

o el que se expresa… si bien en nosotros no puede

hacerlo sino al modo humano, tiene necesariamente

que hacer uso de nuestra fisiología, de nuestros

lenguajes… Las constricciones, las limitaciones…

y las confusiones y malentendidos.

 

No podemos decir que la parte no consciente

de nuestro sistema nervioso no ejerza ninguna

influencia en nuestra parte consciente (sistema

nervioso central…). Por lo demás, nuestro

sistema nervioso está en permanente contacto

con el sistema inmunitario y el sistema endocrino

(sistemas inter-relacionados que afectan

a nuestro desarrollo y a nuestra conducta).

 

La unidad, en cualquier caso, de nuestro

organismo viene comandada por la sustancia

genética. La sustancia genética está presente

y activa en todas y cada una de las células

de nuestro organismo, controlando y coordinado

todos y cada uno de los órganos y sistemas…

No hay otro sujeto, no hay otro agente, no hay

otro actor… Está presente y activa, por consiguiente,

en nuestra conciencia/memoria… en nuestro ‘yo’.

 

La sustancia genética (la propia y la ajena)

de nuestro organismo afecta necesariamente

a nuestro ‘yo’ (múltiple y complejo), que es

reflejo de la complejidad y multiplicidad

genética (pulsional…) de nuestro organismo.

 

La conciencia/memoria como escenario y campo

de batalla. Es el entorno lingüístico-cultural

quien aquí pone orden, por así decir, quien impone

las demandas y prioridades ‘lícitas’ (permitidas).

 

El orden y la preeminencia de lo colectivo,

de lo social frente a lo individual. Los individuos

devienen miembros, partes del organismo

y de la organización social; devienen

sujetos (naturales, genéticos) domesticados.

La instrucción, la formación, la educación…

La formación del espíritu nacional, étnico,

religioso, político (de clase), económico…

el ‘llegar a ser lo que se es’ (uno de los ‘nuestros’),

acaba sofocando, soterrando, reprimiendo…

a nuestro ser primordial. Hay que decir

que en cualquiera de estas formaciones

del espíritu están presentes todas

las voliciones o pulsiones ‘malas’

o indeseables, pero veladas, encubiertas,

disimuladas, y canalizadas hacia el exterior.

El engaño, la simulación, la violencia…

están permitidas contra los ‘otros’.

 

La ignorancia radical acerca de nuestro

ser primordial. La malinterpretaciones,

las demonizaciones…

 

La sustancia genética es omnipresente.

Y toda nuestra conducta la revela.

 

No hay nada en el comportamiento del resto

de las formas vivas que nos resulte ajeno.

Nuestro comportamiento es más sofisticado,

simplemente. En el resto de las formas vivas

vemos el comportamiento (la voluntad

de poder/pulsión de dominio) de la vida

en estado puro, por así decir,

sin manipulaciones, sin tergiversaciones…

Es el espejo donde nos tenemos que mirar

–si queremos conocernos en profundidad.

Nosotros, la vida, somos eso.

 

Demos, pues, por supuesto, que en el sujeto

consciente, parlante, instruido… (en el ‘yo’)

también habla y se expresa la sustancia genética,

el ser primordial. No necesitamos recurrir

a ninguna psicología de las ‘profundidades’.

 

5.

Escribo fragmentos, más o menos

monotemáticos; fragmentos

que son diferencias, variaciones,

tientos, recercadas, fugas…

sobre unos pocos temas comunes.

 

*****

 

Saludos,

Manu