Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

domingo, 13 de abril de 2014

109) Bagatelas para un pueblo masacrado y hundido

Bagatelas para un pueblo masacrado y hundido. (¿Para cuándo una ‘semana santa’ que dé cuenta de “la pasión, muerte, y resurrección de los pueblos aryas”?)

Manu Rodríguez. Desde Europa (12/04/14).


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*La realidad ha corroborado los temores y sospechas –las peores previsiones– que los nacionalistas del pasado siglo tenían acerca de los judíos. Ya nadie puede negar el control que estos ejercen sobre el ‘dinero’, los gobiernos, y la opinión pública en buena parte del planeta. Su dominio en estos ámbitos es poco menos que absoluto.
Si la alienación económica es preocupante, la alienación cultural (ideológica, espiritual) resulta verdaderamente inquietante.  Es el dominio de las claves culturales (simbólicas) de un pueblo lo que hace posible su ulterior alienación económica, social,  política, e incluso racial –los nuevos amos han establecido, contra toda evidencia (aunque ‘científicamente’), la inexistencia de razas o etnias; es el primer paso hacia el mestizaje global.
El grado de alienación de la opinión pública, en todos los estratos sociales y culturales, es asombroso. No son raros los artículos y ensayos donde los autores se preguntan cómo intelectuales de la talla de Heidegger, Schmitt, Céline, o Pound (entre miles otros de mayor o menor importancia) apoyaron la causa fascista o nazi. Se habla de abyección, de aberración, de perversión, de delirio, de paranoia, de locura… de la fascinación del horror, de la banalidad del mal… de mentes enfermas, en definitiva. Todo es poco para intimidar a los posibles buscadores de la verdad, y para evitar la difusión y promoción de tan ‘peligrosos’ ideales (aquí hay que preguntar: ¿peligrosos para quién?). Batallones de sociólogos, filósofos, psicoanalistas, semiólogos, ensayistas de todo tipo… (judíos y no judíos) se encargan de ello.
Excluyo a los judíos en lo que voy a decir, pues estos sí saben lo que hacen. Pero al resto de los críticos del nazismo o fascismo les digo que: ¿No es justamente la talla de estos pensadores y creadores lo que debería disipar vuestra perplejidad? Precisamente las cumbres intelectuales del siglo XX en arte y pensamiento. Lo normal es preguntarse qué podría tener el fascismo o el nazismo (sus verdaderos discursos) para que estos se inclinasen a su favor.
Estos pobres diablos, estos desgraciados, esta tropa de goys (este ganado), estos pseudo-intelectuales de ‘izquierda’, ‘progresistas’, ‘universalistas’, ‘multiculti’… son el producto más acabado de la manipulación (del lavado de cerebros) de los pueblos aryas. Pero, ¿qué podemos esperar de la educación anti-nacionalista, multiétnica y multicultural que recibimos  en nuestras escuelas, institutos y universidades desde finales de la IIGM? Por no hablar de los medios de comunicación y de los entretenimientos que nos ofrecen los media –sus poseedores– (cine, prensa, publicaciones de todo tipo, la televisión –con sus informativos, sus tertulias, sus series y documentales, su publicidad…). Es pura propaganda lo que recibimos. En todas partes y en todo momento. Es una atmósfera ideológica y espiritual inmunda, poluta, contaminada… letal para los nacionalistas, abortiva –que procura abortar todo conato de nacionalismo.
(Digamos que los judíos están alterando la atmósfera biosimbólica de las naciones del planeta en su único beneficio. Sólo ellos sobrevivirán en el futuro como pueblo. Esto que digo recuerda a uno de esos espeluznantes relatos de ciencia-ficción (la alteración de la atmósfera del planeta por una especie extraterrestre; por ‘aliens’ venidos de fuera). Pero no hay ficción aquí. Está sucediendo realmente ahora, a nuestro alrededor. Lo estamos viendo con nuestros propios ojos, en nuestros mismos pueblos y ciudades. La degradación de las hasta ahora naciones étnica y culturalmente homogéneas (las naciones blancas en particular). Si todo continúa como hasta ahora, no quedará del árbol de los pueblos y culturas del mundo sino la rama judía, el resto de los pueblos habremos desaparecido.)
El nazismo (el nacionalismo étnico y cultural arya) es el mal. Ésta es la cantinela. Es ‘satán’, es el adversario, el enemigo… Esto, dicho mil veces y de mil formas, ha acabado incrustándose en nuestros cerebros. Cuesta un trabajo ímprobo liberarse de tan omnipresente representación –tan insidiosa; tan enemiga; tan contraria a nuestros propios intereses étnicos y culturales. Son héroes, ciertamente, aquellos que lo consiguen.
