Genocentrismo VI.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (22/04/17).
*
*Genogramas. Hierogramas.
Runas de la vida.
Los textos brotan como de un
manantial. A borbotones. (Los míos, quiero decir). Lamento no poder comunicarme
de otra manera. Ya quisiera extenderme prolijamente, pero no está a mi alcance
tal habilidad. Otros en el futuro lo harán tanto mejor.
Síntesis de expresiones relacionadas con la vida.
Metáboles. Productos del metabolismo.
Para elaborar las síntesis,
las metáboles, se requiere entrada de material (de información). Sin entrada,
no hay salida.
Cuanta más información
poseamos acerca de la vida, más aprovechables serán las síntesis que
elaboremos; más justas, más verdaderas.
Hemos de conocernos más y
mejor. Necesitamos conocernos más y mejor.
Las ciencias de la vida son
el camino –el camino que a nosotros conduce.
De todos modos, este camino,
una vez comenzado, ya no se puede abandonar. Nosotros estamos ya en camino.
Un solo paso más, el llegar a
ser conscientes del camino iniciado. El camino de la vida. Tarde o temprano la
‘humanidad’ en pleno (todos los pueblos y culturas) se reconocerá en la
sustancia genética. Llegará a ser lo que es. No importa cuánto tiempo se tarde.
El final es la autognosis colectiva, total. No habrá residuos antropocéntricos.
La vida se reconocerá a sí
misma en el cariotipo humano, y éste dejará paso a la vida. Las visiones, las
interpretaciones, las representaciones… los mundos humanos desaparecerán
–quedarán sólo como recuerdos del viejo ‘homo sapiens’.
Ahora el “llegar a ser el que
se es” nos dice acerca de nuestra naturaleza viviente, de nuestro ser genético.
Llegaremos a ser lo que somos, lo que siempre hemos sido, dicho sea de paso.
Nunca hemos dejado de ser
aquello que somos. Pese a las confusiones y alienaciones a que hemos estado
sometidos. Pero nos ignorábamos, nada sabíamos acerca de nosotros. Las palabras
de los hombres nos confundían y nos desviaban de nuestro ser. Sólo en estos
tiempos el camino se nos ha hecho claro. Nuestro ser, nuestra identidad
primordial se nos ha revelado.
Ya no volveremos a ser los
que éramos. El viejo ‘homo sapiens’ ha quedado atrás.
La sabiduría prestada en el
‘hombre’, ‘su’ inteligencia. Era la vida, siempre inteligente, la que pensaba y
reflexionaba en el hombre. Su diferencia específica era la vida quien la
marcaba.
La vida es el pastor del ser.
No el hombre. La arrogancia de los humanos hasta el último momento. Heidegger.
Los (neo)humanismos de última hora (desde el existencialismo).
Incluso en tiempos de la
revelación de la sustancia genética siguen circulando ‘humanismos’. Incluso
donde no lo esperabas. Naess, Potter, Jonas… La ‘ecología profunda’, la
bioética, la ‘responsabilidad’… No acaban de despegarse del ‘hombre’. Las
ciencias de la vida (ecología…) son ahora un camino para la autorrealización
del ‘hombre’… Las últimas ilusiones antropocéntricas, en virtud de las cuales
el hombre sigue teniéndose a sí mismo como el protagonista de la historia de la
vida. Sigue arrogándose un papel que no le corresponde, sigue usurpando.
Cualquier iniciativa que
venga de los hombres, por muy bien intencionada que esté (Leopold, Heidegger,
Naess, Potter…), sigue teniendo al hombre como finalidad (su
autorrealización…).
El ‘hombre’ es el problema,
no la solución.
Son los últimos tiempos del
‘hombre’, son los últimos ‘hombres’. Esto vivimos.
Guerra al hombre. A sus
delirantes mundos, a sus delirantes querellas… A sus arrogantes iniciativas, a
su pertinaz antropocentrismo. A su vanidad.
Vaciedad del hombre, de su
cariotipo, de la criatura… Mero cuerpo de la sustancia genética, mero vehículo,
mero instrumento…
Vernos, tocarnos, hablarnos…
como sustancia viviente única. Más allá del hombre. Querernos, amarnos,
estimarnos…
Ver al creador en la
criatura. El ‘alma’ en el cuerpo. El fondo, el fundamento, el principio… La
esencia común; el ser común. El ser que somos. La vida.
El ‘hombre’ es el obstáculo para tal
‘autorrealización’. El “llegar a ser el que se es” humano que ahora circula
(Naess…) es un obstáculo para la autognosis de la misma vida. Adviértase además
que en el “llega a ser quien eres” de Píndaro era otro ‘ser’ (humano) al que se
aspiraba (otro modelo, otra idea). Ha habido innumerables modelos de ‘hombres’.
