Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

sábado, 22 de febrero de 2014

107) La única salida


La única salida.
 

Manu Rodríguez. Desde Europa (22/02/14).


*


*Los mundos nuestros pre-cristianos están ahí como dormidos. Como la joven nación arya tras la derrota. Yace detenida, adormecida, paralizada. Frustrado, de momento, su crecimiento y fortalecimiento. Cohibido. Inhibido. Mediante la magia (el poder) de la palabra.
*El triste, el penoso espectáculo de la Europa actual, inundada de ‘aliens’, y a cuyos ciudadanos se les impide desembarazarse o liberarse de estos elementos extraños.
En virtud de normativas supra-nacionales (morales, políticas, económicas, jurídicas…) que rigen para todos los Estados, las naciones están obligadas a ser democráticas, abiertas, y plurales. Es el Nuevo Orden Mundial que se instaura tras la II Guerra Mundial. El que acaba con la soberanía y la independencia de pueblos y naciones.
La construcción de la torre de Babel aquí, en nuestro hogar milenario. La desnaturalización de nuestro continente. El asesinato premeditado de la ancestral Europa. La extinción o desaparición de los pueblos blancos.
La estrategia ideológica del enemigo. La difusión, e imposición, de estos ideales universalistas (transnacionales, transétnicos, transculturales…) que debilitan la defensa de lo propio, de la propia vida o existencia; que desarman. La imposición de la heteronomía –que nos deja atados de pies y manos.
El otro frente del enemigo. La crítica. Sancionar moralmente el racismo anti-blanco, la caza del blanco, la muerte del blanco. Éste es, básicamente, el mensaje subyacente en el discurso crítico del enemigo; en la propaganda del enemigo.
Que los blancos somos un pueblo malo, una mala raza (el cáncer de la historia humana, en palabras de Susan Sontag) que ha hecho mucho mal a la gente, y que merecemos ser eliminados –por nuestra propia mano o por la de otro. Ésta es la moraleja de toda esta historia. (Llevan siglos acusando de lo propio al otro; señalando al otro y acusándolo del propio mal –sobreviviendo con malas artes. La rama de Caín.)
La lucha nuestra es compleja. A los millones de intrusos, de invasores, que inundan nuestros pueblos y ciudades, se le añade la instigación, la sedición que nos viene del enemigo (la guerra de propaganda).
La meta final es la expulsión de estos elementos extraños y peligrosos de nuestras tierras y de nuestros cielos; de nuestros cuerpos y de nuestras almas. La recuperación del ser biosimbólico ancestral, del genio propio; de la propia mirada, de la propia faz. Recuperación de la soberanía, de la autonomía, de la libertad...
*El enemigo nos cierra la única salida, nos obstruye el único camino. Nuestro nacionalismo pan-arya es la única salida que tenemos frente al acoso del enemigo.
Hay que añadir que ese único camino, esa única salida, es también nuestra única defensa, y nuestra única arma. Prohibiéndolo y persiguiéndolo el enemigo ha conseguido dejarnos, de momento, sin salida, expuestos, y desarmados.  
Nuestra situación actual recuerda la de los primeros siglos cristianos en Europa, cuando las leyes contra usos y costumbres gentiles nos prohibían  cualquier retorno a nuestro pasado so pena de cárcel, pérdida de bienes, extrañamiento, o muerte. Las leyes contra el nazismo que recorren todo el Occidente blanco tienen la intención de que los pueblos blancos no vuelvan a levantar la cabeza. Es la segunda vez que se nos impide ser lo que somos.
La derrota del nazismo fue la derrota del Occidente blanco. El nazismo (el nacionalismo pan-arya) sigue siendo hoy por hoy la única salida, el único camino que evitaría con toda probabilidad nuestra destrucción –el camino arya.
La ‘desnazificación’ de Alemania, fue la desnazificación (desnacionalización) de los pueblos blancos. Consiguió, además, la descalificación, el desprestigio moral y público de todo nacionalismo étnico y cultural (salvo el que practica el enemigo).
Ahora padecemos la censura filosófica, socio-política, moral y jurídica de nuestro nacionalismo. Consecuencias de la vilificación y criminalización del nazismo. Los valores que nos mueven –la propia raza y la propia cultura– son motivo de odio, risa, desdén, o incluso cárcel. Los términos que nos definen con orgullo –‘nazis’ o ‘fascistas’– son ahora la representación misma del mal –se usan incluso como insultos. Los buenos son ahora los anti-nazis o anti-fascistas, aquellos que nos persiguen o acosan en las calles o en los juzgados.
El enemigo, entretanto, se ha tornado intocable; no puede ser censurado, ni atacado. Cualquier movimiento de defensa o liberación por nuestra parte es considerado como un gesto de nazismo, racismo, o antisemitismo, y por ello mismo, penado y perseguido por las ‘leyes’ –leyes que en buena medida él mismo ha elaborado. 
Sin salida, indefensos, y desarmados. Paralizados, detenidos, amordazados. Ésta es la situación de nuestros pueblos en los tiempos que corren. Camino de la extinción, del matadero. Y los más, lo ignoran.
No sólo lo ignoran.  Sucede que la mayoría de los nuestros  está espiritualmente en manos de nuestros enemigos, los autodenominados ‘anti-fascistas’. Tenemos una opinión pública diseñada absolutamente por el enemigo. Nuestro nacionalismo está perseguido y condenado, como digo, tanto en la calle como en los juzgados. Hay patente de corso, parece, para que a los pocos que abogamos por nuestra raza y nuestra cultura, se nos insulte y se nos ultraje –somos el mal. Nosotros, que despejamos el camino, la salida; nosotros, la solución. Como ‘wehrwölf’ entre filas enemigas, y sin armas –sin palabra, sin voz; enmudecidos (la  palabra que nos importa y que nos vale es una  palabra condenada, prohibida… perseguida, ilegal).
No será fácil recuperar nuestro nacionalismo étnico y cultural (nuestra morada, nuestra palabra, nuestro camino). No será fácil recuperar espiritualmente a nuestros pueblos; arrebatárselos al enemigo.
*No hay que perder de vista el contexto y la perspectiva, como nos decía Butz. Lo primordial es la prohibición y persecución del nazismo (del nacionalismo étnico y cultural). Para justificar y legitimar tal prohibición y persecución, se ha de convertir al nazismo en el peor y más malvado régimen de la tierra. Tiene que estar públicamente aceptada y reconocida su ‘maldad’. La insidiosa y pertinaz propaganda que sufrimos desde hace decenios (en las escuelas, en los ‘media’…) no tiene otra finalidad que la de implantar esa imagen en nuestros cerebros.
Los europeos no tenemos aún una historia limpia, honesta, y veraz del periodo nazi, y aún menos de la indeseada guerra que frustró aquel sublime proyecto (quiénes la desearon y propiciaron, quiénes la iniciaron, desde cuándo se fraguaba, cómo comenzó…). Sólo circula la historia deshonesta, y falaz, que nos cuenta el enemigo. Ésta es la única permitida, la oficial.