Es una vergüenza esto que digo, y dice muy poco a nuestro favor. Habla más bien acerca de nuestra ingenuidad, de nuestra candidez, de nuestra falta de lucidez, de nuestra falta de sentido crítico, de nuestra necedad…; de cuan fácilmente manipulables resultan nuestra gente y nuestros pueblos.
Han conseguido convencernos, estos estafadores, de que aquello que nos está destruyendo, aquello que está acabando con nosotros (con nuestros pueblos),  es nuestro bien. No tendremos, empero, ningún futuro si tales discursos continúan prevaleciendo.
Alguien el siglo pasado, creo recordar que Brasillach, hablaba de la ‘revuelta de los nativos, de los indígenas’. Esto es lo que se trata de impedir. Por ello el proceso de adoctrinamiento anti-nazi o antifascista comienza en la misma infancia.
Nosotros los pueblos aryas no tenemos otros enemigos que aquellos que procuran nuestro mal –aquellos que buscan nuestra destrucción. Es esencial para nuestra supervivencia saber detectar al enemigo, saber detectar aquello que nos hace mal. Y combatirlo. Y no otra cosa es lo que hacía y hace el nazismo o el fascismo. El nazismo implica, entre otras cosas, una educación para la salud étnica y cultural de nuestros pueblos. Instruye a nuestros pueblos para detectar al enemigo, y les alienta para combatirlo.
El enemigo no es el otro, cualquier otro, sino únicamente aquel que busca nuestro mal. Simplemente.
El nazismo no combatía (ni combate en la actualidad) contra otros pueblos ni otras culturas o razas, sino únicamente contra los judíos –debido al peso y la influencia económica y cultural que estos tenían, en aquellos momentos, en Alemania y en casi toda Europa. No sólo la industria, la banca o el comercio, también la política, las artes, los medios de comunicación... Todo, prácticamente, estaba en sus manos. La judaización de Europa caminaba  a pasos agigantados. (¿No es todo esto, acaso, lo que continuamos viviendo en nuestros días?) Había que librarse de ellos, expulsarlos; purgarse, purificarse. Recuperarse. Reconquistarse. Volver en sí.
La revuelta de los nativos, esto fue lo que sucedió con el nazismo alemán (más que con el fascismo italiano). El renacimiento de los pueblos indígenas europeos desde sus propias fuentes étnicas y culturales. Esto es lo que se pretendía (y se pretende). Y no en otra dirección caminaba la revolución nacionalista germana. Se trataba (y se trata) de la recuperación, de la reconquista de lo nuestro. De volver a tomar las riendas de nuestro destino.
La revuelta de los nativos se hace necesaria también ahora, pues seguimos padeciendo las  mismas opresiones y manipulaciones, y el mismo proceso de judaización (no de ‘americanización’, como algunos bobos piensan). La guerra no ha acabado.
La cristianización de los pueblos aryas fue una fatalidad. Ahí comenzó nuestra errancia, nuestro vagabundeo, nuestra deriva; nuestra alienación y exilio espirituales. Desde ese momento perdimos el norte, el camino –nuestro camino. Fue el peor paso que hayamos podido dar en nuestra historia. Aquel error fatal. Ahí comenzamos a ignorarnos a nosotros mismos. La islamización posterior de algunos de nuestros pueblos llovía sobre mojado, e igualmente la judaización de los tiempos que corren. Las ideologías semitas han marcado nuestro destino y gobernado nuestras vidas desde hace casi dos mil años. Llevamos milenios sirviendo a dioses y pueblos extranjeros.
¿Qué pretendía (y pretende) el nacionalismo étnico, y cultural? Justamente acabar con esto –con esta alienación, con este extrañamiento. Acabar con milenios de privación y de exilio  –la privación y el exilio del ser (propio). 



*El elogio y la recomendación de la mentira, de la violencia y del terror que encontramos en las obras de Lenin, Trotsky y otros judeo-bolcheviques no parecen preocupar a nadie. Las obras de estos ‘estrategas’, de estos inductores al asesinato y la matanza (cuando no ellos mismos verdaderos asesinos) de burgueses y fascistas  se siguen reeditando y estudiando, sin censura ni crítica, e incluso a ellos mismos se les sigue exaltando y glorificando en las cuatro esquinas del planeta.
