Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

102) Navidades blancas


Navidades blancas.
 

Manu Rodríguez. Desde Europa (18/12/13).


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*No sólo el árbol es un buen símbolo de estas fiestas nuestras que fueron cristianizadas (es el árbol de los pueblos aryas o indoeuropeos). También el llamado ‘nacimiento’ puede ser retomado desde nuestras propias tradiciones. En vez de escenificar una aldea judía de hace dos mil años, podemos representar centros religiosos (religantes, vinculantes) de nuestro pasado pre-cristiano, como Upsala, Arkona, Irminsul, Dodona, Delfos, Olimpia… O, simplemente, aldeas o lugares griegos, romanos, germanos, celtas, baltos o eslavos que reflejen la vida cotidiana de nuestros antepasados pre-cristianos;  o escenas inspiradas  en textos, tradiciones, mitos, o en la propia historia.  El panorama es extraordinariamente amplio. Desde las cuevas del paleolítico, desde las construcciones megalíticas, desde las aldeas neolíticas, desde Micenas…
Las reconstrucciones y maquetas que solemos encontrar  en nuestros museos arqueológicos son buenas para darnos una idea; como punto de partida. Estos modelos nos aportan además fidelidad en la representación (utensilios, vestimentas, viviendas, urbanismo…).
Tenemos que reconquistar, retomar, redimensionar estas fiestas nuestras que nos fueron arrebatadas. Son  fiestas de la familia, del clan, de la tribu… de la gran familia arya. Se rememora el pasado, el origen, el ‘nacimiento’.
Se trata del ‘nacimiento’ de nuestros pueblos, de ‘nacimientos’ aryas. Desde aquellos proto-aryas (aquel brote, aquella incipiente rama  del árbol de los pueblos y culturas del mundo) de hace unos seis o siete mil años, hasta el ‘nacimiento’ de celtas, griegos, germanos, y demás. Sin olvidar la sublime experiencia germana del siglo pasado (la que supuso el ‘re-nacimiento’ de la nación arya en nuestros días). No tenemos por qué ser fieles a una determinada escenificación. Podemos escoger entre nuestras tradiciones y nuestros pueblos, variar cada año la representación (el mundo griego, el germano, el celta…), o la época. Esto es un desafío a nuestra imaginación.
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Les deseo unas felices navidades blancas, y un verdadero año nuevo, a todos mis parientes, amigos, conocidos, lectores… y a toda la hermandad arya.
Hasta la próxima,
Manu

miércoles, 11 de diciembre de 2013

101) La rama dorada


La rama dorada.


Manu Rodríguez. Desde Europa (11/12/13).



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*El desvío tomado por la ‘inteligencia’ griega en un momento dado de su camino (desde Platón, desde Sócrates…; desde Alejandro); el olvido del ser propio, del genio propio. La salida, la deriva hacia soluciones y respuestas individuales y universales  (transraciales y transculturales) como las promovidas por cínicos, estoicos, y epicúreos –tan  coherentes con el contexto cosmopolita y multicultural del período alejandrino.
La disolución del mundo antiguo –de la herencia. La decadencia, la caída hasta el helenismo. El decadente helenismo, ésta es la Grecia que hereda Roma, y la que acabó por afectarnos a todos (germanos, celtas…) de una u otra manera.
Dilapidamos nuestros bienes, nuestra potencia, nuestra sabiduría… Nos debilitamos, enfermamos. La predicación cristiana hizo presa en pueblos débiles y vulnerables  –apenas si hubo oposición. Se les dejó hacer. Se les dejó que minaran las raíces, los fundamentos de nuestro ser. Se les permitió que mancillaran y vituperaran a nuestros antepasados y a nuestros mundos. Devenimos pueblos abandonados, indefensos, desprotegidos; sin vigías,  sin faros, sin luz.

