Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

60) Sobre el origen del Renacimiento europeo

Sobre el origen del Renacimiento europeo, y sobre la supuesta influencia del islam en nuestro actual estadio cultural.

Manu Rodríguez. Desde Europa (27/12/10).


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*A propósito de las reiteradas observaciones de los musulmanes acerca de lo que nuestra cultura europea (‘occidental’), desde el Renacimiento, debe a la cultura islámica. El último, Noureddine Ziani (presidente de la UCCIC), insiste en que ‘es imprescindible considerar los ‘valores’ islámicos una parte de los valores europeos’. Ziani apuesta (cómo no) por ‘aceptar la denominación islámico-cristiana para la civilización occidental’. Es una manera de hacer desaparecer a Europa de la paternidad de su propia cultura. El pastel se lo reparten los cristianos y los musulmanes.
Tales palabras, insidiosas e interesadas, y que deberían repugnar profundamente a cualquier europeo u occidental medianamente culto, no pueden ser obra más que de un ignorante, de un estúpido, o de un tramposo. Suenan a timo, a engañifa. Son palabras propias de impostores y de usurpadores (las castas sacerdotales cristiana y musulmana); de parásitos y oportunistas. No gracias, sino a pesar de estas ideologías estamos, culturalmente, donde estamos.
Más bien cabría sostener lo contrario de lo que sostienen, esto es, que el pensamiento filosófico medieval musulmán (su único período productivo, filosóficamente hablando) no habría existido sin el contacto con el pensamiento clásico europeo. Podríamos denominar a tal pensamiento euro-islámico, o greco-islámico. O incluso euro-persa, o greco-persa, dado el número de pensadores del ámbito iranio en el pensamiento musulmán.
Lamentablemente, desde el punto de vista político, eligieron antes el tendencioso pensamiento de Platón, aquel maestro de déspotas y tiranos, que las ponderadas reflexiones políticas de Aristóteles. Recuérdese la sociedad tripartita en la República y las Leyes (Platón), que influyó por igual en el pensamiento político de musulmanes y cristianos (recuérdese la jerarquía social medieval tal y como la pretendía imponer la casta sacerdotal cristiana, así como el conflicto entre los dos poderes –la dicotomía entre Iglesia y Estado mantenida por estos a lo largo de toda la Edad Media, con el apoyo de textos falsos, además). Remito al curioso lector a falsificaciones como la conocida ‘donación constantiniana’, en virtud de la cual Constantino, en su testamento, había nombrado a los representantes de la iglesia de Roma como herederos del Imperio romano.
*En primer lugar, con nuestro Renacimiento, lo que se produce es un ‘renacimiento’ (valga la redundancia) de nuestra cultura greco-latina pre-cristiana, y tuvo varios pasos que procuraré detallar de la manera más breve posible.
Comencemos por el principio. La pérdida (la destrucción) de multitud de documentos, textos, bibliotecas (además de monumentos, templos…) no comenzó con la cristianización del Imperio con Teodosio (395), sino mucho antes con Constantino.
La quema de la biblioteca de Alejandría a principios del siglo V fue obra de los cristianos (como ya todo el mundo sabe hoy). De paso diré que Hipatia tenía cuando esto sucedió unos setenta años. Nada que ver con la ‘madurita’ Hipatia que nos presenta Amenábar en su última película (Ágora).
Hay un segundo momento negro para nuestras tradiciones cuando el emperador Justiniano, a mediados del siglo VI, prohibió definitivamente la filosofía gentil en toda el área bizantina. Muchos pensadores huyeron y se perdieron por tierras de la actual Siria. Esto explica la multitud de libros griegos que se encontraban por aquella zona. Y la importancia de Platón y Aristóteles en el pensamiento judío y musulmán de los siglos medios en tierras de Oriente. ¿Qué sería del pensamiento (filosófico y científico) en el islam medieval sin esta fuente de textos griegos?
La zona ‘romana’, digámoslo así, estaba, filosóficamente hablando, prácticamente desierta. No quedaba casi nada. La única figura de relevancia es Boecio (siglo V). (Téngase en cuenta que no hablo de teología o de autores religiosos cristianos). No sé cómo pudieron sobrevivir los textos que nutrieron a los pocos pensadores hasta bien entrado el siglo VIII (periodo carolingio). No fue mucho lo que quedó, ciertamente. Ni Aristóteles ni Platón estaban completos.
Tercer momento. Todos aquellos textos griegos, aunque traducidos al árabe, volvieron a Europa de mano de los musulmanes, y circulaban en la zona islamizada (parte de la península ibérica, Sicilia…). Allí se tradujeron al latín y desde allí a nuestras universidades y demás.
Un cuarto momento fue la toma de Constantinopla a mediados del siglo XV por los turcos, que provocó la emigración de numerosos pensadores a la zona ‘romana’, con sus respectivas bibliotecas, y que supuso, por primera vez, completar la obra de Platón (tal y como hoy la conocemos), así como algunas obras de Aristóteles que no habían llegado por vía musulmana.
Ahora, un paso atrás. El Renacimiento propiamente dicho tiene su comienzo a mediados del siglo XIV, con las figuras de Petrarca y Bocaccio. Su primer movimiento es en la literatura y el arte. Bocaccio publica un ‘tratado de los dioses de la gentilidad’ greco-latina que influirá en la poesía y en la literatura posterior. Se recuperan formas poéticas y arquitectónicas clásicas (Vitruvio). Petrarca retoma la figura de Séneca. Guillermo de Ockham y Marsilio de Padua (entre otros) ponen los cimientos de un humanismo filosófico, jurídico, y político (no teológico) que alcanzaría a los derechos naturales y demás (ya en el periodo ilustrado). Aquí no tiene nada que decir ya ni el islam, ni el cristianismo, ni la Edad Media en general. Todo ha cambiado.
Los textos platónicos que entran un siglo más tarde tras la toma de Constantinopla, traen consigo un breve período de misticismo neoplatónico (Marsilio Ficino, Pico de la Mirandolla, León Hebreo…); un canto de cisne del Medievo, podríamos decir.
Nuestro Renacimiento no tuvo nada que ver ni con el islam ni con la cultura medieval en general (nuestra o ajena). La escolástica medieval (judía, cristiana, o musulmana) perdió fuerza e interés. No interesó más; eso fue todo.
