Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

sábado, 25 de marzo de 2017

149) Genocentrismo IV


Genocentrismo IV.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (25/03/17).


*


*No es el hombre el que se expresa, es la vida –en todo momento, en toda criatura. 
*La última alienación, la alienación del cuerpo, de la carne, de la animalidad. Ahora es la carne, la piel, el ‘soma’. Puro fenocentrismo. No hay sino ‘psykhé’ (en su sentido aristotélico, como el ánima de todo lo viviente, lo que da vida, la vida, la sustancia viviente única).
El soma es mero agregado de la sustancia genética; un vehículo, una armadura…
El soma protege al genoma. Lo aísla. Es a través del soma que el genoma se hace una idea del entorno (el ‘umwelt’). Es en la piel, en la membrana, donde se encuentran los receptores. Lo que le llega al genoma es una ‘transducción’ de lo que ‘recibe’ la membrana. Es un conocimiento diferido. No muy diferente de las transducciones que realizan nuestros sensores (foto, quimio, mecano… receptores).
Las señales químicas llegan al núcleo, y es en el núcleo donde se gestan las variadas respuestas. Y todo sucede en milisegundos.
Tanto en los monocelulares como en los metazoos, éste es el proceso. En todo momento es el genoma el que recibe información y el que responde en consecuencia. En lo grande como en lo pequeño.
El genoma ‘usa’ su cuerpo para aprehender el exterior. Lo dota de sensores.
La información que llega al núcleo de las células (y de nuestras neuronas) es una traducción de los que sucede a su alrededor. Es una imagen o signo del exterior. Y son ‘signos’ universales,  pues es el que todos los seres vivientes usan. Pero esto sucede porque no hay sino una sola sustancia viviente. Con esos signos la sustancia viviente única conoce, interpreta, (se) representa lo exterior.
Esos signos no son los únicos en entrar en el núcleo, otras sustancias tienen permiso para llegar hasta él sin necesidad de transducción.
Aquí tenemos la primera representación del mundo. La representación está, pues, en los orígenes de nuestro ser. Ahora bien, este mundo, esta representación que se tiene a nivel celular es único, es el único mundo-representación en el que se mueven las células, y el que se intercambian. Es, pues, un mundo simbólico, compartido.
Un solo mundo a nivel celular. Un lenguaje físico-químico. Las células se intercambian un material semiótico universal.
La genómica y la biosemiótica conocen ya esto. Los procesos de aprehensión del mundo exterior de las diferentes criaturas son análogos, estructuralmente análogos. Se correlacionan, son equiparables.
En los organismos complejos el mundo representado es función de su morfología,  de su peculiar sistema sensorial (sus foto-receptores, quimio-receptores, mecano-receptores…). Cada cariotipo posee su propia representación del mundo –su propio mundo. Hay una transducción específica para cada especie.
Otra cosa a tener en cuenta en el mundo celular es la semejanza que se da entre el modo de recibir y emitir señales, y el modo de nutrición. La ‘entrada’ y la ‘salida’ de material.
Los procesos metabólicos (anabólicos, catabólicos…) en el proceso de información y en la nutrición. Procesos paralelos, análogos.
Las fases analíticas y sintéticas en el ‘pensamiento’.
En los seres humanos se produce una traducción de la traducción (el lenguaje hablado). Un signo sonoro responde a lo percibido, traduce lo percibido (que es también transducción).
El mundo producido por nuestro peculiar sistema sensorial no puede ser sino el mismo. ¿Por qué nuestras palabras, nuestros conceptos no son los mismos?
El cariotipo humano no puede tener sino un solo ‘mundo’. ¿A qué se debe, entonces, la pluralidad de ‘mundos’?
Cada grupo etnolingüístico genera su propia representación. Responde de distinta manera a los mismos signos percibidos. La pluralidad de lenguajes-mundos.