Los nacionalistas aryas, aquellos que proclamamos la nación arya, necesitamos no un comité para un debate abierto sobre el holocausto, sino un debate abierto sobre el período nazi y la segunda guerra europea. Con sus antecedentes y con sus consecuentes. Necesitamos esclarecer y ordenar los hechos según se fueron produciendo. Necesitamos la historia verdadera. Con todos sus ‘dramas’ y con todos sus actores.
Esta historia se está escribiendo, sin duda; ya circula, incluso. Pero la verdad no se está abriendo camino fácilmente. El enemigo que ya sabemos está haciendo lo imposible para impedir la difusión de estos textos esclarecedores. Resulta que la historia verdadera es la historia prohibida y perseguida. ¿Por qué; a qué se debe esta prohibición de la verdad? ¿Quién teme a la verdad?
La imagen que de los nazis presenta el enemigo es horrenda. La peor que podamos imaginar. Pero, ¿qué esperábamos? Es la guerra, simplemente. La guerra de propaganda. A la opinión pública se le hace creer que el nazismo es el enemigo de todos, y que un nazi es un loco y un asesino de masas nato.
El enemigo tiene medio ganada esa batalla –la batalla de la opinión pública. A los que se resisten les tiene reservada la persecución y la cárcel. La intención es, pues, acabar con cualquier secuela del nazismo –de un modo u otro; y con todo aquello que pueda limpiar su imagen.
De todo esto se deduce que es justamente el nacionalismo étnico arya el más formidable oponente del enemigo, y que éste lo sabe, y teme su poder. Sabe que el orgullo étnico y cultural es la única arma que poseemos. Que con esa arma en las manos somos invencibles, irreductibles.  Sólo el nacionalismo étnico arya (el nazismo) le combatió abiertamente; se enfrentó a pecho descubierto a la araña universal.
Recuérdese la declaración de guerra (económica y financiera) que la comunidad judía hace a la incipiente Alemania nazi el año 1933 –en el  comienzo mismo de su andadura. La guerra caliente posterior fue una guerra judía contra el nacionalismo étnico arya; del ‘león de Judá’ contra la swástica arya. Los ejércitos aliados fueron sus tropas. Y podemos decir que suya fue también la ulterior derrota de los nazis. Pero la guerra no ha terminado. Aún se nos persigue, aún se nos vilifica y criminaliza. Aún nos temen. Seguimos siendo una fuerza, un poder; una luz; una amenaza, un peligro.
El nazismo fue la víctima elegida desde su aparición. No el fascismo italiano, sino el nacionalismo arya germano. El enemigo lo eligió bien pronto; bien pronto advirtió la amenaza, el poder. El enemigo ha terminado imponiendo su temor y su aprensión a toda Europa (y la Magna Europa); a todos los pueblos blancos. Ha convertido al nazismo en el mal, en la amenaza universal, en el enemigo de los pueblos blancos (adviértase: no el universalismo demo-liberal, o el internacionalismo judeo-bolchevique  –sus engendros).
¿El nacionalismo arya, blanco, enemigo de las naciones blancas? El nazismo sólo tiene un enemigo, y es aquel que daña o intenta dañar a lo suyo o a los suyos. Venga de dentro, o venga de fuera. El nacionalismo blanco es la única defensa y la única arma que poseen los pueblos blancos frente a cualquiera agresión biocultural. Justamente el orgullo nacional, el orgullo patrio; el amor propio.
En todo blanco subyace un nazi, un nacionalista arya. Es cierto. Pero es un nazi sofocado, inhibido… intimidado. Es un nazi que no se atreve a salir a la luz; que encuentra ante sí demasiados obstáculos; que sabe que no será ni bien visto, ni comprendido, ni consentido (todo esto es el fruto de la masiva y cotidiana propaganda anti-nazi del enemigo).
El nazi real y genuino tiene por patria o nación su raza y su cultura; ama sus señas de identidad étnicas y culturales; combate contra todo aquel o todo aquello que amenace, intente, o pueda perjudicar a los suyos. Es un alma fiel, devota, leal.
 *El problema está en el nazismo, entiéndase esto. En el nazismo real o virtual. Esto es lo que se combate. Sí, la cuestión ‘nazi’ es la pesadilla del enemigo, y no precisamente porque tema perder la vida.
 El nacionalismo étnico  (cualquier nacionalismo étnico) es un terreno que les excluye, por su misma condición de no-aryas, o no-chinos, o no-japoneses, o no-maoríes… No podrían infiltrarse así como así en estas filas, como lo hacen en las filas liberales, demócratas, o socialistas. Aquí no se trata de ideologías o de consignas ‘universales’, sino de raza, de comunidades étnica y culturalmente emparentadas –de intereses étnicos. Este ‘juego’ de lo propio, que les impide participar e intervenir en estamentos e instituciones étnicas ajenas, es el que quieren destruir en cada pueblo.
No hay que olvidar que el ‘juego’ propio judío excluye a todos los no-judíos, quiero decir que ellos, como grupo étnico, ya se comportan así –como grupo cerrado. Y nosotros no tenemos nada que objetar. Pero está claro que lo que quieren para sí, no lo quieren para los demás. Este ‘ser para sí’ ha de ser de su exclusiva propiedad, una suerte de privilegio exclusivo. Al resto de los pueblos les está vedada tal existencia. Los demás deben ‘abrirse’ al otro –se les impone el ‘altruismo’ y la sociedad ‘abierta’.  
Son ellos los que introducen en nuestros  pueblos ideologías e instituciones universales transétnicas y transculturales que les permiten entrar  y operar en todas partes (la no discriminación por motivos de raza o credo, por ejemplo –todo el ‘mundo’ tiene derecho a…). Este universalismo, que ha logrado penetrar en todas nuestras instituciones públicas, es su particular llave de acceso a éstas. De este modo intervienen e influyen en nuestro destino (política interior y exterior, cuestiones militares, económicas, de moral pública, jurídicas, culturales…). En un entorno de naciones étnicas celosas de sí (de lo suyo), este comportamiento no les sería posible.
El nacionalismo étnico es más que un estorbo para sus ambiciones universales; es su enemigo mortal. Del mismo modo que los universalismos o internacionalismos, religiosos o políticos, que los judíos diseminan entre los pueblos –sólo de puertas para fuera, sólo para los goys–,  son los enemigos mortales de las culturas étnicas. Lo fueron en el pasado, lo son en el presente, y lo serán en el futuro –si aún les queda futuro a las tradiciones étnicas y ancestrales que han sobrevivido a las mareas (globalizaciones) judeo-mesiánica, musulmana, ‘demócrata’, o comunista.  
Es normal que el nacionalismo arya fuese un problema para los universalismos (religiosos, políticos, o económicos) que le rodeaban cuando nació. El nacionalismo étnico y cultural germano no les convenía. No se podía consentir que se extendiera a los otros pueblos aryas, o más allá –afectando a otras naciones o grupos étnicos.
Universalismo y nacionalismo (o etnicismo) son dos posiciones antagónicas. Lo que quiere el uno perjudica, daña, destruye al otro. Es una guerra –es o uno, u otro. El que no combate está derrotado de antemano.
Decir propaganda anti-nazi, es decir propaganda pro-judía. Los valores que se oponen al nazismo, son los valores  (universalistas o internacionalista) que postulan los judíos –para los pueblos otros.