El Renacimiento concluye a principios del siglo XVI, en vida incluso de Miguel Ángel. Filosóficamente hablando se produjo una crisis de los ideales renacentistas (humanismo renacentista). Figuras (filosóficas) relevantes de este siglo son Montaigne y Francisco Sánchez (hispano-portugués autor del libro ‘Que nada se sabe’, ‘Quod nihil scitur’, obra que merece ser leída), escépticos.
El siglo XVII supera el escepticismo post-renacentista con las figuras de Descartes, Leibniz, Spinosa, Pascal… Tras Copérnico (heliocentrismo) y otros, tiene comienzo la ‘ciencia’ moderna. Es un paso gigantesco el que se da en física y en matemáticas con las figuras de Kepler, Galileo, Descartes (geometría analítica), Leibniz (cálculo infinitesimal), o Newton (gravedad). Desde entonces nos alejamos más y más de los siglos medios. No sólo la Edad Media quedaba atrás sino incluso el período renacentista.
El despegue de la Edad Media, pues, tiene como punto de partida la recuperación del mundo clásico greco-latino. Pero en el campo científico ni Platón, e incluso ni Aristóteles, tenían mucho que decir (al menos a nosotros). Se buscan otros medios y modos de conocimiento (el empirismo), así como otros campos de reflexión. Una vez ya en el XVII (Descartes, Newton, Galileo, Leibniz…), aquel mundo medieval había desaparecido. No hubo retorno. Se continuó… El siglo XVIII (el siglo ilustrado), el XIX (el siglo de Darwin, de Maxwell…). Cada vez más lejos de los parámetros filosóficos y espirituales que movieron a los hombres y mujeres de la Edad Media (e, insisto, incluso de nuestro Renacimiento).
Nada he dicho acerca de la evolución de las formas políticas. Comenzó por la recuperación de los textos políticos y jurídicos griegos y romanos, así como por una reflexión sobre la democracia (griega) y las formas de gobierno más allá de la monarquía teocrática medieval (amalgama de influencia judeo-cristiana y platónica). Piénsese en los ensayos sobre ‘el gobierno civil’, de Locke; piénsese en todos los textos jurídicos y políticos del XVII y del XVIII. Por último recordemos las Revoluciones americana y francesa, que sentaron las bases de nuestras actuales formas de gobierno –jurídico-políticas y no sacerdotales (democráticas, no ligadas a ninguna religión). Esta particular trayectoria vuelve a descartar absolutamente cualquier influencia foránea.
Así pues, cuando nosotros, los europeos, hablamos de Renacimiento nos referimos estrictamente a este retorno o recuperación de las formas clásicas greco-latinas pre-cristianas (gentiles, para ser exactos) y que va de mediados del siglo XIV al primer tercio del siglo XVI, apenas doscientos años. Dada la naturaleza autóctona (gentil, pagana) de este renacimiento es evidente que el islam no tuvo nada que ver. Bien al contrario, de haber regido, lo hubiera impedido; así como impide y castiga toda innovación (‘bida’) en su área de dominio.
Ahora bien, si se refieren a algún Renacimiento científico, veamos esto. Nuestra ciencia procedía (ambas) de los griegos (Demócrito, Pitágoras, Tales, Euclides, Arquímedes, Eudoxo, Eratóstenes, Aristarco (primer sistema heliocéntrico conocido), Hipócrates, Galeno, Vitruvio… Hipatia…). Los filósofos de la naturaleza europeos habían conservado todas las innovaciones que se habían producido desde los griegos, vinieran de donde vinieran. Ningún europeo ha negado jamás las aportaciones a las ciencias físicas o a las matemáticas que nos venían del ámbito musulmán (numeración arábiga, óptica geométrica, el ‘cero’…). Pero no solamente del ámbito musulmán, también de China, y la India, aunque ciertamente, si llegaron a Europa, lo hicieron a través de la cultura musulmana.
Entonces, a la altura de Copérnico, ambos espacios culturales estaban, más o menos, al mismo nivel. ¿Por qué, pues, se produjo este salto gigantesco que digo en Europa y no en China, en Persia, o en Egipto? ¿Qué nos liberó de tal manera y nos lanzó hacia adelante, alejándonos de los otros pueblos, e, incluso de nosotros mismos?
Llegado a este punto solo cabe divagar. Andando el tiempo Europa produjo una civilización nueva, dio lugar a un nuevo período en la historia de la humanidad. No soy euro-céntrico. Tal fenómeno se produjo aquí como se podía haber producido en cualquier otro lugar. La verdad es que esto carece de importancia.
Pondré un ejemplo para poder explicar (y explicarme) esto. Me refiero a la transición del paleolítico al neolítico; al surgimiento de la agricultura, la ganadería… las ciudades, la arquitectura, la escritura… (Que suponen nuevos conocimientos y nuevas técnicas, así como nuevas superestructuras simbólicas). Este fenómeno se produce en algún lugar al Este de la actual Turquía (dicen los especialistas), sin embargo las primeras y grandes civilizaciones del neolítico histórico no se dan en lo que fue el origen o epicentro del nuevo período, sino más allá o en otro lugar (Sumer, Egipto, China, Mohenjo Daro…). Y aún se tardaron mil o dos mil años para que estas grandes civilizaciones neolíticas llegaran a producirse y alcanzaran su perfección (suponía el refinamiento de técnicas agrícolas, arquitectónicas, de canalización de aguas… la invención de la escritura, primordial).
Carece por completo de importancia, repito, que el lugar de origen de este nuevo período haya sido Europa (o el ámbito occidental, si se quiere), veremos dentro de quinientos o mil años que pueblo ha sido capaz de llevar esta nueva forma civilizatoria a su máxima potencia y expresión. Todos los pueblos estamos emplazados en el futuro.
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Espero que este breve texto disipe las dudas que los europeos pudieran tener acerca del origen de sus instituciones jurídicas, políticas, científicas, artísticas o filosóficas. No va dirigido a los pertinaces embaucadores cristianos o musulmanes, habituados a prosperar mediante la mentira, el engaño, y el fraude.
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Felices fiestas gentiles para todos los pueblos del árbol. Un nuevo brote nos ha nacido. Larga vida al árbol de los pueblos y culturas del mundo; larga vida al árbol de la vida.
Hasta la próxima,
Manu

martes, 14 de diciembre de 2010

59) Acerca de la Europa Gentil

Acerca de la Europa Gentil.