Un ejemplo, los quimio-receptores usan las mismas transducciones para cada estímulo olfativo. Todos los miembros del cariotipo humano perciben el mismo ‘olor’. Pero también ‘ven’ el mismo mundo, y los sonidos…
Nuestra aprehensión del mundo, sin la intermediación del lenguaje, es la misma.
Sin duda el aislamiento de los grupos humanos tiene que ver con los diferentes lenguajes simbólicos que hemos llegado a generar.
Esto hace suponer que hubo un lenguaje-representación primero del que derivan todos los demás. Antes de la dispersión y del aislamiento en que vivieron los distintos grupos humanos hubo, necesariamente, un lenguaje-mundo único.
Los lenguajes-mundos evolucionaron, mutaron, cambiaron –las palabras (los significantes), las gramáticas, los mundos…
No es el ‘mundo’ exterior que nos ofrecen nuestros sensores el que usamos para movernos en el entorno (como hacen las células, por ejemplo), sino el mundo lingüístico-cultural generado a través de las generaciones.
El aislamiento produce también variaciones en los trinos de una misma especie (entre las aves). La misma especie de ave produce trinos diferentes en diferentes regiones. Dialectos, tal vez.
La función primordial del lenguaje es la de unir a un grupo humano, dotarle de un solo mundo. Esto favorece la vida, la facilita. Remitiéndonos únicamente al lenguaje hablado (obviando el lenguaje gestual, por ejemplo) no tenemos sino sonidos significantes (simbólicos, compartidos). Equiparables de alguna manera a los sonidos simbólicos compartidos entre las diferentes especies (gritos de llamada, de alarma…).
No habría misterio en el lenguaje. Sonidos simbólicos que los grupos humanos se intercambian en sus diferentes interacciones. Las interacciones que se puedan dar entre miembros del mismo grupo estarán mediadas por el mismo lenguaje. Esto, parece, es esencial para la vida, para la continuidad de ese grupo. El mismo mundo (la misma representación lingüístico-cultural).
¿Son verdaderamente tan diferentes los diversos mundos representados? Pueden ser traducidos a otro lenguaje. Aunque no haya coincidencia absoluta entre un término y otro, cabe una traducción. A veces se hace necesaria una perífrasis –un término puede no tener equivalente alguno en otra lengua y se hace necesario decirlo de otra manera.
Las lenguas emparentadas (las lenguas indoeuropeas, por ejemplo) tienen más fácil la traducción.
Lo que hace posible la conformidad en el lenguaje segundo (el lenguaje hablado) es la conformidad previa del lenguaje primero (la transducción que los sensores realizan del mundo exterior). Es el mismo ‘árbol’, por decirlo así, el que perciben; la misma ‘luna’, el mismo ‘sol’…
En el mundo interno los humanos compartimos el lenguaje primero, pero no necesariamente el lenguaje segundo (cada grupo (aislado) genera su propio mundo).
Los términos de la lengua no han de ser vistos más que como signos eventuales, incluso arbitrarios (cualesquiera), que no tienen otra función que la de permitir la cohesión del grupo en cuanto al mundo lingüístico-cultural compartido. Viven, se podría decir, en el mismo mundo (la misma representación lingüístico-cultural).
En cualquier caso, el mundo primeramente recibido (el primer mundo, la primera representación, la que realiza nuestro sistema nervioso), es el mismo para todos los miembros del cariotipo humano.
No nos olvidemos que el origen y término de la información es la sustancia genética, el genoma de la(s) célula(s). El sistema neuronal (las neuronas) no nos debe confundir al respecto. El núcleo de las células es el único destinatario y el único remitente de la información –la sustancia genética en el cuerpo, la sustancia viviente única.
El primer mundo (la primera representación) del que dispone la sustancia genética es el que le proporciona sus receptores de información. En lo pequeño y en lo grande.