Los judíos requieren naciones o sociedades abiertas, plurales, democráticas, ‘libres’, con derechos humanos universales, con acceso libre a las instituciones políticas, jurídicas, económicas… Sin restricciones a la hora de adquirir medios de producción, o de comunicación. Es decir, Estados no étnicos, y no nacionalistas. Esto es lo que se pretende conseguir en cada pueblo o nación; esta transformación.  
Nosotros vivimos justamente en estos Estados ‘libres’. Y se pretende que todo el planeta viva así. Esto supone, a la larga, la muerte de las nacionalidades étnicas; de los pueblos. Digamos que vivimos los últimos momentos de las sociedades o naciones étnicas hasta ahora conocidas –tal y como hasta ahora las conocemos (al menos en Europa); que estamos viviendo  los primeros momentos de su desintegración.
Estamos viendo como nuestras viejas naciones se desvirtúan, se desdibujan, desaparecen, se hunden bajo el peso de la numerosa población extranjera nacionalizada, con derecho al voto, y con acceso incluso a los órganos de gobierno.
Hoy la cosa es tanto más complicada que cuando el nacionalismo germano del siglo pasado. No sólo tenemos como huéspedes indeseados e indeseables a los judíos, sino a millones de musulmanes asiáticos y africanos, y a chinos y amerindios. Estos compiten, concurren con los autóctonos en lo económico, en lo laboral, en lo político, en lo ideológico y cultural… en lo sexual y territorial incluso. En virtud de nuestras sociedades abiertas, democráticas y universales.
Los judíos han transformado las formas de vida de nuestras sociedades –nuestras condiciones espirituales de existencia– en  su propio beneficio. Estamos gobernados por constituciones políticas que son buenas para ellos (y para cualquier otro extranjero), pero malas para nosotros, los autóctonos. Nos perjudican. Y mucho.
En un Estado nacional a los extranjeros no se les concede la nacionalidad, y por consiguiente, no participan en las elecciones. Se les limita en número. No tienen acceso a la propiedad de la tierra, ni a ninguna otra propiedad. Están fuera del gobierno, de la política, de la economía, del ejército, de la legislación… de los ‘media’ –los órganos vitales y rectores de una nación. No tienen ni voz, ni voto.
El nacimiento de los nacionalismos en su momento fue, para los judíos, la aparición del ‘mal’ –sobre todo el nacionalismo germano, que es el que más obstáculos les puso. Desde el primer momento la prensa judía le declaro la guerra. Se les acuso de no respetar los derechos humanos ‘universales’, de ser Estados totalitarios, anti-democráticos, racistas (por excluir de la vida pública a los extranjeros –por restringir el poder de los extranjeros)… Contrarios, en definitiva, a los principios de la Sociedad de Naciones. La consigna de ‘la nación y los nacionales lo primero’ significaba el principio del fin para ellos, y para su soterrado poder.
La guerra judía ya no es contra la Europa gentil, o la Europa cristiana (ya idas, pasadas, o vencidas), sino contra la Europa (y la Magna Europa) real o potencialmente nacionalista. Ahora se criminaliza a los grupos nacionalistas más próximos a las tesis nazis. Téngase en cuenta esto. Adviértase, además, la actitud negativa hacia los nacionalistas y los nacionalismos en todas partes –por muy moderados que estos sean  (consecuencias de la vilificación pública de tales opciones o caminos). Han logrado imponer su calumniosa y oprobiosa imagen del nazismo en todo el mundo. En esta guerra, fría y caliente, que sostienen contra el nazismo, todo vale.
A lo largo de este último siglo, en esta particular guerra contra las naciones blancas ancestrales, tenemos una primera fase con la Sociedad de Naciones, tras la primera guerra mundial, y una segunda fase tras la segunda guerra y la ONU. Los valores, tanto en la primera fase como en la segunda, son los mismos –derechos universales, sociedades democráticas… y todo lo demás. El nacionalismo germano fue censurado como tal ya en el periodo de entreguerras, bajo la Sociedad de Naciones. Hitler la abandonó a la menor oportunidad. Los mismos problemas que tenían las naciones (los nacionalismos) bajo la Sociedad de Naciones, son los que se tienen bajo la ONU. Las mismas condiciones y restricciones. El mismo anti-nacionalismo étnico y cultural. La Segunda Guerra y la derrota nazi permitieron culminar la tarea de la Sociedad de Naciones –cerrarles completamente el camino a los nacionalismos de la primera mitad del siglo, sobre todo al nacionalsocialismo alemán; impedirles cualquier futuro.
*Las consignas políticas y morales que rigen las Naciones Unidas (el Nuevo Orden que vivimos) son aquellas de los ‘derechos humanos universales’, y lo demás que se sigue.
Las sociedades abiertas, heterogéneas, liberales, y democráticas son consideradas sociedades progresistas, buenas, positivas... Las sociedades cerradas, homogéneas, socialistas, y totalitarias son consideradas como reaccionarias, regresivas, malas, peligrosas…
Peligrosas, ¿para quién? Hay que preguntar. ¿Para quién son peligrosas las sociedades étnica y culturalmente homogéneas –con derechos exclusivos de los autóctonos o nacionales? ¿A quién perjudica la exclusión de los alóctonos en las cosas propias económicas, políticas, o jurídicas?
Los pueblos democráticos y liberales no son ni autónomos, ni independientes, ni soberanos… ni libres. La actual Organización de Naciones (democráticas, liberales…) Unidas dirige estas naciones. Quien dirige o influye en las Naciones Unidas gobierna la política interior y exterior de los pueblos que la integran; impone su voluntad, su ley.  
Yo aconsejaría a los pueblos que tengan vocación nacionalista que salgan cuanto antes de la ONU. La ONU impide los nacionalismos. Se constituyó expresamente para cerrarles el camino. Es el fruto más aquilatado de los anti-fascistas, el corolario de los juicios de Núremberg. Los crímenes colgados a los nazis (nacionalistas germanos) fue la coartada perfecta. Ahora era posible construir naciones o Estados no étnicos, y no nacionalistas.
(Estas sociedades abiertas y plurales que vivimos no son sociedades que tú elijas, sino sociedades que se nos impone. Estamos obligados a ser sociedades multiétnicas y multiculturales.)
Subscribirse a los principios políticos universales (transnacionales, transétnicos, transculturales…) de la ONU, al Nuevo Orden Mundial, es rendirse, entregarse, ceder lo propio –la propia identidad, las  propias armas–, capitular.
*Es imprescindible para el enemigo no perder esta batalla, tiene que mantener esa posición cueste lo que cueste –toda la propaganda anti-nazi desde antes de la guerra (desde los años 20), y desde la postguerra (desde Núremberg) hasta nuestros días; toda esa ‘realidad’, todo ese mundo construido (esa Matrix); las ‘leyes’ coercitivas que se derivan... las pingües ganancias. Podría decirse que todo su ‘capital’ está aquí invertido (han agotado todos los ‘argumentos’; no les ha quedado siquiera para un plan ‘b’ –quizás, en su arrogancia, piensen que no lo necesitan).
