Genocentrismo VII.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (16/05/17).
*
*Empatía. Sentir el mundo
como lo hace el otro (el otro individuo humano, el otro ser vivo…). Ponerse en
el lugar del otro.
La simulación del sistema
perceptivo de algunos organismos (el ojo de la mosca, por ejemplo). Los colores
(las frecuencias) que perciben otros seres vivos –su espacio del espectro
electromagnético.
La simulación del mundo
entorno percibido por cualquier especie. Foto-receptores, quimio-receptores,
mecano-receptores… Formas, colores, sonidos, vibraciones, palpaciones, sabores…
La vida que se apercibe de sí
es siempre una y la misma. En la ameba o en el humano.
El ‘ich’ de la célula (y de
todo ser vivo) se encuentra en su genoma –‘es’ su genoma. Se encuentra en el
protoplasma, ciertamente, pero no en todo éste y repartido –por así decir.
Perspectiva y conciencia de
sí. El lugar desde el cual se mira, se palpa, se va… determina el ‘quién’.
La mirada antropocéntrica
(fenocéntrica o cariocéntrica), y la mirada genocéntrica.
Colocarse en el lugar de la
vida; en el lugar del creador, no de la criatura –del genoma y no del soma (cualquiera que éste
sea).
El centro irradiador. El
‘yo’, el sujeto último en toda volición, en toda percepción y apercepción, y en
toda actividad. La sustancia genética libre o enucleada; la sustancia viviente
única.
El lugar de la vida; la
perspectiva de la vida. Conciencia de sí no como ‘hombre’, sino como vida.
El paso de la periferia al
centro. El centro es el origen (ur-eigen), es el uno primordial (ur-ein). El
lugar del ‘uno’; el lugar de la vida.
La conciencia
transespecífica. Más acá de la forma específica (el cariotipo, la especie), más
acá del soma. La conciencia génica. La conciencia del ser mismo de la vida.
Nosotros somos la vida.
Simplemente.
Decir vida es decir
percepción y apercepción, es decir pensamiento y memoria, es decir voluntad…
Todo aquello que decimos de la vida es vida –consustancial a la misma vida.
La vida no puede ser sino
inteligente, memoriosa, volente, pujante, semoviente…
¿Por qué no hablar de vida
descendente y de vida ascendente? Las palabras de los hombres no son más que
síntomas de su sistema vital (al decir de Nietzsche).
La vida habla en el hombre
(en la criatura) a pesar del hombre. Vida cansada, agotada… pretérita, senil…
contra vida activa, voluntariosa, creativa… futura. El nihilismo que Nietzsche
detectó. El agotamiento, la decadencia de la vida en el hombre. Vida cansada de
sí misma.
Me niego a pensar en la vida
cansada de sí misma. Es la voz de los últimos hombres, de aquellos que aún no
ha encontrado el lugar del ser. Muertas o derribadas las ilusiones
antropocéntricas del pasado, el ‘hombre’ no encuentra lugar que le satisfaga.
Pero el hombre es algo que tiene que ser vencido, superado, adelantado, dejado
atrás.
La crisis de identidad
antropocéntrica (esa pertinaz ilusión). Viento, fuerza sin norte. Porque el
hombre no mira al centro, al origen. El hombre (la criatura) sigue
prendido/prendado en su imagen. Se sigue teniendo como el vértice de la
evolución. Y ahora se complace con la decadente, mórbida, pálida imagen de su
fin; se complace en la muerte.
La impostura de la criatura.
La soberbia, la arrogancia. La ignorancia, la estupidez. La usurpación del
lugar santo, del lugar del ingeniero, del creador.
La descentrada perspectiva
humana (su particular ilusión). Creerse el centro.
La vida desalojada, apartada,
descuidada… usurpada.
La voz del hombre se opone a
la voz de la vida. El egotismo del hombre, de la criatura. Egotismo devastador,
destructor, aniquilador… Absurdo, loco,
delirante…
Como vida, nada proveniente
de la vida nos debe resultar ajeno. La línea ascendente, la línea descendente.
