Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 29 de abril de 2015

127) Sobre un reciente artículo de MacDonald (en TOO).

Sobre un reciente artículo de MacDonald (en TOO).

Manu Rodríguez. Desde Europa (28-30/04/15).


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*Kevin MacDonald escribe en su último artículo (publicado en “The Occidental Observer”) acerca del papel del cristianismo en los pueblos europeos (blancos). Tengo que decir que aprecio en lo que vale  los escritos de MacDonald, quizás uno de los mayores exponentes de lo que podríamos denominar ‘los intereses de los pueblos blancos’, y uno de los mejores analistas de la rasgos patológicos (sociales) de las sociedades blancas en los momentos presentes. Pero no puedo estar de acuerdo con sus reflexiones sobre el papel de cristianismo en nuestras culturas. Pueden consultarse sus trabajos y sus artículos (absolutamente recomendables) en el blog más arriba citado.
El cristianismo se limitó a acompañar la expansión de los pueblos blancos. Ni coadyuvó ni propicio aquellas expansiones. Las conquistas de territorio suponían también un aumento de poder para aquella jerarquía eclesiástica de origen extranjero. Las conquistas del decadente imperio romano o el bizantino, el periodo de las invasiones germánicas, la expansión del imperio de Carlomagno (el asesino de los sajones), el posterior ‘sacro imperio romano-germánico’, la conquista de las Américas… Allí donde avanzaba el poder blanco, allí le iban a la zaga los sacerdotes cristianos con sus tenebrosos estandartes. Era un buen negocio. Fue un buen negocio el cristianizar a aquellos pueblos. Se convirtieron en el brazo armado de la ambición de dominio de aquellos miserables; de aquella secta extranjera que se apoderó espiritualmente de Europa. Siempre fueron en Europa un cuerpo ajeno y parasito, y es de lamentar que los belicosos reyezuelos (me niego a llamarles ‘nobles’) pusieran la espada al servicio de aquellos monstruos estableciendo aquella siniestra complicidad entre la espada y la cruz. Ni unos ni otros creían en aquello que decían practicar. El cristianismo  era tan sólo un instrumento de poder (una religión para el ‘pueblo’ –para la ‘plebe’). Tanto unos como otros demostraron un absoluto menosprecio o desprecio  por los pueblos europeos  –por sus tradiciones ancestrales, por sus mundos.
Las autoridades eclesiásticas siempre estuvieron cerca de los poderosos  (de los violentos, tendríamos que decir). Y en cuanto a que estaban detrás (ideológicamente) de la Reconquista, Lepanto, la Batalla de Tours… hay que decir que sencillamente se limitaban a velar por ‘sus intereses’ (propiedades, prestigio, poder…). La jerarquía eclesiástica sabía bien cuál sería su situación en caso de que las tierras ‘cristianas’ cayeran en manos musulmanas. El ‘pueblo’ era su menor preocupación.
Nada les debemos, pues, a estos sacerdotes. Por el contrario, el daño étnico y cultural que nos hicieron es, y será, irreparable.
En los principios ‘morales’ que divulgaban aquellos sacerdotes e imponían aquellos guerreros hay que recalcar su carácter paralizante, invalidante. Su pacifismo y su altruismo desarman, promueven la pasividad ante el agresor, ante el invasor, ante el otro. No sólo anulaban la defensa, también lograban que los ingenuos cristianizados se pospusieran ellos mismos ante el otro en una suerte de altruismo suicida. Conseguían eliminar toda oposición ante el ‘alien’, ante el extranjero. La democracia universal y el comunismo parten de los mismos supuestos ‘morales’. Es un arma psicológica, sin duda. Se consigue desarmar a la víctima, a la presa (los pueblos a someter).
Los más resueltos negadores de ‘sí mismos’ recibían el elogio de las autoridades eclesiásticas (se les ‘santificaba’). Hoy día sucede lo mismo, aquellos que se desviven ayudando a los extranjeros (a los ‘otros’) y posponiendo a su propia gente (los intereses de su propio pueblo) reciben un amplio reconocimiento social y son considerados poco menos que como héroes. Hay numerosas organizaciones altruistas, que tienen como finalidad el ‘otro’, y que operan dentro y fuera de Europa.  Son los adalides del suicidio ‘blanco’. La psicología de estos personajes es una mezcla de estupidez criminal (con respecto a su propio pueblo, al que ignoran o descuidan), y de vanidad (narcisismo).