Podemos asegurar que la imagen pública que del nazismo se da en nuestros medios de comunicación, y casi cada día, no va a variar (en todo caso, empeorará). Ésta es la fortaleza del enemigo. Con esa imagen construida nos prohíbe y nos persigue. Esa imagen es su único argumento, su única arma; su escudo, su salvaguarda. Lo único que legitima su acoso, y le protege de cualquier agresión.
No han tenido en cientos de años una oportunidad, un arma como ésta. Y no tendrán otra. Sólo disponen de esta oportunidad. No pueden permitirse el fracaso.
La imagen construida, el instrumento logrado; el arma perfecta –se matan varios pájaros de un tiro. Así es como se lo ha montado el enemigo. Hasta el momento, todo parece irle bien. Todo el mundo le sigue y secunda sus iniciativas económicas, políticas, jurídicas… o represivas (lo último en Grecia, lo sucedido con Amanecer Dorado).
Lo que ocurre realmente es que los Estados temen las campañas envenenadas que les aguardan si no ceden a sus pretensiones, o los castigos económicos que puedan sobrevenirles. Las estrategias para recaudar dinero de los Estados europeos a cuenta del capital judío retenido en bancos suizos durante la última guerra, y las correspondientes indemnizaciones económicas solicitadas a varios de ellos (finales del siglo pasado) fue siempre acompañada de medidas económicas y financieras, y de campañas de prensa que incidían en las relaciones o vínculos que tales Estados tuvieron, o pudieran haber tenido, en el pasado con las autoridades  nazis y sus ‘crímenes’. Ni que decir tiene que lograron sus propósitos. Así explotan su mentira. Basta invocar el nazismo, los crímenes nazis contra la humanidad y todo lo demás. Intimidación y chantaje son las palabras.
Es su última batalla en esta guerra que sostienen desde hace siglos contra los pueblos blancos. Desde Roma (como ellos mismos no dudan en admitir). Los ‘crímenes’ nazis es su última baza, no les queda otra. Yo diría que esta última arma es su obra maestra –la  cuestión ‘nazi’. Pudiera parecer, incluso, el arma definitiva contra los pueblos blancos. Un arma inspirada por la envidia y el rencor, y forjada con difamaciones, injurias, y calumnias. Un arma sucia, en verdad, pero que resulta sumamente efectiva para sus fines, y poco menos que invencible.
De implantarse definitivamente esta funesta ‘representación’ en nuestros pueblos, los viejos europeos acabaríamos extinguiéndonos. Sería la victoria consumada del enemigo. La vieja Europa firmó su sentencia de muerte, parece, cuando la claudicación de los ejércitos nazis. Aquella derrota fue el comienzo de una cuenta atrás para nuestros pueblos. La nueva Europa será una sociedad definitivamente ‘abierta’ y plural: multiétnica, multicultural, cosmopolita… mezclada, impura. A la medida de sus deseos. Los blancos quedaremos reducidos a una minoría entre otras. Perderemos la hegemonía ancestral en nuestras propias tierras. Nos diluiremos, nos mezclaremos… En su momento desapareceremos, dejaremos de ser, habremos sido. La vieja Europa, la Europa europea, dejará de existir, pasará a la historia (como Sumer, Egipto, o Persia), y con ella, nosotros, los europeos ancestrales. Ése es el fin pretendido por el enemigo para nuestros pueblos. Ése es el futuro que nos espera si todo continúa como hasta ahora.
Es obvio que tendremos que desmontar esa imagen si queremos ganar esta partida –si queremos tener un futuro, si queremos seguir siendo. Continuaremos desmontando sus mentiras y haciéndolas conocer por doquier. Los que han de venir nos necesitan. No nos callarán, pues. Tarde o temprano nuestras verdades harán mella en su muro. Su arma (su ‘historia’, su montaje, su mentira) se debilitará, perderá potencia, credibilidad. Y esto será a los ojos de todo el mundo. Todo el mundo, en esta ocasión, será testigo de su ruina –el desplome de su montaje–, y de su vergüenza. Perderán al mismo tiempo el ‘capital’, y el crédito. ¡Ah, viejo Shylock, tampoco esta vez te saldrás con la tuya!
Cada vez se cree menos en esa Matrix que han construido, y nadie desea esa Nueva Sión multiétnica y multicultural (esa Babel, esa locura, ese caos, ese infierno) que anuncian. Su mole se derrumba; su negocio, su ‘mina’. No les queda mucho.
El enemigo está cometiendo demasiados errores. Descuida las pruebas, los rastros, las huellas que de su paso deja a plena luz. Exceso de confianza en sí mismo; soberbia, arrogancia, jactancia. Hibris. Todo ese comportamiento criminal,  y obsceno, diría yo, a lo largo de este último siglo (el siglo ‘judío’) con los rusos blancos, con los ucranianos, con los germanos, con los nazis o fascistas de aquí y de allá…, con los buscadores de la verdad. Su personal guerra ‘anti-fascista’. Sus métodos, sus estrategias. Las matanzas llevadas a cabo; las tenebrosas invenciones (la bomba atómica); los exterminios soñados (la esterilización, hasta la extinción, de los germanos). Todo se verá reflejado en la literatura y en las  historias que circularán en el futuro; en los nuevos documentales. Volverá a ser, nuestro milenario enemigo, la gente miserable y mezquina que siempre fue. Paradigma de lo peor y de lo más bajo. El artífice de nuestra actual decadencia y ruina  –la disolución, la desintegración de los pueblos blancos. Todo se sabrá. Tendremos, al final, una historia verdadera.
(¿Alguien recuerda cómo comenzó lo de la bomba atómica; quiénes participaron en ella, y qué objetivos tenía cuando se inicio su fabricación? Cuando la concluyeron la guerra había terminado en Europa, y no pudieron usarla contra Alemania y los alemanes, que eran los iniciales objetivos. Pero había que mostrar al mundo su poder. La usaron contra Japón, que llevaba más de dos meses buscando una rendición digna    –contra un pueblo ya derrotado. Las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki mostraron al mundo cuán grande era el poder de los nuevos señores. Un poder sin límites, sin barreras; un poder que no se detiene ante nada. Con aquellos sombríos resplandores anunciaron al mundo la aurora del Nuevo Orden Mundial. )
Más que un debate abierto, como decía más arriba, un juicio; un juicio público contra aquellos que nos calumnian. Contra quienes mancillan y falsean la memoria histórica de los europeos. No quedarán impunes. Queremos que se revise toda la historia desde la primera guerra y los inicios de la revolución rusa hasta los inmediatos años de la segunda postguerra. Toda la primera mitad del siglo. Con todos sus ‘dramas’ y con todos sus actores, repito. Queremos un juicio histórico público. Y éste es un juicio que, de celebrarse, y el enemigo lo sabe, tendríamos ganado de antemano –a la vista de los datos, documentos, e investigaciones que hoy poseemos; a la luz de la verdad.
El enemigo, vuelvo a decir, no puede permitirse de ningún modo la derrota (es su única oportunidad, se lo juega todo), pero ésta le alcanzará. La inmensidad misma de la mentira que cuentan acelerará su caída. Sí, nuestro viejo y resabiado enemigo será finalmente abatido. Nuestra bandera, la swástica (no tenemos otra), ondeará alegre y orgullosamente de nuevo.
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Saludos,
Manu

