Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

jueves, 17 de julio de 2014

112) El camino que nos viene de los antepasados. Carta a un amigo

El camino que nos viene de los antepasados. Carta a un amigo.

Manu Rodríguez. Desde Europa (17/07/14).


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*Lo que me cuentas de los neopaganos no me pilla de sorpresa. Estos chicos no saben lo que dicen. Nunca hubo paganismo. No hay religión pagana. Nunca la hubo. No sé cuando nos enteraremos de esto. El término pagano designaba (peyorativamente) a todos los no-cristianos, simplemente; no hacia distinción entre un egipcio, un griego, o un germano. Deliberadamente borraba las diferencias y reunía en un solo término despectivo a todos aquellos pueblos que les rodeaban y que no se hallaban cristianizados; los pueblos que seguían siendo fieles a las tradiciones ancestrales, al mundo de sus mayores. Nuestros pueblos pre-cristianos no fueron paganos, fueron celtas, germanos, griegos, romanos, eslavos… (para abreviar). A ver si nos enteramos de una vez.
También deberíamos saber que la palabra ‘pagano’ viene del latín (‘paganus-a-um’) y tiene que ver con aldeanos y campesinos (y sus tradiciones y cultos). Se relaciona con la palabra ‘pagus-i’ –aldea, tierras–, palabra que aún usamos en castellano (cuando decimos: “¿qué haces por estos pagos?”) –en catalán los términos ‘payés’, ‘payeses’, también provienen del ‘pagus-i’ latino. La palabra adoptó, en boca de los cristianos, el tono peyorativo que aún conserva. Los ‘paganos’ (la gente de las aldeas y de los campos) fueron considerados como gente inculta, rústica, ruda… in-civilizada. También hoy nuestros urbanitas tildan a los no-urbanitas (a la gente de la tierra y del mar) de provincianos, pueblerinos, catetos, palurdos, horteras y demás. La cosa no ha cambiado mucho. En realidad este término era tanto un arma moral (ridiculizaba públicamente, señalaba, denostaba, condenaba socialmente…), como un arma jurídica contra los no-cristianos (hubo ‘leyes contra paganos’). Esto es algo que se está repitiéndose en estos momentos con los términos ‘nazi’ o ‘fascista’.
Estos neopaganos tienen, de ese paganismo (de un pasado imaginario) que nunca fue, una imagen idílica, bucólica, pastoril… muy próxima a ese ecologismo de bajo coste que hoy circula. Los ‘monederos falsos’ abundan.
Por otro lado estos grupos no adoptan sino una parte de la cultura de nuestros antepasados pre-cristianos –los aspectos cultuales, los más ‘vistosos’, podríamos decir–, y tienen preferencia, por lo general, por uno de los pueblos excluyendo a los demás (hay celtófilos, germanófilos, helenófilos, eslavófilos…); ignoran además a los filósofos griegos, la medicina griega, el derecho romano… La religión de aquellos pueblos, aquello que les religaba y les hacía uno,  era su entera cultura, la totalidad de sus tradiciones e ideales –su memoria ancestral y colectiva, su mundo compartido.
El legado cultural de un pueblo contiene también la génesis y la historia de su ‘paideia’, de sus ideales de formación, de sus condiciones espirituales de existencia.
Por lo demás, hoy no se trata de ser, de practicar, o de seguir  un ‘paganismo’ griego, romano, germano o celta, sino de ser arya, de retomar la senda arya –el camino que nos viene de los antepasados.
Se trata del completo legado. Y no sólo del pre-cristiano. El legado llega hasta Hegel, Darwin, Schopenhauer, Nietzsche, Heidegger… o el descubrimiento del código genético. Hablamos de nuestro mundo Occidental blanco, de nuestro mundo singular, único.  Este patriotismo requiere, claro está, de conocimiento y asimilación…, pero no exclusivamente. Hay algo más en esta re-ligación a tu propio pueblo, a tu propia historia, a tu propia herencia, a tu propio ser. Yo hablaría de amor, y de amor propio  –a lo propio.
