Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

102) Navidades blancas


Navidades blancas.
 

Manu Rodríguez. Desde Europa (18/12/13).


*


*No sólo el árbol es un buen símbolo de estas fiestas nuestras que fueron cristianizadas (es el árbol de los pueblos aryas o indoeuropeos). También el llamado ‘nacimiento’ puede ser retomado desde nuestras propias tradiciones. En vez de escenificar una aldea judía de hace dos mil años, podemos representar centros religiosos (religantes, vinculantes) de nuestro pasado pre-cristiano, como Upsala, Arkona, Irminsul, Dodona, Delfos, Olimpia… O, simplemente, aldeas o lugares griegos, romanos, germanos, celtas, baltos o eslavos que reflejen la vida cotidiana de nuestros antepasados pre-cristianos;  o escenas inspiradas  en textos, tradiciones, mitos, o en la propia historia.  El panorama es extraordinariamente amplio. Desde las cuevas del paleolítico, desde las construcciones megalíticas, desde las aldeas neolíticas, desde Micenas…
Las reconstrucciones y maquetas que solemos encontrar  en nuestros museos arqueológicos son buenas para darnos una idea; como punto de partida. Estos modelos nos aportan además fidelidad en la representación (utensilios, vestimentas, viviendas, urbanismo…).
Tenemos que reconquistar, retomar, redimensionar estas fiestas nuestras que nos fueron arrebatadas. Son  fiestas de la familia, del clan, de la tribu… de la gran familia arya. Se rememora el pasado, el origen, el ‘nacimiento’.
Se trata del ‘nacimiento’ de nuestros pueblos, de ‘nacimientos’ aryas. Desde aquellos proto-aryas (aquel brote, aquella incipiente rama  del árbol de los pueblos y culturas del mundo) de hace unos seis o siete mil años, hasta el ‘nacimiento’ de celtas, griegos, germanos, y demás. Sin olvidar la sublime experiencia germana del siglo pasado (la que supuso el ‘re-nacimiento’ de la nación arya en nuestros días). No tenemos por qué ser fieles a una determinada escenificación. Podemos escoger entre nuestras tradiciones y nuestros pueblos, variar cada año la representación (el mundo griego, el germano, el celta…), o la época. Esto es un desafío a nuestra imaginación.
*
Les deseo unas felices navidades blancas, y un verdadero año nuevo, a todos mis parientes, amigos, conocidos, lectores… y a toda la hermandad arya.
Hasta la próxima,
Manu

miércoles, 11 de diciembre de 2013

101) La rama dorada


La rama dorada.


Manu Rodríguez. Desde Europa (11/12/13).



*



*El desvío tomado por la ‘inteligencia’ griega en un momento dado de su camino (desde Platón, desde Sócrates…; desde Alejandro); el olvido del ser propio, del genio propio. La salida, la deriva hacia soluciones y respuestas individuales y universales  (transraciales y transculturales) como las promovidas por cínicos, estoicos, y epicúreos –tan  coherentes con el contexto cosmopolita y multicultural del período alejandrino.
La disolución del mundo antiguo –de la herencia. La decadencia, la caída hasta el helenismo. El decadente helenismo, ésta es la Grecia que hereda Roma, y la que acabó por afectarnos a todos (germanos, celtas…) de una u otra manera.
Dilapidamos nuestros bienes, nuestra potencia, nuestra sabiduría… Nos debilitamos, enfermamos. La predicación cristiana hizo presa en pueblos débiles y vulnerables  –apenas si hubo oposición. Se les dejó hacer. Se les dejó que minaran las raíces, los fundamentos de nuestro ser. Se les permitió que mancillaran y vituperaran a nuestros antepasados y a nuestros mundos. Devenimos pueblos abandonados, indefensos, desprotegidos; sin vigías,  sin faros, sin luz.