martes, 18 de febrero de 2014

106) Breve respuesta a un comentario


Breve respuesta a un comentario.


Manu Rodríguez. Desde Europa (18/02/14).

 
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Querido amigo (anónimo), tienes toda la razón. Los blancos cristianizados (judaizados) tendrán que elegir en su momento si seguir al pueblo hebreo (sus claves religioso-culturales, sus mitos, su gente, su historia…), o seguir a su propio pueblo (nuestras claves religioso-culturales, nuestros mitos, nuestra gente, nuestra historia…). Llevo tiempo llamando la atención acerca del judeo-mesianismo de muchos grupos ‘nacionalistas blancos’. Es una tropa inútil, perdida para nuestra causa –su lucha es una parodia, un simulacro. Parecen no advertir que están vencidos de antemano (desde el momento que usan claves simbólicas judías), aún más, que forman parte del enemigo.
Otro asunto son los auto-denominados paganos. Nunca existió el paganismo. Es un disparate hablar de ceremonias paganas, de espiritualidad o religiosidad pagana, de mentalidad pagana, de cultura pagana... Los términos ‘pagano’, ‘paganismo’, y similares lo usaron los cristianos para designar a todos aquellos, individuos o pueblos, que no eran cristianos. Son términos genéricos que no hacen distinción de culturas. Es decir, que tan pagano era un griego, como un egipcio, o un  caldeo –aunque no tuvieran nada en común. Las diferencias entre estas culturas carecían de interés (a los ojos de un cristiano). Términos similares son el de ‘kafir’ musulmán (que designa a todos los no-musulmanes sin distinción) o el de ‘goy’ judío, que hace referencia a todos los no-judíos. Son términos vacíos que no contienen ninguna información cultural acerca de los pueblos así denominados –salvo  la de que son pueblos no judíos, no cristianos, o no musulmanes. Añadiré que tales términos tenían, y tienen, una fuerte carga peyorativa.
Una anécdota. La palabra sueca ‘lapón’, que hace referencia al pueblo de los ‘sami’, viene a significar tonto, estúpido, torpe y términos relacionados. Es obvio que a ningún sami le gusta que le llamen lapón. Lamentablemente, es el término que se ha generalizado.
Nosotros somos indoeuropeos o aryas. No debemos auto-denominarnos paganos (así como ‘kafir’, o ‘goy’). Sería como insultarnos a nosotros mismos. Nosotros somos aryas, y esta palabra es digna, y suficiente. Somos los herederos de tradiciones ancestrales (griegas, romanas, germanas, celtas, eslavas, baltas… y más allá, hititas, védicas, iranias…). No hay pueblo sobre la tierra que tenga un patrimonio espiritual tan rico como el que nosotros poseemos, y este patrimonio alcanza hasta nuestros días –hasta Darwin, Nietzsche, o el período nazi (el nacimiento de nuestra nación).
La cultura de un pueblo es su religión; su propia cultura desde los orígenes (desde que se tiene memoria) –hablo del legado, del patrimonio, de la herencia lingüístico-cultural en su conjunto. Ésta es la genuina religión de los pueblos. La religión arya hace referencia al legado lingüístico-cultural de los pueblos aryas o indoeuropeos (hasta nuestros días, repito).
No podemos reconstruir las ceremonias pre-cristianas de nuestros pueblos. La destrucción, la aniquilación, fue total. La evolución natural de muchas de nuestras tradiciones se cortó bruscamente hace cientos de años (sobre todo aquellas relacionadas con los cultos públicos y privados). Si queremos volver a tener ceremonias o ritos religiosos (simbólicos, vinculantes, comunes), privados o públicos, tendremos que crearlos. Por mi parte estoy de acuerdo con ello. En mi opinión deben ser breves, sencillos, sobrios –espartanos. Y no usar vestimentas, elementos o adornos anacrónicos que muevan a risa. Han de ser contemporáneos.
La conciencia arya es muy reciente. Hasta hace bien poco (un par de siglos atrás) ignorábamos nuestra existencia –la existencia de nuestros pueblos. Hoy sabemos que pertenecemos a un tronco común; que nuestros genes y nuestras lenguas y culturas tienen un origen común. Que somos pueblos hermanos. Este conocimiento, este saber, esta conciencia, suponen un nuevo comienzo, una renovación; un renacimiento que afecta a todos nuestros pueblos. Una llamada. Una aurora. Son tiempos nuevos para los pueblos blancos. Vivimos algo nuevo, inédito en nuestros anales; un nuevo estadio, un nuevo periodo. Algo electrizante, sublime. La invención –de ritos, ceremonias, o festejos– está obligada.
Falta que existan comunidades aryas (municipales, comarcales, provinciales, regionales…). Estas comunidades tendrán sus centros religioso/culturales aryas, y no les faltarán templos y capillas. En su momento se instituirá una ‘ecclesia’ arya –con su consejo de expertos, de sabios. Habrá que elaborar un calendario arya, con su ‘santoral’, sus tradiciones, fiestas, conmemoraciones y demás –establecer el ciclo anual arya.
Ahora somos un pueblo; disponemos de nación, no estamos huérfanos. Somos la nación blanca, la nación arya. Una nación que agrupa, que liga y religa en un haz (en un ‘fascio’) a todos los pueblos blancos de tradición indoeuropea. Esta nación es nuestra madre patria, nuestra fe, y nuestra causa.
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Saludos,
Manu

lunes, 10 de febrero de 2014

105) La estirpe de Caín


La estirpe de Caín.


Manu Rodríguez. Desde Europa (10/02/14).


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*Es posible que lo que más desagradara a Nietzsche de los antisemitas de su tiempo fueran sus absurdos fundamentos. Su cristianismo, por ejemplo (el caso Wagner, entre otros). Un antisemitismo inspirado por una secta judaica, el judeo-mesianismo. El mismo antisemitismo (los mismos argumentos) que recorrió prácticamente toda nuestra historia. Empezando por el predicado y practicado por los ‘padres de la iglesia’. Hoy día sigue vivo entre nosotros, inexplicablemente, ese antisemitismo.