Las actuales generaciones aryas no están a la altura de su legado más íntimo, más propio, más cercano. No deberíamos olvidar que, en buena medida, somos la herencia. Hablar de ‘herencia’, es también hablar de ‘ser’.
Una y la misma cosa son la verdad, el ser, la herencia, el hogar, la libertad.
Las preocupaciones y el mundo de estos jóvenes ‘neopaganos’ resultan de lo más incoherente: universalistas, cosmopolitas, ecologistas, pro-abortistas, anti-racistas, anti-fascistas, de izquierdas, próximos a los anti-sistema... Estas generaciones son, simplemente, modernas y progresistas, y adoptan comportamientos diseñados que provienen de los ‘mass media’ –de donde proviene toda su ‘realidad’, todo su mundo. Son marionetas en manos de los ingenieros sociales.
(Los progresistas, aquellos que nos conducen a la progresiva destrucción de nuestros mundos, de nuestros pueblos. Los partidarios de la progresiva auto-destrucción, de la paulatina auto-disolución de los pueblos.)
Lo cierto es que buena parte de nuestra juventud está prendada/prendida en estos movimientos aparentemente revolucionarios. Pero nada favorece más a los oligarcas, y a los demiurgos de esta horrenda civilización –y su ‘masa’ salarial universal– que estos fuegos artificiales, que estas diversiones adolescentes apenas nocivas. Las vías de escape, que el propio sistema se encarga de proporcionarles mediante sus ‘mass media’, son absurdas, incoherentes, o simplemente auto-destructivas.
Lo de los neopaganos es sólo un dato, una muestra de nuestras poblaciones multi-escindidas, desarraigadas, atomizadas… Son ‘masas’ ignorantes de su identidad, siempre vagabundeando, siempre en busca de identidades y mundos que resultan ser siempre imaginarios, cuando no extraños, ajenos, foráneos… Toda esta muchedumbre en manos de los dueños de los medios de comunicación e información; en manos de aquellos que diseñan sus identidades, y sus ‘mundos’. Alienados, extrañados, manipulados… Hablo de nuestra gente, de nuestra gente hechizada, embrujada. Lejos, muy lejos de la patria, de la nación arya –de su hogar, de su ser.
Esto les digo a estos ‘progresistas’, a estos ‘embrujados’: “¿Estas libertades son los signos que me muestras de tu individualidad, de tu libertad…? Esos no son signos de libertad, sino de servidumbre. Eres siervo de la imagen fabricada por el enemigo; ese nuevo hombre apátrida, desarraigado, cosmopolita… que nos vende. Sigues el modelo; el mal modelo, el modelo que te destruye. Eres un ente social pre-fabricado, diseñado. No eres ni original, ni libre, ni independiente… ni mucho menos individuo excepcional o soberano; no eres ni siquiera individuo.”
Yo hablo de una historia nuestra de la que las actuales generaciones aryas debemos considerarnos responsables, esto es, de unas circunstancias históricas a las que tenemos que responder –como los más interesados, pues se trata de nosotros, de nuestra presencia en este mundo, de nuestro futuro. El tiempo, la hora, nos convoca. El ser nuestro. La herencia. Nuestra libertad, nuestra verdad. Es una llamada.
Hay que adoptar una actitud al mismo tiempo étnica, y cultural, pues se trata de un doble legado: el natural, y el cultural o simbólico. Éste es el doble legado que hemos de preservar y transmitir a nuestros herederos. Éste es el punto de partida, el norte que hemos de seguir. Ésta es la única actitud que garantiza el futuro de nuestros pueblos. La única salida, el único camino.
