Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

sábado, 25 de marzo de 2017

149) Genocentrismo IV


Genocentrismo IV.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (25/03/17).


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*No es el hombre el que se expresa, es la vida –en todo momento, en toda criatura. 
*La última alienación, la alienación del cuerpo, de la carne, de la animalidad. Ahora es la carne, la piel, el ‘soma’. Puro fenocentrismo. No hay sino ‘psykhé’ (en su sentido aristotélico, como el ánima de todo lo viviente, lo que da vida, la vida, la sustancia viviente única).
El soma es mero agregado de la sustancia genética; un vehículo, una armadura…
El soma protege al genoma. Lo aísla. Es a través del soma que el genoma se hace una idea del entorno (el ‘umwelt’). Es en la piel, en la membrana, donde se encuentran los receptores. Lo que le llega al genoma es una ‘transducción’ de lo que ‘recibe’ la membrana. Es un conocimiento diferido. No muy diferente de las transducciones que realizan nuestros sensores (foto, quimio, mecano… receptores).
Las señales químicas llegan al núcleo, y es en el núcleo donde se gestan las variadas respuestas. Y todo sucede en milisegundos.
Tanto en los monocelulares como en los metazoos, éste es el proceso. En todo momento es el genoma el que recibe información y el que responde en consecuencia. En lo grande como en lo pequeño.
El genoma ‘usa’ su cuerpo para aprehender el exterior. Lo dota de sensores.
La información que llega al núcleo de las células (y de nuestras neuronas) es una traducción de los que sucede a su alrededor. Es una imagen o signo del exterior. Y son ‘signos’ universales,  pues es el que todos los seres vivientes usan. Pero esto sucede porque no hay sino una sola sustancia viviente. Con esos signos la sustancia viviente única conoce, interpreta, (se) representa lo exterior.
Esos signos no son los únicos en entrar en el núcleo, otras sustancias tienen permiso para llegar hasta él sin necesidad de transducción.
Aquí tenemos la primera representación del mundo. La representación está, pues, en los orígenes de nuestro ser. Ahora bien, este mundo, esta representación que se tiene a nivel celular es único, es el único mundo-representación en el que se mueven las células, y el que se intercambian. Es, pues, un mundo simbólico, compartido.
Un solo mundo a nivel celular. Un lenguaje físico-químico. Las células se intercambian un material semiótico universal.
La genómica y la biosemiótica conocen ya esto. Los procesos de aprehensión del mundo exterior de las diferentes criaturas son análogos, estructuralmente análogos. Se correlacionan, son equiparables.
En los organismos complejos el mundo representado es función de su morfología,  de su peculiar sistema sensorial (sus foto-receptores, quimio-receptores, mecano-receptores…). Cada cariotipo posee su propia representación del mundo –su propio mundo. Hay una transducción específica para cada especie.
Otra cosa a tener en cuenta en el mundo celular es la semejanza que se da entre el modo de recibir y emitir señales, y el modo de nutrición. La ‘entrada’ y la ‘salida’ de material.
Los procesos metabólicos (anabólicos, catabólicos…) en el proceso de información y en la nutrición. Procesos paralelos, análogos.
Las fases analíticas y sintéticas en el ‘pensamiento’.
En los seres humanos se produce una traducción de la traducción (el lenguaje hablado). Un signo sonoro responde a lo percibido, traduce lo percibido (que es también transducción).
El mundo producido por nuestro peculiar sistema sensorial no puede ser sino el mismo. ¿Por qué nuestras palabras, nuestros conceptos no son los mismos?
El cariotipo humano no puede tener sino un solo ‘mundo’. ¿A qué se debe, entonces, la pluralidad de ‘mundos’?
Cada grupo etnolingüístico genera su propia representación. Responde de distinta manera a los mismos signos percibidos. La pluralidad de lenguajes-mundos.