Las neuronas son las células específicas del sistema nervioso, pero es el genoma de las neuronas el que recibe y el que emite ahí. El dispositivo neuronal no debe confundirnos. Hay que ir al ingeniero del soma, que es el mismo que lo conduce o pilota. El sujeto único, en una palabra. El Uno-Primordial (Ur-eine). El único. Xenus.
El lenguaje segundo tiene funciones primordialmente socializadoras, integradoras… Posteriormente puede tener funciones identitarias y otras para los miembros del grupo, pero su primordial función es la de proporcionar un solo mundo a los miembros del grupo y cohesionarlos en virtud de éste.
Las evoluciones ulteriores de un lenguaje-mundo son impredecibles. Su sentido para los miembros del grupo que lo vive. Se ocasionan incluso guerras entre culturas, y destrucciones de mundos lingüístico-culturales.
Las innumerables lenguas tan solo muestran el asombroso poder creativo de la sustancia genética.
Hemos de decir que la culminación del ser humano se realiza a la luz del lenguaje –la humanización. Sin lenguaje el proyecto humano no se lograría.
El lenguaje en los humanos forma parte de su filogenia y de su ontogenia.
Todos los seres vivos usan el mismo lenguaje primero físico-químico. El lenguaje primero es la primera representación del mundo entorno que poseen todos los seres vivos. Tiene millones de años.
Signos mecánicos, químicos, eléctricos, térmicos… Un mundo entorno palpitante y unos receptores variados y capaces.
En el genoma de la célula hay  pulsiones, percepciones (sensaciones), ponderaciones (estimaciones, juicios), decisiones… Se mueve en un mundo conocido, ‘nombrado’, ponderado, medido… El genoma siente, pondera (piensa, juzga, calcula…), proyecta… El mundo interno es el mundo externo introyectado (su transducción). Mundo interno es lenguaje interno.
La aprehensión del mundo externo mediante un lenguaje físico-químico. La elaboración de un mundo interior. La representación del mundo se convierte en el primer mundo interior. Pensamiento. Reflexión. Memoria.
Es un lenguaje interno el que se establece entre los receptores  y el genoma, un lenguaje, además, universal.
El mundo como representación es lo natural, podríamos decir.
La ingestión es aprehensión directa del mundo exterior, asimilación. La endocitosis, la fagocitosis…
La secreción, la exocitosis…
Procesos paralelos, análogos. La comunicación y la nutrición.
Una interpretación de una interpretación. Un signo de un signo. El lenguaje de los humanos. Una representación añadida.
Un mundo representado es esencial para la vida. Propicia la memoria, la comparación, la ponderación, el juicio… Lo que así denominamos ha de estar ya en la sustancia genética. Pensamiento, volición, ponderación…
La vida se mueve inteligentemente en el mundo entorno. Las neuronas sensitivas que recorren su soma la tienen informada cada momento. En lo grande y en lo pequeño.
Todos los conceptos psicológicos que usamos los humanos podemos aplicarlos a la vida, a la sustancia viviente única. Desde las formas más simples y primitivas. El alma  de todo organismo (la ‘psykhé’ de Aristóteles), la sustancia genética, es el/la único sujeto del pensar, del querer, del sentir…
Los humanos hemos logrado acuñar términos concernientes a los estados de ánimo. Son estados de ánimo distinguibles, diferenciables… Están ahí. Son padecidos por la misma vida.
Nuestro sistema de representación de estados de ánimo se corresponde con los estados de ánimo que afectan a la misma vida. Son nuestros estados de ánimo cuasi-inefables.
El paso del lenguaje primero al lenguaje segundo. Del lenguaje físico-químico al lenguaje hablado. Tiene que darse una correspondencia, una suerte de relación biunívoca (el genoma poliglota).