Manu Rodríguez. Desde Europa (13/12/10).


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*No sé qué cosa decir que no haya dicho ya en todo lo que llevo escrito en estos últimos años y que se puede encontrar en las páginas facebook de mi nombre (que recoge artículos publicados en el blog ‘larespuestadeeuropa’ desde hace 3 años) y en ‘desdeeuropa’ (que recoge textos escritos desde 1978 hasta 2005 agrupados bajo el título ‘Desde Europa’, y que recién ahora estoy publicando).
Yo reivindico la Europa autóctona y ancestral, la Europa no cristiana, o no musulmana, esto es la Europa Gentil, o la Europa pagana, si gustáis. En ‘Desde Europa’ (texto que me podéis solicitar por correo electrónico) procuraba llamar la atención acerca de nuestra lamentable aculturación y enculturación; acerca de la pérdida o deformación de nuestras tradiciones culturales todas (griegas, romanas, germanas, celtas…). Es realmente indignante y humillante este suceso en nuestras respectivas historias. Es algo que pesa, o debería pesar, sobre la conciencia y la memoria de todos los europeos.
Ningún pueblo que se valore a sí mismo debe consentir tales alienaciones culturales, ser privados de su propia cultura, o ver menoscabados e insultados a su propia gente y a sus propios antepasados. Cosa todas que ocurrieron cuando la cristianización. Quien quiera verificar esto que digo puede consultar los textos cristianos de sus primeros siglos de dominio; ahí pueden advertir el despreciable comportamiento que tuvieron, sin complejo ni pudor, con las poblaciones autóctonas europeas. Aconsejo la obra de Karlheinz Deschner, “Historia criminal del cristianismo”.
Por supuesto que no se trata de remozar ceremonias y demás; se trata de una recuperación puramente espiritual e intelectual (en nuestras mentes y en nuestros corazones). Es importante ser actuales y no perder de vista el momento social, científico, artístico, político… cultural en amplio sentido que hemos alcanzado, y que hemos alcanzado no gracias, sino a pesar de la alienación cristiana. No debemos olvidar a los pensadores ilustrados y su influencia sobre la Revolución americana y la francesa, que formaron las bases jurídicas y políticas de la Europa contemporánea; justamente se trataba de luchar contra la ideología judeo-cristiana y su influencia en las formas de gobierno, concepción del mundo, educación y demás.
Hablar de la Europa gentil es hablar no sólo de nuestros antepasados pre-cristianos griegos, romanos, germanos o celtas, sino de todos aquellos europeos que desde el Renacimiento (y desde antes, en el breve período de la cultura trovadoresca) han ido recuperando las instituciones jurídicas, políticas, científicas o artísticas pre-cristianas, a despecho de la censura, de la inquisición, y de la persecución a que fueron sometidos por las autoridades religiosas de las sectas cristianas, aquí y allá, en tanto éstas tuvieron poder. Hablar de la Europa gentil es no sólo hablar de los hombres y mujeres del Renacimiento o de la Ilustración, es hablar de Darwin, pongamos por caso, y de todos aquellos que en los últimos doscientos años, y desde el arte y el pensamiento, han transformado nuestra realidad social, política, científica y demás, oponiéndose a la tiranía ideológica extranjera (pues no otra cosa es la tradición judeo-cristiana en nuestras tierras), que aún hoy siguen manteniendo su discurso de amor y de paz; no sé como tienen vergüenza de hablar después de su criminal historia.
Bien, ya perdimos una vez el nexo con nuestros antepasados, o lo que es lo mismo, con nosotros mismos; con nuestro espíritu, con nuestro genio, con nuestro ser. Trabajo nos costó recuperarlo desde el Renacimiento, como digo. Sin embargo, en los momentos presentes, de nuevo nuestra cultura corre el peligro de desaparecer. La historia se repite. Me refiero, cómo no, a la invasión en toda regla que estamos padeciendo desde hace unos treinta años por millones y millones de musulmanes asiáticos y africanos que se asientan en nuestras tierras, población que aumenta peligrosamente cada día. Los resultados de esta invasión son aún peores que aquella primera (cuando la cristianización), pues al aspecto ideológico se suma el demográfico. En esta ocasión no sólo perderemos nuestra cultura (la antigua y la nueva), esta vez perderemos también la tierra. Sobre esto me extiendo en el blog ‘larespuestadeeuropa’ y en el facebook de mi nombre (el mismo contenido, los mismos artículos).
Hay que decir que el islam es tanto peor que el cristianismo, no ha tenido a lo largo de sus siglos de dominio el freno de pueblos amantes de la verdad y de la libertad, cosa que nos honra a los europeos (entre otros pueblos), y que fueron claves para nuestra liberación del dominio espiritual cristiano. Estos pueblos dominados por el islam no han conocido ningún Renacimiento de sus antiguas culturas pre-islámicas (Egipto, Irán…), ni por supuesto ninguna Ilustración. Lo lamento por ellos. La ideología islámica no ha variado ni un ápice desde la Alta Edad media que fue creada; su discurso (y su poder de alienación), pues, está intacto y vivo para los pueblos que lo padecen, pero para nosotros, los europeos, no puede resultar más que absurdo, terrorífico, y anacrónico.
Esto les digo a los europeos y a todos aquellos pueblos que han padecido la alienación cristiana y que se enfrentan en estos días al empuje del islam. ¿Cómo invocar para repeler la agresión cultural y territorial que estamos padeciendo por causa de los musulmanes una ideología semejante a la que estos sostienen (teocrática, totalitaria, sacerdotal) y que además fue la causante de nuestra primera alienación? ¿Cómo hablar de la Europa cristiana? ¿Cómo pretender que sea, precisamente la ideología cristiana, tan afín a la musulmana, la que nos saque de este atolladero? ¿Cómo invocar a aquellos que ya nos sometieron; que ya destruyeron nuestras culturas y que durante más de mil años sostuvieron un régimen de terror, represión, persecución y muerte contra todo lo no-cristiano?
Se invoca a fantasmas medievales, a querellas demenciales y asesinas que no tienen otra finalidad que la de prolongar la vida de estos medio cadáveres que son el cristianismo y el islamismo.
Así pues, contra el islam y con todas nuestras fuerzas, sí, pero desde Europa, desde la Europa europea, desde la Europa gentil.
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Para terminar, sabido es que nuestros antepasados celebraban estas fechas que van desde los últimos días del año (desde la entrada del solsticio de invierno) hasta los primeros días del año entrante; sabido es también que los cristianos se adueñaron de estas festividades y las cristianizaron.
Los europeos gentiles tenemos que recuperar estas fiestas. El árbol es un buen símbolo, y para todos los pueblos. Podemos tener al árbol como alegoría de cada pueblo, el árbol ‘chino’, pongamos por caso, o el árbol ‘europeo’ (o el árbol ‘griego’, o el árbol ‘armenio’…); y podemos tenerlo también como alegoría del árbol universal, el árbol de los pueblos y culturas del mundo, que es también el árbol de la vida, el árbol más puro.
Aprovecho esta oportunidad para desearles a todos, desde la gentilidad recién recuperada, unas Felices Fiestas.
Hasta la próxima,
Manu