Cada pueblo, cada cultura, cada época…
Esos modelos de hombre nos sobran
absolutamente. Los modelos de hombre del neolítico (el que aún vivimos).
No salimos del neolítico. Y
el tiempo apremia. El futuro de la vida en la tierra está en juego. La locura
de los últimos tiempos… la huida hacia delante de los ‘últimos hombres’…
Coletazos del neolítico advertimos tanto en la
técnica desquiciada, como en las soluciones humanas, demasiado humanas, que se
postulan (Heidegger, Naess, Potter…).
*La vida necesita tener un
mundo entorno manejable, domeñable; tener una ‘idea’ del entorno que le rodea;
moverse con tranquilidad en un mundo ‘familiar’… Éste es el origen de la
semiotización de la naturaleza, de la semiosis generalizada en los seres vivos.
Cada cariotipo específico
significa el mundo de acuerdo con su morfología y fisiología, de acuerdo con
sus receptores…
Lo que se tiene es un mundo
interno que resulta ser interpretación del mundo externo.
No se trata tanto de
cognición como de aprehensión o captación (previa semiotización) del mundo
externo.
Tenemos la intelección y la
diferenciación, tenemos la aprehensión o captación en virtud de los receptores
o perceptores, tenemos la memoria, tenemos la ponderación o estimación del
medio –la evaluación en vista a nuestro beneficio o daño…
El conocimiento o cognición
es otra cosa que la aprehensión y simbolización.
Las teorías cognitivas
(Maturana…) confunden la aprehensión del medio con su conocimiento. El medio
es, en cierta medida, construido, creado, no conocido.
El mundo interno es un mundo
fingido; un mundo creado ad hoc, a propósito, por necesidad… Pero sin ese mundo
construido no sabríamos que hacer. Ese mundo construido necesita ser
memorizado, recordado…
Nuestro saber del mundo se
inspira en nuestra representación del mundo.
Hay incluso dialectización
del lenguaje celular en monocelulares (procariotas y eucariotas). Hay
diferentes simbolizaciones de la misma sustancia; transducciones diferentes
(que cumplen la misma función).
La cognición es una ilusión,
a menos que digamos que nuestra interpretación del mundo es conocimiento del
mundo.
La aprensión y significación
del mundo entorno es más un proceso de ‘dominación’, de captura (captación) del
entorno. Un mundo ‘conocido’, familiar, manejable… Esto requiere la vida.
La vida necesita ‘saber’ en
cada momento por dónde va. Sólo percibiendo y transduciendo lo percibido puede
tener una idea de lo que hay más allá de la ‘piel’, de la membrana…
La vida necesita seguridad y
certeza en su interpretación del medio. No puede dudar. Requiere un ‘mundo’
estable.
Nosotros, la vida, no conocemos
el mundo, sino que lo creamos. El mundo en el que nos movemos es obra nuestra.
No hay procesos cognitivos
sino procesos poéticos (creativosToda vida (todo cariotipo) se
mueve guiada por sus signos –por su ‘mundo’.
No todo es signo, sino que
todo es susceptible de ser convertido en signo. La significación es un fenómeno
pura y exclusivamente biológico.
La vida no podría pasarse sin
signos, sin señalizaciones… sin ‘lenguaje’.
La vida crea y recrea el
mundo (lo significa) a medida que contacta con él. Utiliza la memoria, lo ‘déjà
vu’…
Se retiene la información, se
recupera… Se hace uso del acopio de información en cada momento. Las células
del sistema inmunitario y las del sistema nervioso…
Lo nuevo (lo por señalizar),
lo conocido (lo ya percibido y señalizado), lo por conocer –el incierto futuro.
El mundo inmediato
(inmediatamente percibido) de los seres humanos ha de ser el mismo, en virtud
de nuestra pertenencia al cariotipo humano –misma morfología y fisiología;
idénticos receptores… La primera transducción ha de ser la misma.
Los lenguajes
(biofísicos/bioquímicos) son universales y corresponden a especies o
subespecies completas.
Las lenguas humanas no deben
confundirnos al respecto. Todos los individuos humanos se mueven en un mundo simbólico que es universalmente válido
para todos los miembros del grupo al que pertenecen.
La vida capta, palpa,
saborea, huele… el mundo entorno. Rodea la cosa, la tantea, la prueba…
La deriva. La distinción
entre lo viviente y lo no viviente, entre lo conocido y lo desconocido, entre
lo provechoso y lo perjudicial…
La evaluación o ponderación o
estimación del medio.