La izquierda y la ‘intelligentsia’ judía no necesitan debilitar las espurias raíces cristianas de los pueblos blancos, es incluso contraria a sus intereses. Además, el desarraigo cultural de los pueblos blancos ya fue conseguido cuando la cristianización. Se puede decir que de lo que se trata es de reforzar el cristianismo de nuestros pueblos. El cristianismo es un instrumento, y “quien quiere los fines, quiere los medios” (como decía Nietzsche). Esto lo supo ver claro aquel judío apóstol de los ‘gentiles’. Con su iniciativa se consiguió judaizar a nuestros pueblos con las deplorables consecuencias que todos conocemos –sí, ¿cuál resultó a la postre ser el libro sagrado de la mayoría, por desgracia, de los europeos; cuál su tierra sagrada, cuál su moral, cuál su dios…? No cabe mayor alienación cultural. La ‘intelligentsia’ judía contemporánea ya cuentan con ellos, ya los tienen a su favor… Recuérdese a ciertas sectas en USA como los “Cristianos Sionistas”.
La intención es la de unir el evangelio de Cristo con el evangelio de Marx. Pues no hay contradicciones entre ambos ‘credos’, están del mismo lado, avanzan desde las mismas barricadas (hay tantos curas ‘obreros’ como izquierdistas que hacen guiños al Vaticano); ambos tienen las mismas metas, ambos trabajan en la disolución de los pueblos, y en pos de una humanidad transétnica y transcultural (cuyas directrices ‘espirituales’ serán, empero, judías). Ambas ideologías trabajan, lo sepan o no lo sepan, en poner a esa ‘humanidad’ desarraigada (a esa masa salarial desarraigada) del futuro en manos de la minoría judía –el único grupo étnico que quedará.
En los momentos actuales probablemente no aparezcan en primer plano las ‘motivaciones cristianas’ (caridad, altruismo, pacifismo…) pero éstas están enmascaradas, subyacen en las ideologías políticas humanitarias que se nos imponen (democracia universal, declaración universal de derechos humanos, internacionalismo socialista...). El daño psicológico (psicosocial) ya está hecho. Los modernos ideales sociales, transétnicos y transculturales, están impregnados del ‘buenismo’ cristiano (la ‘hermandad universal’ de la que habla Jack Frost –un comentarista del artículo de MacDonald; o el ‘cristianismo secular’ del que habla César Tort en su último artículo). La propaganda ‘judía’ no necesita hacer mucho aquí. Cientos de años de educación cristiana, de entorno cristiano, de ‘mundo’ cristiano, no han sido en vano. Nuestro mundo moderno (desde la Revolución Francesa hasta el comunismo marxista) está moldeado por ideales judeo-mesiánicos.
Tampoco debemos olvidar el chantaje moral a que están sometidas las poblaciones europeas en nuestro mundo post-Núremberg –con  resultados no menos paralizantes que los citados ‘principios’ cristianos. Cualquier observación crítica acerca de los miles, de los millones de asiáticos, africanos y asiáticos que residen o fluyen hacia nuestras tierras, cualquier rechazo de estos incesantes flujos migratorios indeseados e indeseables será inexorablemente tachada de racista o nazi. A esta velocidad nuestro mundo milenario europeo desaparecerá en unas pocas generaciones. Esta vez lo perderemos todo (la tierra que heredamos de nuestros antepasados, la cultura, y nosotros mismos, que llegaremos a ser una minoría en esta tierra nuestra).
Por todo lo dicho podemos advertir entonces el doble chantaje a que estamos sometidos los pueblos blancos en los tiempos que corren. De un lado se incentiva, se premia socialmente el descuido de lo propio y el comportamiento altruista, y del otro se condena públicamente a los resistentes tildándolos de inhumanos, racistas, o nazis.
Parafraseamos las palabras de otro comentarista (Sweden), que menciona el citado artículo de Tort (en el blog “The West´s Darkest Hour”): los momentos actuales culminan el proceso de desposesión de los pueblos blancos que comenzó cuando la cristianización.
*La cristianización de los pueblos blancos, esto es, la destrucción de sus culturas ancestrales, su aculturación y posterior enculturación judeo-mesiánica, fue el primer paso hacia su desposesión integral.
La desposesión cultural (religiosa, simbólica) es lo primero para destruir a un pueblo –para  acabar con un pueblo. Privarlo de sus raíces culturales, simbólicas, religantes… Destruir sus ‘ídolos’, como decían arteramente los sacerdotes cristianos. Destruir su memoria colectiva; su ser simbólico colectivo y ancestral. El desarraigo cultural es el que da paso al posterior desarraigo étnico o racial. Un pueblo privado de sus raíces culturales ancestrales es un pueblo debilitado, sin fundamentos, sin ‘suelo’, sin ‘morada’, que corre pendiente abajo hacia su desaparición. Es cuestión de tiempo.