*Consideremos el olvido de lo propio en tiempos pasados como errores de juventud; como cosa propia de pueblos jóvenes, recientes, inexpertos. El no valorar en su justa medida, y la negligencia, el descuido, el menosprecio de lo propio son actitudes habituales en los adolescentes –no se valora lo que se tiene; no se sabe aún lo que se tiene. ¿Qué podemos decir dos mil años después; hemos madurado entretanto?
*No se trataba de la vieja religión y de la nueva religión, como decían. Tampoco del viejo hombre y del nuevo hombre. La vieja religión (aquello que nos religaba y hacia de nosotros uno) no era una religión cualquiera, era la completa cultura ancestral, la cultura propia; la nueva religión era la religión/cultura extranjera (semita). El viejo hombre era el romano, el griego, o el germano; el nuevo hombre era el hombre romano, griego o germano privado  de su propia cultura, y culturalmente judaizado.
Cómo nos venden su ‘metanoia’ (su ‘devenir otro’), ese suicidio cultural, como si de la suprema meta espiritual se tratase. Todo fue (y es) un artero sofisma; un timo, un engaño, un fraude nada piadoso.
No había viejo y nuevo. Era un planteamiento tramposo, engañoso. Lo viejo era lo nuestro, lo nuevo era lo extranjero. La llamada ‘conversión’ desarraigaba al romano o al germano de su ser simbólico ancestral (destruía sus señas de identidad; el nexo biosimbólico que cada cual tiene con su gente y con su mundo) y le injertaba (como nuevo hombre ya) en un pueblo y en un mundo ajenos –lo extrañaba de su propio mundo y lo exiliaba a un mundo extranjero (el mundo judío, tan étnico y ancestral como el suyo). Esta conversión conllevaba además la enemistad del neo-converso  con su gente y con su mundo; ahora pertenecía (y se debía) a la comunidad religioso/cultural extranjera –pasaba a formar parte del enemigo. Algo similar a lo que sucede hoy con aquellos de los nuestros que siguen siendo cristianos, o con aquellos que se convierten al islam. El proselitismo (siempre sedicioso) de estos credos no tiene otra finalidad que las conversiones, pues con éstas privan a los pueblos de los suyos y aumentan las filas propias. Es un reclutamiento lo que se lleva a cabo entre los nuestros –en nuestra propia casa. Ésta es la ‘pesca’ de la que hablan.
Cómo enmarañan y ocultan la verdadera intención con su melifluo discurso, con su ‘buena nueva’. Se trataba de una guerra, una guerra entre pueblos y culturas (entre mundos). Y ya conocemos cual fue su resultado.
*Nietzsche vio en el anti-semitismo un síntoma de nuestra debilidad, y tenía razón. El anti-semitismo (o el anti-sionismo que es anti-semitismo camuflado), como el anti-islamismo actual, denotan debilidad –nuestra debilidad ante tales ataques, ante tales armas, ante tales estrategias, ante tales enemigos.
La vulnerabilidad de los más, y la impotencia de los menos. Éste es el verdadero estado de la cuestión. La clara conciencia de que un pueblo seguro de sí y bien instruido sería invulnerable a la insidiosa propaganda y a las sediciosas tretas de estos milenarios enemigos nuestros. No hubieran podido con un ‘organismo’ sano –inmune, inmunizado contra agresiones bioculturales.
No soltaron la presa hasta que fue suya. Hoy vuelven a jugarse el futuro. Están sentando las bases. Como hicieron cuando Roma.
Los semitas se nos adelantan –hoy como ayer.  Vuelven a adelantarnos sus mundos en la tierra (judeo-comunismo) y en el cielo (judeo-mesianismo) –previa  destrucción de los nuestros (a los que en último término se les considera como ‘ilusión’, como mera ‘representación’). La nueva Sion de ‘Matrix’ es la nueva Jerusalén –la nueva realidad que se pretende. Ideologemas (anzuelos, redes, señuelos) semitas nos rodean por doquier.
No olvidemos que estas utopías que nos proponen son también, y en primer lugar, ‘representaciones’, ‘mundos’ (los mundos simbólicos, las señas de identidad de otras etnias, de otros pueblos). Que la propuesta fundamental que se nos hace es que abandonemos nuestros mundos y que adoptemos los suyos.
(Llevan siglos destruyendo nuestras claves simbólicas –nuestras fuentes, nuestras raíces, nuestras señas de identidad–, y sustituyéndolas  por las suyas. Son  expertos en esta guerra cultural que tienen ya casi ganada.)

