Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

55) Expulsión, expulsión, expulsión

Expulsión, expulsión, expulsión.

Manu Rodríguez. Desde Europa (18/11/10).


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*El islam hace ya tiempo que le declaró la guerra a Europa (y al resto del mundo libre). Busca nuestra destrucción. Cada musulmán que entra en nuestro territorio es un soldado, un enemigo. No debemos tener dudas al respecto.
Cuanto antes nos enfrentemos a esta realidad tanto mejor. El tiempo corre a favor del enemigo; todo tiempo sin tomar medidas efectivas, juega a su favor (aumenta su número, su organización, su fuerza…).
La mayor parte de nuestra clase política y de nuestros gobernantes no están enfrentándose a esta situación. Estamos solos, abandonados; amenazados, insultados, robados, golpeados, violados, asesinados. ¿Qué haremos los ciudadanos europeos? Cabe la posibilidad de un levantamiento popular; los ciudadanos europeos se declaran abiertamente contra el islam. Pero esto es tan sólo una posibilidad, un sueño.
Las agrupaciones culturales y los partidos políticos netamente anti-islamistas deben asumir que sólo hay una victoria concebible, la expulsión de estos millones de musulmanes asiáticos y africanos recién llegados a Europa. La recuperación de nuestro status (independencia, integridad, soberanía, libertad…), el retorno a la situación previa a esta masiva y siniestra colonización.
Ni asimilación ni integración, pues, sino expulsión, expulsión, y expulsión.
Tal programa (la expulsión) supondrá una declaración de guerra en toda regla contra el islam dentro y fuera de nuestro territorio. Es tiempo de enfrentamientos. Tenemos que estar dispuestos a arrostrar las terribles consecuencias que vienen. Vienen tiempos de guerra, de destrucción, y muerte.
Hemos de esperar las reacciones del ámbito islámico. Contra la población europea residente en sus países, contra nuestros intereses económicos… Y también en nuestros pueblos, ciudades, industrias, transportes, vías de comunicación y demás.
Europa en armas de nuevo, sí. Será una guerra de defensa, absolutamente santa, legítima. Será, o guerra, o pérdida del territorio y sumisión (islamización).
*No nos apenemos. A pesar de todo tenemos buenas noticias. Europa se levanta. En todos los países proliferan los movimientos (políticos y culturales) anti-islamistas. Hay motivos para la alegría. No más lamentos. No necesitamos más información, ya sabemos quién es el enemigo de nuestro ser, de nuestra casa, de nuestra madre-patria, de nuestra Europa. Ya sabemos lo que tenemos que hacer. Ahora se requieren cantos de guerra y de victoria. Que vengan los poetas y los filósofos guerreros. El dios nuestro ha atendido nuestros ruegos. Venceremos, fulminaremos, purificaremos. Alegrémonos los europeos. Ya viene la claridad, ya viene la luz, ya viene el día. Siento deseos de cantar, de saltar, de bailar. Eu!
Sea Europa la causa de los europeos de las presentes y futuras generaciones. Sea Europa nuestra tierra sagrada. Sea la cultura europea nuestra religión. Con estas consignas venceremos.
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Hasta la próxima,
Manu

jueves, 18 de noviembre de 2010

54) Como si fuera el último

Como si fuera el último.

Manu Rodríguez. Desde Europa (12/11/10).