domingo, 12 de diciembre de 2010

58) Por qué no ganamos en esta guerra

Por qué no ganamos en esta guerra.

Manu Rodríguez. Desde Europa (08/12/10).


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*El islam (la ‘umma’) usa en cada pueblo una estrategia conceptual, un lenguaje. Por ejemplo, hablan de la insufrible situación de los hermanos musulmanes de Cachemira, rodeados de ‘idólatras’ (los ‘hinduistas’) que los mortifican. Aquí, en Europa, y en el área de influencia cristiana, busca la medievalización del discurso, la inmersión del conflicto en el lenguaje judeo-cristiano-musulmán. Se habla de cruzados y de infieles; de revelaciones y de profetas; de las tres fes; de los pueblos del ‘libro’…
Advierto que hablar de la Europa cristiana, o de las raíces cristianas de Europa, es seguirle el juego a estos musulmanes. Y obviamente a las autoridades eclesiásticas de las diversas sectas cristianas; vuelven así a tener cierto protagonismo. Aquí, moros y cristianos (sus respectivas castas sacerdotales), son aliados. Ambos buscan sobrevivir, y esta querella (este discurso) les mantiene vivos.
Para aquellos europeos a los que no les afecte el lenguaje judeo-cristiano o el religioso en general (‘ateos’ y otros), se usa el lenguaje político o el sociológico, y se censura abiertamente el Estado ‘democrático’, o la sociedad ‘laica’, o ‘secular’.
Hay que decir que no se trata de sociedades simplemente ‘seculares’ o ‘laicas’, o ‘democráticas’. Estos conceptos no sólo no definen sino que enmascaran la realidad socio-cultural de nuestros Estados o naciones, de nuestros pueblos; las diferencias esenciales entre el ‘secularismo’ de Europa, y el de México, o el de Japón. Por lo demás, está claro que, en boca de un musulmán, el mundo ‘secular’, ‘laico’, o ‘democrático’ es el mundo no-musulmán, el mundo ‘infiel’; la casa de la guerra, el territorio a conquistar e islamizar. Estos términos se suman a los ya existentes de ‘paganos’, ‘infieles’, ‘idólatras’ y demás.
No importan, pues, las diferentes características de nuestras culturas, si ‘hinduistas’, si ‘tradicionalistas’ (China), o si ‘complejas’, como la europea y su área de influencia (con componentes autóctonos y componentes alóctonos, como el judeo-cristiano). El mundo libre es el mundo no-musulmán. Y basta. Y la ‘umma’, en cada lugar, buscará su concepto y lo opondrá al islam. Dirán, por ejemplo: “La sociedad ‘secular’ es incompatible con el islam”, o “el politeísmo y la idolatría son incompatibles con el islam” (India), o “el culto a los antepasados es incompatible con el islam”, o “la ‘democracia’ y la ‘libertad’ son incompatibles con el islam”. En cada pueblo o cultura usarán una estrategia conceptual diferenciada.
Adviertan estas palabras recientes de un líder musulmán, “el islam no puede ‘sobrevivir’ en una sociedad secular” (el entrecomillado es mío). Esta expresión hay que aplicarla a cualquier otra sociedad, basta sustituir el término ‘secular’. Es inquietante el uso del término ‘sobrevivir’. Es más que un problema de incompatibilidad; cualquier contacto con otra cultura es considerado como un problema de supervivencia; es o una, u otra. No dan otra alternativa, es el islam, o guerra. O sumisión, o guerra.
Es una guerra antigua la que el islam sostiene contra el mundo no musulmán, contra los pueblos, Estados, o naciones no musulmanes; contra el mundo libre. Esto es lo primero que tenemos que tener en cuenta y no olvidar. El islam está en guerra contra nosotros, y nosotros estamos en guerra contra el islam. Estamos en guerra.
La estructura de poder del islam es, además, representativa de aquellos que más pierden en este nuevo período; los sacerdotes, las diversas castas sacerdotales, que pierden prestigio y poder a pasos agigantados bajo la nueva luz. Su mundo se les va; sus fundamentos, sus legitimaciones. Hemos de acabar de derribar esos pilares podridos, antes de que hagan más daño.
Nuestro conflicto es esencial, y su resultado tendrá consecuencias duraderas. Es ciertamente choque de civilizaciones, pero de civilizaciones que no están sincronizadas. Son dos tiempos históricos distintos. Lo viejo y lo nuevo. Una civilización del pasado pretende destruir o desvirtuar la nueva civilización; aniquilarla, o hacerla suya, apropiársela de alguna manera.
*Les recuerdo a todos los europeos que los ilustrados, y la Ilustración, tenían en el punto de mira no sólo a la tradición judeo-cristiana que a la sazón dominaba en Europa, también al islamismo y a toda otra fe o tradición religiosa del pasado; se las consideraba, sin distinción, como perturbadoras del progreso intelectual y espiritual de los pueblos, como frenos u obstáculos. La oposición en aquellos momentos a estas tradiciones era algo torpe y poco discriminativa. No había una descripción y una caracterización de estas tradiciones religioso/culturales; no se distinguía entre religiones o culturas universales y religiones/culturas étnicas, pongamos por caso. No disponíamos de una antropología cultural tan desarrollada como la que nos ha dejado el siglo pasado.
Parece que los europeos no nos damos cuenta de en qué mundo otro vivimos hoy. Lo que ha llovido desde aquellos ilustrados. No sólo Darwin y el neo-evolucionismo, la genómica, la ecología y demás. También el nuevo atomismo, la actual física de partículas, y la nueva cosmología relativista. Sin olvidar la antropología cultural ya citada, la sociología, y las ciencias humanas en general; la filosofía (de Kant a Wittgenstein). Por no hablar de la evolución de nuestras instituciones políticas y jurídicas.
