Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

viernes, 28 de octubre de 2016

140) En un principio...


En un principio… Dedicado a mis nietas Karla, Helena, y Julia Flavia.


Manu Rodríguez. Desde Europa (28/10/16).
 

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*Primero fue la sustancia viviente única. Primero es la sustancia genética, el ser genético. Todas las formas vivas responden a diseños, a designios de este demiurgo, de este creador. Pululan en el agua, en la tierra, en el cielo. El ser genético es el creador, el señor, y el pastor de las criaturas todas; de todas las formas vivas. No hay otro ser creador.
La sustancia viviente única es el único sujeto, el único actor en los seres vivientes. No hay otro sujeto. Es el único ser. No hay otro que muga, aúlle, o hable.
En nosotros habla el ser primero y único. Nosotros somos ese ser. El ser creador.
La formación de las moléculas vivientes debe ser tan común en el cosmos como la formación de átomos, u otras moléculas. En tanto se den las condiciones geofísicas adecuadas. La llamada zona de habitabilidad –la distancia adecuada de un planeta con respecto a su sol. Ni muy lejos, ni muy cerca. La zona óptima para que la vida surja.
Digamos que en nosotros, en el cariotipo humano, la sustancia viviente única ha encontrado la manera de salir a la luz. De darnos a conocer, también, a nosotros mismos. Nuestro fenotipo, nuestro diseño, nuestra apariencia –obra de la sustancia viviente única, no lo olvidemos–, se lo permite. Salir a la luz; asomarse a ver.
La complejidad de nuestros lenguajes, de nuestros mundos simbólicos; nuestros artilugios, nuestros artefactos –nuestras invenciones. Todo lo que nos ha permitido aproximarnos a nosotros mismos. Descubrirnos. Encontrarnos.
El descubrimiento, hace poco más de medio siglo, de la sustancia genética y del código genético han sido para nosotros (como formas vivas) como un proceso de auto-conocimiento; como una revelación. Ya no más hombre; ya no más criatura. Ahora me conozco como sustancia viviente única, como la misma vida; como señor, como creador.
Nosotros somos la vida en el cosmos. Y es más que posible la existencia en cualquier rincón del cosmos de cariotipos similares a nosotros (a nuestras funciones) que le permitan a la vida salir a la luz; conocerse y expresarse en términos simbólicos.
Este estadio deja atrás todo lo habido o conocido, o creado, en punto a civilización y cultura, por los seres humanos. Vivimos en un nuevo período; un período biocéntrico, genocéntrico.
Con respecto a nuestro ser genético (único) todo  nuestro pasado yace en la ignorancia. Ni paleolíticos ni neolíticos se aproximaron a este nuestro ser.
Este único ser es el creador también de pueblos (razas, etnias) y culturas (cielos, dioses, mundos…). El árbol de los pueblos y culturas del mundo es obra suya. Como el árbol de las aves, o el de los peces… Toda manifestación de lo viviente en este planeta es obra suya. En la naturaleza, o en la cultura.
El único sujeto, el único actor. El único creador. Ya no hay otros seres; ya no hay hombres, ni fenotipos, ni criaturas. Ya no queda sino el creador, la sustancia viviente única. Nos.
*La era técnica cierra el ciclo que se inicia cuando la agricultura y la ganadería, cierra el ciclo del neolítico, pertenece a éste. Es un período extremadamente antropocéntrico (fenocéntrico). Todo sigue girando alrededor del ‘hombre’; el ‘hombre’ sigue siendo lo primero.

Superar la era técnica, la última civilización del neolítico. Superar de una vez por todas el antropocentrismo (el fenocentrismo) del neolítico.

*El nuevo período biocéntrico; genocéntrico. El nuevo período étnico, racial. La palingenesia, la regeneración del árbol de los pueblos.