La conciencia es, como decía Nietzsche, una conciencia social, colectiva. Pero el pensar, el razonar, es íntimo de cada uno – de cada ‘alma’ (genouma). La reflexión.
El pensamiento en el hombre se realiza  mediante el lenguaje segundo. Pero subyace el lenguaje primero.
Querer establecer un mundo, la necesidad de mundo… La necesidad de la representación. El mundo externo introyectado, designado, descrito.
El lenguaje  celular, el primer lenguaje. Lenguaje interno y lenguaje externo. Con ese lenguaje la vida a sí mismo se habla, y se comunica con la otra vida más allá de sí. Es el lenguaje universal de la vida.
La vida es inteligente en todos los niveles.
No necesitamos el concepto de ‘voluntad de poder’ para definir a la vida. La vida es poderosa en sí misma.
El proceso reproductivo está relacionado con la nutrición (la ingestión, la osmosis, la asimilación…). La necesidad de integrar sustancias del entorno para poder duplicarse. Y no sólo se duplica la sustancia genética, también se duplica el soma que lo resguarda, que lo protege, aunque también lo aísla del mundo exterior.
El soma es un dispositivo elaborado por la sustancia genética que tiene diversas funciones. Responde a las demandas del ‘creador’, del ingeniero. El genoma necesita protegerse, moverse, informarse… crecer, duplicarse…  Dominar el medio.
La representación del mundo entorno es esencial para la vida desde sus orígenes. “En qué mundo he venido a ser”. “¿Dónde estoy?”
La palabra ‘mundo’. El lugar.
La pregunta por el ser en el mismo origen. “Qué cosa soy”. El verbo ser, ¿responde a un demanda que parte de la sustancia genética? Yo soy, yo vivo…
El verbo ‘ser’, el verbo ‘vivir’… términos como ‘mundo’, o ‘lugar’… ¿Cuándo vinieron al mundo; cuando aparecieron? ¿Qué grupo humano las acuñó?
Preguntas que la vida a sí misma se hace. “¿Qué soy?” “¿Quién soy?” “¿Cómo he venido a ser?”
La sustancia viviente a si misma se interroga, en sí misma. Interroga. Inquiere. Quiere saber acerca de sí, y acerca del mundo en el que ha venido a ser.
No como ser humano, sino como vida se interroga. La vida tiene ahora la palabra.
Hay un mundo que no soy yo (la sustancia viviente única) –un  mundo que no es vida, que no es viviente.
La vida se reconoce como tal, se detecta en el ‘otro’. Sabe que está en aquel soma, tras la membrana…
Pero hay cosas que no son vida (como ‘yo’, o como ‘nosotros’). Un mundo abiótico. La tierra (el suelo), el agua, el aire… El entorno físico-químico que rodea a la vida.
Es como vida que hemos de interrogarnos.
La sustancia genética es el único sujeto, el único actor. La única sustancia que hace y que dice ‘yo’. No hay otro sujeto, no hay otro actor.
La vida piensa acerca de sí. Filosofa. Medita. Piensa. Voluntad de saber acerca de sí. Voluntad de conocimiento.
Pensar, querer, sentir… Todo lo intrínseco a la misma vida.
No el hombre piensa, sino la misma vida. Mis reflexiones son reflexiones de la misma vida. El hombre, el fenotipo, el soma, la criatura… ha desaparecido en mí.
Es preciso adoptar esta perspectiva. Desde la misma vida. Situarse en el centro, en el origen… Regreso al ser primero, y único.
Retorno, autognosis… La vida se recupera a sí misma. Ya no en otro, por otro, o para otro… Ya no alienada en sus criaturas, sino centrada en sí misma. Colocada; en su lugar. Desde sí misma.
Saber de sí; saberse. Tenerse. La vida a sí misma se tiene.
Aprehenderse. Advertirse. La conciencia esencial, primera. La conciencia de sí de la misma vida.
La vida ya nada desea porque se tiene a sí misma. Nada deseo porque me tengo a mí mismo. El instante de la autognosis. El instante misterioso. La revelación del ser propio; del ser que se es.
El conocimiento de lo que somos (de quienes somos) cambiará la faz del planeta. El período antropocéntrico, fenocéntrico, desaparecerá. Ahora viene un período milenario, centrado en la vida  –biocéntrico, genocéntrico.
*
Hasta la próxima,
Manu

