Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

jueves, 18 de julio de 2013

96) Sólo para nuestros oídos

Sólo para nuestros oídos.

Manu Rodríguez. Desde Europa (15/07/13)


*


*La lucha étnica y cultural de los pueblos no enmascara una lucha de clases económica como algunos postulan, bien al contrario, la aplicación del filtro economicista oculta, deliberada o indeliberadamente, la radical naturaleza étnica y cultural de los conflictos humanos (la naturaleza biocultural, evolutiva, conflictiva… de los acontecimientos históricos  –los ‘choques’ de pueblos (razas) y culturas. 
La importancia del nazismo reside en que supuso el nacimiento de la conciencia arya, y de la primera nación arya sobre la tierra, y no tanto en su ideología económica y socio-política (su ‘socialismo’). Tal ideología fue el vehículo histórico (el catalizador) que usó la conciencia arya germana para reconocerse, para afirmarse, para llegar a ser. Se podría, quizás, haber alcanzado los mismos objetivos con otras consignas ideológicas. La fórmula económico-política es de importancia secundaria ante la cuestión etno-cultural –ésta es la primordial, la esencial, la existencial incluso (los pueblos y sus ancestrales culturas se juegan en cada momento el ser, el seguir siendo).
El nazismo económico-político no es algo específicamente arya, no es un discurso étnico que concierna a los pueblos blancos, o con el que los pueblos blancos tengan necesariamente que identificarse. Aún diría que nos es extraño. Sus fundamentos filosófico-políticos (su lenguaje) están demasiado cerca del judeo-bolchevismo.
El lenguaje de la lucha social es perfectamente extrapolable a otras naciones o pueblos –los movimientos y las revoluciones nacionalistas y socialistas del siglo pasado contra el colonialismo europeo, o el imperialismo USA, por ejemplo. Recuerdo a los lectores españoles el ‘socialismo nacional’ de la ‘izquierda’ independentista vasca.
También sucede que desde las propias filas ‘fascistas’ se politiza (a la manera marxista) el nacionalsocialismo. Se le priva de su discurso racial (demasiado fuerte según algunos); se le convierte en una cuestión económico-política, en una lucha no de pueblos, sino social (se lucha por un orden social ‘justo’) –los oligarcas y el pueblo o la masa; los pobres y los ricos. En este uso importa ya bien poco quién sea el oligarca, el opresor, o quién sea el oprimido (la identidad de los actores). Estamos ante categorías universales (opresor-oprimido, rico-pobre, amo-esclavo…) válidas para cualquier tiempo y lugar –más allá de pueblos, razas, y culturas. Estamos en otro territorio, en otro discurso. El discurso étnico ha desaparecido.
Si eliminas el contenido racial del nacionalsocialismo éste se convierte en una ideología de izquierdas más. Perdemos de vista la revolución étnica y cultural que supuso, y aún supone.
Era justamente la cuestión racial, arya, lo que distinguía al nacionalsocialismo germano de todos los fascismos, de todos los nacionalismos, y de todos los socialismos de la época.
Son, precisamente, las llamadas al pueblo arya (germano, en este caso) lo que importa en el entero nacionalsocialismo; las palabras dirigidas al pueblo, a la raza, por los héroes y líderes de aquella sublime experiencia. Sólo para nuestros oídos. Es el contenido racial, étnico –el  que no es extrapolable o exportable; la mística étnica, la propia, la nuestra, la intransferible. Éste es el único discurso que nos concierne de aquel período; el único discurso propio podemos decir (pues el discurso socio-político era prestado, ajeno). Y el único discurso verdaderamente revolucionario –para nosotros como aryas, y no como meros ‘camaradas’ trabajadores. Son palabras dirigidas a la gente arya de ayer, de hoy, y de mañana. Son palabras para la eternidad.
El contenido racial y cultural del nazismo es lo único innegociable, diría yo.
El pueblo arya no puede hipotecar su futuro por cualquier ideología económico-política. No podemos detenernos aquí. No es esta la meta, no es este el camino. El camino del pueblo arya, que es también su futuro, y su destino, está pavimentado de eternidad desde su inicio; su meta está siempre más allá.
*Hoy, para mí, nuestros problemas ya no son europeos o norteamericanos, o canadienses… Sino aryas, indoeuropeos, o blancos. Mi pensamiento se ha vuelto arya o blanco.
El pueblo arya, la nación arya; la nación blanca. Aquella que tuvo su nacimiento hace ochenta años, en 1933. Ahora dispersa, negada, enmudecida, confundida, alienada, estigmatizada, hundida. Cómo alertarla. Cómo conquistarla. Cómo unirla. Cómo fortalecerla. Ya no pienso en los europeos cuando escribo, sino en el destino de nuestro pueblo.
Una revolución arya, una revolución blanca. Esto es lo próximo, esto es lo que viene. Hacer posible este acontecimiento.  
Ya tuvimos nuestra aurora, ahora viene nuestro día.
*
Hasta la próxima,

Manu