La línea de la fuerza, la línea de la debilidad… La luminosa y la oscura…
La presa y el depredador. No
puede ser lo uno sin lo otro. Es la armonía inaparente. Es una ‘biodicea’, si
se me permite el neologismo.
La construcción/creación del
mundo (interno). ¿Quién interacciona con el medio; quién se hace una idea de
éste? ¿Quién interpreta?
La mentira, la simulación, el
engaño… La capacidad de simular otra ‘realidad’, otro ‘mundo’, debería hacernos
reflexionar. Porque el engaño se hace para el otro –se le hace creer al otro que se está muerto, por
ejemplo. Podemos decir que tanto para la ‘conciencia’ del engañador como para
la ‘conciencia’ de la víctima, ambos están en el mismo ‘mundo’. Los respectivos
‘mundos’ no pueden ser tan inconmensurables o incomparables.
La simulación en la caza. Las
fintas en las carreras entre depredador y presa (el engaño mutuo). Las
estrategias de engaño (el hincharse o el desplegar el plumaje simulando ser más
grande de lo que se es…). La ‘mimesis’.
Me atrevo a decir que nadie
está más cerca de la verdad que el mentiroso.
La verdad y la mentira son
consustanciales a la vida. La fuerza bruta, la violencia… la ternura, la
piedad… La indiferencia y la solicitud, e incluso el sacrificio (las madres se
sacrifican para salvar a las crías). La defensa y el ataque…
Todo es función de la
supervivencia (aunque la madre perezca, los genes se salvan si se salvan las
crías). En la vida, la sustancia genética tiene la primacía (manda).
Todo aquello que observamos
en las criaturas podemos atribuírselos al creador.
Tal vez esté aquí la fuente
de nuestra libertad –de la libertad de la misma vida. Nuestro comportamiento es
el de la vida. La elección (el camino).
En nuestra mano está el ser
veraces o falaces. Todo depende de las circunstancias. Si la vida corre
peligro, por ejemplo. O en vistas de alguna ganancia (de alimento, de
prestigio, de poder…).
Un mundo en el que se puede
hablar de apariencias… Todo ser vivo es consciente de esto. Si sufre engaño o
no. Si es verdad aquello que percibe…
Esta dualidad entre
apariencia y realidad, vivida por todos los seres vivos (por la vida), es digna
de ser pensada.
Discernir, saber/poder
discernir entre la apariencia y la realidad; entre la verdad y la mentira. Esto
da por supuesto que hay una ‘verdad’ –un mundo verdadero.
No ser engañado. Que no nos
engañen las apariencias, o las mentiras del otro.
La inteligencia para
discernir, para no caer en la trampa (en la simulación, en el engaño) que nos
tiende el otro (o aquello que se nos aparece).
El amigo y el enemigo. La
competición, la concurrencia.
La voluntad de verdad tiene
que ver con la misma vida. Es esencial para la supervivencia, para el dominio
del medio. Saber con certeza por donde vamos, si eso es lo que parece ‘ser’ (lo
que a primera vista ‘me’ parece que es)… o cuáles son las verdaderas intenciones
del otro.
Un mundo en el que puedo ser
engañado, en el que puedo también equivocarme en la apreciación (ponderación)
de lo que me rodea.
Este es un tema fecundo y que
nos pone sobre la pista de algo que no acertamos aún a decir (a nombrar).
Nos movemos en un mundo de
apariencias y realidades –en el que ‘yo’, la misma vida, participo. Nosotros,
la vida, contribuimos al engaño, a la ilusión.
Esa criatura quiere que yo,
que aparezco en su horizonte, crea que está muerto, o que es venenoso, o que es
grande y peligroso…
La vida es consciente de esto
desde su origen. La simulación en los ataques de virus a las células. La vida
siempre cuenta con esto en su deambular –que puede ser engañada, y que el
engaño puede tener consecuencias fatales para el propio ser. Es vital este
discernimiento, esta intelección, esta interpretación no errónea del medio
entorno.
