Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 4 de julio de 2012

81) La comunidad indoeuropea

La comunidad indoeuropea.


 
Manu Rodríguez. Desde Europa (24/06/12).


 
                                                                            *


*… La oculta luz los Padres desvelaron; // con sinceras palabras engendraron la aurora.

... gūḷháṃ jyótiḥ pitáro ánv avindan // satyámantrā ajanayann uṣā́sam (Rig Veda, VII, 76, 4). (Edic. Van Nooten).

*La comunidad indoeuropea. Una comunidad rota, fragmentada; dividida, y enfrentada. Que ignora su propio origen y está a punto, de nuevo, de combatir contra sus hermanos. Hablo de los pueblos indoeuropeos islamizados en Europa y Asia (el ámbito persa y parte de la India). Hemos de recuperar esos pueblos.

La comunidad (ecclesia, ‘koiné’) indoeuropea está casi totalmente cristianizada o islamizada. Éste es el problema. Muchos son los pueblos nuestros culturalmente engañados, confundidos, alienados; desposeidos de su patrimonio cultural y espiritualmente extrañados. Hechos enemigos de sí, contrarios. Con lenguaje prestado hablan, con lenguaje de otro. Carecen de lengua propia estos pueblos colonizados o conquistados desde hace siglos por otros pueblos, otras historias, otros discursos.

Nuestras tierras no son indoeuropeas sino cristianas o musulmanas. Esto es lo que hay que ver. Nuestras tierras culturalmente ocupadas. Nuestros cielos enladrillados. Nuestros mundos silenciados.

Nuestras claves culturales, simbólicas, no son indoeuropeas, no son nuestras.

Los Padres antiguos están desatendidos, des-cultivados. Ese bosque, ese jardín. Ese territorio, ese espacio.

En lo más oscuro de la noche estamos. Lejos, muy lejos de nuestra luz, de nuestros mundos.

Demasiado tiempo fuera de casa nuestra gente, nuestros pueblos. Alejados de las tierras propias, de los cielos propios. En otro lugar, en otro mundo.

¿Qué discurso, pues? ¿Qué lenguaje; qué palabras? Estos pueblos míos encantados, hechizados.

*En un grave peligro se encuentran los pueblos indoeuropeos (europeos propiamente dichos, y pueblos indo-iranios) en los tiempos que corren. Reparemos en Europa, que ocupa la mayor parte de nuestro territorio madre. No son momentos cualesquiera los que vivimos. Vivimos tiempos excepcionales. Asistimos a una ofensiva del islam en nuestras tierras, en nuestro hábitat milenario.

Es una ofensiva, en principio, blanda, sorda, fría… aunque muy eficaz, pues, casi sin apercibirnos siquiera, mediante flujos migratorios discretos y controlados, nos inunda de musulmanes asiáticos y africanos, y los signos culturales islámicos se multiplican en nuestras tierras. Es una estrategia de ocupación (demográfica e ideológica) del territorio.

Añadiré que los numerosos alóctonos recién llegados no han tardado mucho en mostrarnos abiertamente su hostilidad (en cuanto su número hubo crecido lo suficiente, como era de esperar). Nosotros, los autóctonos, somos el blanco de su hostilidad; nosotros, los pueblos que habitamos y damos color a este nuestro continente (y nuestro hogar) desde hace milenios. De momento, y allí donde su número se lo permite, se limitan a la amenaza, la intimidación, y la violencia de bajo nivel.

Estos extranjeros (la ‘umma’), que son ya millones, compiten ahora por la tierra, por el territorio; exigen territorios propios y autónomos –que en buena medida ya poseen (las ‘no-go areas’).

Una población y una territorialidad (y legalidad) otras, absolutamente extrañas, y antagónicas, se han alojado como un tumor maligno en nuestras tierras europeas.

Además, se está creando una vasta zona musulmana en las tierras de África y Asia. Una vasta plataforma ofensiva. El islam se está posicionando, reuniendo, fortaleciendo en este vasto territorio (la mitad norte de África, y toda el Asia musulmana). Es un amplio frente.

Para sus planes europeos cuentan ya, como decimos, con millones de infiltrados, de intrusos, de soldados (muyahidines) repartidos en buena parte de las grandes ciudades (muchos de ellos de procedencia indoeuropea); cuentan además con territorios exclusivos (una suerte de retaguardia) en tales ciudades, y con algunos enclaves (Bosnia, Albania, Kósovo… Chechenia). En su momento será una guerra caliente de conquista y ocupación. Hay millones y millones de muyahidines preparados (desde Marruecos a Indonesia) que tan sólo aguardan ese momento oportuno. Avanzarán desde el sur y el este. A través del Estrecho, del Mediterráneo, de Grecia y los Balcanes, de Bulgaria, del Mar Negro, del Cáucaso, del Mar Caspio...

