Carta a un
amigo. En respuesta a un comentario al post ‘Genocentrismo I’.
Manu Rodríguez.
Desde Gaiia (05/05/17).
*
*Querido C., el
etnicismo (el identitarismo) arya de los nacionalsocialistas no era ni
etnocéntrico, ni racista, ni supremacista. Fijate, por ejemplo, en los
voluntarios de la SS que provenían de todas las naciones y de todas las razas.
La mayoría de la
población adopta, por pereza mental, los términos y la imagen que la persistente e insidiosa
propaganda del ‘sistema’ difunde desde hace décadas para referirse al nazismo
(etnocéntrico, racista…). Pero también algunos identitarios, por desgracia,
adoptan estos términos como propios del ideario identitario; adoptan la imagen
negativa del identitarismo que difunde el ‘sistema’. Hay que decir, sin
embargo, que el nacionalismo étnico alemán (el primer nacionalismo étnico; el
primer identitarismo) no fue nunca ni etnocéntrico, ni racista, ni
supremacista.
El único pueblo
de la historia explícitamente etnocéntrico, racista, segregacionista,
supremacista, e incluso genocida, que se conoce es el pueblo judío. Consúltense
sus textos sagrados (sus textos programáticos).
Una cosa es
defender las razas y los pueblos y otra cosa es permitir que otra raza u otro
pueblo puedan intervenir o mandar en los asuntos de tu propio pueblo. Y esto es
lo que ocurría en Alemania con los judíos y su activa presencia en todos los
campos de la cultura –política, economía, prensa, literatura, cine… La
presencia judía en la vida cultural del pueblo alemán era abusiva y peligrosa, como
abusiva y peligrosa es la presencia que hoy tienen en la vida cultural,
económica, o política de los USA. Se podría decir que, hoy día, y desde hace
décadas, los judíos (Israel) dirigen el destino de los USA. Ahí tienes el último
gobierno, el de Trump, con su yerno judío…
Ya sabemos que
los judíos que se infiltran en nuestra vida política, económica, o cultural no
velan sino por sus propios intereses, y no buscan sino promocionar a los suyos.
Por lo demás, siempre procuran alterar (hacer otra) la atmósfera cultural de un
pueblo –hacerla favorable a sus intereses. Los efectos devastadores que sobre
la culturas de los pueblos blancos ha tenido, y tiene, la influencia judía (la
‘intelligentsia’ sionista; los intelectuales ‘orgánicos’ del sionismo) están a
la vista. Véase como se desnaturalizan y desvirtúan nuestras naciones
ancestrales… Atiéndase al origen de las ideologías (religiosas o políticas) que
sustentan, que legitiman, que avalan… tal destrucción.
El Estado nacionalsocialista
apartó a los judíos de la vida política, cultural, y económica del país
impidiendo así que estos pudieran seguir medrando a costa de los nacionales. El
identitarismo, políticamente hablando, impide que cualquier extraño, venido de
donde fuera, pueda influir en el curso de la vida de los nacionales. Esto es
todo. Un pueblo-Estado-nación étnica y culturalmente homogéneo es el proyecto. Aristóteles
no encontró una ‘política’ mejor.
La exclusión de
los extranjeros de los ámbitos de la cultura y del poder era lo más
anti-sistema y anti-globalización que se pueda imaginar (pues iba en verdad contra
el incipiente ‘sistema de poder’ (la nueva oligarquía) trans-nacional que se
estaba instaurando en el mundo). Y por esto los ‘aliados’ le hicieron la guerra
y destruyeron aquel proyecto de nación identitaria, y por esto mismo lo siguen
atacando hoy en nuestros medios de comunicación, en nuestra literatura, en
nuestra filosofía, en nuestro cine… en nuestra cultura de masas toda. Porque el
identitarismo es el mayor peligro y la mayor amenaza para el globalismo (el
imperialismo), sea el capitalista, el comunista, el cristiano, o el islamista.
El identitarismo se opone a cualquier ‘universalismo’. La derrota del nazismo
supuso a la larga la derrota de los pueblos del planeta. El identitarismo nazi
era el modelo, la muestra, la vanguardia… la esperanza de futuro de los
pueblos. No olvidemos la prosperidad alcanzada por el Estado nacionalsocialista (comparándolo con los Estados capitalistas
y comunistas de la época) durante el sexenio de paz (del 33 al 39). Claramente,
no se podían tolerar aquellos éxitos –que arruinaban el prestigio y los mismos
fundamentos ideológicos de unos y de otros.
Esta es la enseñanza
del identitarismo nazi al respecto: “que cada pueblo tome las riendas de su
propio destino” –si quiere seguir siendo (añadiría Heidegger).
Hoy, se diga lo
que se diga, los pueblos han perdido soberanía, autonomía, independencia,
libertad… El poder está hoy en los órganos internacionales del ‘sistema’ (ONU,
OTAN, FMI…). ¿Quién manda en estas instituciones?
El ‘sistema de
poder’ actual es el más interesado en el desarraigo cultural y étnico de los
pueblos, y en la proletarización de las masas resultantes. La destrucción de
los pueblos que estamos padeciendo –tenemos centenares de pueblos en vías de
extinción, lo que supone pérdidas de lenguas y culturas, pero también de información
genética (esencial) acerca de la evolución de los subtipos de la especie humana–
tiene todas las trazas de estar planificada. Efectivamente, los pueblos o
naciones étnica y culturalmente diferenciados (las ‘diferencias’) son un
estorbo para los ‘globalizadores’ (homogeneizadores) de todas las épocas y de todas
las latitudes.
Los que niegan,
en la teoría y en la práctica, la existencia de razas (de subtipos del
cariotipo específico humano) son los únicos genocidas en este planeta.
El ecologismo o
el biocentrismo deberían ocuparse más de los pueblos, porque estos son también
ramas del árbol de la vida. El desastre etnológico (la pérdida de pueblos y
culturas) de los tiempos presentes no tiene precedentes en nuestra historia. Es
un signo más del ‘progreso’ aniquilador de la oligarquía dominante –su actitud
anti-vida (en todos los sentidos); su ‘éthos’ violento, mixtificador,
codicioso... destructivo. No son sólo enemigos de los pueblos, son también
enemigos de la vida. O quizás sean lo uno por ser lo otro. El ‘sistema de
poder’ actual es el más poderoso y el más destructivo de los ‘sistemas de
poder’ que este planeta viviente haya padecido jamás.
Como habrás
observado ahora escribo desde el genocentrismo (desde Gaiia), desde la
sustancia viviente única. La lucha es más amplia de lo que a primera vista
pudiera parecer. Hay fuerzas pro-vida, y hay fuerzas anti-vida entre nosotros,
los miembros del cariotipo humano. Ésta es la verdadera batalla que se libra.
Se trata de estar del lado de las fuerzas pro-vida (sean éstas identitarias o
no). Porque hay algo que es más grande que los individuos, los grupos, los
pueblos, o incluso las especies, y es la misma vida. Y esto es lo que peligra
hoy. El enemigo de los pueblos lo es por ser, antes que nada, el enemigo de la
vida. Es preciso formar un frente amplio con las fuerzas pro-vida, sin
exclusiones –ni étnicas ni culturales. Contra los destructores, los
explotadores, los aniquiladores… contra las fuerzas anti-vida.
Hoy es la vida
contra la muerte.
*
Saludos,
Manu
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