Genocentrismo V.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (10/04/17).
*
*¿Se peca de antropomorfismo?
Se proyecta en la vida lo que entre nosotros, como humanos, observamos.
Proyectamos nuestros términos, nuestros conceptos…
Pero en nosotros no habla el
hombre, sino la vida. Es la vida la que se proyecta en el hombre… el creador en
la criatura.
Digamos que la criatura se ha
apoderado de la voz del creador. Ha sido una impostura. La ilusión
antropocéntrica.
La voz del hombre era una voz
prestada, impostada.
La vida ha recuperado la voz,
el protagonismo. Lo suyo le ha sido reconocido.
Una confusión. La vida se
ignoraba a sí misma. No sabía de sí. Ahora ya sabe de sí, ya se sabe.
Es un nuevo comienzo a nivel
de la misma vida. La vida comienza de nuevo, consciente de sí. A nivel
macroscópico. Y con un lenguaje humano. Proseguimos.
Es la vida la que explora el
medio, la que conoce el medio… La pulsión de conocimiento es vital.
La deriva, el viaje, el
movimiento (la motilidad)… En su vehículo, el soma… La palpación del mundo
entorno. Su aprehensión mediante el tacto, la proximidad. El reconocimiento del
terreno. La huida ante el peligro, la retracción, la retirada… Los movimientos
de la célula en su deambular. Las ‘taxias’.
El conocimiento y la
comunicación. Movimiento y receptores.
La nutrición. Movimiento y
nutrición.
Cuando el genoma entiende que
hay material suficiente (previa ingestión y transformación de las sustancias
absorbidas) comienza la mitosis. Nutrición y reproducción.
Receptores, motilidad,
ingestión, reproducción… Todo lo que requiere la sustancia genética (las
moléculas de la vida) para proseguir su camino, para eternarse.
La sustancia genética es
virtualmente imperecedera. Los individuos, las unidades (los genotipos), pasan,
pero la sustancia genética permanece. La reproducción (sus diversos modos) es
la clave de su inmortalidad.
La sustancia genética se ha
proporcionado desde el principio, casi, los medios necesarios para su
supervivencia y su domino del medio. Dominar el medio no significa aquí otra
cosa que conocerlo, tenerlo medido y pesado… por lo que a la supervivencia se
refiere. El dominio o conocimiento del medio es esencial para la supervivencia.
Saber y recordar. Saber por dónde se anda, por donde se pisa; el conocimiento y
reconocimiento (para ello, la memoria) del terreno.
Dominar una materia
determinada. Tenerla bien asimilada, bien aprehendida. Saber todo lo que hay
que saber al respecto.
La vida lleva millones y
millones de años palpando, ingiriendo, recorriendo, aprehendiendo este planeta
nuestro. Llevamos…
La vida posee una interpretación
del mundo entorno –la transducción que le llevan sus receptores. Es un mundo
interpretado, traducido. Es el primero.
Es posible que para la
sustancia genética apenas si haya secretos físico-químicos en este planeta. El
medio físico-químico y el bioquímico. A nivel microscópico. A ras de tierra.
Conocimiento diferido,
indirecto. Mundo representado. Al igual que el nuestro (el de los humanos)
mediante el lenguaje.
Nuestro mundo interno no
puede ser más que una representación del mundo externo. Además de percibirlo
transducido por nuestros sensores, nosotros nombramos esas transducciones. La
senso-percepción es la bioquímica y la biofísica de los orígenes, el lenguaje
primero. Nuestros receptores (las neuronas del sistema periférico) cumplen la
misma función que los receptores de ‘membrana’ de la célula individual, es el
mismo proceso. Analogía estructural.
No debe confundirnos la
complejidad de nuestro sistema nervioso. Es tan sólo un dispositivo elaborado
por la sustancia genética para llevarles la información. Nuestros receptores
forman parte del sistema nervioso. Cualquier senso-percepción es transportada,
por medios físicos o químicos, al núcleo de las células del cerebro que tienen
como destino. Están las vías aferentes (las sensitivas) y las vías eferentes
(las motoras); las vías de entrada y las de salida.
El modelo de organismo ya
está en las más simples células independientes. Por más complejidad que alcance
en los metazoos (la aparición del sistema nervioso).
La senso-percepción está
ligada a la intelección (estimación, ponderación). No es ciega. La sensación
inteligente. Las terminales nerviosas (a ras de piel) son neuronas también, y
son las primeras en recibir la información del exterior y transducirlas
(llevarlas más allá). Estos procesos se realizan en milisegundos.
La sustancia genética vive
aislada en el interior de sus organismos. Avanza protegida, cubierta,
enmascarada si se quiere (Larvatus prodeo). Si bien podemos decir que no se
oculta, tan sólo se protege. Protege su ser, su delicado y frágil ser.
La voluntad es esencial. ¿Qué
quiere la vida, la sustancia genética? Quiere perdurar, eternarse. Lucha por
ello.