Lo vimos no hace mucho con la labor destructora del internacionalismo proletario (pues el proletario carece de ‘patria’ –en palabras de Marx). Lo vemos hoy con la universal globalización demo-liberal. El resultado en ambos casos es la paulatina desaparición de los pueblos indígenas (en Asia, en África, en las Américas…). Primero se atacan sus costumbres ancestrales tildándolas de arcaicas, supersticiosas, o ‘salvajes’ (cuando no se las hace incluso responsables de su ‘atraso’). Así como antaño, durante la globalización cristiana (y la posterior musulmana, igualmente universalista),  se las tildaba de paganas, idólatras, o bárbaras.
La cultura de un pueblo es lo que religa a un pueblo, lo que le hace ‘uno’ –el  nexo lingüístico-cultural, simbólico. Destruido ese nexo, la disolución de ese pueblo es cuestión de tiempo, como digo.
En los pueblos ancestrales era (y es) imposible desligar raza (etnia) y cultura. Piénsese en los primitivos pueblos aryas o indoeuropeos. Piénsese en China, o Japón (por no hablar de las pocas culturas paleolíticas supervivientes). Cada grupo étnico genera su propio mundo simbólico (estos es, común, colectivo, religante). Es la obra de incontables generaciones.
El cristianismo, el islamismo, el budismo, la democracia, el comunismo… que hacen caso omiso de las etnias y las culturas ancestrales son los culpables de la desaparición de multitud de pueblos. Y son la causa de  guerras y discordias desde hace miles de años. Pueblos destruidos, y masas desarraigadas divididas y enfrentadas, ésta es su obra, su legado. El caos y la destrucción. El mal para todos.
Lo primero es, pues, desarraigar: apartar de los antepasados, de las tierras ancestrales, del propio pueblo. Ésta es la estrategia de dominio que siguen las ideologías universales. Se requieren masas errantes sin vínculos con su tierra, su etnia, y su cultura; gente sin pasado, y sin futuro; sin memoria, sin conciencia. Gente nueva, dicen; nuevos hombres, se atreven a decir. Una nueva humanidad. He aquí su palabra tramposa, mentirosa, engañosa; su lengua doble, bífida, diabólica. Porque la finalidad es, en todo momento y lugar, la creación de una nueva especie, sí, pero de siervos, de esclavos.
Hay que insistir, la negación de las etnias, en la teoría y en la práctica, es el mayor ejercicio de etnocidio; es el genuino genocidio. Se combaten las etnias, los diversos pueblos, se va en pos de una humanidad general, indistinta, mezclada, donde los diferentes pueblos (las diferencias) hayan dejado de existir.
Tanto como nos desvelamos por las especies en vías de extinción, tanto o más deberíamos desvelarnos por las etnias (los pueblos y culturas) en vías de extinción, pues también éstas forman parte del árbol de la vida.
La misma inmoralidad que en estos tiempos asola fríamente el planeta buscando beneficios, asola y destruye pueblos con la misma finalidad. Estamos ante la misma codicia de oro y de poder.
¿Por qué el ‘sistema’ combate, criminaliza, y persigue al nacionalsocialismo étnico? Porque éste acaba con su diabólico régimen de explotación de la tierra y de los hombres (de los pueblos); porque supone el más formidable obstáculo a su codicia de oro y de poder.
Valgan estas palabras de Walter Darré (Política racial nacionalsocialista, 1941): “…Estamos en el centro exacto de la gran revolución de nuestro tiempo, en una revolución que probablemente puede llamarse la más integral de las que puedan pensarse en absoluto… Se nos combate porque nos hemos atrevido a realizar una de las revoluciones más integrales de la historia de la humanidad.”
Darré habla de la revolución étnica. La única revolución que podrá liberar a los pueblos de las sucesivas globalizaciones que hemos padecido. La que liberará a la misma tierra de la explotación inmisericorde a que la tiene sometida la oligarquía contemporánea (el ‘sistema’, el enemigo de los pueblos, el ‘mal’).
*En estas fechas se cumplen sendos aniversarios de la trágica, de la lamentable derrota del nazismo; de sus últimos días; de su dormición. Muerte de Hitler, muerte de Goebbels, capitulación de los ejércitos alemanes… Últimos días de abril, primeros días de mayo. Semanas trágicas, santas. Otro hubiera sido este mundo nuestro contemporáneo si el nacionalismo étnico hubiera prevalecido.
Nunca lamentaremos lo suficiente la derrota en aquella lucha en la que tantos pueblos habían depositado sus esperanzas. No sólo los pueblos blancos, sino todos los pueblos de la tierra. Se agostó el futuro; se ocultó el sol. Ahora vivimos la oscuridad, el silencio, el frío. La muerte, la extinción nos rodea por doquier. ¿Son acaso los últimos días?
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Hasta la próxima,

