Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

domingo, 10 de abril de 2016

137) La cuestión identitaria y el 'sistema' (I)

La cuestión identitaria y el ‘sistema’.

Manu Rodríguez. Desde Europa (10/04/16).


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*La finalidad primordial de los partidos ‘revolucionarios’ (internacionalistas, de ‘izquierda’) y del ‘sistema’ es acabar con las naciones étnicamente homogéneas. Han conseguido que pueblos étnica y culturalmente emparentados estén divididos y enfrentados; asolados por violentas reivindicaciones, por querellas fratricidas. Obsérvese la historia de los pueblos europeos en los últimos doscientos años.
En último término, se trata de desviar a los pueblos de su camino, de destruir a los pueblos ancestrales, a las naciones étnicas. Los métodos son de los más variados, pero todos incluyen ‘programas’ universales (post-nacionales, como ahora se les denomina). Ideologías-programas que sólo pueden prosperar en el estéril asfalto de las ciudades –como decía Goebbels; ideologías propias para las masas urbanas previamente desarraigadas.
Una de las estrategias de estas ideologías consiste en dividir a las poblaciones en clases. Se introducen conceptos como ‘conciencia de clase’ y ‘enemigo de clase’. En esta conceptualización, las clases sociales adquieren categoría de ‘identidad’, dotan de identidad a sus miembros. Aquí se suele confundir el ‘status’ o la clase con la identidad. Pero el status o la clase no confieren identidad. El status económico o la clase social son eminentemente contingentes, circunstanciales. Uno puede dejar de ser trabajador y convertirse en empresario, por ejemplo. No se está sujeto a la clase social de por vida.
Este enfatizar la clase hace perder de vista la identidad étnica y cultural. Y tiene además funestas consecuencias. Las poblaciones étnica y culturalmente homogéneas suelen estar divididas y enfrentadas por cuestiones de status o clase. En la revolución judeo-bolchevique, de carácter proletario u obrero, se eliminaba a los que se consideraba como ‘enemigos de clase’ (propietarios (grandes y pequeños), intelectuales, profesionales liberales…) –fueron millones los caídos en los años del ‘terror rojo’ (antes de la llegada de Stalin al poder) de la mal llamada Revolución proletaria u obrera rusa.
La ‘conciencia de clase’ es la falsa conciencia. Una trampa urdida por los enemigos de los pueblos (de nuestro ser) para desviarnos de nuestro camino. Para ponernos, también, al servicio de sus intereses, para que colaboremos en nuestra propia destrucción. Otras trampas nos hablan de la ‘humanidad’, del ‘hombre’, de los derechos universales, igualmente transétnicos y transculturales.
Las señas de identidad de los individuos no se la proporciona su clase social. Tampoco las ideologías políticas (o religiosas) confieren identidad, lo que confiere identidad es la raza, y la cultura ancestral de los pueblos –uno puede dejar de ser socialista, o comunista, o sindicalista, o demócrata… o cristiano o musulmán… pero no puede dejar de ser europeo blanco, o chino, o japonés…
La conciencia social (de clase), la conciencia política (demócrata, socialista…), la conciencia religiosa (cristiana, musulmana…)… Caminos de muerte para todo identitarismo. Estas ‘conciencias’ nos hacen perder de vista nuestra etnia (Volk) y nuestra cultura (Kultur) –el ser biosimbólico nuestro.
Sangre (genio, raza), suelo (el territorio fundado por los Padres), cultura (historia común, memoria colectiva ancestral). Éstas son las coordenadas que nos sitúan, que nos dotan de identidad. No la clase social a la que eventualmente pertenecemos, o la ideología transnacional, transcultural o transétnica (religiosa o política) que –en mala hora– pudiéramos seguir.
Conciencia étnica y cultural, pues. La indeleble, la que no se puede borrar, ni ocultar, ni extirpar. La etnia y la cultura son las determinaciones fundamentales de nuestro ser. Volver a ser conscientes de lo que somos –miembros de un pueblo milenario. Recuperar la conciencia; despertar; volver en sí, volver a ser. El ser ‘arya’. Nuestro ser eterno.