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*La audacia y el valor engendran la victoria, y con la victoria vienen la alegría, el goce, la felicidad… Estos conceptos/estados de ánimo son como el síndrome (conjunto de síntomas concomitantes) de la victoria, como su cortejo. No aparecen sino en la victoria (no los encontrarás sino en la victoria).
(“La felicidad es algo que encuentras mientras vas en busca de otra cosa”. Coco Chanel).
Primero hay que ser luchador, emprendedor. Pueblos e individuos luchadores, creadores, constructores. En la tierra como en el cielo. Es un ímpetu natural. Se empuja hacia adelante, se quiere. Hay ‘voluntad de’, y se lucha por ello. Primero es la voluntad de poder. Es la misma vida.
Luego están los caminos que a la consecución y al triunfo conducen. La capacidad de cálculo y las estrategias de dominio.
Luego están la audacia y el valor que para acometer empresas se requiere; y la constancia en la lucha.
Si sobreviene el triunfo, vienen la alegría, el contento, y la dicha; si no, vienen la frustración, la tristeza, y la desgracia.
*El honor, el orgullo, o la dignidad proceden del ser natural. Ligadas a la territorialidad y a las características auto-reconocidas del propio grupo, a sus señas de identidad (étnicas y culturales, biosimbólicas) –lo que le distingue de otros. La autoconciencia del grupo; el propio ser.
El respeto que nos debemos a nosotros mismos; y el que nos debemos unos a otros, el que los diversos pueblos e individuos se deben entre sí.
Estos conceptos (honor, respeto, deber…) son como transducciones verbales (sonoras) de pulsiones y de sentimientos, en sí, inefables. Con ello se significan y simbolizan pulsiones o sensaciones comunes básicas de nuestro ser. Las palabras, los sonidos significantes y simbólicos (sociales, compartidos), se crean según necesidad.
Nuestro ser resuena, responde, reacciona, vibra, sintoniza con las palabras (los sonidos) –ante el término ‘alegría’, por ejemplo. Las palabras se ligan a los sentimientos, pulsiones, y estados de ánimo naturales. Esta asociación acontece a lo largo del proceso de asimilación del universo lingüístico-cultural en el cual nacemos; en esa cuna (crianza, solera) que es la raíz, la base del ser simbólico.
Las nuevas criaturas serán socializadas, hominizadas; iniciadas, instruidas (cada pueblo a su manera). Devendrán lakotas, san, maoríes… europeos o chinos; seres ya biosimbólicos.
El universo lingüístico-cultural de un grupo es información, es la información que éste ha elaborado (y tiene) acerca de sí y acerca del mundo silencioso en el cual ha venido a ser. Esos universos son la materia de nuestros sueños y de nuestras reflexiones. Pensar o imaginar es metabolizar información, la información que se tiene; es producir o sintetizar nuevos metabolitos simbólicos -nueva información.
La lengua y la cultura de un pueblo tienen el valor que tienen; dotan de sentido y ser a todos y a cada uno de sus miembros, así como a las sucesivas generaciones. Es el eje, el pilar, la columna que sostiene el mundo. La cultura de un pueblo es su religión.
Nuestra cultura, que es nuestro ser natural (nuestro Genio) y sus condiciones espirituales de existencia, ha de tener para nosotros carácter sagrado, santo, religioso. Cualquier atentado contra nuestra cultura es una profanación, y es una ofensa a nuestra dignidad y a nuestro orgullo. Esta cultura es obra nuestra, y de nuestros genuinos antepasados. Es nuestra imagen, nuestro aroma, nuestra voz; nuestra diferencia, nuestra especificidad. Son las señales que repetidamente emitimos; son nuestras señas de identidad. Es nuestro ser último.
Nuestra tierra y nuestra cultura son nuestros únicos bienes. Un pueblo no tiene otra cosa que la tierra que ocupa y las palabras (el saber y la obra) de los antepasados (el cielo, la conciencia y la memoria colectivas).
Esta tierra europea es tierra nuestra desde hace innumerables generaciones, desde hace milenios. Esto es así. Con todo, hay que decir que un pueblo puede perder la tierra (sin otras consecuencias), pero si lo que pierde es el cielo, aunque conserve la tierra, ese pueblo desaparece como si nunca hubiese sido.
*A nuestras generaciones nos tocan tiempos de guerra. Hablo de la ominosa presencia de la ‘umma’ y su dios en nuestra querida Europa, y de su descarada y grosera ambición de dominio. Esta muy numerosa población musulmana, asiática y africana, que se extiende por nuestros pueblos y ciudades y que crece cada día, viene con ambiciosos planes territoriales y culturales –sueñan con conquistarnos, y someternos (islamizarnos); con privarnos de nuestra tierra y de nuestra cultura.
Corre peligro la Europa europea, nuestra madre patria ancestral, nuestra tierra sagrada; corren peligro nuestra soberanía, nuestra independencia, nuestra libertad, nuestra identidad. Ésta es la inquietante experiencia colectiva que se nos impone a nosotros los europeos en los tiempos que corren. Esta amenaza, este peligro. Esta ‘realidad’. Tenemos que prepararnos para lo que viene, para lo que ya es. Nos compete a todos, nos afecta a todos; a todos nos convoca.
Es ineludible, y trágico, el destino reservado a nosotros los europeos de las actuales y futuras (muy pocas) generaciones; nos enfrentamos desde ya a la posible pérdida de nuestra tierra ancestral y a la extinción de nuestras culturas, a nuestra posible desaparición. Todos los europeos participamos, lo queramos o no, en esta contienda existencial en la que nos jugamos el ser. Esta estimulante experiencia está poniendo a prueba nuestra voluntad de poder y de futuro, nuestro ‘querer seguir siendo’.
*Es un monstruo étnico y local el que pone en peligro nuestro ser; viene de lejos y de fuera, y de allende el tiempo. Es un fantasma del pasado. Un fantasma que aún tiene que ser masivamente derrotado –en la tierra y en el cielo.
Y lo será; será ampliamente vencido. Rayos veloces y certeros caerán sobre él desde los cielos de Europa. Sucumbirá; se desvanecerá el fantasma, el simulacro. Y será una victoria colectiva, y una alegría colectiva será. Ya vienen las generaciones heroicas, los héroes de la reconquista; los vientos impetuosos, los futuros. En esta aurora. Y vienen despiertos, ‘armados’, y decididos.
Hombro con hombro, y pie junto a pie, y escudo con escudo, así avanzaremos.
Y que cada uno, en su puesto y en cada ocasión, lance su dardo como si fuera el último.
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Hasta la próxima,
Manu