Una aprehensión no errónea,
no engañosa, cierta, certera… Para esto se requiere inteligencia, experiencia,
memoria… mundo interno, apercepción.
No querer ser engañado.
Voluntad de verdad. El dominio del medio es esencial para la continuidad de la
misma vida.
El mundo interno que se
construye cada especie o grupo es verdad en el más alto sentido.
Moverse entre la apariencia y
la realidad.
El ser que puede mentir; que
puede ser engañado.
Todo esto nos pone sobre la
pista de la verdad, y de la voluntad de verdad. Hay un mundo verdadero, después
de todo. Es un mundo en el que nosotros podemos saber si se nos miente, o si
estamos equivocados. El referente último, por consiguiente, es el (un) mundo
‘verdadero’.
Como se ve la vida juega con
todo esto. Se mueve en un mundo real, cierto. Porque el engaño y el error
forman parte de este mundo verdadero.
La atracción, la seducción
fatal. Las trampas mortales (las que las plantas carnívoras usan para atrapar
insectos).
La mentira y el error traen
de suyo la verdad y el acierto (la certidumbre).
Entre la mentira y la verdad,
entre lo verdadero y lo falso, entre la apariencia y la realidad…
La vida introduce en este
mundo la simulación y el engaño. El medio abiótico no engaña, puede
confundirnos (podemos engañarnos con respecto a él), pero no miente. Sólo la
vida puede mentir.
La vida también introduce en
este mundo la voluntad de verdad.
La incertidumbre de la criatura
es la incertidumbre del creador. No hay otra incertidumbre que la del creador
(la del ingeniero, la de la sustancia genética).
Bien, nada de esto sería
posible sin la previa señalización, semiotización o simbolización del mundo
entorno, de un mundo entorno interpretado.
*La sustancia genética se
aísla del mundo entorno, protege su delicado y frágil ser. Desde las fundas o
cápsides víricas hasta los dispositivos somáticos peri o extra nucleares.
El contacto que se tiene con
el mundo entorno es un contacto diferido.
Lo que la sustancia genética
posee del mundo entorno es una idea, una representación –en virtud de sus
receptores de membrana y de las transducciones que le llegan. Y esto sucede en
todos los niveles de organización (en todos los organismos o seres vivos).
El mundo entorno es un medio
a aprehender, a asimilar… a ‘dominar’.
El término ‘dominio’ tiene el
sentido de ‘maestría`, como cuando decimos que fulano tiene un gran dominio en
tal o cual materia (de actividad o de conocimiento) o instrumento musical.
Dominio, pues, como maestría y como suma familiaridad con el medio biótico y
abiótico. Intimidad, familiaridad.
La ‘bondad’ de la
representación es esencial para la continuidad de la misma vida. Cuanto mejor
sea la representación que del mundo entorno se tenga tanto mejor para la vida.
La excelencia, la optimidad en la representación.
Representación y mundo
interno –subjetividad.
Mundo entorno interiorizado
–previa transducción.
El soma (el fenotipo) del
cariotipo específico humano. Su aptitud. Su complejidad.
Entendernos como vida, como
sujeto último. Nosotros somos la vida. Experimentarnos, vivir… pensar, querer,
sentir…
El misterio de nuestra
existencia en el mundo –la existencia de la vida. El ser viviente.
Hasta ahora (aún ahora) habla
el hombre, la criatura. Sus palabras no nos sirven. A partir de ahora queremos
saber lo que dice la vida.
La vida debe tomar la palabra
en el hombre –el creador en la criatura. El hombre debe callar… debe
desaparecer.
El hombre ha usurpado la obra
de la vida. Es la vida la que estaba detrás de sus creaciones; de su arte y de
su pensamiento.