*La fragmentación étnica y cultural en nuestras naciones en esta época global, post-nacional, está siendo explotada por la izquierda. La izquierda aboga por los derechos de los grupos étnicos, o religiosos (los musulmanes, por ejemplo), de los emigrantes… Así es. Estos predicadores de la proletarización de las masas no dudan en dar su apoyo a los emigrantes y de defender los derechos de los diferentes y numerosos grupos étnicos extranjeros que inundan nuestros países. Son los nuevos ‘oprimidos’, dicen, que junto con los ‘grupos subalternos’ autóctonos, forman el nuevo proletariado apátrida, desarraigado, en este mundo global. Y son una buena fuente de votos.
Las reivindicaciones de los nativos o indígenas europeos, por contra, no son tenidas en cuenta, aún más, están mal vistas, censuradas, prohibidas. Aludir a los derechos de la población autóctona milenaria, a los derechos adquiridos sobre esta tierra nuestra, la tierra que nuestros pueblos habitan desde hace milenios (el ‘nomos’ de la tierra), es cosa de ‘nazis’. Y ya sabemos que el nazismo, esto es, el nacionalismo étnico, es el ‘mal’ absoluto (así lo quiere el ‘sistema’). Los indígenas europeos, los pueblos blancos, tenemos que ceder ante el ‘otro’, tenemos que negarnos a nosotros mismos. Henos aquí, pues, convertidos en mudos e impotentes testigos de nuestra aniquilación.
Por lo demás, recordemos a los viejos y a los nuevos izquierdistas y demagogos que el pueblo al que ellos invocan no es únicamente la masa salarial o trabajadora (o los de ‘abajo’, o los ‘grupos subalternos’), sino el conjunto de la población –población hasta ayer mismo, en nuestras naciones europeas, étnica y culturalmente homogénea.
*Entiéndase esto. Con los identitarios, con los nacionalistas étnicos, no se trata tanto de  una falta, o de una carencia constitutiva del ‘sujeto’ (por seguir la palabrería sobre el ‘sujeto universal’ de psicoanalistas o post-estructuralistas –Lacan, Derrida,  Laclau, o Zizek–), como de una privación, de una desposesión, de una alienación. Aún más, en los momentos actuales se nos prohíbe la palabra propia; se nos prohíbe ser lo que somos; se nos prohíbe la pureza y la plenitud. Podemos hablar de frustración, de represión… La falta o la carencia constitutiva no son innatas  a un sujeto abstracto universal (una suerte de nuevo ‘pecado original’ que afecta a todos los seres humanos), se trata en todo momento y lugar de experiencias concretas sufridas por sujetos históricos concretos (pueblos, en este caso) a lo largo de su historia.
Recordemos que la desposesión de los aryas europeos tiene un primer momento  con la cristianización de nuestros pueblos, y un segundo momento con la dinámica de la globalización demo-liberal contemporánea (desde la Revolución francesa).
La ‘guerra’ contra los movimientos étnicos o identitarios en Europa  alcanzó su más trágica expresión durante la IIGM con la derrota de la Alemania nazi y los posteriores juicios de Núremberg. La propaganda contra el nacionalismo, que nos viene tanto del ‘capitalismo global’ como del ‘internacionalismo proletario’ (de los aliados contra el eje nacionalista e identitario), opera hoy con la misma violencia represiva que entonces. Nada ha cambiado.
La globalización actual ha logrado destruir la noción tradicional de ‘pueblo’ (‘volk’) que nos legaron etnólogos y antropólogos. Ahora no tenemos ‘comunidades étnicas’,  sino masas, multitudes desarraigadas (que es lo que se pretendía). Las ‘identidades’ que se les deja a estas masas son las sociales, o las políticas. Ideologías no étnicas, no culturales, no nacionales; ideologías, pues, globales, internacionales. Así pues, los movimientos de oposición al ‘sistema’, tienen, igualmente, carácter global. Es ‘hegemonía’ global, contra ‘hegemonía’ global; poder contra poder. Como se ve, se prosigue el modelo polarizado capitalista/anti-capitalista de finales del XIX y del siglo pasado. El discurso étnico vuelve a tener los mismos ‘enemigos’ que cuando el nacimiento del nacional-socialismo. Es el mismo panorama.
