La cuestión identitaria y el
‘sistema’.
Manu Rodríguez. Desde Europa
(10/04/16).
*
*La finalidad primordial de
los partidos ‘revolucionarios’ (internacionalistas, de ‘izquierda’) y del
‘sistema’ es acabar con las naciones étnicamente homogéneas. Han conseguido que
pueblos étnica y culturalmente emparentados estén divididos y enfrentados;
asolados por violentas reivindicaciones, por querellas fratricidas. Obsérvese
la historia de los pueblos europeos en los últimos doscientos años.
En último término, se trata
de desviar a los pueblos de su camino, de destruir a los pueblos ancestrales, a
las naciones étnicas. Los métodos son de los más variados, pero todos incluyen
‘programas’ universales (post-nacionales, como ahora se les denomina).
Ideologías-programas que sólo pueden prosperar en el estéril asfalto de las
ciudades –como decía Goebbels; ideologías propias para las masas urbanas
previamente desarraigadas.
Una de las estrategias de
estas ideologías consiste en dividir a las poblaciones en clases. Se introducen
conceptos como ‘conciencia de clase’ y ‘enemigo de clase’. En esta
conceptualización, las clases sociales adquieren categoría de ‘identidad’,
dotan de identidad a sus miembros. Aquí se suele confundir el ‘status’ o la
clase con la identidad. Pero el status o la clase no confieren identidad. El
status económico o la clase social son eminentemente contingentes,
circunstanciales. Uno puede dejar de ser trabajador y convertirse en
empresario, por ejemplo. No se está sujeto a la clase social de por vida.
Este enfatizar la clase hace
perder de vista la identidad étnica y cultural. Y tiene además funestas
consecuencias. Las poblaciones étnica y culturalmente homogéneas suelen estar
divididas y enfrentadas por cuestiones de status o clase. En la revolución
judeo-bolchevique, de carácter proletario u obrero, se eliminaba a los que se consideraba
como ‘enemigos de clase’ (propietarios (grandes y pequeños), intelectuales,
profesionales liberales…) –fueron millones los caídos en los años del ‘terror
rojo’ (antes de la llegada de Stalin al poder) de la mal llamada Revolución
proletaria u obrera rusa.
La ‘conciencia de clase’ es
la falsa conciencia. Una trampa urdida por los enemigos de los pueblos (de
nuestro ser) para desviarnos de nuestro camino. Para ponernos, también, al
servicio de sus intereses, para que colaboremos en nuestra propia destrucción.
Otras trampas nos hablan de la ‘humanidad’, del ‘hombre’, de los derechos
universales, igualmente transétnicos y transculturales.
Las señas de identidad de los
individuos no se la proporciona su clase social. Tampoco las ideologías
políticas (o religiosas) confieren identidad, lo que confiere identidad es la
raza, y la cultura ancestral de los pueblos –uno puede dejar de ser socialista,
o comunista, o sindicalista, o demócrata… o cristiano o musulmán… pero no puede
dejar de ser europeo blanco, o chino, o japonés…
La conciencia social (de
clase), la conciencia política (demócrata, socialista…), la conciencia
religiosa (cristiana, musulmana…)… Caminos de muerte para todo identitarismo.
Estas ‘conciencias’ nos hacen perder de vista nuestra etnia (Volk) y nuestra
cultura (Kultur) –el ser biosimbólico nuestro.
Sangre (genio, raza), suelo (el
territorio fundado por los Padres), cultura (historia común, memoria colectiva
ancestral). Éstas son las coordenadas que nos sitúan, que nos dotan de
identidad. No la clase social a la que eventualmente pertenecemos, o la
ideología transnacional, transcultural o transétnica (religiosa o política) que
–en mala hora– pudiéramos seguir.
Conciencia étnica y cultural,
pues. La indeleble, la que no se puede borrar, ni ocultar, ni extirpar. La
etnia y la cultura son las determinaciones fundamentales de nuestro ser. Volver
a ser conscientes de lo que somos –miembros de un pueblo milenario. Recuperar
la conciencia; despertar; volver en sí, volver a ser. El ser ‘arya’. Nuestro
ser eterno.
*La fragmentación étnica y
cultural en nuestras naciones en esta época global, post-nacional, está siendo
explotada por la izquierda. La izquierda aboga por los derechos de los grupos
étnicos, o religiosos (los musulmanes, por ejemplo), de los emigrantes… Así es.
Estos predicadores de la proletarización de las masas no dudan en dar su apoyo a
los emigrantes y de defender los derechos de los diferentes y numerosos grupos
étnicos extranjeros que inundan nuestros países. Son los nuevos ‘oprimidos’, dicen,
que junto con los ‘grupos subalternos’ autóctonos, forman el nuevo proletariado
apátrida, desarraigado, en este mundo global. Y son una buena fuente de votos.