*Consideremos el olvido de lo propio en tiempos pasados como errores de juventud; como cosa propia de pueblos jóvenes, recientes, inexpertos. El no valorar en su justa medida, y la negligencia, el descuido, el menosprecio de lo propio son actitudes habituales en los adolescentes –no se valora lo que se tiene; no se sabe aún lo que se tiene. ¿Qué podemos decir dos mil años después; hemos madurado entretanto?
*No se trataba de la vieja religión y de la nueva religión, como decían. Tampoco del viejo hombre y del nuevo hombre. La vieja religión (aquello que nos religaba y hacia de nosotros uno) no era una religión cualquiera, era la completa cultura ancestral, la cultura propia; la nueva religión era la religión/cultura extranjera (semita). El viejo hombre era el romano, el griego, o el germano; el nuevo hombre era el hombre romano, griego o germano privado  de su propia cultura, y culturalmente judaizado.
Cómo nos venden su ‘metanoia’ (su ‘devenir otro’), ese suicidio cultural, como si de la suprema meta espiritual se tratase. Todo fue (y es) un artero sofisma; un timo, un engaño, un fraude nada piadoso.
No había viejo y nuevo. Era un planteamiento tramposo, engañoso. Lo viejo era lo nuestro, lo nuevo era lo extranjero. La llamada ‘conversión’ desarraigaba al romano o al germano de su ser simbólico ancestral (destruía sus señas de identidad; el nexo biosimbólico que cada cual tiene con su gente y con su mundo) y le injertaba (como nuevo hombre ya) en un pueblo y en un mundo ajenos –lo extrañaba de su propio mundo y lo exiliaba a un mundo extranjero (el mundo judío, tan étnico y ancestral como el suyo). Esta conversión conllevaba además la enemistad del neo-converso  con su gente y con su mundo; ahora pertenecía (y se debía) a la comunidad religioso/cultural extranjera –pasaba a formar parte del enemigo. Algo similar a lo que sucede hoy con aquellos de los nuestros que siguen siendo cristianos, o con aquellos que se convierten al islam. El proselitismo (siempre sedicioso) de estos credos no tiene otra finalidad que las conversiones, pues con éstas privan a los pueblos de los suyos y aumentan las filas propias. Es un reclutamiento lo que se lleva a cabo entre los nuestros –en nuestra propia casa. Ésta es la ‘pesca’ de la que hablan.
Cómo enmarañan y ocultan la verdadera intención con su melifluo discurso, con su ‘buena nueva’. Se trataba de una guerra, una guerra entre pueblos y culturas (entre mundos). Y ya conocemos cual fue su resultado.
*Nietzsche vio en el anti-semitismo un síntoma de nuestra debilidad, y tenía razón. El anti-semitismo (o el anti-sionismo que es anti-semitismo camuflado), como el anti-islamismo actual, denotan debilidad –nuestra debilidad ante tales ataques, ante tales armas, ante tales estrategias, ante tales enemigos.
La vulnerabilidad de los más, y la impotencia de los menos. Éste es el verdadero estado de la cuestión. La clara conciencia de que un pueblo seguro de sí y bien instruido sería invulnerable a la insidiosa propaganda y a las sediciosas tretas de estos milenarios enemigos nuestros. No hubieran podido con un ‘organismo’ sano –inmune, inmunizado contra agresiones bioculturales.
No soltaron la presa hasta que fue suya. Hoy vuelven a jugarse el futuro. Están sentando las bases. Como hicieron cuando Roma.
Los semitas se nos adelantan –hoy como ayer.  Vuelven a adelantarnos sus mundos en la tierra (judeo-comunismo) y en el cielo (judeo-mesianismo) –previa  destrucción de los nuestros (a los que en último término se les considera como ‘ilusión’, como mera ‘representación’). La nueva Sion de ‘Matrix’ es la nueva Jerusalén –la nueva realidad que se pretende. Ideologemas (anzuelos, redes, señuelos) semitas nos rodean por doquier.
No olvidemos que estas utopías que nos proponen son también, y en primer lugar, ‘representaciones’, ‘mundos’ (los mundos simbólicos, las señas de identidad de otras etnias, de otros pueblos). Que la propuesta fundamental que se nos hace es que abandonemos nuestros mundos y que adoptemos los suyos.
(Llevan siglos destruyendo nuestras claves simbólicas –nuestras fuentes, nuestras raíces, nuestras señas de identidad–, y sustituyéndolas  por las suyas. Son  expertos en esta guerra cultural que tienen ya casi ganada.)

*Hay que preguntar por quién, y cómo nos destruye. Qué armas usa el enemigo. Cómo nos desarma, por ejemplo, mediante su palabra; con su lengua doble, bífida, diabólica… nociva.
Padecemos manipulación e instrumentalización política y social, económica, cultural, moral... Se procura por todos los medios que descuidemos nuestros intereses, que nos ignoremos, que nos desconozcamos. Han logrado convertirnos en una masa de desarraigados y apátridas (en el nombre de credos universales religiosos o políticos       –transnacionales, transraciales, transculturales), y aún peor, han logrado convertirnos en enemigos de nosotros mismos –está  bien visto el repudiar las propias tradiciones, la propia historia, la propia cultura, la propia raza incluso; el ser biosimbólico propio, el ser que se es.
Todo este errático y autolesivo comportamiento que mostramos revela nuestra vulnerabilidad, nuestro grado de debilidad; nuestra falta de fuerza, de resistencia, de ‘salud’. Cuan fácilmente accesibles y manipulables resultamos aún; cuan tiernos, cuan adolescentes, cuan inmaduros. Lo cierto es que ya deberíamos estar vacunados –ya hemos sido atacados por este mismo ‘virus’; ya conocemos sus características y sus estrategias de dominio (apenas si ha mutado). ¿Cómo nos dejamos enredar, una vez más, por estos tramposos, por estos embaucadores; a nuestra edad?
 (Retrasar, diferir, entorpecer… impedir nuestro reconocimiento (nuestra autognosis)  y nuestra liberación, éste es el objetivo de los enemigos de nuestro ser.) 
Destrúyete  a ti mismo y conviértete en el otro –nos vienen a decir. Deja de ser el que eres; niégate a ti mismo. Éste es el Avatar (la transformación, la conversión) que ladinamente nos insinúan una y otra vez; su reiterado slogan. Su prédica desde hace milenios.
Obviamente, no es el cambio de forma (metamorfosis) lo que se busca en la ‘conversión’ (aunque a veces el  converso adopte el aspecto o apariencia física de sus nuevos ‘hermanos’  y llegue incluso a parecer ‘otro’), sino el cambio de mente (metanoia) –repolarizar la mente en una determinada dirección, podríamos decir, tras su despolarización;  imprimir otra mirada, otro norte. Transformar nuestras señas de identidad, nuestro (complejo) ‘yo’ cultural, ponerlos a su servicio. Ocupar la mente, la conciencia, la personalidad  –que son esencialmente culturales. Conseguir una mente favorable a sus consignas; un instrumento, un zombi, un robot…

La propaganda, la clonación psicosocial mediante la cultura de masas (cine, prensa, televisión, internet…); la fabricación en serie de creyentes, de ‘fieles’, de partidarios, de seguidores… de peones y soldados. Cada vez más fácil; cada vez más rápido. Cada vez más numerosas las filas del enemigo. Cada vez más tenebroso nuestro futuro.

Necesitamos urgentemente escuelas, centro religioso/culturales, medios de comunicación…  Educar, instruir, inmunizar a los nuestros.