(Hay pueblos que aún siguen viviendo en esa Edad Media generalizada que es el neolítico histórico (los últimos seis mil años); que aún viven en aquellas antropologías, en aquellas sociedades, en aquellos mundos. Aún no se han enterado que estamos en un nuevo período; aún no les ha llegado la luz de la nueva cosmología, la nueva biología, o la nueva antropología.)
Es esta Europa renovada, desde sí misma renovada, la que ha de responder. La Europa medieval no queda sino como recuerdo en la memoria de los europeos. Otra es la conciencia hoy del ciudadano europeo medio. Su memoria colectiva reciente está llena de novedades aún sin digerir, sin asimilar (la nueva cosmología, la genómica, la ecología, la conciencia antropológica nueva… la nueva política, las nuevas sociedades). Es un mundo incipiente y nuevo. Son tiempos inaugurales, de fundación. Es una nueva aurora lo que vivimos.
Es desde esta Europa nueva que hay que luchar; y en los términos de esta Europa nueva. Y hablo de términos jurídicos, políticos, filosóficos, científicos, o económicos; se sienta quien se sienta ofendido. Hablo del nivel, del status cultural alcanzado. Por nosotros mismos alcanzado.
Cualquier otro ‘escenario’ o ‘mundo’ es, para nosotros, una regresión. Y una pérdida de pie, por el uso de ‘juegos de lenguaje’ obsoletos, vetustos, rancios, idos; que harían reír, si su prédica no tuviera aún tan macabras consecuencias. El medieval, por ejemplo, el ‘escenario’ en el que aún se mueven los musulmanes; el mundo religioso, filosófico, científico, político, jurídico, geográfico, histórico… medieval.
Quieren hundirnos en ese pasado, hacernos regresar a ese ‘mundo’, muerto ya para nosotros; ésta es la estrategia medievalizante seguida por los musulmanes en el área de influencia cristiana. Pretenden que abandonemos nuestras armas conceptuales nuevas, nuestros términos nuevos; el ‘terreno’ conquistado, el futuro alcanzado. Que cedamos esta cumbre nuestra, este baluarte inexpugnable nuestro.
Lo primero es situarnos en el tiempo y en el espacio. El espacio es la Europa europea, la Europa milenaria, esta tierra ancestral nuestra, y el tiempo es la Europa post-ilustrada, y post-darwiniana, y post-einsteniana… Lo segundo son los actores, los europeos autóctonos de las presentes y futuras (muy pocas) generaciones de un lado, y los millones de musulmanes asiáticos y africanos que se han asentado en nuestras tierras en los últimos veinticinco o treinta años, del otro –y casi sin saber cómo. Lo tercero es el peligro de que aquel espacio y aquel tiempo europeos desaparezcan, o que se nos vayan de las manos a nosotros los europeos. Si todo continúa como hasta ahora, en unas pocas decenas de años los autóctonos quedarán en minoría, y su civilización recién nacida desaparecerá, o se verá señoreada por otros. Sí, gente venida del pasado y de fuera podrían devenir dueños y señores en este nuevo período; aquí, en nuestra casa; como señores gozarían de lo que ni sembraron, ni recogieron, ni trabajaron. Esto, en el mejor de los casos. (Algo semejante padecieron los sumerios cuando su cultura (la primera civilización, la primera escritura…) se vio semi-destruida, desvirtuada, y dominada por invasores acadios (semitas) en los albores del neolítico histórico.)
Peligra no sólo nuestro presente, el status cultural (político, económico, científico, artístico…) alcanzado, esto es, la Europa que ha llegado a ser. Peligra, antes que nada, nuestra identidad, la identidad milenaria de Europa y de los europeos; nuestra misma existencia. Peligran nuestro pasado, nuestro presente, y nuestro futuro.
Perdemos en esta guerra porque no nos hemos enterado todavía qué es lo que nos jugamos en ella; y porque no estamos colocados en nuestro sitio, porque no la estamos haciendo desde donde debemos hacerla, desde nuestra tierra y nuestra cultura, desde Europa, sin más (no desde la Europa cristiana, o desde la Europa de los derechos humanos, o de las libertades).
*Unas palabras sobre los europeos que participan en esta guerra; la tropa ‘anónima’. No son muchos los que dan claramente la cara; los más se escudan, se ocultan. Falsos rostros, falsos nombres; falsas identidades. ¿Quién es quién aquí? Es la cobardía, supongo; prestos a escabullirse al menor peligro. O la deliberada falsedad. Nausea me producen estos contemporáneos, estos paisanos; estos conmilitones.
Si la muchedumbre de anti-islamistas europeos aparecieran en internet con sus rostros y con sus pelos y señales ¿contra quién dispararían los musulmanes, o contra quién lanzarían las sentencias condenatorias sus autoridades ‘religiosas’? No tendrían tiempo siquiera para señalar y disparar; la ‘umma’ no tendría ni tiempo, ni bocas, ni manos. Pero lo tienen fácil cuando los blancos son pocos. A estos pocos desembozados se les amenaza directamente, o se les elimina. Se siembra el terror, lo cual forma parte de la estrategia.
Entre atentados y asesinatos directos los intrusos, los invasores, han logrado sus propósitos; han conseguido amedrantar a la población. El temor y la censura (la auto-censura) se han instalado entre nosotros. Éstas son las victorias del islam, de la ‘umma’, en nuestras tierras; mediante la violencia, la intimidación, y el engaño prosperan y crecen en las tierras de nuestra amada Europa (y del entero mundo libre), a la espera del asalto final.
Se necesitan, pues, valor, y claridad. Una oposición clara y sin tapujos. Masiva. Un rechazo y un desprecio abiertos y masivos. En toda Europa. Sin temor ni pudor. Rechazamos, simplemente, aquello que amenaza nuestro ser.
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Hasta la próxima,
Manu

sábado, 4 de diciembre de 2010

57) Para Carmen Morer

Para Carmen Morer.