Si cuidamos de las formas vivas en peligro de extinción, ¿por qué no de los pueblos y de las culturas cuya existencia también peligra?
Aún seguimos comportándonos como criaturas del neolítico. Nuestro comportamiento hacia las otras formas vivas, pero también hacia los diversos pueblos y sus respectivas culturas lo denota. Se maldice, se corrompe, se explota, se ignora… Es la codicia. La codicia antropocéntrica, fenocéntrica, arcaica, neolítica… La codicia depredadora, loca, necia, inconsciente… Indiferente al futuro, y a los futuros.
Todo está perturbado. No sólo lo concerniente al árbol de los pueblos y culturas. El árbol de la vida está infecto, corrompido, maldito. El desierto crece, aumenta cada día –en la naturaleza y en la cultura.
Es la obra del hombre del neolítico. El que no acaba de desaparecer.
*Algún día se hablará de este nuevo estadio, de este nuevo período. Definitivo, a mi manera de ver. Pues desde ahora sabemos quiénes somos. Nosotros somos la vida. Éste es el saber que cambiará la faz del planeta.
El saber acerca de nuestro ser lo cambiará todo. El amor, la amistad, la sociedad, la política, la ‘paideia’, la ciencia, la economía, las artes… Todo ha de estar ahora a la altura de este saber.
Los renacidos a este nuevo período aún carecen de arte, de ciencia, de sociedad… Estos renacidos tienen la responsabilidad de crear esa ‘cultura’ acorde con el nuevo saber. Crear la nueva ‘atmósfera’ espiritual, simbólica; las nuevas condiciones espirituales de existencia. Los renacidos, los dos veces nacidos.
De momento no tenemos nada. Apenas si podemos aprovechar algo del pasado –por su extremado antropocentrismo. Por su descentramiento, podríamos decir. Nadie pudo adivinar. Nadie adivinó, ni presagió, ni profetizó su llegada –la llegada de Xenus/Nexus.
El nuevo período étnico, genético; biocéntrico, genocéntrico. Ahora el centro, el sujeto, es la vida.
*Las nuevas criaturas humanas. El copioso árbol étnico de ramas sagradas. La ‘humanidad’ que somos. Tenernos por diferencias queridas, buscadas, logradas por la sustancia viviente única. Como seres necesarios. Podemos considerar a cada una de las razas como formas de supervivencia, modos de sobrevivir, de dominar el medio geofísico y viviente. Rasgos físicos y aptitudes diferentes; lenguas y culturas (mundos) diferentes. La floración: decenas, cientos, miles de etnias/culturas –de ‘mundos’. El árbol de ramas doradas. Las diferentes etnias tienen su razón de ser.
Los verdaderos racistas, o mejor, los auténticos genocidas o etnocidas son aquellos que niegan las razas en la teoría y en la práctica; los que quieren acabar con ellas (con las diferencias étnicas y culturales).
El que afirma su raza, su pueblo, su cultura… afirma a todas las razas…
No debemos olvidar que las diferentes razas son ramas del árbol de la vida.
Ahora viene el ser biológicamente, genéticamente, étnicamente arya. Así como étnicamente masai, chino han, aino, japonés, mongol, tibetano, inuit… Dignos ejemplares de las razas supervivientes.
*Hablando de (y a) mi pueblo –el pueblo al que pertenezco. Hombres y mujeres aryas. De raza y de cultura. De cuerpo y de mente. ¿Cómo representar el ser arya? Tenemos que conservar y preservar el ser arya en este mundo nuevo; alcanzar y representar dignamente esta nueva dimensión del ser nuestro.
Mundos aryas, artes aryas, filosofías aryas… culturas aryas. Lo sublime arya. Lo espiritual arya. La elegancia arya. Lo exquisito, lo excelente…
Las señas de identidad arya. El ser eterno arya. Lo reconocible arya. Lo propio del arya, lo exclusivo. La singularidad biosimbólica arya. Su diferencia específica.
*No hay otra buena noticia que dar a los pueblos del presente –a los ‘humanos’ del presente. Nuestra verdad, finalmente. La verdad acerca de nuestro ser.