*Estadounidenses y canadienses padecen fundamentalmente la inmigración (masiva) centro y sudamericana. Ya habrás visto el resultado de las dos últimas elecciones en EEUU; en Europa es la población inmigrante musulmana, asiática y africana, la que ha dado el triunfo a Hollande en las últimas elecciones francesas. Puedes imaginar qué futuro nos espera. Cada cual tiene sus problemas con la inmigración y el multiculturalismo.
Detener, destruir esta torre de Babel que los enemigos de nuestro ser están construyendo aquí, en Europa, en nuestra misma casa, en nuestra tierra madre, en nuestra tierra sagrada. Impedir nuestra destrucción.
Los flujos migratorios que padecemos desvirtúan la identidad ancestral de nuestros pueblos.  Estos flujos están apoyados, protegidos, y financiados desde dentro y desde fuera; son un arma para nuestra disolución, para la disolución de la vieja Europa. Dentro de poco no tendrá sentido ser danés, sueco, checo o irlandés, cuando cualquier africano, asiático, o sudamericano pueden llegar a serlo. Nada significarán ya estas palabras, desprovistas de su sentido ancestral; ya no harán referencia al irlandés o al sueco ‘de toda la vida’, sino a cualquier habitante de la tierra.
Imaginemos esta destrucción de la identidad nacional ancestral en China o Japón. Que cualquiera pueda llegar a ser chino o japonés. ¿No es esto un absurdo y un horror? Pues éste es el sinsentido, ésta es la aberración que se está permitiendo en nuestras tierras ancestrales. Las identidades étnicas de nuestras antiguas naciones desaparecen. Esto afectará psicológicamente a los viejos europeos. Se está destruyendo fría y lentamente sus identidades; unas identidades ligadas al pueblo y a la tierra desde hace milenios. Se está desgarrando, triturando, pulverizando nuestras antiguas identidades. Ésta es la monstruosidad que vivimos.
Cuando ser europeo (alemán, francés, italiano, sueco…) ya no te identifica con una raza, una lengua, o una cultura. Cuando cualquiera puede llegar a serlo –un somalí, un paquistaní, un peruano... Devaluación de la palabra y del ser. Pérdida de valor, de significado, de sentido.
Despilfarramos, dilapidamos, malbaratamos la hacienda, la herencia, el legado. ¿Cómo ha podido llegar a suceder esto; cómo lo permitimos?
*No contamos, hoy por hoy, con suficientes pensadores étnicos, propios; con pensadores aryas. Los más de los nuestros hace tiempo que se entregaron a alguna ideología universalista de origen semita –religiosa, filosófica, o política. Se abandona, de nuevo, el ser autóctono y ancestral. Volvemos a olvidarnos de nosotros mismos. Caen de nuevo en el olvido nuestro ser natural y nuestro ser cultural. El nuevo período alejandrino que vivimos (desnortado, caótico, disgregador, destructivo).
*Desde que comenzó la dispersión de nuestros pueblos (hace seis o siete mil años) carecemos de unidad.
Es preciso superar las diferencias que se han producido a lo largo del tiempo entre nuestros pueblos –diferencias lingüísticas y culturales. A esto hay que añadir las diferencias introducidas por  las sectas cristianas (judeo-mesiánicas) a lo largo del último milenio: tenemos la secta ortodoxa (Grecia y la mayoría de los países eslavos), la secta católica (los países del sur, Irlanda, y algún país o enclave eslavo), y las sectas reformistas (países germánicos principalmente). Aquí tienes la Europa del Este y la del Oeste, así como la del Norte y la del Sur.
Desgraciadamente, muchos de los nuestros, como digo, están dominados por estas ideologías religiosas y políticas de las que hablo, a las que se suman las ideas nacionalistas (la Nación-Estado). Tenemos nacionalismos católicos, ortodoxos, reformistas… musulmanes (Albania; algún país eslavo), pero también nacionalismos socialistas o bolcheviques. Las ‘naciones’ y los credos extranjeros nos detienen, nos dividen, y nos enfrentan; nos  hacen perder el norte, el camino –nuestro  norte y nuestro camino. Luchamos para otros; en el nombre de otros y para su provecho.
Recordemos los conflictos sangrientos, algunos aún latentes, que hemos vivido por causas ideológicas religiosas o políticas de origen foráneo, extranjero; entre los universalismos de las sectas cristianas, y más recientemente entre los universalismos demócratas-cristianos y los comunistas (judeo-bolchevismo). No sólo han dividido y enfrentado a nuestros pueblos entre sí, también entre ellos mismos (divisiones y discordias entre germanos, entre eslavos…). Estas ideologías no sólo nos roban la identidad, sino que son la causa de nuestra perdición.
Hago notar que la única excepción a esta alienación cuasi-colectiva, el muy reciente ‘nacionalismo’ arya germano (que supuso también el nacimiento de nuestra nación –la nación arya), fue combatido, y derrotado, por todos estos universalismos. Pese a esta temprana derrota, aquel ‘nacimiento’, aquel brote, sigue siendo la única luz, el único norte, el único camino para nuestros pueblos. Fuimos derrotados sí, pero no vencidos. Aquel brote, la rama arya, sigue creciendo.
La persistencia de estas ideologías, y su dominio sobre nuestra gente, como es obvio, no contribuye en nada a nuestra unidad. No parece que podamos formar, a corto o medio plazo, un frente único. Primero tendremos que derribar esos muros.
*Cabe hablar de nacionalismos que trascienden las ‘naciones-estado’ y agrupan a pueblos étnica y culturalmente emparentados (germánicos, celtas, eslavos…). 
La ‘nación’ etno-lingüística nos espera. El futuro es la nación arya (una liga o confederación de pueblos aryas: celtas, baltos, germanos, eslavos, helenos, pueblos del sur). El milenio arya por venir. (Les recuerdo a los lectores que la ‘Liga de Naciones o Pueblos Celtas’ está ya constituida.)
*El peso de la palabra, del discurso, de la cultura, de la ‘representación’…  en la formación de las individualidades (de los seres simbólicos). El individuo es un fragmento cifrado del mundo lingüístico-cultural entorno, del mundo simbólico –nada tiene que no haya recibido. La identidad es siempre colectiva.
Nuestro mundo simbólico es milenario, ha sido generado y modelado por nuestros antepasados a lo largo de las generaciones; es la proyección de nuestro genio, de nuestro ser genético colectivo. Fruto nuestro, y nuestro bien más preciado.
El soma simbólico. La leche de Hera, el zumo lácteo de la madre comunidad      –que proporciona antígenos; que inmuniza. La materia simbólica nos alimenta, nos fortalece, nos transporta, nos cobija, nos guía… nos protege, nos instruye. Es el jardín de las Hespérides, es la fuente de la eterna juventud...  
Las ‘determinaciones’ lingüístico-culturales (las autóctonas y ancestrales) no son limites, ni rejas, ni cárceles, sino alas, caminos, posibilidades; no son el obstáculo,    sino la condición necesaria para nuestro cumplimiento, para nuestra realización –para nuestro ‘llegar a ser’.

