La verdad y la vida puestas fuera de circulación.
Manu Rodríguez. Desde
Gaiia (06/03/17).
*
*Estamos viendo estos días que abogar por la sexualidad
natural, la de hombres y mujeres, la de varones y hembras… la sexualidad
reproductiva, trae malas consecuencias, se corre el peligro de que le pongan a
uno fuera de circulación (como le ha sucedido al autobús en el aparecían
slogans pro-sexualidad natural). A tal defensa se le acusa de menospreciar o
despreciar a los colectivos de lesbianas, homosexuales, transexuales y demás.
Al tiempo que tal defensa de la sexualidad natural era denostada y censurada por todos nuestros
serviles políticos e ‘intelectuales’, nuestros telediarios daban noticias de
escuelas de ‘drag-queen’, para niños, en Canarias. Lo malo, lo ‘indigno’, lo
grotesco y patético, lo censurable… no está en la existencia de tales escuelas,
por ejemplo, sino en abogar públicamente por la sexualidad natural. Es el mundo
al revés. Es un signo de los tiempos que vivimos.
Cuestionando la sexualidad natural, no se cuestiona la
cultura, ciertas tradiciones o ciertas prácticas, siempre relativas, sino la
naturaleza misma, el sentido (reproductivo, pro-vida) que tiene la naturaleza
sexual de cada cual; el sentido mismo de nuestro sexo –el sexo con el que hemos
nacido.
Es la vida, la verdad, el ser… lo que se aparta de la
circulación, lo que se esconde, se oculta, o se margina. No puedes abogar por
la sexualidad natural, la que coadyuva a la vida. Se te tacha públicamente de
reaccionario, de carca, de fascista… se te llena de insultos. Se te penaliza;
se te prohíbe, incluso. No hay libertad de expresión para tales discursos. O
están prohibidos, o no son políticamente correctos (no son del gusto del
‘amo’).
Schopenhauer y Darwin para nada. La metafísica del amor,
para ambos, radicaba en la reproducción. El goce, el plus que ‘natura’ añade al
acto reproductivo, se convierte en la finalidad de las relaciones ‘sexuales’.
Cuando no se tiene otra finalidad que el placer no se
debería hablar de sexo, o de sexualidad, sino de erotismo, de placer; de hedonismo,
de sensualidad, de pura búsqueda del placer. Podríamos decir que no hay otra
sexualidad que la reproductiva; que el mismo concepto ‘sexualidad reproductiva’
resulta redundante.
Para obtener placer cualquier ‘cuerpo’ basta. Esto
parece. Hombres, mujeres, niños… e incluso otras especies (perros, cerdos,
asnos…). Es el no va más de la cosificación. La conversión de los seres vivos en
meros objetos de placer. Los órganos reproductivos son ahora meros órganos de
placer. Lo que importa es el placer –y el objeto de placer (la ‘libre’ elección
del objeto de placer).
Los callejones sin salida para la vida se imponen sobre
la sexualidad natural, la sexualidad reproductiva –sin la cual la misma vida se
extinguiría. Se nos está imponiendo (¿quién; desde dónde?) una sociedad o
civilización aberrante, perversa, repugnante… Se ensalza lo contrario a la
vida, los caminos sin salida para la vida –en el nombre del progreso. Se trata
del progreso, ciertamente, pero del progreso (del avance, del triunfo) de lo
malo, lo perverso, lo repugnante, lo decadente…; de las fuerzas nocivas para la
vida.
La pública apología y defensa de las vías no
reproductivas (autoeróticas, homoeróticas), de la transexualidad, el aborto…
Caminos malos, caminos contra-natura, contra la consecución de la vida. Vías
sin salida. Trampas mortales para la misma vida.
Es, una vez más, la tiranía de la cultura (ideologías, creencias
religiosas, políticas, sociológicas…) sobre la naturaleza. Los enemigos de la
vida se imponen. Triunfa la muerte, el no-ser, la mentira… La vida ciega,
inconsciente, autodestructiva triunfa una y otra vez sobre la vida previsora,
consciente, constructiva.
La desconsideración o el menosprecio de la vida emergente
que encontramos en la práctica del aborto (libre, no eugenésico) denotan bien a
las claras el carácter tanático de nuestra civilización. No hay contradicción
entre el aborto y la desforestación o el uso bélico de la energía atómica. Son formas
de vida coherentes y solidarias entre sí. En ningún caso se piensa en la vida
–en lo que es bueno para la vida.
Sociedad absurda, incongruente. Las masas sociales movidas,
llevadas y traídas (la opinión pública), alienadas… adoctrinadas, sometidas a
un constante condicionamiento operante (mediante la educación, los mass media…
la completa cultura de masas). Los mismos que marchan contra las guerras o el
maltrato animal, abogan por el aborto libre (y gratuito, a ser posible).
Todos los partidarios del aborto no eugenésico, o de la
sexualidad no reproductiva, nada hacen, en verdad, por la vida. Forman parte
(lo sepan o no lo sepan, lo reconozcan o no) de las fuerzas autodestructivas de
la vida (de las fuerzas del ‘mal’).
*Tener sexo, como se dice, es el mayor grado de intimidad
que cabe entre hombre y mujer. Cerca, muy cerca de la generación, de la vida.
Incita al amor.
Minimizar la importancia de la sexualidad reproductiva, o
desviar de su camino hacia las fuentes del placer. Esto es lo que hacen las
fuerzas nocivas para la vida.
La sexualidad reproductiva es la que debe enseñarse en
nuestras escuelas. El sentido de los sexos. Su finalidad. Su verdad. Nuestros
niños y adolescentes deben ser conscientes de la finalidad reproductiva de
nuestra sexualidad. No el erotismo, no el placer es el destino de nuestros
órganos reproductivos –nuestros órganos para la unión, para la generación.
En toda cópula heterosexual (con finalidad reproductiva o
no) subyace la voluntad de cariogamia, de la unión de las células sexuales de
ambos sexos; la voluntad de generación, de creación. Es la sustancia viviente
única la que mueve sus cuerpos sexuados, los hace entrechocar buscando la
cópula, el tránsito de un cuerpo a otro, la unión… la generación. Es el camino
de la vida. Amándose y generando vida es como se eterna el plasma germinal, la
sustancia genética, la sustancia viviente única –Nos: Genouss y Genoussin.
*
Hasta la próxima,
Manu
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