El absurdo, la paradoja. El truco. Un engendro judío que fue la puerta por donde nos entró todo lo judío. Expresamente creado, se diría, para difundir el judaísmo (el supremacismo judío; las pretensiones judías –el pueblo elegido) entre nuestros pueblos. No sólo lo difundieron, sino que lograron imponerlo (con la ayuda de la violencia, de las armas). Nuestros pueblos están espiritualmente judaizados, semitizados.
Es la misma perplejidad que causan los cristianos sionistas (son millones, sobre todo entre los ‘wasp’ estadounidenses), que tienen a los judíos como pueblo elegido; que deliberada y voluntariamente reconocen y aceptan tal supremacismo, tal pretensión. Parecerá una locura (tal rebajamiento, tal auto-humillación; tal falta de orgullo, de amor propio, de pundonor), pero también la secta católica –desde el Vaticano– apunta últimamente en esta dirección (y arrastrará a millones). No creo que quepa mayor triunfo ni mayor gloria para los judíos de los tiempos presentes –han alcanzado su ‘reino de los cielos’ (“los últimos serán los primeros”). Son ellos los únicos que  ríen en la actualidad.
Hay razones más que suficientes para desmarcarse de estos necios antisemitas y prosemitas que pivotan alrededor del judeo-mesianismo. Atrapados, enredados, hundidos, engullidos por el discurso, por el lenguaje, por el mundo judío. Usados, instrumentalizados, destruidos.
Todo cuando decimos del incongruente antisemitismo cristiano podemos decirlo también del antisemitismo musulmán. ¿Qué sería del islam (esa burda parodia del judaísmo) sin la tradición judía?
*El nauseabundo mundo judeo-cristiano-musulmán; su criminal querella por la preeminencia y el poder. Lo que exportan al mundo.
*No es recomendable el oponerle al enemigo el ideario judeo-mesiánico. Trasladamos la polémica a su terreno (el espacio judeo-cristiano-musulmán).
No somos nosotros, no hablamos nosotros en tanto lo hagamos desde  ese espacio, desde ese lugar: el ámbito judeo-cristiano-musulmán. Seguimos hablando en su lenguaje; en sus términos. Su discurso nos domina. Dentro de estas tradiciones no somos, desaparecemos.
Estas ideologías etnocéntricas (judías –o semitas) han impedido, e impiden, a multitud de pueblos el llegar a ser lo que son.
Cuantos pueblos perdidos, cuantas ramas arrancadas del árbol de la vida. Los pueblos, por ser únicos e irrepetibles, deberían ser sagrados. La desaparición de un grupo etno-lingüístico es una pérdida irreparable que afecta a toda la humanidad –a toda nuestra historia. Afecta, principalmente, a la reconstrucción de nuestro pasado, que resulta imposible  a causa de tantas lagunas, de tanta destrucción.
*Debemos excusar el biologismo y el racismo del período nazi. Fue también el biologismo y el racismo sostenido por otras naciones blancas (y no blancas (Japón); e incluso por los propios judíos). Digamos que eran frutos de los tiempos.
Fuera cual fuese nuestro pasado al respecto, hoy queremos que los diversos pueblos (o grupos étnicos emparentados) sean reconocidos y exaltados. Queremos que los individuos encuentren a sus pueblos. Un pueblo es un hogar, es una madre, es una familia; es una hermandad. Es un mundo (tierra y cielo).
No se trata de supremacía, o de superioridad, sino de singularidad. Cada pueblo, o grupo etno-lingüístico, es un hecho singular e irrepetible.
Hay que decir que el primer pueblo claramente racista y supremacista de la historia fue (y continúa siéndolo) el pueblo judío. Constan en su libro sagrado los primeros genocidios de los que tengamos noticia, y cuentan como gestas del propio pueblo judío (aún las celebran). Y es el propio dios de los judíos el que demanda tal cosa –el sacrificio, la inmolación, la consunción de los pueblos otros.
*Aplicándole a los semitas judíos uno de sus propios mitos podemos decir que estos representan a Caín (ya conocemos el relato). Es la única rama del árbol de los pueblos y culturas del mundo que procura, por unos medios u otros, la extinción de las demás (de los pueblos ‘hermanos’). Digamos que se presentan ante el mundo como Abel (la víctima inocente; el hermano ‘asesinado’), pero se comportan como Caín (el agresor; el asesino). Son de la estirpe de Caín. Es un comportamiento que revela envidia, celos, rencor… (a semejanza de su dios). No toleran ‘otros’ –quieren ser los únicos (de nuevo, a semejanza de su dios).
El engaño, la argucia. Pasar por la víctima a los ojos de todo el mundo. Son maestros del engaño y del disimulo  –los fenicios, los cartagineses… los semitas.
(Las persecuciones y expulsiones que los judíos han padecido aquí y allá son tan sólo los intentos de los pueblos por recuperar su integridad y su salud.)
*Cada pueblo o grupo étnico genera a su propio dios (o a sus propios dioses). El dios de cada pueblo es el alma y el rostro de ese pueblo. Los pueblos se retratan en sus dioses (fisiológica y psicológicamente). Estos son proyecciones de su genio, de su ser.
*Las ideologías universales (religiosas, filosóficas, o políticas) surgen cuando el desmoronamiento, cuando la desintegración de las culturas étnicas atrapadas en los vastos imperios multiétnicos y multiculturales (en la India, en Babilonia, en Persia, durante el periodo alejandrino, cuando Roma… Ahora mismo, en nuestro caótico y multicultural Occidente (el Occidente blanco), las ofertas ‘universalistas’ pululan). Tienen una finalidad integradora (proporcionan una ‘identidad’), están hechas para los deshechos de la ‘civilización’; para los espiritualmente desheredados; para los privados de identidad étnica y ancestral; para los carentes de ‘Padres’; para los perdidos... Son, obviamente, transnacionales, transétnicas, transculturales.