Más que buena voluntad hacia nuestras ‘determinaciones’ (Hegel) yo hablaría de fidelidad y de lealtad, pero también de amor, de devoción, de fervor.
*El dios judío (Iahveh) responde al genio judío como el dios arya (Dyaus) responde al genio arya. Hay dioses y pueblos sombríos y hay dioses y pueblos luminosos. El árbol de los pueblos y culturas del mundo tiene muchas ramas; la rama arya es la rama dorada; la rama clara, diurna, solar.
*Llámame arya.
*Hesperi ara – Luciferi fanum – Solis lucus.
*Un espacio étnica y confesionalmente arya. Puro; purificador. Un sueño.
*Veo, en lo que escribes, que cada vez estás más comprometido, más involucrado en la lucha; que te lo tomas de manera cada vez más personal. Pienso que éste es el camino. Debemos ser personales en esta nuestra lucha. Distinguirnos unos de otros mediante nuestras maneras, mediante nuestras armas. Por lo demás, es justamente lo que necesitamos.
El enemigo de nuestro ser ha desarrollado a lo largo del tiempo muchas facetas; dispara desde lugares muy diversos. Ha ocupado posiciones de relevancia en el mundo académico e intelectual, en el económico, en el cultural (cultura de masas, medios de comunicación), en el político, en el jurídico… Incansable, nunca baja la guardia. Siempre atacando, debilitando, destruyendo…  
Requerimos, pues, guerreros con cualidades muy diversas. Perdemos terreno en los lugares más variados –aquí y allá. Está claro que ningún aspecto es más vital o esencial que otro. Todo urge.
Reconquistar, reconstruir, recomponer, restablecer… Reivindicar, reparar, restituir. Que no te amilanen la inmensidad, la dureza, y la peligrosidad de la tarea.
*
Hasta la próxima,
Manu

martes, 12 de noviembre de 2013

100) La nueva Reconquista


La nueva Reconquista.
 

Manu Rodríguez. Desde Europa (10/11/13).

 

*

 