El marxismo y el comunismo con su dosis de destrucción (desde sus orígenes, desde Marx y Engels), así como con sus millones de víctimas –desde la revolución rusa hasta la camboyana de Pol Pot– tampoco parecen sorprender ni escandalizar a nadie. ¿Por qué? Los marxistas y comunistas se pasean impunes, arrogantes, y con la conciencia muy tranquila por todos lados. ¿Cómo es esto posible?
Yo reto a investigadores y curiosos a que rebusquen en los textos de los autores clásicos fascistas o nazis, a ver si encuentran recomendaciones o estrategias semejantes –tan innobles, tan deshonestas, tan terroríficas. Una ‘asociación de malhechores y criminales’ eran los judeo-bolcheviques, una mafia criminal. Nadie les juzgó ni le recriminó en su momento por sus continuados ‘pogroms’ contra los ‘otros’ (realeza, nobleza, clases medias, mandos del ejército, jerarquías eclesiásticas, profesionales de la medicina, del derecho…, campesinos (kulaks), cristianos, rusos blancos (los anti-rojos, la oposición armada), ucranianos…; contra la flor de la gentilidad, sin más). Fueron los nazis, sin embargo, los juzgados bajo acusaciones que no convenían sino a estos judeo-bolcheviques, a esta verdadera “asociación de malhechores y conspiradores” que dominaron el escenario soviético durante al menos sus primeros treinta años. Los tres decenios de terror rojo.
Repito una vez más que mientras los crímenes de los judeo-bolcheviques están contrastados y documentados, para los crímenes atribuidos a los nazis se carecen de pruebas (como es obvio, dado que son crímenes ficticios). La ausencia de pruebas  la admiten hasta los técnicos ingenieros encargados  por la parte acusadora (judíos) de la cuestión concerniente a las cámaras de gas y otros modos de exterminio (según el ‘testimonio’ de los judíos). El último, R. J. Van Pelt, que intervino en el juicio contra Irving (1998), llegó a reconocer, en entrevistas posteriores al juicio, la casi total ausencia de pruebas  (hasta en el 95% de los casos, declaró abiertamente).
Podríamos hablar también de las usurpaciones, de las imposturas, de los crímenes de los demócrata-liberales en todo el planeta –desde su entrada en la IIGM hasta nuestros días.
¿Tenemos que excusar, pues, los genocidios cometidos por los judíos y que aparecen reflejados en su libro sagrado, el lenguaje homicida y los crímenes del judeo-islamismo igualmente patentes en su libro sagrado, o la criminal historia del judeo-mesianismo?
¿Vía libre, entonces, para perseguir y asesinar a los fascistas, así como a los goys, los infieles, o los paganos? Todo parece indicar que de esto se trata. Los nazis somos ahora los nuevos paganos, los nuevos infieles a perseguir. Ciertamente, nosotros no creemos ni en vuestros dioses, ni en vuestras ‘revelaciones’ religiosas, ni en vuestras instituciones democráticas, ni en vuestras “declaraciones o cartas de derechos humanos”… Ya no creemos en vosotros; ya no os concedemos el menor crédito.
Judíos, cristianos, musulmanes, demócratas, comunistas… Todos, parece, pueden matar y quitar de en medio a quien les contradiga o les estorbe. Les excusa la buena intención de su doctrina –su preocupación por la humanidad, dicen. Ellos matan por el bien de la humanidad. Son los crímenes de los ‘buenos’ (en palabras de Bochaca). Perfectamente legítimos y fundados (según las leyes que ellos mismos redactan e imponen).
Muchas y funestas son las ramas del árbol judío: el cristianismo, el islamismo, la vieja (y ya inútil) masonería,  el marxismo, el comunismo, la actual economía política (el universalismo, el globalismo demo-liberal); Freud, Boas, Adorno, Marcuse, Derrida… Esta vieja ilustración alemana (año 1944) no da cuenta de todas



La oscura, la siniestra, la sombría, la negra historia de estos miserables. Ellos sí que son la peste, el mal universal. Perversos, crueles, deshonestos, falaces. Ellos sí que son los maestros, los señores de la masacre. Sin  la menor duda.
El nazismo germano, más que el fascismo italiano, fue (y es) el único que tuvo (y tiene) el valor de enfrentarse a esta escoria humana, a estos monstruos. Y así nos fue; y así nos va. Pero no está derrotado el nazismo –aún respira, aún vive, aún se mueve.