Estas ideologías son síntomas de la descomposición, de la desintegración, pero también medios, instrumentos de alienación y de dominio, armas. Se usan para crear las condiciones –fragmenta, desintegra a los pueblos hasta entonces unidos.

La difusión consciente de tales ideologías destructivas busca en todo momento y lugar la desaparición de los pueblos y de las culturas; busca acabar con la variedad natural. Va contra el árbol de los pueblos y culturas del mundo; va contra el árbol de la vida. La globalización a que se ven sometidos los pueblos desde hace miles de años por las diversas corrientes ideológicas universalistas (hinduismo, budismo, judeo-mesianismo, islamismo… democracia universal, internacionalismo proletario…). Una máquina trituradora. La pulverización de los pueblos y culturas, el desierto, la entropía… Las masas de apátridas, de desarraigados; de individuos vacíos, vanos, a la deriva. Se busca una nueva homogeneización racial (mediante el mestizaje de grupos étnicos no emparentados) y cultural (mediante credos universales transétnicos y transculturales).

Hay que decir que estos universalismos que pululan tienen un origen étnico: indio (hinduismo, budismo…), semita (judeo-mesianismo, islamismo, judeo-bolchevismo), o arya (democracia universal). Es lo semita, lo indio, o lo arya lo que se predica a los pueblos. Son las tradiciones culturales que se imponen sobre los pueblos. Las que acaban privando a los pueblos de las suyas. Las únicas tradiciones que sobreviven, por cierto. Esas ramas malditas. Esas cepas biosimbólicas cancerígenas. Las metástasis indias o semitas a lo largo y ancho del planeta –sus áreas de dominio. Supremacismos y totalitarismos cainitas.
(Les recuerdo a los lectores que la democracia ateniense era étnica y aristocrática. El universalismo democrático (el globalismo judeo-demócrata-liberal) de los tiempos que corren se debe al contagio con el universalismo judeo-mesiánico –la  adopción del ominoso y arrogante ‘urbi et orbe’.)
*De oriente nos vienen  las tinieblas, la locura, y la muerte. Esto es lo que llevan a los pueblos los predicadores cristianos, los musulmanes, los hinduistas, los budistas…
*Una revolución biocultural sin precedentes. Un retorno de los orígenes. Cada pueblo, cada cultura. Un florecimiento general; un renacimiento que afecte a todos los pueblos supervivientes de la tierra. Tras las riadas, los diluvios indios, semitas, o aryas. Una renovación desde el origen, desde la raíz. Cada pueblo, reunido; cada cultura, recogida. Las identidades ancestrales recuperadas; recuperado el nexo con los antepasados. Restablecida la conexión biosimbólica.
¿Qué individuo; qué pueblo puede hacer, aún, el recorrido a los propios ancestros? ¿Qué individuos ‘re-ligados’; que pueblos ‘re-ligados’ quedan aún? Pocos (individuos o pueblos) son los que han sobrevivido a las oleadas cristianas, musulmanas, hinduistas, budistas, demócratas, o comunistas. Cuantos pueblos desaparecidos. Cuán difícil para muchos será el rastrear los orígenes; el remontar hasta la fuente.

Les queda, tal vez, la vía de la genética. El cromosoma Y, y el ADN mitocondrial. Las líneas genéticas paterna y materna. Esto puede ser mucho; esto puede serlo todo. La hermandad; la filiación genética. El árbol, el grafo genético de la humanidad. Las diversas etnias. Esta vía te sitúa en un tiempo y, probablemente, en un espacio. Es un comienzo.