Un ejemplo, los quimio-receptores usan las mismas transducciones para cada estímulo olfativo. Todos los miembros del cariotipo humano perciben el mismo ‘olor’. Pero también ‘ven’ el mismo mundo, y los sonidos…
Nuestra aprehensión del mundo, sin la intermediación del lenguaje, es la misma.
Sin duda el aislamiento de los grupos humanos tiene que ver con los diferentes lenguajes simbólicos que hemos llegado a generar.
Esto hace suponer que hubo un lenguaje-representación primero del que derivan todos los demás. Antes de la dispersión y del aislamiento en que vivieron los distintos grupos humanos hubo, necesariamente, un lenguaje-mundo único.
Los lenguajes-mundos evolucionaron, mutaron, cambiaron –las palabras (los significantes), las gramáticas, los mundos…
No es el ‘mundo’ exterior que nos ofrecen nuestros sensores el que usamos para movernos en el entorno (como hacen las células, por ejemplo), sino el mundo lingüístico-cultural generado a través de las generaciones.
El aislamiento produce también variaciones en los trinos de una misma especie (entre las aves). La misma especie de ave produce trinos diferentes en diferentes regiones. Dialectos, tal vez.
La función primordial del lenguaje es la de unir a un grupo humano, dotarle de un solo mundo. Esto favorece la vida, la facilita. Remitiéndonos únicamente al lenguaje hablado (obviando el lenguaje gestual, por ejemplo) no tenemos sino sonidos significantes (simbólicos, compartidos). Equiparables de alguna manera a los sonidos simbólicos compartidos entre las diferentes especies (gritos de llamada, de alarma…).
No habría misterio en el lenguaje. Sonidos simbólicos que los grupos humanos se intercambian en sus diferentes interacciones. Las interacciones que se puedan dar entre miembros del mismo grupo estarán mediadas por el mismo lenguaje. Esto, parece, es esencial para la vida, para la continuidad de ese grupo. El mismo mundo (la misma representación lingüístico-cultural).
¿Son verdaderamente tan diferentes los diversos mundos representados? Pueden ser traducidos a otro lenguaje. Aunque no haya coincidencia absoluta entre un término y otro, cabe una traducción. A veces se hace necesaria una perífrasis –un término puede no tener equivalente alguno en otra lengua y se hace necesario decirlo de otra manera.
Las lenguas emparentadas (las lenguas indoeuropeas, por ejemplo) tienen más fácil la traducción.
Lo que hace posible la conformidad en el lenguaje segundo (el lenguaje hablado) es la conformidad previa del lenguaje primero (la transducción que los sensores realizan del mundo exterior). Es el mismo ‘árbol’, por decirlo así, el que perciben; la misma ‘luna’, el mismo ‘sol’…
En el mundo interno los humanos compartimos el lenguaje primero, pero no necesariamente el lenguaje segundo (cada grupo (aislado) genera su propio mundo).
Los términos de la lengua no han de ser vistos más que como signos eventuales, incluso arbitrarios (cualesquiera), que no tienen otra función que la de permitir la cohesión del grupo en cuanto al mundo lingüístico-cultural compartido. Viven, se podría decir, en el mismo mundo (la misma representación lingüístico-cultural).
En cualquier caso, el mundo primeramente recibido (el primer mundo, la primera representación, la que realiza nuestro sistema nervioso), es el mismo para todos los miembros del cariotipo humano.
No nos olvidemos que el origen y término de la información es la sustancia genética, el genoma de la(s) célula(s). El sistema neuronal (las neuronas) no nos debe confundir al respecto. El núcleo de las células es el único destinatario y el único remitente de la información –la sustancia genética en el cuerpo, la sustancia viviente única.
El primer mundo (la primera representación) del que dispone la sustancia genética es el que le proporciona sus receptores de información. En lo pequeño y en lo grande.
Las neuronas son las células específicas del sistema nervioso, pero es el genoma de las neuronas el que recibe y el que emite ahí. El dispositivo neuronal no debe confundirnos. Hay que ir al ingeniero del soma, que es el mismo que lo conduce o pilota. El sujeto único, en una palabra. El Uno-Primordial (Ur-eine). El único. Xenus.