*Las organizaciones internacionales y transcontinentales que se nos imponen son los instrumentos económicos, jurídicos, y militares que usan los nuevos señores para gobernar el mundo. La ONU, con su Comité de Seguridad, su Fondo Monetario Internacional (FMI), y su Corte Internacional de Justicia (CIJ)…; la Organización del Tratado del Atlántico Norte (la OTAN) verdadero ‘caballo de Troya’ que opera en multitud de países…; la absurda e irrelevante –políticamente hablando– Unión Europea (UE), la ambiciosa Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE, Acta de Helsinki –1975), que cuenta con una particular policía que vela por la ‘pureza’ de las instituciones democráticas y por el cumplimiento de los derechos humanos: la Oficina para las Instituciones Democráticas y los Derechos Humanos (ODIHR –en inglés), creada cuando la “Carta de Paris para una ‘Nueva’ Europa” (1990); la Corte Penal Internacional (CPI), cuyo Estatuto (Estatuto de la Corte, Estatuto de Roma) ha sido firmado pero no ratificado por los Estados Unidos e Israel…
(Esto es lo de siempre: “Haz lo que yo diga, no lo que yo haga.” Esto es: “Obedece mis palabras, no imites mis actos. Nosotros somos el pueblo elegido,  a nosotros no nos afecta ley, nosotros imponemos la ley.” La ley no afecta a los señores. Los señores pueden comportarse como les venga en ganas. En esto parece consistir todo.)
 Está claro que estamos ante las nuevas tablas de la ley, el nuevo decálogo, el novísimo evangelio –para  los pueblos otros. 
Organizaciones, Instituciones, Tratados internacionales o supranacionales que no tienen otra finalidad que impedir la soberanía, la independencia, y la libertad de las naciones o Estados parte.  Estos dispositivos, estos ‘mecanismos’, son los modernos instrumentos (jurídicos, económicos y militares) represivos y de dominio. Dirigidos fundamentalmente a evitar todo nacionalismo, toda independencia, toda legislación privada de los pueblos, todo desvío de la ‘norma universal’.
El enemigo ya no necesita de sociedades secretas o semi-secretas (masonería u otras) para dominar a nuestros pueblos. Todo lo que precisaba ha logrado introducirlo paulatinamente en nuestras legislaciones (desde la Revolución francesa a nuestros días). Ahora nos rigen leyes ‘universales’ (transétnicas, transculturales, trans-confesionales…). La revolución ideológica (política, cultural…) llevada a cabo, en su origen, para promocionar la integración y la igualdad de los judíos en Francia (que finalmente alcanzaría a toda Europa), en la actualidad favorece a cualquier extranjero recién llegado, venga de donde venga, que acaba gozando (en virtud de esas leyes universales) de los mismos derechos de ciudadanía (políticos y demás) que los autóctonos. Aquella revolución, tan ‘humana’ y tan ‘democrática’, fue el principio del fin para las naciones étnicas ancestrales europeas –y para el resto de las naciones étnicas del planeta, si todo continúa como hasta ahora.
En su momento tendremos que promover referéndums para salir de las organizaciones e instituciones internacionales (ONU, OTAN, OSCE, CPI…). Como hizo Hitler para salir de la Sociedad de Naciones en 1933. Propia legislación, propia constitución, propia regulación… Ejercer plenamente la independencia, la libertad, y la soberanía. Autonomía, autogobierno, autorregulación.
Necesitamos organizaciones e instituciones puramente aryas (étnica y culturalmente aryas), incluidos partidos nacionalistas aryas y sindicatos de trabajadores aryas. Al igual que los vascos, por ejemplo, tienen partidos nacionalistas vascos y sindicatos de trabajadores vascos. Éste es el riguroso nacionalismo que tenemos que practicar.
Ténganse en cuenta los ‘derechos humanos’ relativos a la ‘no-segregación’ o ‘no-discriminación’ que conciernen a los derechos de los extranjeros o emigrantes (judíos, musulmanes asiáticos y africanos, amerindios, chinos…) integrados o asimilados en nuestras naciones y con derechos de ciudadanía y todo lo demás (ellos, y sus familias). Obsérvese ahora la situación (política, económica, jurídica…) en la que quedamos los ‘indígenas’ blancos europeos.  Nuestro grado de libertad, independencia o soberanía al respecto es nulo. Tenemos que soportar quietos y en silencio esta riada, este diluvio, esta marea; este tsunami demográfico destructor. Perderemos ‘nuestra tierra, territorios, y recursos’, desapareceremos incluso –en el nombre de los ‘derechos humanos universales’. No sé si podremos usar en su momento la ‘declaración (de las Naciones Unidas) sobre los derechos de los pueblos indígenas’ (en su 107a. sesión plenaria; 13 de septiembre de 2007).