Manu

lunes, 20 de abril de 2015

126) Sobre la honestidad en política

Sobre la honestidad en política.

Manu Rodríguez. Desde Europa (20/04/15).


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*El actual ‘sistema’ político-económico dominante de plutócratas y oligarcas tuvo su origen tras la IGM con la Sociedad de Naciones, que fue su instrumento político y económico transnacional. Me refiero a las consignas ideológicas y culturales (democracia liberal, sociedades abiertas multiétnicas y multiculturales…) que legitimaban la explotación y el dominio de los pueblos.
Si el comunismo soviético hubiera sido un problema para la oligarquía internacional se le hubiera hecho la guerra. Pero no fue así. Se hizo la guerra contra el nacionalsocialismo, que fue claramente el único régimen político que ponía en serio peligro los planes de dominio mundial de los oligarcas del momento. Tras el frenazo de la IIGM la estrategia de dominio se recomenzó en la postguerra con la ONU (el nuevo instrumento transnacional y transcultural).
La actual crisis económica, cultural, política… es estructural. La globalización en curso (económica, política, jurídica, militar…) afecta a todos los pueblos y culturas del planeta. Se va en pos de una masa salarial desarraigada y apátrida. Los regímenes comunistas (internacionalistas) fueron y son los cómplices de la oligarquía internacional. A la masa salarial universal del futuro no se le dejan más opciones que los regímenes políticos demócrata-liberales, o los regímenes comunistas internacionalistas (de ‘izquierdas’), igualmente destructivos de sus identidades étnicas y culturales. El comunismo (el ‘marxismo’) no es otra cosa que un capitalismo de Estado.
Los movimientos indigenistas americanos que se oponen a la globalización podrían ser casi los únicos herederos ideológicos (espirituales) del nacionalismo étnico de Hitler. Sería bueno que los ancestrales europeos pudiéramos organizarnos en un “movimiento indigenista”. Una revuelta de los indígenas europeos contra la destrucción de sus patrias milenarias, esto es lo que necesitamos en Europa.
*Quien niega las razas, en la teoría y en la práctica, es el verdadero, el auténtico, el genuino racista.
*Lo que sigue es una muestra de la torpe, de la necia sabiduría que recibe aplausos en nuestros días. Quien habla es Monedero.
“¿Puede haber un nazi… honesto? Pues no. ¿Puede haber gente honesta que votó al partido nazi? Pues, claro. Pues, claro, ¿no?... Por eso digo que tenemos que hacer un trabajo muy importante de discusión para que la gente decente no vote ni al Partido Nazi ni al Partido Popular… Yo al Partido Popular sólo lo entiendo desde la criminología…
Esto era un ejemplo. No estoy comparando al Partido Popular con el Partido Nazi, que quede bien claro. No lo estoy comparando. Estamos en sede académica. Estamos analizando cosas…”
Hasta aquí este fragmento de la intervención de Monedero. El video puede verse por la red (préstese atención a los ridículos gestos que acompañaban las palabras de este ridículo personaje, y a su efecto sobre los asistentes).
Recuérdese también, a este tenor, esta pedante, e igualmente ridícula, apología de la mentira  en política que su compañero Iglesias ofreció en ‘La Tuerka’ hace dos o tres años, y que también circula por la red: “Los comunistas tienen la obligación de ganar (las elecciones),  un comunista que pierde es un mal comunista. Y Lenin no dijo en 1917 ‘comunismo’, dijo ‘paz y pan’…”, y lo que sigue. (Puede leerse un comentario a sus palabras en el artículo “Sobre las falsas iglesias y los falsos monederos”, que apareció en nuestro blog en noviembre del año pasado).
Tornemos a las palabras de Monedero. Aquí las falacias, los argumentos sofísticos, y los prejuicios condicionados se amontonan. Esto es, las mentiras; la ausencia de lógica, y de verdad.  No es fácil encontrar, en tan pocas palabras, tantos errores de pensamiento. ¿Errores? Es una de las más flagrantes perversiones de la palabra. Las considero intencionadas, y por ello mismo deshonestas e indecentes. Hay perversión y maldad en todas y cada una de las palabras de Monedero.
Los asistentes al coloquio no sólo pasaron por alto tal cúmulo de razonamientos falsos, aquellas palabras fueron tristemente acogidas con aprobación, con complicidad, con risas incluso (¡qué listo; qué ocurrente; qué mordaz!). No se reían, precisamente, de su estupidez, o de su pésimo razonamiento. Nadie puso en duda sus incongruentes premisas y conclusiones. Esta anécdota dice bien poco acerca del nivel intelectual y la probidad de los asistentes (de nuestros intelectuales, periodistas,  y políticos).
Cualquier buen estudiante de filosofía (de lógica) hubiera advertido las falacias al instante. La atribución de la deshonestidad al nazismo o a los nazis (esto es un lugar común, un prejuicio condicionado más en nuestra cultura de masas actual). El ‘partido popular’ y la criminología, teniendo como referencia la criminología y el ‘partido nazi’ (juicios de Núremberg), cómo no (otro prejuicio condicionado –que nadie se atreve a poner en cuestión). La imposible, la absurda comparación del ‘partido popular’ con el ‘partido nazi’, que desdibuja, intencionada o torpemente, el lugar ideológico e histórico de ambos… Por lo demás, ¿votar al partido (étnico, ‘indigenista’) nazi? Ojalá.