martes, 14 de marzo de 2017

148) Genocentrismo III


Genocentrismo III.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (14/03/17).


*


*¿Qué se puede decir acerca de la vida? La vida es la esencia, el ser de toda forma viva; de toda criatura. La vida es sustancia viviente; la única sustancia viviente en este planeta. La sustancia genética. Es una y la misma en todas las criaturas. Es lo único vivo en las criaturas. Nosotros somos la vida.
Todo aquello que predicamos de las criaturas, de la vida lo predicamos. Astucia, inteligencia, apetito (deseo, voluntad…)… La intelección, la volición… las pasiones y afectos.  El amor, el odio…
En todo momento es la vida (la sustancia viviente única) la que piensa, siente, y quiere.
La esencia de la vida… La vida es esencia. La vida es el ser, el único ser. Nosotros somos la vida.
Amar a la vida es amarnos a nosotros mismos.
El ‘hombre’, el particular cariotipo que somos. No hemos de interrogarnos como seres humanos, sino como vida.
¿Qué preguntas puede hacerse la misma vida? La vida en el cosmos. El ser del cosmos; el ser de la vida.
La pregunta acerca del ser –por qué hay ser en lugar de nada–, la pregunta filosófica que promueve Heidegger.
Nosotros somos el ser vivo, el único ser vivo en este planeta –la vida en este planeta. Somos en todas y cada una de las criaturas que pueblan este planeta. La misma esencia, el mismo ser.
Las diferencias específicas (entre las innumerables criaturas) no ocultan nuestra común y única esencia.
Este conocimiento –la esencia compartida por todas las criaturas– apenas cuenta un  siglo. Sus corolarios están por pensar, por vivir…
El hombre desaparece. El futuro del cariotipo humano cambiará radicalmente en cuanto esta conciencia, este saber cierto, se extienda.
Nos, la vida.
No el hombre cobrará conciencia acerca de su ser, sino la misma vida. Es un proceso de autognosis –la vida se torna consciente de sí. No como esta o aquella criatura, sino como la misma vida. 
Lo otro de la vida –de lo vivo, de lo viviente; de la sustancia viviente única.
En los años que llevo con este saber apenas si he podido añadir algo de lo ya dicho más arriba. No sé qué decir. Es el hecho más significativo, más revolucionario, más sublime. Y apenas si puedo decir. No sirvo; no tengo facultades. Insuficiencia. Aquí se requiere al poeta y al filósofo; al creador, al visionario.
Esta conciencia que digo dará a lugar a nuevas culturas, a nuevas civilizaciones. Todo aquello que hemos sido, como humanos, capaces de concebir y de crear –todas las tradiciones culturales– cambiarán radicalmente.
Nada nos satisface ya de las antiguas culturas. Ni su arte ni su pensamiento. Todo insuficiente. Nada nos dice; nada satisface. Carecemos por completo de palabras y de obras.
Somos los primeros. Tendremos que crear de la nada un mundo nuevo. A la altura de la sustancia genética, de la sustancia viviente única.
Decirnos. Decir la nueva mirada. El ser recobrado; recién descubierto. Nuestra verdad.
Heidegger es el último filósofo. El hombre le preocupaba. El ser y el hombre. El lenguaje. El hombre y el lenguaje.  El lenguaje como  morada del ser. El hombre como pastor del ser.… El hombre y la técnica. La futura dominación del planeta –en ‘quién es el Zarathushtra de Nietzsche’, por ejemplo. Seguía girando alrededor del ‘hombre’. Pese a su grandeza, nada nos dice; no nos alcanza. Lenguaje humano, demasiado humano. Mundo pre-genocéntrico (como ptolemaico); ido.
No tenemos nada. Xenus/Nexus no tiene nada que le acune. Ni una palabra, ni un poema… Nada. Ni siquiera las ciencias biológicas más recientes se han percatado de su venida. No encontramos nada para nosotros.
Obsérvese, por ejemplo, en el derecho ambiental, donde dicen cosas como: "Todos los hombres gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo…”  El ‘hombre’ sigue siendo la preocupación, el centro, no la vida.
Las viejas culturas, las viejas historias, los viejos mundos antropocéntricos, fenocéntricos… Todo ha perdido su brillo, su esplendor… la sabiduría, la gnómica… No para nosotros.
Pobreza inaudita. Apenas si contamos con materiales para construir. Desnudos aparecemos.
Sólo las ciencias de la vida pueden instruirnos. Genómica, ecología…
*La técnica acompaña al hombre desde su origen, desde el paleolítico. El uso de herramientas, de útiles, de métodos… en el curtido de pieles, en el trabajo de la piedra, en la de los pigmentos y en la pintura, en la construcción de viviendas, en la preparación de los alimentos, en la fabricación de armas y utensilios, en la caza…
El hombre ‘moderno’, el cariotipo humano que prevalece y perdura hasta nuestros días.
Las consecuencias de las técnicas del paleolítico tuvieron un mínimo impacto en el resto de la naturaleza. Si bien hoy sabemos de la extinción de especies debido a la caza descontrolada en las Américas y en Europa. La llegada del hombre al continente americano fue un desastre ecológico.