¿Por qué el capitalismo global y el internacionalismo proletario (los supuestos enemigos irreconciliables) se unieron para combatir el nacionalsocialismo? Se le hacia la guerra a un movimiento étnico (político, social, económico, cultural…) que ponía en entredicho las ‘verdades’ y las ‘razones’ tanto de uno como de otro. Aquel movimiento anti-globalización  era el enemigo común, era un obstáculo para la ambición de dominio de ambos; tenía que ser destruido.
Los ‘pueblos’ tradicionales y homogéneos son un obstáculo para todas las ideologías universalistas o internacionalistas (transétnicas, transculturales), sean de carácter religioso, económico, o político: el judeo-mesianismo, el islamismo, el budismo, el hinduismo, la democracia universal, el internacionalismo proletario (el judeo-bolchevismo, otro mesianismo judío)…
La izquierda actual tendrá que explicar por qué aboga por los derechos de los pueblos indígenas en Latinoamérica (Bolivia, Ecuador, Perú, México…) y los niega o los combate en Europa (a los indígenas europeos). A mí no me cabe duda que de lo que se trata es de apoderarse de estos movimientos indigenistas (étnicos) para transformarlos en meros movimientos sociales –de clase. En resumidas cuentas, pretenden proletarizarlos haciéndoles perder de vista su identidad ancestral, alejándolos más y más de su ‘ser’ –que no luchen como ‘pueblo’ (aimaras o quechuas), sino como clase social oprimida. Alienarlos una vez más, simplemente.
La historia de las sucesivas colonizaciones de los pueblos indígenas americanos es digna de reflexión. Comienza con el imperialismo español (cristiano), que los desposeyó de  tierras y culturas, luego fue el imperialismo de los ideales de la Rev. francesa, que condujo a la independencia de las colonias y puso el poder en manos de las oligarquías criollas, posteriormente vinieron los USA y su liberalismo democrático, después la globalización (el capital transnacional), y finalmente los ‘revolucionarios’ de izquierda (marxistas-leninistas) de aquí y de allá (apátridas), que vienen, dicen, a ‘tutelar’ sus reivindicaciones (a desvirtuarlas, más bien). Amos por doquier que compiten por lo mismo, por el poder, por apoderarse de esas poblaciones. Son pueblos explotados por unos  y por otros. No se les deja en paz; no se les deja ser lo que son. Pueblos desposeídos desde hace siglos, como los pueblos aryas europeos.
*Hace ya bastante tiempo que la izquierda le sigue el juego al ‘sistema’ (global, transnacional…). El ‘sistema’ que hoy domina es el ‘bloque histórico hegemónico’, por usar la terminología gramsciana –tan del gusto de esta nueva izquierda (‘Podemos’ y cía.). Esta izquierda, junto a los anti-sistema y otros, es solidaria de los intereses de la clase dominante planetaria (demo-liberal) en su afán por destruir las nacionalidades étnicas ancestrales, que le suponen un obstáculo para su mundo ideal (para su ‘Nueva Sión’); para su mundo sin fronteras, sin restricciones, con libre flujo de mano de obra barata y de capital (ésta es la causa de la masiva emigración que padecemos). Este ‘sistema’ requiere un mundo homogeneizado, único. Para ello dispone de los medios de comunicación (de manipulación, más bien) de masas, desde donde difunde esta ‘nueva civilización’ global multiétnica y multicultural. La izquierda, los anti-sistema, los anti-fascistas y otros son, simplemente, fuerzas del ‘sistema’.