Este bajo nivel de razonamiento, esta tosca, burda manipulación de las palabras y los hechos sólo es posible en el mundo post-Núremberg que vivimos (en esta engañosa ‘Matrix’ que nos han construido). Ni la más mínima exigencia lógica; ni el menor respeto por la verdad histórica. Es el triunfo de la deshonestidad intelectual. Y esto sucede en ‘sede académica’ –allí donde se analizan ‘cosas’.
Es la banalidad de la mentira, de la injusticia, de la deshonestidad. Estamos ante un discurso puramente criminal. Y esto se hace desde la ‘izquierda’, y con la anuencia de todas las ‘cabezas’ democráticas. Es una vieja historia (desde la IIGM).
No es sólo cuestión de conocimiento o de ignorancia acerca del nazismo, por ejemplo; de su historia, de sus personajes, de su aceptación voluntaria y gozosa por las poblaciones germanas europeas (puede verse en los documentales de la época –que no aparecen en los medios de comunicación de masas); de los miles de voluntarios de toda Europa que colaboraron con aquella gesta sublime, y que tan trágico final tuvo.
Los ‘crímenes’ atribuidos al nazismo, pese a Núremberg, nunca han podido ser demostrados –porque nunca se cometieron. Es una farsa política e ideológica que tiene amplias y funestas consecuencias. Oculta los horribles crímenes de los ‘buenos’ (Bochaca) y hace posible el dominio ideológico, político, económico, jurídico… de la oligarquía internacional a escala planetaria (la famosa ‘globalización’ en curso desde fines de la IIGM). Esto es, con aquellos ‘juicios’ lograron eliminar los obstáculos morales y políticos (ideológicos) a su codicia de oro y de poder. No sólo se trata de las desastrosas consecuencias ecológicas y económicas que llevamos años padeciendo, estamos también ante el mayor desastre étnico y cultural desde las globalizaciones cristiana e islámica.
Tenemos, sin embargo, los crímenes, probados y documentados, de los ‘aliados’ (demócratas y comunistas) en la IIGM. No sólo durante la guerra, también en la postguerra. Fueron millones las víctimas, los mártires, los caídos... Fueron millones los ultrajados, los violados (hombres, mujeres, niños), los difamados. Afortunadamente tenemos historiadores honestos que nos relatan estos criminales sucesos –aunque  carezcan de publicidad en los medios de comunicación (en manos, como todo el mundo sabe o debería saber, del ‘sistema’).
Tenemos además la historia criminal del comunismo (y no sólo el soviético), igualmente probada y documentada, que los izquierdistas y filo-comunistas ocultan celosa y deliberadamente. Lo que viene a demostrar, una vez más, la probada deshonestidad de estos (ab initio). Pues éste ha sido el régimen político más criminal de la historia europea. Lenin, Trotsky, Kamenev, Sverdlov, Beria, Yagoda, Kaganovich, Stalin… fueron los más grandes criminales de nuestra historia. La mayor parte de estos personajes son judíos. Estos grandes criminales jamás fueron juzgados, ni por la justicia (aunque fuera ‘in absentia’), ni por la historia. Apenas nadie los ha condenado todavía, bien al contrario. Aún gozan de impunidad. Aún tenemos leninistas y trotskistas entre nuestros intelectuales y políticos. Se siguen escribiendo panegíricos de semejantes criminales. Sus biografías y sus textos, que estos intelectuales y políticos tienen como ejemplares, circulan y se estudian sin la menor objeción. Pero tales figuras y textos  son ejemplares o modelos únicamente para el asalto y el mantenimiento del poder (del ‘cielo’, como dicen algunos) mediante la violencia y el engaño. 
El régimen comunista, judeo-bolchevique, fue, durante decenios, la dictadura del ‘terror rojo’, concepto éste que aquellos mismos ‘revolucionarios’ (Lenin, el primero) acuñaron –llegaron incluso a tener una publicación periódica con ese mismo nombre: “Terror Rojo”. Impúdicos, y despreocupados, nunca disimularon sus criminales intenciones. Y esto es conocido y reconocido por todos los historiadores honestos. Conceptos como ‘asociación de malhechores’ o ‘banda criminal’, usados para calificar a los nazis en los juicios de Núremberg, han de ser usados para los protagonistas de la llamada revolución comunista en Rusia con tanta más propiedad y verdad. Una revolución que, por cierto, no fue rusa; se limitó a poner en manos de una minoría de judíos vastos territorios y riquezas, e ingentes cantidades de seres humanos. Fue su revolución, y su dictadura. Hay que decir que los pueblos que padecieron aquel ominoso período no lo denominaban ‘terror rojo’, sino ‘terror judío’.
Tomen nota de esto los lectores: los estudiosos e historiadores que investigan con honestidad y verdad estos temas (IGM, Revolución judeo-bolchevique, IIGM y postguerra…) están perseguidos, y sus libros están prohibidos en la mayoría de las naciones. Esto mismo que lees, querido lector, si llegara a conocimiento de las autoridades, desaparecería de la circulación.
La ‘izquierda’, los demócratas, los ‘políticamente correctos’, los anti-nazis… hace tiempo que vendieron su alma al diablo. Hace tiempo que estos necios, consciente o inconscientemente, forman parte de las fuerzas del ‘sistema’; de las fuerzas del ‘mal’.
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Hasta la próxima,