*Las predicaciones (religiosas, filosóficas, o políticas) universalistas y nihilistas en nuestros días. En el alba de este nuevo período, en la aurora de una revolución cultural que nada les debe, que ha sobrevenido incluso a su pesar, y contra sus deseos e inclinaciones; contra sus teorías, sus visiones, sus delirios.
El descubrimiento de los ácidos nucléicos, de la sustancia viviente única. La sustancia genética es el ser único de todas las formas vivas en este planeta.  No hay otro ente viviente en este planeta; no hay otro ‘ser’. Nosotros mismos somos ese ‘ser’. Hoy somos más que biologistas. Hoy somos el mismo centro, el mismo sol –la  fuente de luz. Se trata de un  paso trascendental. El paso del fenocentrismo al genocentrismo; del fenómeno al ‘genoúmeno’  –en lo que concierne a las formas vivas.
Este saber inaugura un nuevo período, un nuevo ciclo, que terminará afectando a toda la humanidad (a todos los grupos etno-culturales). Generará una nueva espiritualidad, una nueva religiosidad, un nuevo mundo. Tal como sucedió cuando la transición del paleolítico al neolítico.
Este tercer período –su sabiduría incipiente, su actitud–, enlaza maravillosamente con el paleolítico, con los pueblos naturales, con los cazadores-recolectores, con los primitivos, con las llamadas religiones/culturas naturales. Pueblos del primer período, podemos decir. Sus leyendas, sus relatos; sus mundos lingüístico-culturales, simbólicos. Su actitud reverente, sagrada, hacia el resto de las formas vivas, esa hermandad intuida. El segundo período es el neolítico, del que no acabamos de salir.
El período neolítico ha sido, y será en tanto dure, el más antropocéntrico y antropomórfico de toda nuestra historia. El más descentrado, el más alejado de nuestra realidad –de  nuestra verdad.
Nunca fue el ‘hombre’ el centro, sino, en todo momento, la sustancia genética, la sustancia viviente única, la vida. La materia pensante y volente, la materia viviente; el único centro, el único ser.
*Este mundo ha de valer para el ‘hombre’, ésta es la meta. Es el colmo del antropocentrismo y el antropomorfismo; de todo ‘humanismo’. Un mundo para el ‘hombre’. Y para qué hombre. El que ha culminado en el pequeño ciudadano hedonista, perezoso, y pusilánime de finales del neolítico (en las culturas occidentales –o tocadas por lo ‘occidental’).
*La etnología, y la antropología cultural nacieron aquí, entre nosotros, no entre los pueblos africanos, o asiáticos.  E igualmente, la biología. Fueron los pueblos blancos europeos los que crearon tales disciplinas; los que querían saber acerca del ‘hombre’, y acerca de su origen y su verdadero ser.
*La lógica imposibilidad de que el individuo salga de algún modo del mundo simbólico en el que ha venido a ser (lo llevará consigo dondequiera que vaya). El que tal camino escoge no sabe que, por mucho que se aleje, nunca dejará de ser un ‘elemento’ del conjunto. No sabe, ignora. No se sabe, se ignora. No se encuentra donde cree (fuera). Se engaña. El individualismo es una ilusión.
El individualismo no es sólo estructuralmente imposible, sino que es, además, moralmente reprobable (la tendencia, la intención; el extrañamiento (deliberado y voluntario) del sujeto del todo social –del destino de su propio pueblo).
*Querer nuestras ‘determinaciones’, decía Hegel. Adorarlas, venerarlas –añado yo. Las biológicas, las lingüístico-culturales, las históricas… En estas determinaciones está cifrado nuestro destino. Son las ‘madres’ del ser.
*Todos los pueblos aryas repartidos por Asia (la rama persa) y Europa (y la Magna Europa), casi sin excepción, padecen alienación cultural –se encuentran cristianizados o islamizados. Hace siglos que no siguen la línea ancestral, la propia; que no se siguen, que no se suceden a sí mismos (siguen a otros, otras líneas ancestrales); que se ignoran.
Nuestros pueblos no atienden a la voz de la sangre, de los ancestros, de lo autóctono. Aún más, esta alienación espiritual que se padece les ha hecho sordos, e incluso contrarios, a los argumentos étnicos y culturales (biosimbólicos). El arte de los usurpadores ha logrado colocar estos valores entre lo ridículo y lo prohibido. Hay que ser muy fuertes y valientes para atender estas voces que digo; para superar los demasiados obstáculos y perjuicios –daños.
¿Queda aún algún rescoldo de fuego propio en nuestros pueblos que podamos reavivar; algún resto de dignidad?
*Lo primero para recuperar la salud (la integridad, la libertad, la independencia, la soberanía… la palabra, el camino) es la descontaminación de la alienación ideológica, cultural, espiritual, que padecemos desde hace cientos de años. Una limpieza que nos devuelva el sentido, la conciencia, la memoria, pero también la figura, el ser. Un baño purificador; un nuevo bautismo que nos limpie de lo impropio, de lo ajeno.
La limpieza de la que hablo es una vía purificadora, un camino espiritual. Con sus desiertos helados. Con sus ‘noches’. Y con sus luces, sus iluminaciones. Finalmente, y en tanto se prosiga en este camino, viene la mañana, la claridad, el día. De manera súbita e inesperada se renace, se viene a la luz. Se ‘sale’ de la noche y del frío –del ‘invierno supremo’. De golpe, en un pestañeo. Por esto lo reconoceréis.
El instante fulgurante, deslumbrante, cegador. El instante del despertar. El balbuceo, la alegría, la gratitud. La gracia. Como un don. Como algo que se recibe; como algo que por nosotros mismos (deliberada y voluntariamente) no nos podríamos proporcionar (ni imaginar). Es el fruto de perseverar en el camino, a pesar de las noches, de la negrura, de la opacidad, del frío...; de la falta de horizonte, de salida, de futuro. Es una victoria, pues, el instante; una victoria que se produce en las catacumbas del ser. El ser que se era, vuelve a nacer.
Aquellos que triunfan sobre la desolación, la nada, y la muerte; los resucitados, los renacidos. Los limpios, los claros. Los que vienen, los futuros.
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Hasta la próxima,
Manu