*Hay que preguntar por quién, y cómo nos destruye. Qué armas usa el enemigo. Cómo nos desarma, por ejemplo, mediante su palabra; con su lengua doble, bífida, diabólica… nociva.
Padecemos manipulación e instrumentalización política y social, económica, cultural, moral... Se procura por todos los medios que descuidemos nuestros intereses, que nos ignoremos, que nos desconozcamos. Han logrado convertirnos en una masa de desarraigados y apátridas (en el nombre de credos universales religiosos o políticos       –transnacionales, transraciales, transculturales), y aún peor, han logrado convertirnos en enemigos de nosotros mismos –está  bien visto el repudiar las propias tradiciones, la propia historia, la propia cultura, la propia raza incluso; el ser biosimbólico propio, el ser que se es.
Todo este errático y autolesivo comportamiento que mostramos revela nuestra vulnerabilidad, nuestro grado de debilidad; nuestra falta de fuerza, de resistencia, de ‘salud’. Cuan fácilmente accesibles y manipulables resultamos aún; cuan tiernos, cuan adolescentes, cuan inmaduros. Lo cierto es que ya deberíamos estar vacunados –ya hemos sido atacados por este mismo ‘virus’; ya conocemos sus características y sus estrategias de dominio (apenas si ha mutado). ¿Cómo nos dejamos enredar, una vez más, por estos tramposos, por estos embaucadores; a nuestra edad?
 (Retrasar, diferir, entorpecer… impedir nuestro reconocimiento (nuestra autognosis)  y nuestra liberación, éste es el objetivo de los enemigos de nuestro ser.) 
Destrúyete  a ti mismo y conviértete en el otro –nos vienen a decir. Deja de ser el que eres; niégate a ti mismo. Éste es el Avatar (la transformación, la conversión) que ladinamente nos insinúan una y otra vez; su reiterado slogan. Su prédica desde hace milenios.
Obviamente, no es el cambio de forma (metamorfosis) lo que se busca en la ‘conversión’ (aunque a veces el  converso adopte el aspecto o apariencia física de sus nuevos ‘hermanos’  y llegue incluso a parecer ‘otro’), sino el cambio de mente (metanoia) –repolarizar la mente en una determinada dirección, podríamos decir, tras su despolarización;  imprimir otra mirada, otro norte. Transformar nuestras señas de identidad, nuestro (complejo) ‘yo’ cultural, ponerlos a su servicio. Ocupar la mente, la conciencia, la personalidad  –que son esencialmente culturales. Conseguir una mente favorable a sus consignas; un instrumento, un zombi, un robot…

La propaganda, la clonación psicosocial mediante la cultura de masas (cine, prensa, televisión, internet…); la fabricación en serie de creyentes, de ‘fieles’, de partidarios, de seguidores… de peones y soldados. Cada vez más fácil; cada vez más rápido. Cada vez más numerosas las filas del enemigo. Cada vez más tenebroso nuestro futuro.

Necesitamos urgentemente escuelas, centro religioso/culturales, medios de comunicación…  Educar, instruir, inmunizar a los nuestros.