Las reivindicaciones de los
nativos o indígenas europeos, por contra, no son tenidas en cuenta, aún más,
están mal vistas, censuradas, prohibidas. Aludir a los derechos de la población
autóctona milenaria, a los derechos adquiridos sobre esta tierra nuestra, la
tierra que nuestros pueblos habitan desde hace milenios (el ‘nomos’ de la
tierra), es cosa de ‘nazis’. Y ya sabemos que el nazismo, esto es, el
nacionalismo étnico, es el ‘mal’ absoluto (así lo quiere el ‘sistema’). Los
indígenas europeos, los pueblos blancos, tenemos que ceder ante el ‘otro’,
tenemos que negarnos a nosotros mismos. Henos aquí, pues, convertidos en mudos e
impotentes testigos de nuestra aniquilación.
Por lo demás, recordemos a
los viejos y a los nuevos izquierdistas y demagogos que el pueblo al que ellos
invocan no es únicamente la masa salarial o trabajadora (o los de ‘abajo’, o
los ‘grupos subalternos’), sino el conjunto de la población –población hasta
ayer mismo, en nuestras naciones europeas, étnica y culturalmente homogénea.
*Entiéndase esto. Con los
identitarios, con los nacionalistas étnicos, no se trata tanto de una falta, o de una carencia constitutiva del
‘sujeto’ (por seguir la palabrería sobre el ‘sujeto universal’ de psicoanalistas
o post-estructuralistas –Lacan, Derrida, Laclau, o Zizek–), como de una privación, de
una desposesión, de una alienación. Aún más, en los momentos actuales se nos
prohíbe la palabra propia; se nos prohíbe ser lo que somos; se nos prohíbe la
pureza y la plenitud. Podemos hablar de frustración, de represión… La falta o
la carencia constitutiva no son innatas
a un sujeto abstracto universal (una suerte de nuevo ‘pecado original’
que afecta a todos los seres humanos), se trata en todo momento y lugar de
experiencias concretas sufridas por sujetos históricos concretos (pueblos, en
este caso) a lo largo de su historia.
Recordemos que la desposesión
de los aryas europeos tiene un primer momento
con la cristianización de nuestros pueblos, y un segundo momento con la
dinámica de la globalización demo-liberal contemporánea (desde la Revolución
francesa).
La ‘guerra’ contra los
movimientos étnicos o identitarios en Europa
alcanzó su más trágica expresión durante la IIGM con la derrota de la
Alemania nazi y los posteriores juicios de Núremberg. La propaganda contra el
nacionalismo, que nos viene tanto del ‘capitalismo global’ como del
‘internacionalismo proletario’ (de los aliados contra el eje nacionalista e
identitario), opera hoy con la misma violencia represiva que entonces. Nada ha cambiado.
La globalización actual ha
logrado destruir la noción tradicional de ‘pueblo’ (‘volk’) que nos legaron
etnólogos y antropólogos. Ahora no tenemos ‘comunidades étnicas’, sino masas, multitudes desarraigadas (que es
lo que se pretendía). Las ‘identidades’ que se les deja a estas masas son las
sociales, o las políticas. Ideologías no étnicas, no culturales, no nacionales;
ideologías, pues, globales, internacionales. Así pues, los movimientos de
oposición al ‘sistema’, tienen, igualmente, carácter global. Es ‘hegemonía’
global, contra ‘hegemonía’ global; poder contra poder. Como se ve, se prosigue
el modelo polarizado capitalista/anti-capitalista de finales del XIX y del siglo
pasado. El discurso étnico vuelve a tener los mismos ‘enemigos’ que cuando el
nacimiento del nacional-socialismo. Es el mismo panorama.
¿Por qué el capitalismo
global y el internacionalismo proletario (los supuestos enemigos
irreconciliables) se unieron para combatir el nacionalsocialismo? Se le hacia
la guerra a un movimiento étnico (político, social, económico, cultural…) que
ponía en entredicho las ‘verdades’ y las ‘razones’ tanto de uno como de otro.
Aquel movimiento anti-globalización era
el enemigo común, era un obstáculo para la ambición de dominio de ambos; tenía
que ser destruido.