La consignas que la izquierda gusta defender son las de esta nueva civilización democrática multiétnica y multicultural que el ‘bloque hegemónico’ viene difundiendo desde sus medios de manipulación de masas a través de la televisión, el cine, la prensa, la literatura, la enseñanza, la universidad, la filosofía, el derecho, la política… El ‘bloque hegemónico’ actual viene alienándonos culturalmente desde hace decenios, trabajando afanosamente para imponer su ‘mundo’, el mundo que a ellos les viene bien. Y los discursos que a esta nueva izquierda le gusta representar no contradicen en nada los intereses del ‘sistema’. Esta izquierda, no sólo no le supone un obstáculo o un problema, sino que contribuye a su dominación (a su ‘hegemonía’).
Los ‘nazis’ advirtieron, y desde muy pronto, el poder que el ‘sistema’ ejercía sobre la población a través de su prensa, de sus editoriales, de su cine, de su teatro, de su literatura, de su filosofía… La minoría judía en Alemania estaba imponiendo su discurso y transformando la vida cotidiana del pueblo alemán. Una vez en el poder los nacionalistas se tomaron medidas radicales que vinieron a frustrar las ambiciones de dominio de aquella minoría. El nacionalismo étnico se convirtió en el ‘bloque hegemónico’ que distribuía la cultura controlando la pedagogía, la prensa, las editoriales… No hicieron otra cosa que lo que recomendaba Gramsci, que lo que el mismo Gramsci hubiera hecho si hubiera tenido la oportunidad.
Hay que decir que para Gramsci educar a las masas era proletarizar a las masas. La cultura era la cultura política  que necesitaba la clase obrera para no ser engañados o alienados por los poderes dominantes (la ‘hegemonía’). Gramsci no concebía la cultura  como formación (la ‘paideia’, la ‘Bildung’), así como tampoco pensaba en el pueblo en su conjunto, sino tan sólo en la clase obrera. Pero esta cultura política, eminentemente marxista, comunista, y judía (judeo-bolchevique), hubiera terminado alienando al pueblo italiano como hasta entonces lo había estado haciendo la cultura religiosa judeo-mesiánica (el cristianismo); el pueblo italiano seguiría estando dominado por una ideología de origen judío, y seguirían siendo apóstoles judíos (Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo…) los maestros de coro (los ‘Padres’) de la nueva ‘era’. Gramsci, pues,  cumplía así la función de ‘tonto útil’, de ‘gentil’ difusor del novísimo evangelio judío en el pueblo italiano, como lo fueron Agustín, Lactancio, o Tertuliano con el judeo-mesianismo; cuando la cristianización de nuestros pueblos.
Para la nueva izquierda populista, post-marxista, siguiendo a teóricos como Gramsci, Rancière, Laclau, Mouffe, Negri, Zizek y otros, el pueblo no tiene nada que ver con la comunidad étnica y cultural, como sería de esperar, sino con una masa informe, con una ‘multitud’… con, en palabras de Laclau, “una plebe (plebs) que reclama ser el único pueblo (populus) legítimo”. Esta usurpación, esta impostura, pudiera parecernos una novedad, pero no lo es. Son los ‘sans culottes’, de nuevo, y el ‘tercer estado’; el proletariado apátrida de Marx, y su  dictadura… Los nuevos significantes, que se quieren vacíos (de nuevo Laclau), no acaban de ocultarnos su ‘historia’, su origen… y su finalidad.
La nueva izquierda, los nuevos jacobinos, los nuevos bolcheviques, dicen ser hoy la voz de los de ‘abajo’, de los ‘sin poder’, pero, como siempre,  se limitan a recoger las migajas, a explotar los desechos  del ‘sistema’. Es lo que reciben como premio a sus servicios. Por lo demás, necesitan de esos desechos como los cristianos necesitan ‘pobres’. Para ambos, la existencia de estos desechos, de estos pobres, es la garantía de su ‘necesidad’ (somos necesarios, dicen; si no fuera por ‘nosotros’…).