El cariotipo humano ha llegado a su verdad. A la verdad de su ser; de su ser único. Un ser que comparte con el resto de las formas vivas, de las criaturas. Un ser único. Somos fragmentos cifrados del ser único –del ‘Uno’. Nos.
Ahora devendremos el pastor del ser. El cuidador del ser –de la vida.
Ya no más depredadores humanos. Ya no más extraños a nuestro ser. Ahora sabemos quiénes somos. Ya no más engaños, ya no más extrañamiento, ya no más ilusiones, ya no más ignorancia…
Es un comienzo absoluto. Período genocéntrico, post-antropocéntrico, post-fenocéntrico… El futuro del ser genético; de la sustancia viviente única.
*Gemeinwesen (comunidad). Ser, esencia, o naturaleza común.
*Debemos centrarnos en las ciencias de la vida. Es el saber que nos concierne. El saber acerca de nuestros ser. La genómica, la ecología, la etología… Un futuro genocéntrico –centrado en la vida.
*Hablarnos, comunicarnos como sustancia viviente única. Que hable la vida (desde el arya, desde el inuit, desde el masai…) en todo momento y lugar. Que la conciencia del ser único que somos alcance a todos los pueblos (las etnias) y culturas.
No la ‘humanidad’ (el cariotipo humano en todas sus formas) importa, sino la vida.
*Lo primero es la conciencia de sí como sustancia genética, como sustancia viviente única, luego viene la conciencia de sí como ente perteneciente a un cariotipo específico (el humano), luego viene la conciencia de sí como ente perteneciente a un grupo étnico determinado (a un subtipo del cariotipo específico), y por último viene la conciencia de sí como ente perteneciente a un grupo lingüístico-cultural determinado. Éstas son las conciencias que hay que cultivar. En orden de relevancia, la preeminencia la tiene la conciencia de sí como sustancia genética. Es lo primero; la base, el fundamento. La segunda en importancia es, obviamente, nuestra pertenencia al cariotipo humano. La conciencia étnica y lingüístico-cultural serían las últimas en importancia.
Las falsas conciencias serían las conciencias ideológicas (filosóficas, religiosas o políticas) y las conciencias de clase (de pertenencia a una determinada clase). Estas conciencias nos alejan absolutamente de nuestro ser primero –de nuestra realidad, de nuestra verdad.
Conciencia de sí es saber de sí. Saber de sí como sustancia viviente única. Esta conciencia, este saber, lo cambiará todo.
Así pues, ni la clase (social), ni la creencia (religiosa o política), ni la pertenencia a un grupo lingüístico-cultural determinado, ni la pertenencia a un grupo étnico determinado, ni siquiera la genérica, la específica ‘humanidad’ (que nos hace caer en el antropocentrismo, en el fenocentrismo)… Lo que importa en nuestra condición de naturaleza viviente única. Nosotros somos la vida, sin más.
*No se trata, en ningún caso, de derechos del ‘hombre’, sino de derechos de la vida. El ‘hombre’, el cariotipo específico humano, está subordinado a la vida. No se trata, pues, de extender los derechos del hombre al resto de los ‘animales’ (como dicen), este es un lenguaje antropocéntrico aún; neolítico, arcaico, pre-genocéntrico.
Velar por la vida. Éste es el cometido de nuestra especie a partir de ahora. Porque nuestra especie puede alcanzar la conciencia de sí como sustancia viviente única, más allá de su condición cariotípica, étnica, o cultural. Ésta es nuestra diferencia con respecto al resto de las formas vivas. No como ‘hombre’, pues, sino como ‘vida’ debemos pensar.
Esta conciencia que digo religará en el futuro a todos los grupos humanos. Crearemos sociedades más allá del hombre.
Podemos decir con total seguridad que el período antropocéntrico (fenocéntrico) ha quedado atrás desde el descubrimiento de los ácidos nucléicos. La criatura se ha esfumado, ha desaparecido, ha dejado paso al creador, a la sustancia viviente única, que es el ser de todo criatura, de toda forma viva.