Podemos decir que la vida
siempre ha hablado en nosotros.
La pregunta por el ser, en
sentido heideggeriano, no la hace el hombre, sino la misma vida.
Todo lo que sucede en la
naturaleza viviente, todas sus manifestaciones… es obra de la vida. Es la vida
la que se expresa en cada una de las formas vivas. En el mundo microbiano, en
insectos, en aves, en peces… en árboles y plantas de todo tipo…
Es la vida la que canta,
muge, brama… Son los sonidos, olores, y colores de la vida.
El ser viviente que subyace
como sujeto único en todo organismo.
Este cielo, este aire, esta
luz… La tierra, el suelo, el agua… La presión, la gravedad, la temperatura…
Todo aquello que contribuye a nuestro ser. Nuestro ser con el agua y la luz… La cuna, el hogar, la casa…
la morada.
Nos fascina este entorno
abiótico. El espíritu de maravilla no puede venir sino de la misma vida.
Los mundos biótico y abiótico
co-evolucionan a una. Mutuamente se afectan. La temperatura o la atmosfera no
son entes invariables y eternos. La vida interviene, contribuye… transforma,
habilita el medio abiótico. Y a la inversa, los cambios ambientales
sobrevenidos afectan a las formas vivientes.
La naturaleza del suelo, del
agua, del aire… tiene que ver también con la actividad de la vida en este
planeta.
El aspecto, la faz de este
planeta es obra de lo viviente y de lo no viviente. La interacción, la
co-implicación… La obra común.
Respeto, veneración. Cuidado,
protección. La vida necesita cuidar, proteger su hogar. Protegerlo de sí misma,
en primer lugar.
Sólo en la especie humana la
vida aparece como consciente de sí misma y de las consecuencias de sus actos.
Esta afirmación puede parecer precipitada o gratuita, pero en mi opinión no lo
es. Basta observar el comportamiento predador, explotador, devorador… de todas
las formas vivas, completamente indiferentes a las consecuencias del
crecimiento demográfico, o a la posibilidad de aniquilación de sus fuentes de
alimentación (esto sucede con los herbívoros y con los carnívoros).
Los desastres ecológicos o
ambientales no son obra exclusiva de los humanos. Las innumerables formas vivas
no cuidan ni mucho ni poco de su medio entorno.
Sin embargo hay que decir que
las perturbaciones que las formas vivas ocasionan en el medio entorno no tienen
ni de lejos el alcance o las consecuencias del modo de vivir de los humanos
(sus métodos de explotación del medio entorno).
Dicho esto, repetimos que
únicamente en el cariotipo humano se ha dado tal conciencia. Es la vida, pues,
la que introduce, por medio de su criatura humana, la moral y la conciencia
ecológica en el mundo. Es la vida, en último término, la que habla aquí y dice
su palabra.
La conciencia génica o
genómica, la conciencia de ser sustancia genética, esto es, la misma vida,
supone un salto evolutivo sin precedentes en la historia de la vida en este
planeta –en toda nuestra historia. Éste es el momento que vivimos.
Empezamos de nuevo. Todo por
hacer. Una nueva cultura a la altura del saber nuevo. Ahora nos sabemos. Ahora
somos conscientes de nuestro ser. Ahora sabemos quiénes somos. Nosotros somos
la vida.
Ser es vivir, es pensar, es
querer… No hemos de buscar más el ser nuestro. Ahora es el ser nuestro el que
se interroga acerca de su ser y del ser de aquello que no es –el entorno
abiótico. El ser de lo ente en su totalidad.
Nosotros somos la materia
inteligente y pensante en el cosmos. Materia viviente, y consciente de sí. Tal
conciencia y tal saber eran nuestro destino. Esta autognosis, esta revelación.
Ahora iniciamos una era infinita. La era de la vida.
*
Hasta la próxima,
Manu
No hay comentarios:
Publicar un comentario