Los señores usan ahora leyes y tratados universales en virtud de los cuales lanzan contra los Estados que les presentan la más mínima oposición sanciones económicas, guerras e invasiones, y juicios a sus presidentes de gobierno o jefes de Estado so pretexto de atentar contra cualquiera de los artículos de las leyes internacionales vigentes (inspiradas en los ‘derechos humanos universales’). Lo llevamos viendo desde finales de la IIGM.
Hasta que punto nuestros juristas siguen siendo deshonestos y falaces puede observarse en la creación de esa Corte Penal Internacional (la ‘Internacional Criminal Court’) en 1998 (Estatuto de Roma), cuyo referente fue aquella farsa del juicio de Núremberg –desde la “Charter of the Nürnberg International Military Tribunal” (Carta de Londres), hasta la “Opinion and Judgment of the International Military Tribunal for the Trial of German Major War Criminals”. Estos últimos textos contienen ni más ni menos que la versión histórica oficial (judía) que nuestros historiadores (y juristas, y políticos) sostienen, explotan, y divulgan hasta el día de hoy  acerca de lo sucedido en la Alemania ‘nazi’ y la IIGM. Pueden consultarse las páginas siguientes:
Recomiendo a los lectores, como contraste, y como catártico, los dos preciosos textos de M. Bardèche sobre los juicios de Núremberg, escritos al filo casi de estos (editados los años 1948-1950).
Todo el arsenal jurídico que nos silencia, nos atenaza y nos impide todo movimiento, y toda defensa, se fundamenta en una mentira; toda esta normativa represiva que tiene a los judíos como autores o instigadores.
Pese a que hubo importantes juristas, historiadores, y militares (altos mandos de los ejércitos aliados) que cuestionaron tanto la veracidad de los testimonios en contra de  los acusados, como la legalidad del juicio y sus conclusiones –con su relato final de los sucesos–, resultó ser a la postre la ‘historia’ que hoy se le cuenta a todo el mundo. Los réditos y beneficios que tan inmensa, tan monstruosa, tan criminal estafa han proporcionado a los reales, a los únicos  vencedores de la IIGM –una vez más, los judíos– han sido y siguen siendo numerosos y operan aquí y allá –en lo político, en lo jurídico, en lo económico, en ‘seguridad y defensa’…
De aquella farsa surgieron la ONU, (y su ‘Carta de Derechos Humanos’), la OTAN, la OSCE (y su mecanismo de la ‘dimensión humana’ –en la ‘Carta de París para una ‘Nueva’ Europa), la CPI…; surgieron los dispositivos jurídicos, económicos, y militares; los instrumentos, las armas.
Dicho sea de paso, en España estamos viendo en la dos de TVE una serie documental (los jueves, a las veintidós) sobre la IIGM (preguerra, guerra, y postguerra) que sigue al detalle la versión oficial. Puede tomarse como modelo de la misma. No es nueva o reciente, lleva algún tiempo en circulación. Es un verdadero montaje, como todos los documentales que los nuevos señores nos ofrecen al respecto; con todas las medias verdades, con todos los tópicos… Resaltando, como de costumbre, los tan ‘conocidos’ como inverificables crímenes nazis, y ocultando deliberadamente los crímenes de los aliados (los ‘buenos’) –estos, si, perfectamente documentados. Esto es lo que la gente   –el pueblo, la mayoría–  ‘sabe’ acerca del período nazi y la IIGM.