*Hay mucha sabiduría en las sentencias morales que –dirigidas al individuo o a la comunidad–  podemos encontrar aquí y allá en los autores del período griego arcaico (Homero, Hesíodo, los Siete Sabios…).
Nietzsche nos recuerda en algún lugar esta memorable sentencia de Píndaro: “Llega a ser el que eres”. Generalmente se suele hacer una lectura individual de esta máxima (‘gnome’). La lectura individual (monódica) suena algo así como: “Llega a ser el que ya eres, el individuo único e irrepetible –revélate, luce, brilla” (a la manera del epitafio de Seikilos). El que ya eres por naturaleza: lo que no se puede comprar o adquirir. Safo, Alceo, Arquíloco… Es la voz de la singularidad, del genio propio.
Una lectura colectiva (coral) vendría a decirnos algo así como: “Llega a ser el ser simbólico que eres (el que ya sabes, el que aprendiste a ser) –un átrida, un heráclida… un espartano, un ateniense, un heleno, un celta, un germano, un romano… un arya. Responde a tu familia, a tu clan, a tu tribu… a tu pueblo, a tu raza; a tu carne y a tu sangre. A tu ser biosimbólico ancestral. Llega a estar a la altura de lo que eres –por nacimiento, por la cuna.” Calino, Tirteo, Píndaro… Es la voz del pueblo, de la comunidad a la que se pertenece, del genio colectivo.
Recomiendo este cruce de lecturas: El individuo habla como pueblo (como si de todos se tratase), y el pueblo como individuo (como si de uno se tratase). Lo que vale para el individuo vale para el pueblo, y viceversa.
No sólo los individuos, también los pueblos son únicos e irrepetibles. Nada nos impide ‘leer’ las recomendaciones dirigidas a la persona, como si al pueblo mismo se dirigiesen –como en la sentencia arriba citada, o en estas otras: “Conócete a ti mismo”, “Posee lo propio”, “Nada en exceso”…
Y, a la inversa, uno debe tomarse como algo personal lo que al propio pueblo concierne o acontece. Si mi pueblo es corregido, advertido, o aleccionado, a mí se me corrige, advierte, o alecciona. Todo lo que se diga a mi pueblo, o de mi pueblo, a mí o de mí se dice. En último término, el destino de mi pueblo es mi destino. Todo lo que le suceda a mi pueblo, a mí me sucede. Viva o muera, tenga futuro o no lo tenga, lo que afecte a mi pueblo, a mí me afecta.
El pueblo como ‘sujeto’. Un pueblo que se conoce a sí mismo, que a sí mismo se sabe; que posee lo propio  –que se posee. El individuo se alcanza a sí mismo a través del alma colectiva (el alma colectiva es el ser biosimbólico ancestral).
(Dioniso o la embriaguez colectiva –lo colectivo en términos religiosos (religantes, vinculantes). La comunidad; la disolución de la individualidad en el alma colectiva, en el ser biosimbólico. La ‘revelación’ dionisiaca.)
*Con los pueblos aryas o indoeuropeos sucede que aún no tenemos un alma colectiva. Nos dividen las lenguas, las naciones (los Estados), los credos e ideologías… el culto al individuo, a la ‘persona’, al genio propio. No somos un pueblo, aún. 
Cuando, excepcionalmente, dirigimos la mirada hacia nosotros no solemos reparar en la herencia colectiva, común, sino a lo sumo en la de algunos pueblos (pues tenemos preferencias): germanos, celtas, eslavos… Se trata, sin embargo, de la herencia arya en su conjunto, en su totalidad. Es la conciencia de esa herencia  la que nos unirá, la que hará de nosotros uno.
Una experiencia dionisiaca colectiva. Una auto-gnosis colectiva. Una revelación. Como la sublime experiencia germana. Un pan-aryanismo. Una historia única, una memoria única –la memoria de nuestro pueblo. Esto necesitamos.
La conciencia arya –cuando ésta despierte de nuevo. La nación arya. Éste es el futuro.
*A estas alturas ya debería estar claro que lo primordial es la reconquista espiritual de los individuos y pueblos aryas. Esa inmensa mayoría de exiliados, de expatriados… de ‘ocupados’, poseídos, dominados… Los que están fuera y en manos de otros. Nuestro tesoro racial; nuestros bienes. Recuperarlos, reconquistarlos para la causa arya.
El espíritu de la Reconquista. La recuperación de lo perdido, y la expulsión del enemigo de nuestras tierras y de nuestros cielos. Ésta es la misión. Apenas comenzamos.
Estos son los primeros tiempos de la nueva Reconquista. El territorio perdido ahora es la conciencia y la memoria de nuestros semejantes, de nuestros parientes, de nuestros hermanos. Hoy por hoy los tenemos como vientos contrarios, incluso. Bien dirigidos, bien poseídos, bien instrumentalizados.
Ha de ser nuestro primer cuidado el recuperar sus conciencias; atraer sus  miradas, atraerlos hacia nosotros; seducir, conquistar su espíritu.
Es una guerra que se cumple en la región de lo alto, en el mismo cielo. En las conciencias y memorias de nuestros hombres y  mujeres. Aclarar nuestros cielos para nuestros hermanos; para la gran familia arya. Expulsar a los intrusos. Purificar. Éste es el cometido.
*Los dioses de nuestros antepasados son dioses patrióticos (étnicamente hablando). Defensores de los Padres, de los ancestros. De su memoria. Pitón, la Hidra, Vritra, Tifón, Surt… son el enemigo, cualquiera que este fuese. Meros signos virtuales aptos para señalar en el momento y en las circunstancias adecuadas. Cada pueblo ha generado los suyos (griegos, germanos, aryas védicos…). El enemigo es aquél o aquello que procura nuestro mal, simplemente. Cualquier amenaza a nuestra existencia.
Un patriota es aquel que guarda el culto debido (que cultiva) a los Padres, a los Manes, a los Antepasados; que cuida y preserva el legado, la herencia recibida. La ‘patria’ es justamente esa herencia, el patrimonio, el territorio fundado por los Padres –en la tierra y en los cielos.
*
Hasta la próxima,
Manu

sábado, 19 de octubre de 2013

99) El Uno primordial


             El Uno primordial.


             Manu Rodríguez.  Desde Europa (18/10/13).

 

*

 