La izquierda sigue escrupulosamente las consignas del ‘sistema’. Aún más, siempre le parece que nuestras sociedades no son lo suficientemente democráticas, o que no son lo suficientemente diversas o ‘globales’ (multiétnicas, multiculturales). Podemos decir que son los radicales, los fundamentalistas del ‘sistema’; defienden como perros los idearios del ‘sistema’ –que se remontan, como se sabe, a los pensadores ‘ilustrados’ y a la Revolución francesa (recuérdese, de paso, a los inquisidores, a los ‘dominicos’, a los perros del ‘señor’). Adviértase su furor, su violencia contra los nacionalistas (los ‘nazis’, los ‘fachas’), a los que suelen denominar enemigos del ‘pueblo’, o de ‘clase’; contra los únicos, en verdad, que se enfrentan al ‘sistema’. El ‘terror’ (usado tanto en la Rev. francesa, como en la Rev. ‘rusa’) es su arma preferida.
El ‘sistema’ cuenta además con una red de organizaciones internacionales (ONU, OTAN, TJI, FMI…) y un conjunto de normas, cartas, y declaraciones de aplicabilidad universal que son verdaderos instrumentos de dominación global y que le permite intervenir, militar o económicamente (boicot), en cualquier Estado ‘soberano’ que no sea de su agrado. A estos ‘legales’ dispositivos represivos internacionales (políticos, económicos, militares, jurídicos…) se les suman ciertas organizaciones no gubernamentales (‘independientes’) que operan en cualquier lugar del planeta denunciando la menor desviación de las normas (democracia, derechos humanos…). Son una suerte de para-policía del ‘sistema’. A estas fuerzas para-policiales les podemos añadir los grupos izquierdistas y los anti-fascistas ya citados, que actúan a la manera de fuerzas para-militares del ‘sistema’ intimidando, incluso agrediendo, usando la violencia contra los grupos nacionalistas o identitarios a la menor oportunidad (hay, parece, absoluta libertad e impunidad para ello).
*Terminaré estas observaciones con citas de un artículo que Max Weber publicó en julio del 2013 en IHR (Institute for Historial Review): “Vice President Biden acknowledges ‘immense’ jewish role in american mass media and cultural life”. El artículo se puede encontrar en ‘google’ (aunque si algún lector me lo solicita puedo enviarle un ‘pdf’). Tras la introducción de Max Weber (abreviada), siguen algunas citas de Joe Biden:
In a remarkable but under-reported address, Vice President Joe Biden recently acknowledged that the “immense” and “outsized” Jewish role in the US mass media and cultural life has been the single most important factor in shaping American attitudes over the past century, and in driving major cultural- political changes.
In the United States, as in every modern society, those who control the mainstream media, and especially motion pictures and television, guide and shape how people, and especially the most socially attuned and culturally fashionable, think about major issues. The mass media, including popular entertainment, sets the limits on “permissible” discussion of important issues, and thereby steers the general direction of public policy. Views and ideas that those who control the media do not approve are vilified as “offensive,” “hateful,” and “divisive,” and are eliminated from “acceptable” public consideration, while anyone who dares to express such views is maligned as bigoted, backward and intolerant.
With special attentiveness to Jewish concerns and fears, the American media highlights real and supposed dangers to Israel and Jews around the world. Moreover, Israel's adversaries are routinely portrayed as America's enemies, thereby encouraging US wars against countries that Israel regards as dangerous. 
Another important consequence of the Jewish hold on the mass media and cultural life has been – as Vice President Biden suggested – a broad decades-long promotion of cultural-racial “diversity” and “pluralism.” Jewish-Zionist leaders regard maximum “tolerance” and “diversity” in the US and other non-Jewish societies as beneficial to Jewish community interests. 
 American motion pictures and television, in collaboration with influential Jewish-Zionist organizations, have for many years sought to persuade Americans – especially younger Americans – to welcome and embrace ever more social, cultural and racial “diversity,” and to regard themselves simply as individuals. While striving to belittle and break down ethnic and cultural identity and cohesion among non-Jewish Americans, the US media promotes a tribalistic nationalism (Zionism) for Jews, and defends Israel as a proudly Jewish ethnic-religious state.