No podemos apelar al hombre primitivo. La conducta de los grupos humanos fue siempre explotadora e indiferente a las consecuencias medio ambientales o ecológicas de su actividad super-depredadora.
El neolítico supuso otro avance en las técnicas de explotación de la naturaleza –la agricultura, la cría y domesticación de otras especies, la minería… (obsérvese el antropocentrismo en el Génesis judío).
Por lo demás, los nichos ecológicos son frágiles e inestables. Basta la más mínima alteración climática, orográfica, o biológica para acabar con estos. Hay siempre un relativo equilibrio o un equilibrio inestable en los ecosistemas. No son eternos.
No es sólo el hombre el perturbador (de los ecosistemas). Pero es el hombre la única especie que es consciente de sus actos, y de las consecuencias de sus actos.
El único cariotipo que piensa y que se piensa en el mundo. El único que se ‘objetiva’, que va más allá de sí y, por ello mismo, el único ser vivo que puede modificar su conducta.
Esta autoconciencia es, quizás, la fuente de nuestra libertad. El ‘plus’ que caracteriza al cariotipo humano.
¿El cariotipo humano como vértice de la evolución? La especia ‘elegida’, dicen. ¿Elegida para qué? ¿Para dominar este mundo viviente; el mundo? ¿Para destruirlo?
El cariotipo humano es la especie elegida por la sustancia viviente única  para el gran acontecimiento de su revelación en el mundo –de su auto-revelación.
La sustancia genética es el señor de la creación (en lo que concierne a las formas vivas). El ‘uno’, el ‘único’; la sustancia viviente única.
El cariotipo humano es un medio, un recipiente, un vehículo… desde el cual la sustancia viviente única accede al mundo.
No como hombres sino como sustancia viviente única hemos de vernos y pensarnos a partir de ahora.
El largo camino hacia sí mismo de la sustancia genética. La autognosis de la vida. La revelación.
No podemos decir si ha sido la intención o el azar. La rama de los homínidos surgida de la rama de los primates… hasta culminar en el cariotipo específico humano.
En el cariotipo humano la sustancia viviente única cuenta con ojos y oídos y manos para llegar a sí misma. Es en el cariotipo específico humano que la sustancia genética adviene a la luz, llega a ser consciente de sí.
El ‘hombre’ ha de ser dejado atrás. Ahora se requiere una ‘cultura’ para la vida. Ahora la vida ha de crear su propia cultura. Una cultura a la altura de la vida. Una cultura dirigida a la vida, centrada en la vida, destinada a la vida. Una palabra digna de la vida.
La vida no dispone de cultura. No tiene nada. Carece por completo de palabras que la digan, que la expresen, que la acunen. Nada del pasado antropocéntrico y antropomórfico puede satisfacer su hambre y su sed de palabras, de verdades…
Habrá que empezar desde cero. Una nueva cultura desde la nada.
Ya no se trata del hombre, sino de la vida, de la sustancia genética, de la sustancia viviente única.
Una vida ya no confundida, perdida, presa… alienada en sus criaturas –en el hombre en particular. Una vida ya libre y consciente de sí.
El uno-primordial (Ur-eine). Xenus. La sustancia genética, la sustancia viviente única. Carente de palabras, de música… Ninguna cultura humana la dice; nada en la sabiduría de los hombres la presagiaba o adivinaba. El inesperado Xenus/Nexus.
Incluso la rama del saber más relacionada con la vida (biología) sigue siendo antropocéntrica –humana, demasiado humana. Tendrá que comenzar de nuevo.
El centro ahora es la vida. La historia de la vida. Desde sus orígenes. Desde los protobiontes. Desde las primeras señales de vida en el planeta. La evolución de sus máquinas de supervivencia, de sus modos de dominio –la heurística de la vida. La ocupación del agua, de la tierra, del aire… La expansión de la vida.
Xenus/Nexus no puede quedar prendido en las diversas culturas que los humanos han llegado a crear. No puede comprometerse con ninguna cultura, con ningún grupo humano. Ha de trascenderlas a todas. Más allá.
El nuevo período genocéntrico, post-fenocéntrico (post-antropocéntrico), ha de dejar todo lo humano atrás. Ahora la alienación le compete a la misma vida. La vida no puede seguir siendo esclava de una determinada rama étnica o lingüístico-cultural.
En cada ‘cultura’ los hombres se decían a sí mismos. Trataban de encontrar un sentido a su propia existencia. El hombre era el centro de aquellos mundos elaborados a través de las generaciones. El hombre era el límite y la raíz de sus preocupaciones.
Todo el legado humano ha quedado inútil para Xenus/Nexus. Todo equivocado, errado, descentrado… El sujeto ahora es la vida.
El camino que inicia Darwin es el que nos ha conducido aquí. A la esencia de la vida. A Nos –a ‘genous’.