El amor hay que ligarlo a la
reproducción. La alegría, el alborozo del enamorado tiene que ver con la
esperanza del genoma de salir (la meiosis), de llegar al otro cuerpo donde está
la otra mitad. Y en la mujer sucede la alegría de la recepción de su otra
mitad. Las células haploides sexuales. Hemipléjicas, incompletas. Es la
sustancia genética la que se alegra en vistas a la posibilidad y a la esperanza
de la reproducción.
No es la prima, el plus, el
goce (en el orgasmo) lo que se busca en el deseo amoroso, sino la posibilidad
de que en aquel encuentro se produzca la reproducción.
No es el placer o el goce lo
que busca la vida. El placer, el goce, o la alegría son síntomas de potencia,
de triunfo, de victoria… Suceden al logro o a la consecución de aquello que se
pretende. Son síntomas, no causas.
Tenemos que situarnos en el
genoma, y pensar desde el genoma, como sustancia genética. Su voluntad, su saber,
su ser… Su bien y su mal –que no es sino nuestro bien y nuestro mal, pues
nosotros somos la vida.
No hay placeres del cuerpo
(del soma) sino del genoma. Son las terminales nerviosas en el gusto, el
olfato, el tacto, la temperatura, el oído, la visión… las que sienten y
experimentar el placer o el dolor… El dispositivo neuronal forma parte del
sistema perceptivo del genoma.
El cuerpo ni sufre ni padece,
ni goza ni se duele… No siente. Sólo el genoma siente, experimenta, reflexiona…
Apenas si hay lugar en
nuestra piel (membrana) en la que no estén presentes las terminales nerviosas
(quimio-receptores, mecano-receptores, foto-receptores, termo-receptores…).
Sólo el genoma, únicamente el
genoma, es el sujeto de percepciones, de voliciones, de reflexiones… No hay
otro sujeto, ni otro actor…
El único, el uno primordial.
Nosotros. Nos. Xenus/Nexus. Genousse y Genoussin.
El ‘yo’ o el ‘nos’ de la
sustancia viviente única. Nosotros.
Lo otro de la vida, lo
no-viviente. El mundo abiótico.
La cosa se pone interesante
cuando aparece la vida.
La vida trae consigo
pasiones, afectos, pulsiones, voliciones, reflexiones… La lucha (‘polemos’), la
guerra, la discordia… El uno primordial escindido y en lucha consigo mismo. El
amor y el odio; el deseo y el temor…
La autofagia. La vida se
devora a sí misma, de sí misma se nutre.
Una filosofía desde la vida;
una música, una arquitectura, una alimentación…
Que la vida filosofe desde
sí. Su ‘mirada’, su palabra, su voz. La interrogación filosófica. Desde la
sustancia viviente única.
Queda todo por hacer. Crear
una cultura nueva desde la vida, digna de la vida.
Abandonar todo
antropocentrismo. En la interrogación filosófica no es el hombre sino la vida
la que interroga. El lugar de la vida en el cosmos. El sentido de su mismo ser
viviente. Su origen y evolución. Su destino.
Todas las artes deben renacer
a la vida. Todas las costumbres y tradiciones deben plegarse a la vida, o
desaparecer.
La vida ha de dirigir y
protagonizar todas nuestras actividades. En nosotros, el cariotipo humano, la
vida habla, filosofa, crea…
El hombre debe desaparecer,
debe dar paso a la vida.
No más antropocentrismo en
nuestro arte y pensamiento, en nuestras actividades todas.
El antropocentrismo ha
supuesto un período en nuestra historia –desde la aparición del hombre moderno,
quizás, pero con toda probabilidad desde comienzos del neolítico.
Ese hombre reciente,
excesivamente antropocéntrico, es el que debe dar lugar al nuevo periodo; debe,
por tanto, desaparecer.
La vida confundida,
anonadada, disminuida, sofocada, alienada… Ausente, sin saber, sin saberse. El
período antropocéntrico. Pero antes también…
Únicamente en estos tiempos
se ha podido establecer nuestra identidad primordial –la de los seres vivos.
Cuando accedimos a las moléculas de la vida, a la sustancia genética. Fue una
autognosis.
La vida ha hablado siempre en
sus criaturas. Se ha mostrado. Las diferentes morfologías y fisiologías… La
potencia plástica, inventiva, expresiva.
El ‘yo’ cultural (social,
simbólico) se impone. Oculta al ser primordial.
El ser primordial ha accedido
a la luz –a la luz de la palabra. Nos ha sido revelado. Nuestro ser primordial.
Ahora sabemos quiénes somos.
El ser viviente único. No hay otro.
Ahora la sustancia viviente
debe tomar la palabra, debe ocupar el lugar de la palabra, del habla.
Que hable la vida. Yo, la
vida; nos, la vida…
Claves genéticas en el que
habla, piensa, reflexiona, discurre… realiza cualquier actividad. El sujeto
genético. La clave o cifra genética que somos. El genoma, el genouma podemos
decir (cuando instruido, iniciado en la palabra).
Xenus/Nexus. El ser genético
y el ser de palabra. El ser de palabra (social, colectivo, simbólico…) debe dar
la palabra al ser genético, que es el ser nuestro primordial, y único.
El personaje cultural (las
personas culturales) hace mutis. El ‘yo’ (o los ‘yoes’) cultural se esfuma,
desaparece.