Manu Rodríguez. Desde Europa (03/12/10).


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¡Pero mujer, cómo no lo has dicho antes! Esas cosas se dicen. Bien, no te des por aludida entonces. No va contigo lo escrito, o no todo. Está pensado para los europeos, y te afecta sólo en la medida que también te sientas europea, y que compartas con nosotros nuestro destino, nuestro futuro. En realidad estos textos se escriben para muchos, aunque las preguntas vengan de uno solo. Nuestras perplejidades, temores, y esperanzas son más comunes o sociales (locales y temporales) de lo que a primera vista pudieran parecer; son representativas.
Desde luego que puedes sentirte orgullosa de ser judía. Sois de los pocos pueblos que han permanecido fieles a sus antepasados y a sus tradiciones (su religión/cultura), y en las circunstancias más adversas. Sois un ejemplo para todos. Ya quisiera yo que los europeos hubieran tenido para con lo suyo la mitad del celo que vosotros habéis mostrado tener con lo vuestro; un poco de vuestra devoción, de vuestra fidelidad. Cuando la cristianización abandonamos lo nuestro y adoptamos lo ajeno; así, sin más, sin mirar atrás. Tal acto horrible puede ser considerado como la suprema traición, y la suprema alienación. Es un pueblo que se da muerte a sí mismo, que se arroja a sí mismo a la muerte y al olvido; que se anula, que se quita de en medio él mismo. No importa si este paso aberrante se dio por indiferencia, miedo, o interés. Y ahora, en este período nuevo de nuestra historia, se nos viene encima el problema del islam. Si fuimos infieles y desleales con lo nuestro cuando la cristianización, ¿por qué no íbamos a serlo ahora con la islamización; por qué albergar esperanzas de lo contrario? ¡Oh, pueblo mío sin carácter, desnortado; no fiable, indigno!
Vosotros jamás abandonasteis a los vuestros; jamás perdisteis el nexo con vuestros antepasados. Sois de los pocos pueblos no alienados del planeta (espiritual, culturalmente alienados); aquellos pocos que conservan vivo el legado ancestral, que pueden enarbolarlo con orgullo. No habéis permitido que se os privara de vuestra religión/cultura; habéis sido claros y valientes en todo momento y en todo lugar. Jamás arrojasteis el testigo de vuestras manos, jamás renegasteis de los vuestros. Éste será vuestro testimonio imperecedero para todos los pueblos hasta el final de los tiempos. El pueblo judío, el pueblo más fiel. No os arredró ni la persecución ni el ‘mobing’ a que os sometió el cristianismo durante siglos. Ni el islam. Ni el holocausto. Habéis superado tantas pruebas. Es mérito vuestro, mérito del pueblo judío; de vuestro genio, de vuestra naturaleza, de vuestro ser. Pueblo inmortal. Pueblo envidiable.
Un modelo histórico, justamente. Un buen modelo para los pueblos. El mejor. Nosotros, los europeos, y otros pueblos gentiles, debemos aprender de vosotros. De vuestra fidelidad, de vuestra lealtad, de vuestro celo; de vuestra entereza, de vuestra voluntad. De cómo no perder el ser simbólico ancestral y autóctono que somos, en el que venimos a ser; fueran cuales fuesen las circunstancias. De no olvidar, de no descuidar, bajo ningún pretexto, la deuda que tenemos para con los nuestros; el deber sagrado.
Estoy seguro que vosotros comprenderéis las palabras que les dirijo a los europeos. No os afecta, sin duda; sólo vosotros sabéis a la perfección que tal actitud veneradora hacia lo propio es el único camino hacia la otra orilla, hacia la victoria, hacia el futuro; más allá. Vosotros sois una rama intacta del árbol de los pueblos y culturas del mundo, de las pocas ramas intactas que quedan. Y no habéis hecho otra cosa que permanecer fieles al legado de vuestro pueblo. Parece poca cosa, pero muy pocos pueblos pueden decir lo mismo. (Los pueblos cristianizados o islamizados son pueblos alienados de su propia cultura, que sufrieron en su momento un proceso de aculturación y enculturación.)
El futuro hay que ganarlo; hay que tener derecho al futuro. Los momentos que ahora vivimos en Europa, y en el mundo, con esta tercera oleada del islam (su presión, su innegable empuje), ponen a prueba la voluntad de poder y de futuro de los pueblos. En momentos como estos los pueblos se juegan el ser, el seguir siendo. Vosotros habéis demostrado con creces vuestra voluntad de poder y de futuro. Vosotros os ganáis merecida y limpiamente el futuro una y otra vez.
Yo insto a los europeos a que alcancen esa conciencia, ese celo con lo suyo que vosotros nos habéis mostrado a lo largo de los siglos. Conciencia de pueblo, de tradición, de cultura, de signos comunes… Es el único camino hacia la victoria. Es el principio, es el camino. Tal conciencia es también arma, y escudo protector. Nos permite enfrentarnos con visos de victoria a cualquier obstáculo. Esa conciencia no conoce la derrota.
Si tal conciencia hubiera estado presente entre los pueblos, el árbol de los pueblos y culturas del mundo no hubiera perdido ninguna de sus ramas; se mantendría pleno, intacto, vivo, y erguido. Ninguna de las corrientes universalistas hubiera tenido fuerza para devastar culturalmente al planeta; hubieran sido abortadas en su origen, no habrían ido más allá de su tiempo y su lugar. Si tal conciencia se logra o recupera hoy, el enemigo común, el islam, será absoluta y definitivamente derrotado.
Los pueblos, pues, han de ser insobornables, inasequibles (no podrá usar el enemigo el miedo, el interés, o la complicidad). La cultura propia, ancestral y autóctona, es innegociable. No se discute sino con los nuestros, y en casa. Es santa, sagrada.
Estas palabras, como comprenderás, no van para vosotros, que sois maestros en esto que digo. Pero los pueblos necesitan espabilarse frente al empuje del islam. Necesitan hacerle frente, y vuestro ejemplo es el arma que disponemos. Tenemos que imitar vuestro celo y vuestra inquebrantable fidelidad. Esta actitud vencerá, superará cualquier impedimento en nuestro camino, como digo. Esta expansión islámica que padecemos será apenas una tormenta en el devenir de nuestros pueblos. Venceremos, superaremos, dejaremos atrás este sombrío período.
No sé si vas comprendiendo por donde voy en lo que escribo. Confío en que sí, porque sólo los miembros de culturas/tradiciones/religiones étnicas ancestrales pueden ver sin dificultad lo que digo. Lo que yo digo vosotros lo sabéis y lo lleváis a cabo desde hace siglos, milenios (judíos, parsis, chinos, japoneses… y las culturas ancestrales supervivientes). Nada tenéis que aprender de otros. Sois los pueblos fieles; los pueblos sanos. Pero hay otros pueblos, y otros comportamientos, y otras experiencias; yo me dirijo en primer lugar a los europeos…
Bueno, me despido, no te molesto más; si en algo te he podido ofender en alguna ocasión, te pido disculpas.
Saludos,
Manu