En nosotros, el cariotipo específico humano, no habla el hombre, la criatura, sino el creador.
La revolución silenciosa. La venida inadvertida, inesperada, insospechada, de Xenus/Nexus.
Aún seguimos atrapados por variantes antropocéntricas, por ideologías religiosas o políticas del pasado. La etnia misma, y el legado cultural, nos detienen, nos impiden ir más allá de nuestra condición fenotípica. Dejar atrás, abandonar.
No un ‘hombre nuevo’ es lo futuro. El ‘hombre’ quedó atrás. Pensar, actuar, vivir… como sustancia viviente única, desde la sustancia viviente única. Renacer como sustancia viviente única.
Un nuevo comienzo absoluto. La conciencia, el saber de sí de la misma vida. El ‘ser’ recobrado, reconocido, puro. El ‘ser’ único, la sustancia genética. Nos, Genousse y Genoussin.
Crearlo todo de nuevo. Nueva cultura, nueva sociedad, nueva civilización. Todo por hacer. Las preocupaciones humanas desaparecen; todo lo ‘humano’ desaparece. El centro ahora es la vida. Inaugurar el período genocéntrico. Milenios nos esperan.
No es una nueva fe, o una nueva creencia. Es un saber. Un saber que trasciende las etnias y las culturas. Un saber que trasciende todo lo humano. Nos movemos en el terreno del saber, de la certeza; de un conocimiento cierto, indubitable.
Hemos llegado a nosotros mismos; a Nos. Un recorrido de millones de años. Se ha requerido una especie inteligente –un cariotipo concreto; una forma específica, y capaz. La vida, siempre inteligente, se ha dotado a sí misma de órganos que le han permitido salir a la luz, y reconocerse. Autoconciencia, autognosis. Ha sido una revelación. 
Todos los tanteos del ‘hombre’… No eran tanteos del ‘hombre’, sino de la misma vida. Se buscaba a sí misma. Quería su verdad. Las tradiciones humanas la distrajeron bastante tiempo; la alienaron de sí. La vida descentrada; centrada en la criatura, en ‘su’ obra. Detenida.
El ‘hombre’, la criatura, es un medio para la vida; un instrumento, un útil; un cuerpo, un vehículo –las formas vivas, en general. Medios de supervivencia, transportes… somas protectores. Nada más. Importancia relativa de los fenotipos. Lo que importa es el ‘ser’ único, lo único verdaderamente vivo en la criatura.
*Las creencias, las tradiciones del neolítico que sobreviven (religiosas, filosóficas, o políticas), perturban, separan a los grupos humanos. También las etnias y las culturas. Todo contribuye a dividir y a enfrentar. Entorpecen la llegada, el triunfo de la conciencia de sí genética. Los grupos humanos han de dejar atrás todas esas tradiciones y posiciones para alcanzar la conciencia de sí genética. Las comunidades humanas han de partir de cero. Han de limpiarse, purificarse, de las ataduras humanas, demasiado humanas –de su antropocentrismo, en primer lugar; de sus creencias, tradiciones, etnias o culturas.
Hablamos de una visión transcendente, que trasciende las diferencias que entre los individuos y los grupos humanos pudieran darse.
Es una nueva era, un nuevo comienzo absoluto. Post-humano, post-fenocéntrico.
No en nombre del hombre o de la humanidad (el cariotipo específico, la especie…), pues. Más allá de todo humanismo, de todo antropocentrismo.
*Pensar desde el genouma, desde la sustancia genética. Como sustancia genética. Desde el ser único. Como el ser único.
Cambia el sujeto. Ya no habla o actúa únicamente el ser meramente simbólico (el ‘yo’ cultural’ –el hombre, el fenotipo, la criatura…), sino el ser biosimbólico, el genoma instruido –el ‘genouma’. El ser creador consciente de sí. Xenus/Nexus.
Habla la vida. Desde la vida. En nombre de la vida.
Una espiritualidad desde el ser único. Una cultura para el ser único. Más allá del hombre, en verdad.
Todo por hacer.
*
Saludos,
Manu