El lenguaje segundo tiene funciones primordialmente socializadoras, integradoras… Posteriormente puede tener funciones identitarias y otras para los miembros del grupo, pero su primordial función es la de proporcionar un solo mundo a los miembros del grupo y cohesionarlos en virtud de éste.
Las evoluciones ulteriores de un lenguaje-mundo son impredecibles. Su sentido para los miembros del grupo que lo vive. Se ocasionan incluso guerras entre culturas, y destrucciones de mundos lingüístico-culturales.
Las innumerables lenguas tan solo muestran el asombroso poder creativo de la sustancia genética.
Hemos de decir que la culminación del ser humano se realiza a la luz del lenguaje –la humanización. Sin lenguaje el proyecto humano no se lograría.
El lenguaje en los humanos forma parte de su filogenia y de su ontogenia.
Todos los seres vivos usan el mismo lenguaje primero físico-químico. El lenguaje primero es la primera representación del mundo entorno que poseen todos los seres vivos. Tiene millones de años.
Signos mecánicos, químicos, eléctricos, térmicos… Un mundo entorno palpitante y unos receptores variados y capaces.
En el genoma de la célula hay  pulsiones, percepciones (sensaciones), ponderaciones (estimaciones, juicios), decisiones… Se mueve en un mundo conocido, ‘nombrado’, ponderado, medido… El genoma siente, pondera (piensa, juzga, calcula…), proyecta… El mundo interno es el mundo externo introyectado (su transducción). Mundo interno es lenguaje interno.
La aprehensión del mundo externo mediante un lenguaje físico-químico. La elaboración de un mundo interior. La representación del mundo se convierte en el primer mundo interior. Pensamiento. Reflexión. Memoria.
Es un lenguaje interno el que se establece entre los receptores  y el genoma, un lenguaje, además, universal.
El mundo como representación es lo natural, podríamos decir.
La ingestión es aprehensión directa del mundo exterior, asimilación. La endocitosis, la fagocitosis…
La secreción, la exocitosis…
Procesos paralelos, análogos. La comunicación y la nutrición.
Una interpretación de una interpretación. Un signo de un signo. El lenguaje de los humanos. Una representación añadida.
Un mundo representado es esencial para la vida. Propicia la memoria, la comparación, la ponderación, el juicio… Lo que así denominamos ha de estar ya en la sustancia genética. Pensamiento, volición, ponderación…
La vida se mueve inteligentemente en el mundo entorno. Las neuronas sensitivas que recorren su soma la tienen informada cada momento. En lo grande y en lo pequeño.
Todos los conceptos psicológicos que usamos los humanos podemos aplicarlos a la vida, a la sustancia viviente única. Desde las formas más simples y primitivas. El alma  de todo organismo (la ‘psykhé’ de Aristóteles), la sustancia genética, es el/la único sujeto del pensar, del querer, del sentir…
Los humanos hemos logrado acuñar términos concernientes a los estados de ánimo. Son estados de ánimo distinguibles, diferenciables… Están ahí. Son padecidos por la misma vida.
Nuestro sistema de representación de estados de ánimo se corresponde con los estados de ánimo que afectan a la misma vida. Son nuestros estados de ánimo cuasi-inefables.
El paso del lenguaje primero al lenguaje segundo. Del lenguaje físico-químico al lenguaje hablado. Tiene que darse una correspondencia, una suerte de relación biunívoca (el genoma poliglota).
La conciencia es, como decía Nietzsche, una conciencia social, colectiva. Pero el pensar, el razonar, es íntimo de cada uno – de cada ‘alma’ (genouma). La reflexión.
El pensamiento en el hombre se realiza  mediante el lenguaje segundo. Pero subyace el lenguaje primero.
Querer establecer un mundo, la necesidad de mundo… La necesidad de la representación. El mundo externo introyectado, designado, descrito.