*Estadounidenses y canadienses padecen fundamentalmente la inmigración (masiva) centro y sudamericana. Ya habrás visto el resultado de las dos últimas elecciones en EEUU; en Europa es la población inmigrante musulmana, asiática y africana, la que ha dado el triunfo a Hollande en las últimas elecciones francesas. Puedes imaginar qué futuro nos espera. Cada cual tiene sus problemas con la inmigración y el multiculturalismo.
Detener, destruir esta torre de Babel que los enemigos de nuestro ser están construyendo aquí, en Europa, en nuestra misma casa, en nuestra tierra madre, en nuestra tierra sagrada. Impedir nuestra destrucción.
Los flujos migratorios que padecemos desvirtúan la identidad ancestral de nuestros pueblos.  Estos flujos están apoyados, protegidos, y financiados desde dentro y desde fuera; son un arma para nuestra disolución, para la disolución de la vieja Europa. Dentro de poco no tendrá sentido ser danés, sueco, checo o irlandés, cuando cualquier africano, asiático, o sudamericano pueden llegar a serlo. Nada significarán ya estas palabras, desprovistas de su sentido ancestral; ya no harán referencia al irlandés o al sueco ‘de toda la vida’, sino a cualquier habitante de la tierra.
Imaginemos esta destrucción de la identidad nacional ancestral en China o Japón. Que cualquiera pueda llegar a ser chino o japonés. ¿No es esto un absurdo y un horror? Pues éste es el sinsentido, ésta es la aberración que se está permitiendo en nuestras tierras ancestrales. Las identidades étnicas de nuestras antiguas naciones desaparecen. Esto afectará psicológicamente a los viejos europeos. Se está destruyendo fría y lentamente sus identidades; unas identidades ligadas al pueblo y a la tierra desde hace milenios. Se está desgarrando, triturando, pulverizando nuestras antiguas identidades. Ésta es la monstruosidad que vivimos.
Cuando ser europeo (alemán, francés, italiano, sueco…) ya no te identifica con una raza, una lengua, o una cultura. Cuando cualquiera puede llegar a serlo –un somalí, un paquistaní, un peruano... Devaluación de la palabra y del ser. Pérdida de valor, de significado, de sentido.
Despilfarramos, dilapidamos, malbaratamos la hacienda, la herencia, el legado. ¿Cómo ha podido llegar a suceder esto; cómo lo permitimos?
*No contamos, hoy por hoy, con suficientes pensadores étnicos, propios; con pensadores aryas. Los más de los nuestros hace tiempo que se entregaron a alguna ideología universalista de origen semita –religiosa, filosófica, o política. Se abandona, de nuevo, el ser autóctono y ancestral. Volvemos a olvidarnos de nosotros mismos. Caen de nuevo en el olvido nuestro ser natural y nuestro ser cultural. El nuevo período alejandrino que vivimos (desnortado, caótico, disgregador, destructivo).
*Desde que comenzó la dispersión de nuestros pueblos (hace seis o siete mil años) carecemos de unidad.
Es preciso superar las diferencias que se han producido a lo largo del tiempo entre nuestros pueblos –diferencias lingüísticas y culturales. A esto hay que añadir las diferencias introducidas por  las sectas cristianas (judeo-mesiánicas) a lo largo del último milenio: tenemos la secta ortodoxa (Grecia y la mayoría de los países eslavos), la secta católica (los países del sur, Irlanda, y algún país o enclave eslavo), y las sectas reformistas (países germánicos principalmente). Aquí tienes la Europa del Este y la del Oeste, así como la del Norte y la del Sur.
Desgraciadamente, muchos de los nuestros, como digo, están dominados por estas ideologías religiosas y políticas de las que hablo, a las que se suman las ideas nacionalistas (la Nación-Estado). Tenemos nacionalismos católicos, ortodoxos, reformistas… musulmanes (Albania; algún país eslavo), pero también nacionalismos socialistas o bolcheviques. Las ‘naciones’ y los credos extranjeros nos detienen, nos dividen, y nos enfrentan; nos  hacen perder el norte, el camino –nuestro  norte y nuestro camino. Luchamos para otros; en el nombre de otros y para su provecho.
Recordemos los conflictos sangrientos, algunos aún latentes, que hemos vivido por causas ideológicas religiosas o políticas de origen foráneo, extranjero; entre los universalismos de las sectas cristianas, y más recientemente entre los universalismos demócratas-cristianos y los comunistas (judeo-bolchevismo). No sólo han dividido y enfrentado a nuestros pueblos entre sí, también entre ellos mismos (divisiones y discordias entre germanos, entre eslavos…). Estas ideologías no sólo nos roban la identidad, sino que son la causa de nuestra perdición.
Hago notar que la única excepción a esta alienación cuasi-colectiva, el muy reciente ‘nacionalismo’ arya germano (que supuso también el nacimiento de nuestra nación –la nación arya), fue combatido, y derrotado, por todos estos universalismos. Pese a esta temprana derrota, aquel ‘nacimiento’, aquel brote, sigue siendo la única luz, el único norte, el único camino para nuestros pueblos. Fuimos derrotados sí, pero no vencidos. Aquel brote, la rama arya, sigue creciendo.
La persistencia de estas ideologías, y su dominio sobre nuestra gente, como es obvio, no contribuye en nada a nuestra unidad. No parece que podamos formar, a corto o medio plazo, un frente único. Primero tendremos que derribar esos muros.
*Cabe hablar de nacionalismos que trascienden las ‘naciones-estado’ y agrupan a pueblos étnica y culturalmente emparentados (germánicos, celtas, eslavos…). 
La ‘nación’ etno-lingüística nos espera. El futuro es la nación arya (una liga o confederación de pueblos aryas: celtas, baltos, germanos, eslavos, helenos, pueblos del sur). El milenio arya por venir. (Les recuerdo a los lectores que la ‘Liga de Naciones o Pueblos Celtas’ está ya constituida.)
*El peso de la palabra, del discurso, de la cultura, de la ‘representación’…  en la formación de las individualidades (de los seres simbólicos). El individuo es un fragmento cifrado del mundo lingüístico-cultural entorno, del mundo simbólico –nada tiene que no haya recibido. La identidad es siempre colectiva.
Nuestro mundo simbólico es milenario, ha sido generado y modelado por nuestros antepasados a lo largo de las generaciones; es la proyección de nuestro genio, de nuestro ser genético colectivo. Fruto nuestro, y nuestro bien más preciado.
El soma simbólico. La leche de Hera, el zumo lácteo de la madre comunidad      –que proporciona antígenos; que inmuniza. La materia simbólica nos alimenta, nos fortalece, nos transporta, nos cobija, nos guía… nos protege, nos instruye. Es el jardín de las Hespérides, es la fuente de la eterna juventud...  
Las ‘determinaciones’ lingüístico-culturales (las autóctonas y ancestrales) no son limites, ni rejas, ni cárceles, sino alas, caminos, posibilidades; no son el obstáculo,    sino la condición necesaria para nuestro cumplimiento, para nuestra realización –para nuestro ‘llegar a ser’.