La percepción y la
apercepción (la conciencia de la percepción) van necesariamente ligadas.
Percepción, apercepción, memoria… Circuitos de aprehensión, de captación (no de
cognición).
La intelección, la reflexión.
La distinción, la diferenciación… El entorno variado, extenso… El mundo
inagotable, interminable, eterno…
El contacto con el mundo
mediado por el lenguaje. En lo grande y en lo pequeño. Lenguaje, por lo demás, siempre simbólico
(colectivo, compartido, universal).
Los receptores, en cualquier criatura, son los receptores de la vida; son nuestros
receptores.
Variadas formas de recibir el
mundo, de hacerlo entrar en nosotros. De aprehenderlo, de capturarlo, de
poseerlo de alguna manera… de amarlo.
El espacio de la vida. El
agua, la tierra, las rocas, el aire; la temperatura, la presión, la gravedad…
Lo no viviente, lo abiótico. La cuna, el lecho, la morada de la vida. Nuestra
morada.
Así la morada, así el hombre.
Así la morada, así la vida.
La vida enloquecida,
confundida, ciega, maniatada, alienada… Sin voz. La ilusión antropocéntrica (el
mundo de los ‘hombres’) domina el planeta. La impostura de la criatura. La
usurpación. El esclavo, el siervo, ha devenido señor de las criaturas. El
instrumento, el medio. El fenotipo.
El hombre se ha tomado a sí
mismo, durante demasiado tiempo, como el vértice de la evolución. Sobre todo el
hombre del segundo periodo, el hombre del neolítico –el que aún predomina y
domina.
Este hombre impone su visión
antropocéntrica a todas las criaturas y a todo el entorno –al entorno biótico y
al abiótico. Explota y contamina sin cesar el hogar de la vida. Lo altera y la
hace dañino para la vida. Ese hombre es un peligro para la vida. Ese siervo
enloquecido. Hay que hacerle le guerra a ese hombre, a sus mundos, a sus
ideologías, a sus credos (religiosos, políticos, científicos, filosóficos…), a
sus delirios; a su megalomanía y a su narcisismo.
El hombre que no es –que
nunca fue ni será. La ilusión antropocéntrica.
Ahora ha de ser la vida quien
decide y quien guíe. Ahora importa el futuro de la vida.
Primacía de la vida en
nuestras decisiones. La vida es lo primero.
La vida que decide, dirige,
conduce… La vida que está al frente como
vanguardia del pensamiento y de la acción. La vida poderosa; la vida que manda.
Sea la vida en nuestras
palabras, en nuestros pensamientos, y en nuestras acciones.
Nosotros somos la vida (la
sustancia viviente única), y fortalecer y enriquecer al ser que somos ha de ser
nuestro cometido esencial. Devenir más fuertes y poderosos. Lejos de nosotros
todo aquello que nos debilite o nos dañe.
El stress en nuestras
sociedades es el stress de de la vida. Es la vida la que se agita en nuestras
sociedades. Pero sigue hablando el ‘hombre’ –las explicaciones acerca del
malestar remiten a otros síntomas y resultan ser humanas, demasiado humanas.
Pero es la vida la que se duele. Es el clamor de la vida.
El camino errado, errático…
La deriva catastrófica. La huida hacia delante de ese hombre; de esa criatura
enloquecida.
La vida cruje, estalla en mil
clamores. Peligra el agua, el aire, la luz tamizada… La morada está sucia,
rota, deshecha… violada, mancillada.
Ese hombre tiene el poder. Y
hace lo que quiere. Ahora pretende gobernar el planeta entero. Llega ya esa
hora, según algunos. La hora del dominio sobre el planeta entero. ¿Quién lo
logrará? ¿Qué cultura, qué grupo, qué nación…?
De esto va en los tiempos recientes.
Ese hombre es el gran
obstáculo para la vida. Sus delirantes y descentrados mundos, su proceder
nocivo… Su locura (su antropocentrismo, su megalomanía, su narcisismo…).
Ese hombre ha de desaparecer;
ha de ser vencido. La vida lo vencerá. Lo triturará, lo convertirá en polvo y
cenizas –en materia para el olvido.
La vida vencerá al final. Se
impondrá su palabra, su voz. Su verdad.
La subjetividad de la especie
es una variante de la subjetividad de la misma vida. La vida, en cada especie,
goza de una subjetividad (y de un mundo) exclusiva y propia.
La vida experimenta el mundo
con los más variados órganos y receptores, y a través de los más variados
organismos.
Comprender a otra especie es
comprender su sistema perceptivo y su mundo interno. Su ‘lenguaje’, en una
palabra. Su interacción simbólica (colectiva, específica) con el mundo entorno.