martes, 9 de noviembre de 2010

53) Ditirambo

Ditirambo. (Para SIOE facebook).

Manu Rodríguez. Desde Europa (07/11/10).


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*Vientos de libertad me llegan. Europa se levanta, se yergue. No son rumores. Los pueblos germánicos han sido los primeros en responder a la amenaza. En Alemania, en los Países Bajos, en Austria, en Suiza, en los Países Escandinavos, en Gran Bretaña. Se multiplican los grupos culturales y políticos de ámbito nacional, y netamente anti-islámicos. Han reconocido el mal, nuestro mal. La reconquista ha comenzado, la recuperación de la salud. Le han de secundar los países románicos, los eslavos y los baltos, y los celtas, griegos, albanos, vascos, húngaros, estonios, finlandeses y lapones; todos los pueblos europeos.
Nuestra guerra es sagrada, está santificada de antemano; es legítima, justa. Nos protegemos, nos defendemos; defendemos nuestro ser. Luchamos contra el no-ser, contra la muerte y el olvido. Gozamos de la bendición de nuestro dios. Venceremos.
Vientos de alegría me llegan. El dios nuestro no se ha olvidado de Europa. De nuevo nos alienta, nos empuja, nos guía, nos protege. Nuestro sublime dios, nuestro símbolo inefable.
Este levantarse, esta aurora, esta claridad. Ya viene el día. La hermosa Europa ya se despereza. Ya vienen los hijos de la aurora, las criaturas de la mañana; los despiertos, los claros, los activos, los diurnos; los nuevos y futuros.
Acudid todos y alegraos, európidas; hay buenas noticias. Contamos con vientos favorables. Ahora avanzamos hacia horizontes de luz.
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Hasta la próxima,
Manu