Manu

sábado, 11 de abril de 2015

125) Cuestión de principios

Cuestión de principios.

Manu Rodríguez. Desde Europa (11/04/15).


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*La sociedad en la que vivimos es demasiado alienante. Los señores del ‘sistema’ cuentan con poderosos medios de comunicación desde donde se insiste una y otra vez contra el nazismo. Una generación tras otra cae en sus manos.
Es recomendable la lectura de textos ‘nazis’ sobre economía, derecho, higiene racial… (Hitler, Goebbels, Schmitt, Darré, Ley y otros), además de textos históricos revisionistas que se pueden encontrar en la red (Faurisson, Walendy, Weber...). Lo importante es tener una idea histórica clara de los principales episodios de nuestra historia reciente (la primera mitad del siglo pasado –revolución judeo-soviética, así como la I y la II guerras mundiales). Situarse históricamente del lado correcto es lo primero –tener la adecuada perspectiva.
La finalidad de nuestra formación es la de convertirnos en “guerreros de la palabra”, o en “soldados políticos”, como se decía en las SA y SS.
La futura “nación arya” requiere gente informada, capaz de responder a cualquier interpelación y de desmontar las mentiras que sobre nosotros (los nacionalistas aryas europeos) difunde el ‘enemigo’. La imagen que tenemos que dar a nuestros connacionales es la de gente segura, informada, irreprochable… y arrebatadora.
Hay, por lo demás, que tener presente, tanto las circunstancias en las que nos encontramos, como con quien nos enfrentamos. Necesitamos juristas, economistas, historiadores… expertos en el periodo nazi, y capaces de plantear la posibilidad de la legalización del ‘nazismo’. Deben ser conocedores de los Juicios de Núremberg y dedicarles tiempo a la situación jurídica en la que se encuentra el ‘nazismo’. Deben ser capaces de dar la batalla jurídica, política e histórica  a las prohibiciones y a la imagen que constantemente se difunde en nuestros medios de comunicación y en todos sitios desde hace demasiado tiempo. En definitiva, capaces de enfrentarse jurídica y culturalmente al ‘sistema’.
La cuestión está en plantear un “segundo juicio de Núremberg” en el que los encausados serían los acusadores, jueces, y verdugos del primero (los ‘aliados’ y  otros ‘actores’ –los judíos). Se trata de entablar un juicio político, jurídico, e histórico a escala europea (si no mundial). Restaurar el nombre y el honor del periodo nazi es lo primero. Poner en evidencia las mentiras, las falacias, y el uso político que se está haciendo de la conceptualización que del nacionalismo étnico sale de los Juicios y que tan funestas consecuencias están teniendo para los pueblos blancos. En  un momento dado habrá que decir ¡basta! No podemos seguir ocultándonos y simulando nuestra condición, y nuestra fe.
Nosotros no debemos tener miedo a nada. Bien al contrario. No tenemos nada que ocultar ni que temer. Es preciso tener claro la justicia y la verdad de nuestras reclamaciones. Conciencia tranquila al respecto. Y orgullo de ser lo que somos.
El movimiento nazi tuvo muy claro desde el principio sus presupuestos políticos y culturales. Jamás se le ocultó a nadie cuáles eran sus intenciones y sus proyectos. La única táctica o estrategia fue en todo momento la verdad.
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*Queridos amigos, ¿de qué se trata?
Se trata de poner en marcha un ‘movimiento identitario europeo’ que tiene como meta la ‘nación arya europea’. Con respecto al nazismo se trata simplemente de reconocer tal movimiento, tal periodo, tal historia. El reconocimiento y la afirmación del nazismo no se encuentran tan fácilmente en los movimientos nacionalistas europeos más o menos conocidos. La casi totalidad de estos grupos políticos reniegan del nazismo y en no pocas ocasiones se declaran pro-judíos (o pro Israel). Cuando se les preguntan sobre tales asuntos sus respuestas son invariablemente: ‘nosotros no somos nazis’, y ‘nosotros no somos anti-semitas’. Hablo de movimientos tan significativos como el del holandés G. Wilders, o el más reciente PEGIDA en Alemania, o incluso el de Marine Le Pen en Francia. Es obvio que no tienen el valor de reconocer tal herencia. Estas ‘negaciones’ les permiten seguir con  vida, pero es una vida cobarde, deshonrosa, indigna. No son de ningún modo vidas ejemplares.