Nuestra identidad es nuestra verdad, y es nuestro ser. A nuestros enemigos les interesa mucho mantenernos alejados de nosotros mismos. De ahí la masiva y persistente alienación ‘cultural’ que padecemos desde sus ‘mass media’ proporcionándonos personajes, tipos, pautas, comportamientos sociales; desviándonos constantemente de nuestro camino, de nuestro ser. De ahí, también, la educación internacionalista, universalista (en lo moral, en lo cultural, en lo económico, en lo político…), que recibimos desde la infancia. Una educación (una ‘paideia’) anti-identitaria, anti-nacionalista… pacifista, altruista; una ‘paideia’ que, simplemente, nos desarma.
Los omnipotentes  ‘mass media’ judeo-paulovianos.
Son pocos los que se salvan, los que escapan de esta masiva alienación; de esta perversa ‘matrix’. Estos pocos salvos y despiertos son los puros (los purificados), los renacidos; las promesas de futuro.
El enemigo ha conseguido que la identidad, la nación, lo propio… estén depreciadas en nuestras poblaciones (no está ni siquiera bien visto ser identitario o nacionalista –hoy nos tachan de localistas o provincianos). Aún más, el enemigo ha conseguido que el nacionalismo arya sea legalmente condenado. El nuestro, precisamente, es el único nacionalismo penalizado, ‘ilegal’.
Este anti-nacionalismo general en nuestras poblaciones es el producto de la propaganda del enemigo. El anti-nacionalismo (anti-fascismo, anti-nazismo…) que padecemos los pueblos blancos, y que circula entre nuestra gente incluso como seña de identidad, no es sólo un arma moral contra nuestros sentimientos étnicos, identitarios o nacionalistas (contra nuestro amor a lo propio), también es un arma jurídica mediante la cual se condena y se persigue ‘legalmente’ el etnicismo arya o blanco.
Recuerda. Es exactamente lo mismo que sucedió en la antigüedad con el término ‘pagano’ y las leyes anti-paganas (su doble uso moral y jurídico). Ahora son los nazis los perseguidos; el nacionalismo arya. Vuelven a querer extirpar por completo, por los medios que sean, los sentimientos identitarios y patrióticos de nuestra gente. (Un patriota es aquel que sigue siendo fiel a los Padres.)
Así están las cosas, amigo. Los pocos que abogamos por nuestra gente y nuestras culturas estamos ridiculizados, insultados, despreciados, odiados… condenados, perseguidos, proscritos. ¿Cómo solucionamos esto? Éste es el reto en estos momentos. ¿Cómo desenmascaramos a estos tramposos, a estos impostores y usurpadores?
Nuestra primera tarea ha de ser el desbaratar, desmentir, desmontar… las mentiras, tretas, y armas del enemigo. Limpiar la memoria de nuestros inmediatos antepasados (el nacionalismo arya germano) –la primera salida al mundo de la nación arya. Que resplandezcan de nuevo aquellos hombres y aquellos momentos sublimes. Aquel nuevo inicio frustrado; aquella nueva aurora; aquella promesa de futuro.
*“Por qué permanecemos en provincias” es el título de una charla radiofónica que Heidegger dio en 1934. Por qué seguimos siendo nacionalistas aryas, podemos parafrasear nosotros, y no universalistas, internacionalistas, o cosmopolitas (estoicos, cristianos, musulmanes, budistas, marxistas, demócratas, liberales, comunistas...). Simplemente, nosotros permanecemos fieles a los antepasados. Llámennos provincianos, paganos, rancios, antiguos, pueblerinos,  o como les plazca.
La provincia, la región, la nación arya. El espacio de los Padres, la Patria reencontrada. El provincialismo, el regionalismo, el nacionalismo, el patriotismo… el localismo arya. El territorio, el espacio arya. En la tierra y en los cielos. Lo sagrado arya. El vínculo sagrado. Nuestro ser. ¿Cómo lo vamos a abandonar? Estaríamos locos si tal cosa hiciéramos.
“Difícilmente abandona el lugar lo que vive cercano al origen”. Hölderlin
*Nuestro pueblo tiene un futuro que no cesa de anunciarse, de venir, de estar presente. Un futuro que nos está guardado, que nos pertenece; un futuro que hemos de cumplir; un futuro nuestro.
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Hasta la próxima,

Manu