(Éste es el escenario más probable que nos espera si todo, en nuestra actitud ante esta evidente amenaza, continúa como hasta ahora.)

Indiferencia, negligencia, dejación de soberanía de todo un pueblo. Mientras dormimos, mientras miramos hacia otro lado, se monta la pesadilla islámica. La bestia, nuestro mal, crece por momentos; cada día más grande, más fuerte, más segura de sí; más arrogante y agresiva. La tenemos dentro, y la tenemos fuera. Estamos minados; estamos rodeados. Apenas nadie advierte del peligro que corremos. Apenas unas pocas luces a lo largo de la atalaya.

Podemos perder nuestras tierras; podemos desaparecer como pueblo. En estos momentos nos lo jugamos todo –ser o no-ser.

Es una fuerza adversa, contraria, enemiga. Es una fuerza inmensa que opera desde dentro y desde fuera procurando nuestra destrucción. Será necesaria toda nuestra luz y todo nuestro coraje para desmontar y repeler tal estrategia, tal ofensiva, tal empuje. Hay que vencerlos no sólo en la tierra, también en los cielos. Expulsarlos de nuestras tierras y de nuestros cielos.

Vencerlos en los cielos quiere decir ganar la batalla ideológica. Es la defensa de la tierra de nuestros antepasados, pero también de su espíritu. Nuestro espíritu, y su obra, han de prevalecer sobre el espíritu ajeno que, de nuevo, se nos pretende imponer.

En lo que respecta a la parte oriental de nuestras tierras (el grupo indoiranio), todo el área lingüístico-cultural de origen persa ha sido islamizado (kurdos, afganos, iranios, pastunes, tayikos…); así como numerosos pueblos indios y pakistaníes. Ahora son pueblos que sirven a la causa del islam. El islam los cuenta como soldados, como muyahidines. Dirigidos, en esta ocasión, contra el territorio indoeuropeo cristianizado; contra los pueblos europeos, contra los pueblos hermanos.

*Nuestros pueblos tienen que ser espiritualmente rescatados; devueltos a su ser –a su casa, a su familia; a su historia, a su mundo. Es el primer paso: el retorno, el reencuentro, el reconocimiento (anagnórisis). Ha de ser nuestro primer empeño: recuperar a los nuestros, esto es, a los pueblos indoeuropeos cristianizados o islamizados. Que los hermanos se posicionen debidamente para la batalla que viene; en la guerra que ya es. Una comunidad indoeuropea unida; una alianza duradera, indestructible; un frente único (contra cualquiera que amenace nuestro ser). El logro de estos objetivos nos dará la primera victoria.

(La victoria nos ama, nos desea, nos prefiere, nos espera.)

La causa indoeuropea. Los indoeuropeos no tienen otra causa, en estos tiempos, que ellos mismos. Superar este diluvio. Vencer, destruir, aniquilar de una vez por todas a este viejo enemigo; a este viejo monstruo.

¿Desde dónde combatir esta nueva ofensiva islámica? Desde nuestras propias tierras y nuestros propios cielos; en defensa de nuestras tierras y cielos milenarios. En el nombre de nuestro genio, de nuestro ser. En el nombre de nuestros dioses. En el nombre de nuestros antepasados. Desde nosotros mismos. En el nombre de lo que somos, y lo que queremos seguir siendo. Sean éstas nuestras banderas, nuestras insignias, nuestros estandartes.

*La comunidad indoeuropea es la comunidad de la aurora. Nosotros cultivamos las auroras, los renacimientos. Amamos el alba, la mañana, las primeras luces del día.

Hay obstáculos que vencer, y amenazas. No regeneraremos la mañana sin esfuerzo: no bastará invocarla con palabras sinceras. La arrebatada luz habrá que reconquistarla –en la tierra y en los cielos.

Ya suenan los vientos favorables. Se aprestan los combatientes. Toda la atmósfera está revuelta. Viene la tormenta, la tempestad; viene la acción. Volveremos a conocer la alegría de la victoria.

Recuperada la voluntad de futuro; el espíritu auroral. Recuperada la juventud; las aguas de la eterna juventud.

Vendrá una nueva mañana para nuestro pueblo; tendremos nuevo día.

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Hasta la próxima,

Manu