Hoy no se trata de ser nazis en sentido estricto. Nuestras circunstancias son otras. Las estrategias han de ser otras. Yo insisto en el aspecto jurídico de la cuestión. No es tan sólo la sistemática prohibición y persecución. También está la constante propaganda de guerra, explícita o implícita, contra el nacionalismo étnico germano. Antes de ayer un documental (las cien maneras de matar a Hitler), hoy comienza una miniserie (Hitler, el reino del mal), un día sí y otro también en nuestros informativos se anuncian películas o noticias sobre el pseudo-holocausto o sobre temas nazis (en clave maligna), las series de televisión con alusiones negativas a Hitler o al nazismo pululan (son ya un lugar común). El aluvión de noticias negativas es excesivo y no cesa. Y es con esto con lo primero que hay que acabar.
Ciertamente hay que tener valor (por no usar una palabra algo más castiza) para, después de la imagen pública que de Hitler y del nazismo se ofrece constantemente en nuestros mass media, aparecer ante nuestros amigos y conocidos como heredero de estos. Entre el ridículo y el horror. Todos los registros son usados para hacer repelente la sola mención de estos nombres. Y esto, día tras día, constantemente. Con este método psicológico judeo-pauloviano se pretenden, y se consiguen, respuestas condicionadas de rechazo. Es la más perversa alienación de masas que ha conocido nuestra historia desde el proceso de cristianización de nuestros pueblos.
 Sin embargo, observad como apenas si tenemos noticia acerca del régimen político más criminal de nuestra historia reciente, el judeo-bolchevique. Incluso podemos ver a algunos de nuestros ‘intelectuales’ y políticos manifestar simpatías y alardear de comunistas o bolcheviques ante toda la opinión pública en nuestras mesas de debate televisivo sin el menor pudor, sin mala conciencia. Es el mundo al revés. Está claro que es debido al componente judío de estas ideologías el que resulten intocables. Son la prudencia cobarde, la venalidad, o la complicidad, sin duda, las que impiden que salgan a la luz pública los horrores, los abusos, y los crímenes  cometidos por los judíos durante su periodo de poder en la antigua URSS en el nombre del comunismo o de la dictadura del proletariado (aquí sí que hay verdaderos y documentados genocidios). No encontrarás sobre esto que digo ni documentales, ni mesas de debate, ni películas, ni novelas… ni noticia alguna en nuestros (sus) medios de comunicación. Silencio. Es una muestra más del poder judío en nuestras sociedades.
La criminalización del nazismo es la criminalización de todo movimiento nacionalista en Europa y en todo el Occidente blanco. Entiéndase esto. Recordad lo sucedido con ‘Aurora Dorada’.
Mientras no se limpie ese periodo histórico y se pongan las cosas en su lugar no tendremos ninguna salida. Todo intento está abocado al fracaso.
Esta legitimación de la que hablo es la primera batalla que se tiene que ganar.
Este reconocimiento y afirmación del nazismo funciona como una suerte de prueba o filtro. Hasta este punto es importante. Quien oculte, disimule, o reniegue del nazismo no es apto para formar parte de la nación arya. Es como renegar de los Padres, de los creadores de la primera nación arya; desconsiderar o minusvalorar sus logros, sus sacrificios, sus víctimas, sus mártires… ‘Negociar’ con esta memoria trágica.
Es una cuestión de principios. Nuestra deuda con el nazismo nos es negociable.
Durante cientos de años los europeos tuvimos (nuestros antepasados más fieles tuvieron) que soportar la visión que de las culturas pre-cristianas nos  (les) ofrecían los judeo-cristianos. Las leyes contra ‘paganos’ (contra cualquier retorno a las culturas ancestrales) funcionaron durante siglos. Corremos el riesgo de que suceda lo mismo con el nacionalismo étnico europeo (no sólo el nazismo estricto). Es la misma estrategia –la demonización y la criminalización de lo más nuestro.
Nos tienen bien cogidos, tanto en lo religioso/cultural, como en lo político. De continuar este estado de cosas acabarán completamente con nosotros. Y con nosotros no me refiero ahora a cualquier movimiento nacionalista, sino al conjunto de los pueblos y culturas blancas (aryas). No les queda mucho para culminar esta tenebrosa tarea.