*La interrogación por el ser propio pasa tanto por la interrogación de nuestro ser natural (étnico), como de nuestro ser simbólico o cultural –nuestra  diferencia, nuestra especifidad tanto étnica como cultural.
No hay un hombre único; los seres humanos estamos étnica y culturalmente diferenciados. Esto forma parte de nuestra riqueza. Justamente nuestra variedad, nuestra multiforme presencia en el mundo. La variedad, natural y cultural, es sagrada.
A tal etnia, tal cultura, añadimos. Ésta es la correlación más primitiva y natural que podemos establecer al respecto. Cada etnia genera sus propias condiciones espirituales de existencia –su propio ámbito lingüístico-cultural, su propio  mundo. Un mundo adecuado a su ser. Cada etnia trae al mundo su propia luz, su  propia sabiduría.
Las razas o etnias son sub-tipos de un cariotipo específico (para nuestro caso, el humano). Los rasgos fenotípicos caucásicos (los nuestros) han sido los últimos en aparecer –el último hito en nuestra evolución. Esto está corroborado en los estudios sobre la deriva evolutiva del ADN mitocondrial y del cromosoma Y, por ejemplo. Todo parece indicar que somos el sub-tipo humano más joven, el más reciente. Somos algo nuevo.
El cariotipo humano se escande, se prodiga; se corrige, se renueva. Como sucede con la multitud de formas vivas. La sustancia viviente única tiene ese poder. La sustancia genética, único sujeto de toda actividad biológica, es el ser de todo ente vivo. El ser del árbol, y el del ave –aquello que les hacer ser lo que son–, es uno y el mismo.
La vida es el ser que nos importa en primer lugar, pues nosotros somos la vida. La interrogación por el ser propio conduce a la sustancia viviente única. Todo cuanto podamos saber acerca de la sustancia genética (desde el nivel vírico y microbiano al humano), sobre nosotros lo sabemos.
Hablamos de los ácidos nucléicos que conforman nuestro ser genético; de la sustancia genética; de nuestro ser primordial y único. De la sustancia creadora de los diversas formas vivas, de los innumerables cariotipos que pueblan el planeta. Parafraseando a Aristóteles (en ‘Del Alma’) podemos decir de tal sustancia que “es orden que ordena, y forma que informa”. Orden y forma. Es el alma, sin duda, de toda criatura –su particular genoma, su genotipo específico.
Los genotipos son variaciones de un cariotipo específico. La sustancia genética aparece siempre encarnada, provista de soma. El genotipo se hace carne, se despliega en su fenotipo. El soma –el fenotipo–  es para el genoma protección, defensa, vehículo, transporte, puente hacia el futuro (mediante la reproducción)… Un medio, un instrumento.
Incluyo en el despliegue fenotípico las lenguas, sociedades y culturas desarrolladas por los diversos grupos humanos. El ser genético o natural (orden y forma) subyace al ser simbólico o cultural en todo momento y lugar. Es primero y único. La sustancia genética, siempre una y la misma, es el origen absoluto –el centro único de la vida en este planeta. El ser simbólico no es otro que el ser genético instruido según una determinada cultura –el  momento y el lugar en el que viene a ser le dotará de un determinado ser lingüístico-cultural, social, e histórico.
El fenotipo, pues, responde al genotipo, el genotipo al cariotipo, y el cariotipo, a su vez, a la sustancia viviente única. Todo lo que podamos decir acerca del comportamiento (de los modos y maneras de ser) de los seres vivos, de la sustancia viviente única lo decimos.
El Uno primordial, la voluntad, la fuerza (‘vis’, potencia)… la voluntad de poder. Las intuiciones de Schopenhauer y Nietzsche hay que trasladarlas al lenguaje biocéntrico, o genocéntrico. En todo lugar se habla de la sustancia genética, de la sustancia viviente única, del único ser vivo, del único que subyace a toda actividad, a todo fenómeno viviente; del único sujeto.
Ese ser único que se multiplica, que se escinde, que se fragmenta… El ingeniero, el creador, el generador. El Uno primordial; la sustancia viviente única. Nos.
*Las neurociencias actuales coinciden con las observaciones ‘psicológicas’ de Nietzsche (y Schopenhauer). Nosotros creamos el mundo, y es en este mundo creado donde vivimos. En esto consiste la ‘representación’, y el lenguaje simbólico. Estos mundos se construyen con símbolos o signos que se comparten. Vivimos en el mismo mundo en la medida en que compartimos el mismo mundo simbólico.
No tenemos modo de saber cuan cerca de lo real estén estas representaciones simbólicas. Sin embargo, la ‘representación’ del mundo (cualquiera que ésta sea, se diría) es esencial para todos los seres vivos. Los éxitos evolutivos de estos dependen de la bondad de sus ‘representaciones’, de cuan pertinente y necesaria es su información –el mundo creado. La ‘representación’ lograda es aquella que mejor sirve a nuestra supervivencia.
La ‘representación’ es cosa de la sustancia genética. Es la misma vida la que genera el mundo en el ha de moverse.