El lenguaje  celular, el primer lenguaje. Lenguaje interno y lenguaje externo. Con ese lenguaje la vida a sí mismo se habla, y se comunica con la otra vida más allá de sí. Es el lenguaje universal de la vida.
La vida es inteligente en todos los niveles.
No necesitamos el concepto de ‘voluntad de poder’ para definir a la vida. La vida es poderosa en sí misma.
El proceso reproductivo está relacionado con la nutrición (la ingestión, la osmosis, la asimilación…). La necesidad de integrar sustancias del entorno para poder duplicarse. Y no sólo se duplica la sustancia genética, también se duplica el soma que lo resguarda, que lo protege, aunque también lo aísla del mundo exterior.
El soma es un dispositivo elaborado por la sustancia genética que tiene diversas funciones. Responde a las demandas del ‘creador’, del ingeniero. El genoma necesita protegerse, moverse, informarse… crecer, duplicarse…  Dominar el medio.
La representación del mundo entorno es esencial para la vida desde sus orígenes. “En qué mundo he venido a ser”. “¿Dónde estoy?”
La palabra ‘mundo’. El lugar.
La pregunta por el ser en el mismo origen. “Qué cosa soy”. El verbo ser, ¿responde a un demanda que parte de la sustancia genética? Yo soy, yo vivo…
El verbo ‘ser’, el verbo ‘vivir’… términos como ‘mundo’, o ‘lugar’… ¿Cuándo vinieron al mundo; cuando aparecieron? ¿Qué grupo humano las acuñó?
Preguntas que la vida a sí misma se hace. “¿Qué soy?” “¿Quién soy?” “¿Cómo he venido a ser?”
La sustancia viviente a si misma se interroga, en sí misma. Interroga. Inquiere. Quiere saber acerca de sí, y acerca del mundo en el que ha venido a ser.
No como ser humano, sino como vida se interroga. La vida tiene ahora la palabra.
Hay un mundo que no soy yo (la sustancia viviente única) –un  mundo que no es vida, que no es viviente.
La vida se reconoce como tal, se detecta en el ‘otro’. Sabe que está en aquel soma, tras la membrana…
Pero hay cosas que no son vida (como ‘yo’, o como ‘nosotros’). Un mundo abiótico. La tierra (el suelo), el agua, el aire… El entorno físico-químico que rodea a la vida.
Es como vida que hemos de interrogarnos.
La sustancia genética es el único sujeto, el único actor. La única sustancia que hace y que dice ‘yo’. No hay otro sujeto, no hay otro actor.
La vida piensa acerca de sí. Filosofa. Medita. Piensa. Voluntad de saber acerca de sí. Voluntad de conocimiento.
Pensar, querer, sentir… Todo lo intrínseco a la misma vida.
No el hombre piensa, sino la misma vida. Mis reflexiones son reflexiones de la misma vida. El hombre, el fenotipo, el soma, la criatura… ha desaparecido en mí.
Es preciso adoptar esta perspectiva. Desde la misma vida. Situarse en el centro, en el origen… Regreso al ser primero, y único.
Retorno, autognosis… La vida se recupera a sí misma. Ya no en otro, por otro, o para otro… Ya no alienada en sus criaturas, sino centrada en sí misma. Colocada; en su lugar. Desde sí misma.
Saber de sí; saberse. Tenerse. La vida a sí misma se tiene.
Aprehenderse. Advertirse. La conciencia esencial, primera. La conciencia de sí de la misma vida.
La vida ya nada desea porque se tiene a sí misma. Nada deseo porque me tengo a mí mismo. El instante de la autognosis. El instante misterioso. La revelación del ser propio; del ser que se es.
El conocimiento de lo que somos (de quienes somos) cambiará la faz del planeta. El período antropocéntrico, fenocéntrico, desaparecerá. Ahora viene un período milenario, centrado en la vida  –biocéntrico, genocéntrico.
*
Hasta la próxima,
Manu

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