Más que buena voluntad hacia nuestras ‘determinaciones’ (Hegel) yo hablaría de fidelidad y de lealtad, pero también de amor, de devoción, de fervor.
*El dios judío (Iahveh) responde al genio judío como el dios arya (Dyaus) responde al genio arya. Hay dioses y pueblos sombríos y hay dioses y pueblos luminosos. El árbol de los pueblos y culturas del mundo tiene muchas ramas; la rama arya es la rama dorada; la rama clara, diurna, solar.
*Llámame arya.
*Hesperi ara – Luciferi fanum – Solis lucus.
*Un espacio étnica y confesionalmente arya. Puro; purificador. Un sueño.
*Veo, en lo que escribes, que cada vez estás más comprometido, más involucrado en la lucha; que te lo tomas de manera cada vez más personal. Pienso que éste es el camino. Debemos ser personales en esta nuestra lucha. Distinguirnos unos de otros mediante nuestras maneras, mediante nuestras armas. Por lo demás, es justamente lo que necesitamos.
El enemigo de nuestro ser ha desarrollado a lo largo del tiempo muchas facetas; dispara desde lugares muy diversos. Ha ocupado posiciones de relevancia en el mundo académico e intelectual, en el económico, en el cultural (cultura de masas, medios de comunicación), en el político, en el jurídico… Incansable, nunca baja la guardia. Siempre atacando, debilitando, destruyendo…  
Requerimos, pues, guerreros con cualidades muy diversas. Perdemos terreno en los lugares más variados –aquí y allá. Está claro que ningún aspecto es más vital o esencial que otro. Todo urge.
Reconquistar, reconstruir, recomponer, restablecer… Reivindicar, reparar, restituir. Que no te amilanen la inmensidad, la dureza, y la peligrosidad de la tarea.
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Hasta la próxima,
Manu