Los receptores de información son fundamentales en la célula. Son varios los parámetros a tener en cuenta: información química, mecánica, luminosa, eléctrica… Dominar el medio. Ésta es la interacción que los seres vivos tienen con su entorno. Dominar aquí es moverse con pericia y soltura en un mundo fluyente, en perpetuo devenir; con cambios súbitos e inesperados ya favorables, ya adversos. La información aquí es vital. Con esa información la sustancia genética que subyace en los diversos seres vivos se construye el mundo exterior (a la medida de cada cariotipo). Es una ‘representación’ de ese mundo que está más allá de la membrana plasmática, de la piel; es en esa ‘representación’ del mundo por donde voy, por donde vamos –por donde nos movemos y somos.
El mundo como ‘representación’ ha de estar ya incluso en las más simples de las criaturas (en los monocelulares desprovistos de núcleo). Cada instante se pondera el medio, se recaba información. Los genomas se hacen una ‘idea’ del entorno mediante la información que de él le traen los receptores. Para poder responder en consecuencia se ha de controlar o dominar el medio. Es esencial para la supervivencia el adelantarse, el saber por dónde se va. En lo grande y en lo pequeño.
*Las palabras tienen el significado que les damos al usarlas en tal o cual contexto. Son sustancias sonoras, como un conjunto de vibraciones: cuasi-impulso, cuasi-algo, cuasi-partículas. Cuantas mensurables. Son además simbólicas, y la mayoría tienen múltiples usos.  El otro usa el mismo registro de frecuencias sonoras simbólicas; nos entendemos pues. Cuando los humanos interaccionamos mediante el lenguaje intercambiamos este material simbólico.
Es un material compartido, común, colectivo (pues esto viene a decir el término ‘simbólico’). Es, además, “la actividad espiritual de milenios depositada en el lenguaje” (Nietzsche) –en el lenguaje y en la cultura, en el mundo simbólico todo.  Una actividad espiritual milenaria. Toda nuestra memoria ancestral. El espacio simbólico. El reino del espíritu. El cielo, justamente.
*El nihilismo niega la voluntad, niega la acción; niega este mundo. Schopenhauer. Pero también Buda, y Platón… Este mundo está negado en todas las utopías, sean estas religiosas, filosóficas, o políticas. Siempre hay otro mundo que ‘corrige’  a este en el que vivimos, a este mundo nuestro; sea en el cielo, sea en la tierra (en  el futuro): el mundo que es y el que debería ser, el mundo aparente y el mundo verdadero…
Es en Schopenhauer donde Nietzsche detecta el ‘nihilismo’. En su obra, en su propuesta filosófica fundamental (la negación de la voluntad), y en los autores y corrientes religiosas o filosóficas que trae a colación en apoyo de su propio discurso –la ‘sabiduría’ nihilista de aquí y de allá que recoge y difunde en sus textos. Estamos ante mundos antípodas y sombríos –lejos de la vida, lejos de la luz. El nihilismo (la negación) es el fundamento de todo idealismo. Es la negación de este mundo, implícita en todas las vías de liberación religiosas, políticas, o filosóficas lo que detecta Nietzsche. Son puntos de fuga de este mundo.  La milenaria subversión nihilista fue finalmente descubierta, desvelada. Ésta fue la labor de Nietzsche –poner de manifiesto, mostrar la impostura nihilista.
Circulan culturas (creencias, ideologías, tradiciones…) que niegan la vida y la voluntad (de poder) implícita en la misma vida. Estas visiones negativas, nihilistas… de la sociedad, de la humanidad, de la vida… no sólo circulan sino que triunfan –son las predominantes y las más prestigiadas (la cumbre de la sabiduría, dicen; la sabiduría perenne). Ésta es la subversión espiritual que padecemos desde antiguo –todo cabeza abajo. Difunden la insatisfacción por el ser; el disgusto por la misma vida. Predican la huida, la fuga; la muerte, el no-ser.
Como contrapartida a su ominoso discurso (la auto-represión, la auto-extinción, la auto-aniquilación) los nihilistas (desde Buda, desde Platón…) ofertan un mundo indoloro, y lleno de delicias. Un mundo en el que todo lo negativo ha desaparecido: la enfermedad, la pérdida de la juventud, la muerte… Se habla de salud eterna, de eterna juventud, de vida eterna… La eterna mismidad de Narciso. Que nada le turbe, que nada le inquiete, que nada le despierte… El sueño, el ideal, el ‘paraíso’ nihilista. Un sueño hermano de la muerte.
La negación de la voluntad, de la pulsión, del deseo… implícita en estas ‘representaciones’, en estas ‘visiones’. Lo que nosotros así denominamos no es otra cosa que el motor de la célula, de todo ser viviente –la  vida misma. Se niega la vida, en resumidas cuentas. “Mejor no haber nacido” es toda su ‘sabiduría’, y todo su legado –su cantinela, su ‘slogan’. ¿Qué espíritu, qué genio; qué individuo, qué pueblo puede cantar así –proyectar tal ‘representación’, tal mundo inmundo? Es la canción de la muerte; el camino de la muerte, de la extinción, del no-ser. Lo opuesto a la vida, y al ser.
*El abismo de la vida. Cada instante la vida se juega el ser.
El abismo de la vida. Asomarse al mundo, a este cosmos sobrehumano que es nuestro hogar. El asombro, el temblor, la inquietud, el miedo. El horror cósmico. Pánico. Angustia. La magnitud del enigma. Espíritus valientes requiere la vida, que miren de frente el abismo del ser.
No volverá a repetirse este ser biosimbólico nuestro –el de cada uno de nosotros. Como seres contingentes que somos. Diremos adiós para siempre jamás.
Apostad por la ‘bella muerte’; dejad un bello y digno recuerdo.
AMAG
*
Hasta la próxima,
Manu