En qué ‘mundo’ vive.
Es una cuestión de
perspectiva. La más amplia y comprehensiva perspectiva la tenemos desde la
misma vida.
El mundo del cariotipo humano
está determinado por su propia morfología –su particular fenotipo. La
perspectiva humana esta predeterminada pos sus propios receptores. Su
‘subjetividad’, su ‘mirada’, su mundo interno es relativo a su ‘constitución’.
¿Cómo pasar desde la
perspectiva específica a la perspectiva de la misma vida? ¿Es posible? Mirar,
ver, oír… comprender el mundo desde la posición de la vida. Desde ese lugar. El
origen. El centro.
Se trata de un ejercicio de
imaginación y de voluntad. Pese a que nuestro mundo es específico y concreto,
¿es posible tener otro ‘mundo’; ‘ver’ de otra manera?
Tal vez estamos ante otra
ilusión –la ilusión genocéntrica. En principio ‘sabemos’ que cada cariotipo
específico se mueve en su propio mundo. Ya estamos instalados en este saber.
Este saber forma parte ya de nuestro mundo, de nuestro horizonte, de nuestra
perspectiva.
Saber, mundo, horizonte,
perspectiva… Espacio, lugar. Los humanos no estamos ya donde estábamos hace
apenas cien años. Los humanos hemos adquirido una comprensión y un saber acerca
de la naturaleza entorno que ha modificado sustancialmente nuestra mirada,
nuestro mundo. Pese a las determinaciones constitutivas de nuestro ser, algo
más en nuestro ser nos ha permitido aproximarnos a la misma vida, incluso
reconocernos como la misma vida –la sustancia genética, la sustancia viviente
única.
El ser inteligente y
reflexivo de la misma vida. Las facultades o ‘potencias’ de la misma vida
subyacen en nosotros de manera natural porque nosotros somos la vida.
La vida piensa y habla en
nosotros, se expresa, inquiere, interroga… con las armas, o los medios, del
cariotipo humano.
La vida quiere saber, quiere
saberse.
Al hombre ya no le cabe
interrogarse como hombre, sino como vida. El sujeto, ahora, es la vida. El
‘sujeto’ del pensar, del querer, del sentir…
La vida habla acerca de sí
misma en términos humanos. Toma la palabra en uno de sus cariotipos, de sus
criaturas.
El mundo de los humanos ha
cambiado sustancialmente. La información que hoy se metaboliza acerca del mundo
entorno es otra; el ‘mundo’ es otro. Los signos son otros. Todo ha cambiado.
Hemos cambiado de ‘mundo’; de perspectiva.
La nueva ‘visión’ se ha
producido inadvertidamente, poco a poco. La nueva visión, la nueva posición, el
nuevo lugar… Procesos irreversibles.
El lenguaje se encargará de
difundir este nuevo mundo a todos los grupos humanos.
La perspectiva esencial,
centrada, genocéntrica.
No hay otro observador
reflexivo que la misma vida. Es la vida la que reflexiona desde sus variados
somas. No hay otro que reflexione. El único sujeto…
No ha de preocuparnos ya el
lugar del hombre… Todo parece indicar que es el lugar elegido por la propia
vida para emerger, para salir a la luz, para hacerse reconocer…
No el hombre sino la vida se
apercibe de sí…
Es la vida la que en todos y
cada uno de los organismos mide, pondera, evalúa… el mundo entorno. Lo hace a
través de los peculiares receptores de cada organismo.
Tantos cariotipos, tantos
mundos.
La vida se protege a sí misma
en cada organismo. Cuida, vela por sí. Cuida de su delicado y frágil ser. Desde
los (posibles) coacervados, desde las primeras cápsulas protectoras.
No la criatura ataca o se
defiende, sino la misma vida.
A través de sus somas la
sustancia genética palpa, contempla… percibe de innumerables formas el mundo
entorno.
Más allá de esa multiplicidad
de miradas. Un mundo físico-químico único. Tal vez alcancemos esa visión en el
cariotipo humano. El cariotipo humano posee instrumentos que multiplican la
potencia de sus receptores… microscopios, telescopios… La pulsión cognoscitiva
es la de la vida –el deseo de saber de la misma vida. Hemos alcanzado un mundo
que trasciende el mundo de los humanos (las peculiaridades y limitaciones de
sus receptores).
Poseemos medios e
instrumentos que nos proporcionan un mundo total, podríamos decir. El completo
espectro electromagnético, por ejemplo. Más allá de nuestro soma específico.
*
Hasta la próxima,
Manu
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