¿Cuántas veces la habrán proyectado o emitido; durante cuánto la proyectarán todavía? Tantas veces y tanto tiempo como lo necesiten, amigo. Es propaganda de guerra. Se trata de frustrar el nacimiento de los nacionalismos, de abortar todo conato; de impedir, antes de que nazcan, que salgan a la luz. De matar en la cuna, llegado el caso, a los recién nacidos. Lo estamos viendo en la guerra sucia que se sostiene contra todo partido nacional socialista o revolucionario, por pequeño e insignificante que éste sea –lo último, lo sucedido con Amanecer Dorado en Grecia. Basta con levantar la acusación de ‘nazismo’, y las connotaciones que tal término tiene, en la ‘neolengua’ (en el nuevo orden mundial), harán el resto: asociación de malhechores, conspiradores, racistas, causantes de la IIGM, imperialistas que pretendían conquistar toda Europa, genocidas, asesinos de masas…
Lo que la mayoría de la gente sabe y dice acerca del nazismo no tiene otro fundamento que la idea (o la imagen) que le ha proporcionado el enemigo. No buscan información más allá; son crédulos, confiados; o perezosos, indolentes; o simplemente venales. No son pocos los que están de buena fe con el enemigo, los que creen en sus ‘causas’, y las siguen: anti-fascistas, anti-nacionalistas, universalistas, altruistas, amantes de las fronteras abiertas, del mestizaje, de los derechos humanos para todos… Generalmente agrupados en asociaciones transnacionales. Resulta que lo que se le escapa al ojo del enemigo, se lo soplan estas “organizaciones (internacionales) no gubernamentales”: hacen labor policial, persiguen y denuncian, ante Cortes y Tribunales Internacionales, las infracciones –los ‘pecados’ contra la ‘ley’– en todos los rincones del planeta. Rodean, unos y otros, el mundo entero –el ojo del amo, y sus soplones (conscientes o inconscientes.)
Es lo primero que hay que aclarar. Lo primero con lo que hay que enfrentarse es con esa mentira histórica que afecta de tantas maneras a todos los europeos, y a todos los pueblos blancos en general (aunque no olvido a los japoneses, víctimas ellos también de los ‘buenos’). Nosotros, los pueblos blancos, somos los principales perdedores en esta guerra. No sólo los alemanes y sus colaboradores (los famosos “collabos” franceses, belgas...) sufrieron humillantes y horribles derrotas. La guerra contra nuestros pueblos no terminará hasta nuestra total aniquilación, o hasta nuestra definitiva victoria. Por cierto, nunca hubo postguerra. Seguimos estando en guerra.
Citando a Bardèche: “no importa lo que seamos en realidad, lo que importa es la imagen que de nosotros se ofrece”. La imagen infame que de nosotros ofrece el enemigo. Esto es lo que hay que combatir. Esa difamación. Negar esa negación, esa imagen negativa. Es un  combate del que sólo saldremos victoriosos mediante la verdad. Ése es nuestro camino, el camino arya; el camino de la verdad.
A mi manera de ver, el debate no está, como precisaba Serge Thion, entre la verdad histórica y la verdad política, sino entre la verdad histórica y la mentira política (la historia que nos cuentan acerca del período nazi y la IIGM).  También tenemos oposición entre la verdad científica y la mentira política (la cuestión de la inexistencia de las razas o etnias, entre otras). Con la cuestión de la raza se pretende, antes que nada, anular el poder místico, sublime, explosivo, que mostró en su momento el nacionalismo arya. Esto es un signo nada más que de su temor, el temor del enemigo a la potencia arya.
Yo añadiría a todo esto que, en lo que a nosotros concierne (nuestra cultura, nuestra historia, nuestro derecho…), la lucha se establece entre la verdad pura y simple, y la mentira política. Hasta ahora la mentira política se impone sobre la historia, la ciencia, el derecho, la economía, la psicología… La verdad, en cualquier campo, ni le importa ni le preocupa al enemigo, lo único que le importa o preocupa al enemigo es conservar la preeminencia y el poder conseguidos con tan malas artes desde la IIGM (y gracias a ella, me atrevo a decir).
El arma del enemigo es tanto más poderosa, o al menos así lo parece. Esa arma es la mentira, pura y simplemente. El señor de los medios de comunicación todos, de la información en general, diseña escrupulosamente la opinión pública por generaciones; impone de mil maneras su historia, su discurso, su fabula, su mentira. Esa batalla la tiene ganada, por ahora. Tenemos a casi toda la opinión pública de nuestros países en contra –a hombres y mujeres; a niños, jóvenes, adultos, y ancianos.
Nosotros no sólo combatimos por el conjunto de los pueblos blancos, también combatimos por la verdad. Es una guerra trascendental ésta que vivimos. Es una verdadera cruzada –la cruzada de los pueblos aryas, la cruzada de la swástica.




Somos la tropa de choque, la vanguardia de una lucha que devendrá planetaria, universal. Estamos comprometidos en una guerra que afectará a todos los pueblos –al futuro de todos. Se trata de si conservaremos o no nuestras señas de identidad biosimbólicas, de si perduraremos o no. Es un “ser o no ser” que, tarde o temprano, convocará a todos y cada uno de los diferentes grupos etno-culturales del planeta.
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Saludos  y hasta la próxima,
Manu