Es un año cero absoluto. Todo por hacer.
¿A quién invocamos? Carecemos de dioses, de mitos… de historia, de ‘pasado’… Lo nuestro es el futuro.
Tenemos que construir para el futuro una morada para Xenus/Nexus. Para la nueva (y vieja) criatura; para la vida imperecedera.
La vida es el único sujeto de la actividad; el único protagonista. No hay otro. No hay nadie más.
Es en el cariotipo humano que se produce el nacimiento de Xenus/Nexus. La especie elegida (por la sustancia viviente única). En algún momento de la historia del cariotipo humano se produciría esta ‘revelación’. Y el momento ha llegado.
Todo lo humano ha quedado atrás. El ‘hombre’ ha desaparecido. Ahora es la mirada de la vida, de la sustancia viviente única, de Xenus/Nexus. Ahora es la vida la que tiene la palabra. El hombre (la criatura) ya nada tiene que decir.
Las nuevas sociedades post-humanas: genocéntricas, ecológicas…  Bases biocéntricas de la nueva cultura.
Nuevos pensamientos, nueva actividad, nuevos mensajes… Nueva arquitectura, nueva música, nueva poesía, nueva filosofía… Una cultura a la altura de Xenus/Nexus. Genouss y Genoussin.
Más allá de culturas, razas, naciones… Pero no en nombre de una abstracta humanidad, sino en nombre de la vida.
Ahora el cariotipo humano, la especie elegida, el vértice de la evolución, se convierte en el defensor y en el cuidador de la vida. Ésta es su misión. Velar, cuidar, proteger…
Todo humanismo o antropocentrismo (religioso, filosófico, político…) ha quedado arruinado, pulverizado, ante la ‘revelación’ de la sustancia genética, de la sustancia viviente única.
Un planeta biocéntrico, global… Una cultura biocéntrica universal. Éste es el futuro. No un mundo en guerra, en discordia consigo mismo –en el nombre de pueblos, credos, naciones…
Un futuro creativo, constructivo, reparador…
La revelación de la sustancia viviente única cambiará la faz del planeta en el futuro. Esta revelación sí que es una verdadera novedad; algo verdaderamente nuevo, e inesperado. No anunciado, no presagiado, no adivinado, no profetizado… Esta revelación, este saber, partirá en dos la historia del cariotipo humano sobre la tierra. Habrá un antes y un después como nunca antes lo hubo.
Seres nuevos, futuros… Conscientes de su ‘ser’ único.
Nosotros somos la vida. Más allá de los fenotipos, de las criaturas. Nosotros somos los creadores. Amor, veneración, cuidado…
El ser único. El fuego único. El alma de lo viviente. Y nosotros somos ese ser, ese fuego, ese alma.
Lo importante es que esta conciencia se difunda. Se trata de una conciencia y de un saber no sectario, sino universal. El movimiento no ha de convertirse en una secta.
No se trata de una secta de vocación universal sino de un saber que afecta a todos los grupos humanos.
*Es el ‘hombre’ con sus demandas, con sus exigencias, con sus impertinencias… el gran perturbador. Ahora reclama aire limpio, aguas puras… en nombre de la humanidad… como un derecho. Incluso los más radicales, los ecologistas ‘profundos’, usan un lenguaje antropocéntrico. Se habla de la auto-realización del ‘hombre’… del papel del ‘hombre’ en los nuevos tiempos ‘biocéntricos’…
No sé cuando nos libraremos de ese ‘hombre’ que lleva miles de años explotando al resto de de la naturaleza viviente y emponzoñando el planeta. No sé cuando ese ‘hombre’ de apartará a un lado para darle paso a la vida; para hablar como vida, y en nombre de la vida.
*Protegiendo la vida, nos protegemos a nosotros mismos, y a nuestra descendencia. Hablamos como vida.
Es un deber el proteger la vida. Proteger la vida es un deber para la misma vida.
Proteger la vida es proteger, en primer lugar, su entorno físico-químico; es proteger el hogar.
“La morada del hombre es su ‘daemon’ (divinidad, dios)”, dice Heráclito. La morada, esto es, su morar sobre la tierra, el cómo mora o habita; su modo y manera de estar. Tal la morada, tal el hombre que en ella mora.
El hombre que hasta ahora mora es el hombre del neolítico, el depredador sin escrúpulos… Es ese hombre el que mancilla la morada de la vida. Así la morada, así el hombre que la habita. Es ese hombre último el que debe desaparecer para dar lugar a la vida. Ahora es la vida la que tiene la palabra.
El hogar de la vida. Ahora no es el hombre quien mora, o el morador, sino la misma vida. La vida cuida de su morada. La tierra, el agua, el aire, la luz… La cuna de la vida. El hogar prístino y puro.
Limpiar, purificar todo lo que el hombre ha manchado. Recuperar la tierra, el aire, el agua, la luz…
Lo que importa desde ya no es el futuro del hombre, sino el futuro de la vida. La vida que somos. Nuestro futuro.
El camino hacia la vida, el camino hacia nosotros mismos. Regreso, retorno… vuelta, giro… revolución. Remembranza. Catarsis.
*
Hasta la próxima,
Manu