Without an understanding of the Jewish role in the American mass media and US cultural life, major social-political trends over the past century are all but incomprehensible. Vice President Biden's frank acknowledgement of this “immense” clout is a welcome contribution to a greater awareness of this important reality of American life.
Lo que sigue son citas del propio Joe Biden.
“Jewish heritage has shaped who we are – all of us – as much or more than any other factor in the last 223 years. And that's a fact."
“Think - behind of all that, I bet you 85 percent of those [social-political] changes, whether it's in Hollywood or social media, are a consequence of Jewish leaders in the industry. The influence is immense…”
“We talk about it in terms of the incredible accomplishments and contributions… because the values, the values are so deep and so engrained in American culture, in our Constitution.”
“You can't talk about the recognition of rights in the Constitution without looking at these incredible jurists (Jews) that we've had.”
“The Jewish people have contributed greatly to America. No group has had such an outsized influence per capita… You can't talk about the civil rights movement in this country without talking about Jewish... You can't talk about the women's movement… or immigration”…
 “It was the social media… That's what changed peoples' attitudes. That's why I was so certain that the vast majority of people would embrace, and rapidly embrace same-sex marriage”…
Indudablemente los nacionalistas alemanes sabían  muy bien lo que hacían cuando pusieron fuera de la circulación a los medios de comunicación de masa y de ocio judíos y tomaron el control de la información y de la cultura. Era la única manera de recuperar la salud nacional, la salud espiritual del pueblo; de que la comunidad étnica (la ‘Volksgemeinschaft’) recuperara su identidad, su ‘ser’.
En la actualidad, es en EEUU, Inglaterra,  Francia… donde los judíos poseen los más importantes medios de manipulación de masas (prensa, cine, y televisión, principalmente) y desde donde exportan series, películas, documentales… que inundan el planeta entero (sobre todo los países occidentales). La ‘ideología’ (la ‘superestructura’, si se quiere) que circula por nuestros países, que alcanza a todos los estratos sociales,  y que afecta a todas nuestras instituciones (enseñanza, derecho, política, economía…) procede fundamentalmente del ‘bloque hegemónico’ judío o afines. Y esto es un hecho.
(Sobre este asunto pueden consultarse los trabajos de James Petras: ‘El poder en el poder globalizado’ y ‘El sionismo es el estalinismo del siglo XXI’, entre otros.)
*A propósito de los últimos atentados musulmanes en Bruselas (y en Pakistán, y en…). Los políticamente correctos y la izquierda bien-pensante vuelven a ponernos sobre aviso, desde nuestros medios de manipulación de masas, acerca de los peligros de los nacionalistas ‘xenófobos’. Una vez más. ¿Por qué estos constantes ataques a los movimientos nacionalistas e identitarios? El peligro no está en los nacionalistas europeos, por supuesto, el peligro está en los europeos que censuran sus demandas, demonizando su figura, y en los millones de musulmanes extranjeros residentes en Europa –que cuentan ya con una vanguardia armada intimidatoria (muyahidines, soldados de la yihad) que se dedica a poner bombas en nuestro territorio. Estamos asistiendo a los principios de su ofensiva armada. Tenemos al enemigo en casa –esto debería estar claro. El ‘espíritu étnico’ (‘volksgeist’), identitario, de los nacionalistas europeos, épico y heroico, es lo único que puede sacar a Europa de la peligrosa situación en la que se encuentra; es la única salida.
*Pueblo, nación, patria, Estado… Todo es uno y lo mismo cuando rigen los pueblos étnica y culturalmente emparentados desde hace milenos. Los pueblos aryas europeos. La nación arya. Ésta es nuestra meta.
El pensamiento provinciano. Para aquellos que ‘permanecemos en provincias’ (en palabras de Heidegger).
*Debemos tener lugares en los que no pueda entrar ningún no-arya. Lugares consagrados –centros religioso-culturales aryas; recintos acotados de religación propios y exclusivos.
Nos falta también un calendario arya con fechas, hechos, y personajes memorables y significativos que puedan ser reconocidos y compartidos por todos nuestros pueblos.
*
Hasta la próxima,

Manu,