La revolución nacionalista actual tiene un cometido más vasto que la del nacionalismo étnico germano. Queremos expulsar del cuerpo arya todo lo extranjero, que en su mayor parte tiene origen judío, sea en lo religioso/cultural, sea en lo político.
Son tanto las culturas pre-cristianas, como el primer nacionalismo arya los que marcan nuestras esenciales señas de identidad –las propias, las autóctonas. Recuperar el ser nuestro mancillado, pisoteado, proscrito… tanto por los judeo-cristianos, como por el sionismo actual forma parte esencial de nuestra labor.
Hoy día el ‘paganismo’ (algo que nunca existió; algo que podríamos definir como la vaga idea que algunos pobres diablos tienen acerca de nuestro pasado pre-cristiano) está incluso de moda, y resulta completamente inofensivo. Hoy es el nacionalismo étnico heredero del nazismo el que cumple el papel de oposición  contra los poderes dominantes que las culturas ancestrales (el mal llamado ‘paganismo’) tuvieron en los primeros siglos cristianos. Es la única ideología o concepción del mundo, el único movimiento religioso/político/cultural que puede derrotar al ‘sistema’. Si antaño fue lo autóctono (lo nacional, lo ‘nativo’) contra el universalismo judeo-cristiano, hoy es el nacionalismo étnico contra el internacionalismo político y económico (el globalismo) igualmente judío.
Así como en la antigüedad la acusación de ‘paganismo’ bastaba para la perdida de bienes, libertad, e incluso la propia vida, hoy día pasa más o menos lo mismo con la acusación de ‘nazismo’. Muchos revisionistas e historiadores críticos han padecido cárcel, cuantiosas multas, la pérdida de sus trabajos y modos de vida… han recibido palizas, y alguno que otro ha perdido la vida (el caso F. Duprat, en Francia, 1978)
Es preciso percatarse de la situación en la que encuentran hoy los pueblos blancos. Abocados al fracaso, a la extinción. El asunto es grave, muy grave.
Es necesario, es indispensable, es urgente recuperar la legitimidad y la honorabilidad del nazismo con objeto de que deje de servir de coartada, de chantaje, y de instrumento para eliminar todo intento de liberación nacional europea. (No podemos discutir el flujo migratorio hacia nuestras naciones, no podemos criticar al islam, no podemos decir nada acerca de los judíos y su inmenso poder (mediático, económico, cultural, político…) en nuestras naciones blancas…).
Hoy día a cualquier movimiento nacionalista europeo se le acusa de antisemita, de islamófobo, de fascista… Se le reduce simplemente al nazismo y al racismo, y esto es suficiente para ponerlo fuera de circulación.
Una vez limpiada la memoria del período nazi y reparado su honor se podrá actuar incluso jurídicamente contra todo aquel que mancille su nombre, su historia, y  su ejemplo (en medios de comunicación, literatura, cine…).
Es fundamental acabar de una vez por todas con la imagen demoníaca que los judíos ofrecen del nazismo desde sus poderosos medios de comunicación de masas (es la misma estrategia que los judeo-cristianos siguieron para acabar con las culturas autóctonas ancestrales desde sus iglesias y púlpitos).
Podemos seguir charlando todo lo que queramos, mientras no se resuelva el problema de la legitimidad del nacionalismo étnico seguiremos teniendo una existencia larvada, oculta, clandestina, subterránea… cautelosa, temerosa…  y lejos de la luz.
No sé si he podido dar una idea de la importancia que tiene este reconocimiento y afirmación del periodo nazi. Mientras no se limpie la memoria del nazismo seguirán usándolo para acabar con todo movimiento nacionalista.
¿Hay alguna estrategia de liberación más eficaz que la de tener claro cuál es la solución o la salida? Yo digo que hay que enfrentarse al sistema y al estado de cosas, que hay que coger el toro por los cuernos. Hay que poner en evidencia la falacia, la mixtificación a que está sometida nuestra historia reciente, y el uso político, cultural, moral… que se hace de ello. Esta mixtificación, esta mentira que viven nuestras sociedades, es el único instrumento de alienación y de poder que actualmente tiene el ‘sistema’ (el enemigo, la oligarquía financiera internacional, el sionismo…).
Pensadlo bien, pensad bien dónde os habéis metido. La lucha contra el ‘sistema’ desde el nacionalismo étnico es la vanguardia de la vanguardia. Es la primera línea de combate.
Hasta la próxima,

Manu