jueves, 2 de diciembre de 2010

56) Dos cuestiones. Sobre el concepto 'gentil', y sobre cultura y religión

Dos cuestiones. Sobre el concepto ‘gentil’, y sobre cultura y religión. A propósito de algunas observaciones de C. M.

Manu Rodríguez. Desde Europa (28/11/10).


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*Los términos ‘gentil’ y ‘gentilidad’ no tenían, en su origen, nada que ver con ‘cortés’, ‘cortesía’, o términos afines. Eran las palabras que judíos y cristianos usaban para designar a aquellos que no eran judíos o cristianos, y se usaban de forma peyorativa para designar a todo otro –la ‘gente’, o las ‘gentes’. Estos términos son traducción del término hebreo ‘goy’ (‘goyim’, plural), de igual significación. El término griego para el caso es ‘etne’ (acuérdate de la música ‘étnica’); recuerda también que se suele hablar de religiones étnicas (a las cuales también podríamos denominar religiones gentiles), esto es, de religiones/culturas no universales, culturas ancestrales ligadas a un pueblo y que entran en pugna con el universalismo y el totalitarismo del cristianismo, o el islamismo (porque corren el peligro de desaparecer). Estos términos (‘etne’, ‘gentil’…) se usaban como equivalentes del concepto ‘pagano’ (que se refiere a las primitivas tradiciones campesinas –de ‘pago’, que significa ‘campo’ en latín), o del posterior ‘infiel’ usado por los musulmanes, y eran susceptibles de ser usados también como armas conceptuales; como conceptos generales, tenían (y tienen) la ‘virtud’ de hacer desaparecer a los diversos pueblos y culturas, de borrar las diferencias esenciales; la humanidad se dividió en cristianos y paganos, o en musulmanes e infieles.
Yo reivindico esta primitiva acepción del término ‘gentil’ para designar, como digo en el blog ‘Europa Gentil’, a la Europa no cristiana, no judía, o no musulmana; a la Europa autóctona y ancestral; a la nuestra, a la propia. Es como decir: “sí, nosotros somos los otros, los gentiles, y nos sentimos orgullosos de ello; nos sentimos orgullosos de no ser vosotros”. Es el orgullo y el honor de no haber roto el nexo milenario que te une a tu pueblo, a tu genio, a tu ser.
El uso actual del concepto ‘gentil’ (como sinónimo de ‘cortés’, ‘galante’, o ‘delicado’) comenzó en la Edad Media (siglos XII y XIII), y fueron los poetas del, así auto-denominado, amor gentil (Guitone, Guinizelli, Cavalcanti, Dante…), herederos de los poetas del amor cortés (los trovadores), los que lo retomaron y volvieron a ponerlo en circulación ya con esta significación añadida. De esta manera se distinguían de los cristianos. Era una forma divertida y sutil de oponerse a estos (a su ideología y a su poder), así como de burlar la censura. Confesarse gentil era confesarse cortés, y era confesarse no-cristiano… Hay que tener en cuenta la ambigüedad y, al mismo tiempo, la equivalencia lógica y semántica que introdujeron los poetas e intelectuales de aquel período en estos conceptos: ‘gentil’ valía como ‘cortés’, y como ‘no judío’, ‘no-cristiano’, o ‘no-musulmán’; un concepto llevaba a otro. “Sólo en corazón gentil cabe Amor…”, dijo Guinizelli. ¿Cómo hay que leer, escuchar, o entender esto?
Los poetas trovadorescos y los del ‘dolce stil novo’, los poetas del Amor cortés y del Amor gentil, son los poetas del dios Amor, del dios otro, del dios gentil. Aquella época fue para Europa un proto-Renacimiento, o un conato de ello; un destello de luz, un amago de aurora.
Todo este excurso viene a cuento por tu conexión de ‘gentil’ con ‘idílico’; te has movido en el campo de resonancias conceptuales del uso moderno del término ‘gentil’. Hay que tener en cuenta también el antiguo; o pensar en todos los usos posibles de un término, para hablar de manera filosófica.
Aclarado esto, te responderé. Ni idealizo, como dices en otro lugar, ni consideró idílico el pasado de mi pueblo, pues no se trata de eso. No se trata de que el pasado de mi pueblo fuera idílico o no (además, ¿desde qué punto de vista ‘idílico’; para quién?); se trata sencillamente de que es el pasado de mi pueblo, de mi gente, de mi sangre, de mi ser. Y no veo por qué he de abandonar o ignorar o desconsiderar el pasado propio, o, como sucede en las ‘conversiones’, abandonar el propio y adoptar el ajeno, lo que sería, en ambos casos, auto-alienación; bien al contrario, he de tener mi pasado en lo más alto, y he de anteponerlo a otros. Es lo que un pueblo no debe perder, so pena de desaparecer él mismo; es lo que un pueblo no debe perder en absoluto.
Te recuerdo que los cristianizados, sean de donde fueren, tienen a los patriarcas de los judíos como antepasados propios, y la historia de Israel y del pueblo judío como sagradas, así como santa a la tierra de Israel. Para los musulmanes, sean de donde fueren, y no sólo para los salafistas (de ‘salaf’, ‘antepasado’ en árabe), el período de los antepasados está en los primeros tiempos tras la muerte de Mahoma, descansa en los primeros califas; su propio pasado pre-islámico es como si no hubiese sido, lo que vale también para los pueblos cristianizados y su pasado pre-cristiano. El pasado pre-cristiano o pre-islámico de los pueblos es destruido, o satanizado. Es todo un despropósito. Multitud de individuos y pueblos con pasado y antepasados espurios; aquí y allá. ¿Qué pasa con sus verdaderos antepasados, su propia historia, y su tierra ancestral?