Es la sustancia genética la
que da lugar a la lengua y la cultura. No hay otro sujeto, otro actor, otro
creador. La materia simbólica es obra de la vida.
Un lenguaje externo que
permite la comunicación y la transmisión del saber entre los miembros del grupo
(incluso de la especie –se podría alcanzar un lenguaje universal).
La vida está obligada a usar
estos lenguajes segundos, humanos… Con ellos ha de decir de sí.
El ‘yo’ cultural habla por
otro, en lugar de otro… Es una voz prestada. Hasta tanto no advengamos a la
luz, hasta tanto no seamos conocidos. El momento de tomar la palabra ha
llegado.
Ha llegado el momento de
salir a la luz, de hablar, de cantar… de mostrarnos.
El cariotipo específico
humano (su potencia…) ha hecho posible nuestro advenimiento. Buscando el origen
(del hombre) hemos llegado a nosotros mismos. La autognosis se ha producido. Es
el acontecimiento de los acontecimientos. La vida en este planeta cambiará para
siempre.
Anonimia. Ahora es la vida.
El sujeto cultural se tacha, se borra. Cede el protagonismo, la palabra.
El sujeto cultural (el
parlante) como portavoz. El genouma no puede hablar sino en términos humanos.
Yo, la vida, hablo… No como
hombre, sino como vida.
El genouma hace uso de los
órganos fonatorios de su soma. Toma la palabra en su soma.
Los diversos hombres de las
diversas culturas desaparecen. Ahora la vida habla a la vida. Se dirige a la
vida más allá de sí.
La vida del cariotipo humano
ha cambiado para siempre.
El futuro de la vida está en
juego. El hombre debe desaparecer. La ilusión antropocéntrica ha terminado.
El futuro será genocéntrico o
no será.
Es el futuro de la vida lo
que importa, no el futuro del hombre (de ‘nuestra’ especie).
Las especies (y los
individuos) son medios, instrumentos, útiles de la sustancia genética.
Vehículos.
La vida explora, inventa
modos y maneras de dominar el medio. La morfología y la fisiología de los
innumerables organismos. El dominio de la tierra, de las aguas, del aire… El
dominio, la maestría…
Durante milenios la vida nos
ha susurrado el camino que hacia ella (hacia nosotros) conduce.
La búsqueda del origen, del
sentido… La pulsión cognoscitiva.
En qué mundo hemos venido a
ser. Qué somos, quiénes somos…
Mundo, medio entorno… Lo
pequeño y lo grande. El cosmos, el mundo… el espacio… la materia alrededor… El ente
en su totalidad. El ser de lo ente.
El conocimiento que ahora
poseemos acerca de nosotros mismos es el acontecimiento más grande que se haya
podido dar desde el origen. Es un nuevo origen, un nuevo punto de partida para
el uno primordial. Ahora se sabe, sabe de sí a escala macroscópica.
Ahora caminará sobre la
tierra no como un organismo, no como criatura, sino como creador. No como un
mero ser vivo, sino como la misma vida.
El lenguaje de los humanos se
transformará cada vez más en un lenguaje biológico, fundado en las ciencias de
la vida. Genómica, ecología… Lenguaje que concierne a la vida que somos,
lenguaje vital.
Biofísica, bioquímica… El
lenguaje de la vida.
Un lenguaje segundo (humano)
que tiene como soporte el lenguaje primero, el lenguaje de la vida.
El entorno esencial: el agua,
la tierra, el aire… los nutrientes. Nuestro primer cuidado.
Se trata de una guerra contra
el ‘hombre’, contra su antropocentrismo. Destruir la ilusión antropocéntrica.
Derribar ese monstruo. Prejuicios antropocéntricos neolíticos, arcaicos,
pre-genocéntricos... que ponen en peligro la misma vida. Combatir todo eso.
Los deberes de los renacidos
a la vida. Contra el ‘hombre’.
Es una vía purificativa,
purgativa. El primer ‘hombre’ a derribar de su pedestal es el propio ser
simbólico que se es. El ‘yo’ cultural propio (el social, el histórico…).
Deshacerlo, triturarlo, reducirlo a polvo y cenizas.
El paso del fenocentrismo al
genocentrismo. Es un cambio similar al paso del sistema ptolemaico al
copernicano (el paso del geocentrismo al heliocentrismo). No sólo la tierra no
es el centro del sistema solar (como hoy se le conoce), tampoco el hombre es el
centro de la vida en este planeta (ninguna criatura lo es).
Morir como ‘hombre’ para
renacer como vida. Muerte espiritual, cultural, simbólica. Abrir cancha a
Xenus/Nexus.
El dos veces nacido.
Dioxenus/Dionexus.
La unidad de todo lo
viviente. El uno primordial. Nos.
Este Uno primordial
trasciende no sólo etnias y culturas, también especies. Más allá de los
cariotipos, de los fenotipos… de las criaturas.
Fragmentos del uno
primordial, esto somos.
A solas con el solo, con el
creador. A solas con nosotros mismos.
*
Hasta la
próxima,
Manu
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