lunes, 9 de septiembre de 2013

98) Proselitismo arya

Proselitismo arya.

Manu Rodríguez. Desde Europa (09/09/13).


*


*Que nuestros pueblos recuperen el nexo con sus culturas y con sus antepasados. Que  volvamos a ser cultural y espiritualmente aryas. Alcanzar la conciencia arya, y a nivel colectivo. Volver a situarnos en el mundo como aryas (étnica y culturalmente aryas), y no como universalistas cristianos, musulmanes, socialistas o demócratas. Y, repito, a nivel colectivo. Si no, no haremos nada, no conseguiremos nada.
Proselitismo arya entre los arya. Difundir nuestra aryanidad (étnica y cultural) entre los nuestros –sólo para nuestros oídos. Volver a recuperar a nuestra gente. Recordarle a nuestra gente quienes son –sus orígenes, sus culturas, sus historias...  Reavivar el fuego arya; que volvamos a cultivarlo en nuestros hogares.
Que nuestros pueblos vuelvan a pensar desde sí mismos; que vuelvan a centrarse en sí mismos. Que se tengan en cuenta a sí mismos. Sólo así advertirán los peligros que nos rodean –cómo peligra nuestro ser étnico y cultural; cuán tenebroso aparece nuestro futuro. El acoso que padecemos. Y sin armas.
La indefensión actual de las naciones aryas, en manos de ideologías (semitas) altruistas, pacifistas, multiétnicas, multiculturales… que propician, que postulan nuestra aniquilación, nuestra disolución. Esa ‘salida’ del pasado nuestro (malo, previamente malignizado) en pos de ese hombre nuevo universal, transracial, transcultural, transnacional, cosmopolita… que nos predican –una vez más. Esa ‘liberación’ que exige el olvido de lo propio (del ser propio); el suicidio espiritual y cultural; el sacrificio de nuestra diferencia, de nuestra especifidad, de nuestra identidad, de nuestro genio, de nuestro ser biosimbólico ancestral.
Desbaratar los planes de estos nocivos predicadores, de estos tramposos. Detener y revertir el tempo –presto–  de nuestra extinción étnica y cultural. Renacer. Ésta son las tareas. ¿Cómo lo conseguiremos?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que nuestros pueblos carecen de conciencia y de memoria puramente aryas (biosimbólicas). La semitización hizo lo suyo: erradicar, desarraigar. Los tiempos pre-cristianos de los diversos pueblos aryas europeos yacen finalmente en el olvido. Semi-destruidos, borrosos, distantes; malignizados, reprimidos. La desposesión blanca viene de lejos.
Volver a recuperar tales tiempos (y tales mundos), sin embargo, es una de las claves, si no la más importante, de nuestro renacer. Volver a recuperar el norte, la dirección, el sentido.
Los pueblos que han conservado sus tradiciones ancestrales y el vínculo con los antepasados, desde sus orígenes hasta los momentos presentes (chinos, japoneses…), sí tienen conciencia y memoria biosimbólicas, y caminan hacia su futuro. Los pueblos que han sido masiva e intensamente cristianizados, islamizados y demás tienen la conciencia y la memoria tomadas, poseídas, instrumentalizadas; una identidad espiritual prestada, ajena. Carecen de futuro propio. Un mundo simbólico extranjero les domina; una conciencia y una memoria otras, un genio otro mueve sus miembros y habla por su boca. Almas escindidas, rotas; con un antes y un después. Alejadas de sus orígenes, y morando espiritualmente en tierra extranjera.
Nuestra línea del tiempo y nuestros mundos fueron quebrados, rotos. Nuestra memoria. Nuestra rama del árbol de la vida.
Recordemos que nuestro pasado pre-cristiano yace, además, denigrado: obra del diablo, era del pecado, era de la ignorancia; tiempos oscuros, salvajes, bárbaros, ‘irracionales’, ‘paganos’ (agrestes, silvestres, incivilizados)…  Y que  el renacimiento arya de los tiempos recientes (la experiencia germana), tras su frustración y  derrota, camina por el mundo caracterizado por los vencedores como la imagen misma del ‘mal’ (universal). Todo lo nuestro está, pues, anatematizado, señalado, maldito; prohibido, perseguido, difamado.
Estos son los grandes obstáculos: la antigua alienación cultural y el consiguiente exilio espiritual (la aculturación y la enculturación padecidas cuando (y desde) la cristianización); y la proscripción de lo arya (viejo y nuevo) en todos los rincones del planeta. Estos son los estigmas actuales de los pueblos blancos o aryas europeos –las losas que pesan sobre todos nosotros.
Atrapados; enredados. Paralizados. Así nos tienen. Sin otra salida, parece, que el sometimiento, la claudicación, la ‘conversión’ –esto es, nuestra desaparición. Para mayor gloria de los impostores. Otro pueblo caído, otra cultura extinguida. Otra victoria.
Estos milenarios devoradores de pueblos y culturas (los que enarbolan dioses y credos universales –semitas y otros); estos enemigos natos de los pueblos; estos genocidas culturales son el verdadero, el genuino mal universal. El obstáculo universal. Lo único que pone seriamente en peligro la existencia misma de los pueblos (la aparición de tales credos, de tales dioses en su seno –vengan de dentro o de fuera). Desde su nacimiento atentan contra el otro, contra cualquier otro –no puede haber otro (otros dioses, otros pueblos, otras culturas…). El árbol de los pueblos y culturas del mundo está dañado, mutilado, irreconocible, desfigurado… por su causa; de la multitud de ramas arrancadas; de la multitud de pueblos sacrificados a sus dioses. Sólo ellos (sus ramas) prevalecen y prosperan  –crecen y engordan (haciendo suyos a los pueblos devorados).
El retorno a los orígenes de los pueblos culturalmente alienados es una revolución que queda. Poner las cosas en su lugar –a cada uno (pueblo) en su lugar. Sólo afianzados en nuestros orígenes podemos aspirar a un nuevo comienzo. Pero no un comienzo universal y único para todos los pueblos, lo que sería una nueva alienación universal; sino un comienzo privativo y único para cada pueblo alienado. Que se recuperen los pueblos, que recobren la conciencia y la memoria de lo que fueron, y de lo que son (la restauración de la línea del tiempo de egipcios, persas, europeos…). Un despertar. Una nueva mañana, un nuevo renacimiento; una nueva aurora para cada  pueblo.
*Todos los caminos de reflexión que tomo me traen una y otra vez al mismo lugar. Un lugar donde nuestra vida y nuestra muerte, nuestro ser y nuestro no-ser, nuestro bien y nuestro mal… se enfrentan; combaten. Lo que nos hunde y lo que nos eleva; lo que nos aniquila y lo que nos vivifica. De un lado: nuestra alienación cultural, nuestro extrañamiento espiritual; nuestra ignorancia (que es olvido), nuestra ceguera, nuestra inconsciencia... Nuestra sombra, nuestra noche, nuestra nada. Del otro: limpiar la honra de los pasados, y avivar la de los presentes. Recomponer la figura de nuestra gente; recuperar la plenitud y el ser. Vuelta a casa. Rememorar. Reanudar. Renacer, rebrotar. Un nuevo ciclo, una nueva primavera.
Hasta el momento nos vence, nos puede la muerte; nos deslizamos como por una pendiente hacia el no-ser. ¿Cómo detener esta caída? ¿Cómo inclinar la balanza hacia la luz, la claridad, y el día; hacia la vida, el ser, y el futuro?
Necesitamos los aryas más peso, más número; mayor presencia en el mundo. Más fuerza, más conciencia, más memoria. Sumar y sumar… Crecer y crecer... No tenemos otra salida –si queremos tener un futuro. De otra manera nos hundiremos más y más en la muerte y en el olvido –dejaremos de ser, habremos sido.
*
Saludos,

Manu