Es la propia ideología judeo-cristiana, no su manipulación, la que sumió a toda Europa en la oscura Edad Media, en un ‘invierno supremo’. Hasta el Renacimiento no se comenzó a resurgir. Se recuperaron poco a poco las tradiciones jurídicas, artísticas, filosóficas, políticas y demás de la cultura greco-romana –la democracia que tanto hoy apreciamos. Se recuperó la gentilidad. Volvimos a pisar terreno europeo. Estábamos en casa. Habíamos vuelto.
*Hay muchas historias truculentas, verdaderas y/o falsas, que pusieron en circulación en Europa los primeros cristianos para minar la confianza que aquellos pueblos tenían en sus propias tradiciones culturales. Se prodigo una visión negativa de las antiguas culturas –ya sin distinción, re-nombradas como culturas simplemente ‘paganas’. Se las despersonalizó, se las desdibujó.
Lo que padecemos hoy en Europa con los musulmanes es lo que el ámbito cultural greco-romano (y finalmente toda Europa) comenzó a padecer con los cristianos hace casi dos mil años. La misma crítica, la misma propaganda, la misma campaña de intoxicación, la misma estrategia de desprestigio y desmoralización de los pueblos a los que se pensaba cristianizar (ahora islamizar). El mismo proceso de aculturación y enculturación. La misma insidiosa destrucción de la memoria. Nuestras tradiciones discutidas, nuestros antepasados vituperados, mancillados; nuestro ser todo pisoteado.
Volverán a alienarnos culturalmente; volveremos a ignorarnos. La historia se repite. Perderemos de nuevo la recién recuperada gentilidad. (Estas frases puedes ponerlas también en interrogación; que pasen de aseverativas a interrogativas. La duda o la incertidumbre resultan menos dolorosas que la certeza; dan esperanzas.)
*
*Querida C., un ‘slogan’ no es una cultura, en una cultura están implicados miles de seres humanos y miles de hechos. Es de justicia tener en cuenta a todos y a todo (en la medida de nuestras posibilidades). Un ‘slogan’ puede ser representativo de una ideología religiosa (el que tú mencionas –‘ama a tu prójimo como a ti mismo’), o una política (‘proletarios de todo el mundo…’), o una filosófica (‘trata al otro como quieras que te traten a ti’). Estas frases, más sonoras y rimbombantes que efectivas, pueden formar parte de una cultura, pero no la representan de ninguna de las maneras. No es tan simple la cosa.
La cultura de un pueblo es su religión; y cuanto más ligado esté un individuo a su propia cultura, tanto más religioso será. Toda la cultura, incluida la culinaria, o la manera de hacer sus necesidades, hacer el amor, o enterrar a sus muertos; su ciencia, su derecho, su música… Todo. Lo grande y lo pequeño; tierra y cielo. Y eso es lo que cada pueblo debe amar con todas sus fuerzas, y defender hasta la muerte; su propio patrimonio lingüístico-cultural, su propio mundo, sus propias condiciones espirituales de existencia; la atmósfera, el aire que requiere para respirar con amplitud y libertad. Es también el fruto de las generaciones.
En cuanto a esa frase que citas, y a esa religión, han causado en el mundo tanto daño como el que ha causado y causa el islam (recuerda lo del ‘el islam es paz’). Esas frases no han servido más que como instrumentos de poder y de dominio de las castas sacerdotales y políticas. Han destruido centenares de culturas y hecho desaparecer del mundo cientos de pueblos. La propia cultura china ha estado a punto de desaparecer a causa del comunismo. Se perdió la cultura egipcia, la persa, la griega, la romana… En el nombre de esas ideologías, de esos principios; en el nombre del dios de los cristianos, del dios de los musulmanes, del humanismo comunista. Toda la humanidad ha perdido; todos, individuos y pueblos, hemos perdido algo de nuestro ser. El árbol de los pueblos y culturas del mundo, que es también el árbol de la vida, el árbol más puro, está desmochado, sucio, roto.
El resultado final de toda esta triste historia es que no quedan en nuestro mundo sino esas pocas ideologías religiosas y políticas. Se han adueñado del planeta y lo han dividido y enfrentado. Las áreas de dominio de estas ideologías están en guerra entre sí. Nosotros, los humanos, no somos más que herramientas en manos de sus líderes religiosos o políticos, nos enfrentan unos a otros; somos sus peones, sus soldados… Nos alienan y nos instrumentalizan. ¿Hasta cuándo?
Hablar de este tema me entristece. Tu salida me entristece. ¿Por qué una cita de Jesús, por qué no una cita de Tales, Solón, Tirteo, Jenofonte, Heráclito, o Píndaro? ¿Cómo tan lejos de casa? ¿Es que no conoces ya a los tuyos; te has olvidado que tienes antepasados y sabios propios? Se descuidan las enseñanzas del propio pueblo. Esto es muy común en nuestros días. Citas budistas, taoístas, cristianas o musulmanas en los labios de nuestros hombres y mujeres; y la ignorancia o el olvido de lo propio. ¿Qué saben de sus propios sabios, o de su propio pueblo?
Me dices, en otro comentario tuyo, que vas a leer a Lévi-Strauss; era judío, efectivamente, y un judío filosófico y europeo (que había asimilado la cultura europea (desde Grecia y Roma)), a la manera de Einstein. De él te recomiendo ‘El pensamiento salvaje’. Espero que te ayude a redefinir o a reubicar los conceptos ‘cultura’ y ‘religión’; y a reencontrarte con ellos.
Hasta la próxima,
Manu