lunes, 6 de marzo de 2017

147) Fuera de circulación


La verdad y la vida puestas fuera de circulación.


Manu Rodríguez.  Desde Gaiia (06/03/17).


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*Estamos viendo estos días que abogar por la sexualidad natural, la de hombres y mujeres, la de varones y hembras… la sexualidad reproductiva, trae malas consecuencias, se corre el peligro de que le pongan a uno fuera de circulación (como le ha sucedido al autobús en el aparecían slogans pro-sexualidad natural). A tal defensa se le acusa de menospreciar o despreciar a los colectivos de lesbianas, homosexuales, transexuales y demás.
Al tiempo que tal defensa de la sexualidad natural  era denostada y censurada por todos nuestros serviles políticos e ‘intelectuales’, nuestros telediarios daban noticias de escuelas de ‘drag-queen’, para niños, en Canarias. Lo malo, lo ‘indigno’, lo grotesco y patético, lo censurable… no está en la existencia de tales escuelas, por ejemplo, sino en abogar públicamente por la sexualidad natural. Es el mundo al revés. Es un signo de los tiempos que vivimos.
Cuestionando la sexualidad natural, no se cuestiona la cultura, ciertas tradiciones o ciertas prácticas, siempre relativas, sino la naturaleza misma, el sentido (reproductivo, pro-vida) que tiene la naturaleza sexual de cada cual; el sentido mismo de nuestro sexo –el sexo con el que hemos nacido.
Es la vida, la verdad, el ser… lo que se aparta de la circulación, lo que se esconde, se oculta, o se margina. No puedes abogar por la sexualidad natural, la que coadyuva a la vida. Se te tacha públicamente de reaccionario, de carca, de fascista… se te llena de insultos. Se te penaliza; se te prohíbe, incluso. No hay libertad de expresión para tales discursos. O están prohibidos, o no son políticamente correctos (no son del gusto del ‘amo’).
Schopenhauer y Darwin para nada. La metafísica del amor, para ambos, radicaba en la reproducción. El goce, el plus que ‘natura’ añade al acto reproductivo, se convierte en la finalidad de las relaciones ‘sexuales’.
Cuando no se tiene otra finalidad que el placer no se debería hablar de sexo, o de sexualidad, sino de erotismo, de placer; de hedonismo, de sensualidad, de pura búsqueda del placer. Podríamos decir que no hay otra sexualidad que la reproductiva; que el mismo concepto ‘sexualidad reproductiva’ resulta redundante.
Para obtener placer cualquier ‘cuerpo’ basta. Esto parece. Hombres, mujeres, niños… e incluso otras especies (perros, cerdos, asnos…). Es el no va más de la cosificación. La conversión de los seres vivos en meros objetos de placer. Los órganos reproductivos son ahora meros órganos de placer. Lo que importa es el placer –y el objeto de placer (la ‘libre’ elección del objeto de placer).
Los callejones sin salida para la vida se imponen sobre la sexualidad natural, la sexualidad reproductiva –sin la cual la misma vida se extinguiría. Se nos está imponiendo (¿quién; desde dónde?) una sociedad o civilización aberrante, perversa, repugnante… Se ensalza lo contrario a la vida, los caminos sin salida para la vida –en el nombre del progreso. Se trata del progreso, ciertamente, pero del progreso (del avance, del triunfo) de lo malo, lo perverso, lo repugnante, lo decadente…; de las fuerzas nocivas para la vida.
La pública apología y defensa de las vías no reproductivas (autoeróticas, homoeróticas), de la transexualidad, el aborto… Caminos malos, caminos contra-natura, contra la consecución de la vida. Vías sin salida. Trampas mortales para la misma vida.
Es, una vez más, la tiranía de la cultura (ideologías, creencias religiosas, políticas, sociológicas…) sobre la naturaleza. Los enemigos de la vida se imponen. Triunfa la muerte, el no-ser, la mentira… La vida ciega, inconsciente, autodestructiva triunfa una y otra vez sobre la vida previsora, consciente, constructiva.
La desconsideración o el menosprecio de la vida emergente que encontramos en la práctica del aborto (libre, no eugenésico) denotan bien a las claras el carácter tanático de nuestra civilización. No hay contradicción entre el aborto y la desforestación o el uso bélico de la energía atómica. Son formas de vida coherentes y solidarias entre sí. En ningún caso se piensa en la vida –en lo que es bueno para la vida.
Sociedad absurda, incongruente. Las masas sociales movidas, llevadas y traídas (la opinión pública), alienadas… adoctrinadas, sometidas a un constante condicionamiento operante (mediante la educación, los mass media… la completa cultura de masas). Los mismos que marchan contra las guerras o el maltrato animal, abogan por el aborto libre (y gratuito, a ser posible).
Todos los partidarios del aborto no eugenésico, o de la sexualidad no reproductiva, nada hacen, en verdad, por la vida. Forman parte (lo sepan o no lo sepan, lo reconozcan o no) de las fuerzas autodestructivas de la vida (de las fuerzas del ‘mal’).
*Tener sexo, como se dice, es el mayor grado de intimidad que cabe entre hombre y mujer. Cerca, muy cerca de la generación, de la vida. Incita al amor.
Minimizar la importancia de la sexualidad reproductiva, o desviar de su camino hacia las fuentes del placer. Esto es lo que hacen las fuerzas nocivas para la vida.
La sexualidad reproductiva es la que debe enseñarse en nuestras escuelas. El sentido de los sexos. Su finalidad. Su verdad. Nuestros niños y adolescentes deben ser conscientes de la finalidad reproductiva de nuestra sexualidad. No el erotismo, no el placer es el destino de nuestros órganos reproductivos –nuestros órganos para la unión, para la generación.
En toda cópula heterosexual (con finalidad reproductiva o no) subyace la voluntad de cariogamia, de la unión de las células sexuales de ambos sexos; la voluntad de generación, de creación. Es la sustancia viviente única la que mueve sus cuerpos sexuados, los hace entrechocar buscando la cópula, el tránsito de un cuerpo a otro, la unión… la generación. Es el camino de la vida. Amándose y generando vida es como se eterna el plasma germinal, la sustancia genética, la sustancia viviente única –Nos: Genouss y Genoussin.
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Hasta la próxima,
Manu