Los ‘pueblos’ tradicionales y
homogéneos son un obstáculo para todas las ideologías universalistas o
internacionalistas (transétnicas, transculturales), sean de carácter religioso,
económico, o político: el judeo-mesianismo, el islamismo, el budismo, el
hinduismo, la democracia universal, el internacionalismo proletario (el
judeo-bolchevismo, otro mesianismo judío)…
La izquierda actual tendrá
que explicar por qué aboga por los derechos de los pueblos indígenas en
Latinoamérica (Bolivia, Ecuador, Perú, México…) y los niega o los combate en Europa
(a los indígenas europeos). A mí no me cabe duda que de lo que se trata es de
apoderarse de estos movimientos indigenistas (étnicos) para transformarlos en
meros movimientos sociales –de clase. En resumidas cuentas, pretenden
proletarizarlos haciéndoles perder de vista su identidad ancestral, alejándolos
más y más de su ‘ser’ –que no luchen como ‘pueblo’ (aimaras o quechuas), sino
como clase social oprimida. Alienarlos una vez más, simplemente.
La historia de las sucesivas
colonizaciones de los pueblos indígenas americanos es digna de reflexión. Comienza
con el imperialismo español (cristiano), que los desposeyó de tierras y culturas, luego fue el imperialismo
de los ideales de la Rev. francesa, que condujo a la independencia de las
colonias y puso el poder en manos de las oligarquías criollas, posteriormente
vinieron los USA y su liberalismo democrático, después la globalización (el
capital transnacional), y finalmente los ‘revolucionarios’ de izquierda
(marxistas-leninistas) de aquí y de allá (apátridas), que vienen, dicen, a
‘tutelar’ sus reivindicaciones (a desvirtuarlas, más bien). Amos por doquier
que compiten por lo mismo, por el poder, por apoderarse de esas poblaciones. Son
pueblos explotados por unos y por otros.
No se les deja en paz; no se les deja ser lo que son. Pueblos desposeídos desde
hace siglos, como los pueblos aryas europeos.
*Hace ya bastante tiempo que la
izquierda le sigue el juego al ‘sistema’ (global, transnacional…). El ‘sistema’
que hoy domina es el ‘bloque histórico hegemónico’, por usar la terminología
gramsciana –tan del gusto de esta nueva izquierda (‘Podemos’ y cía.). Esta
izquierda, junto a los anti-sistema y otros, es solidaria de los intereses de
la clase dominante planetaria (demo-liberal) en su afán por destruir las
nacionalidades étnicas ancestrales, que le suponen un obstáculo para su mundo
ideal (para su ‘Nueva Sión’); para su mundo sin fronteras, sin restricciones,
con libre flujo de mano de obra barata y de capital (ésta es la causa de la
masiva emigración que padecemos). Este ‘sistema’ requiere un mundo
homogeneizado, único. Para ello dispone de los medios de comunicación (de
manipulación, más bien) de masas, desde donde difunde esta ‘nueva civilización’
global multiétnica y multicultural. La izquierda, los anti-sistema, los anti-fascistas
y otros son, simplemente, fuerzas del ‘sistema’.
La consignas que la izquierda
gusta defender son las de esta nueva civilización democrática multiétnica y
multicultural que el ‘bloque hegemónico’ viene difundiendo desde sus medios de
manipulación de masas a través de la televisión, el cine, la prensa, la
literatura, la enseñanza, la universidad, la filosofía, el derecho, la política…
El ‘bloque hegemónico’ actual viene alienándonos culturalmente desde hace
decenios, trabajando afanosamente para imponer su ‘mundo’, el mundo que a ellos
les viene bien. Y los discursos que a esta nueva izquierda le gusta representar
no contradicen en nada los intereses del ‘sistema’. Esta izquierda, no sólo no
le supone un obstáculo o un problema, sino que contribuye a su dominación (a su
‘hegemonía’).
Los ‘nazis’ advirtieron, y
desde muy pronto, el poder que el ‘sistema’ ejercía sobre la población a través
de su prensa, de sus editoriales, de su cine, de su teatro, de su literatura,
de su filosofía… La minoría judía en Alemania estaba imponiendo su discurso y
transformando la vida cotidiana del pueblo alemán. Una vez en el poder los
nacionalistas se tomaron medidas radicales que vinieron a frustrar las
ambiciones de dominio de aquella minoría. El nacionalismo étnico se convirtió
en el ‘bloque hegemónico’ que distribuía la cultura controlando la pedagogía,
la prensa, las editoriales… No hicieron otra cosa que lo que recomendaba
Gramsci, que lo que el mismo Gramsci hubiera hecho si hubiera tenido la
oportunidad.
Hay que decir que para
Gramsci educar a las masas era proletarizar a las masas. La cultura era la
cultura política que necesitaba la clase
obrera para no ser engañados o alienados por los poderes dominantes (la
‘hegemonía’). Gramsci no concebía la cultura como formación (la ‘paideia’, la ‘Bildung’),
así como tampoco pensaba en el pueblo en su conjunto, sino tan sólo en la clase
obrera. Pero esta cultura política, eminentemente marxista, comunista, y judía
(judeo-bolchevique), hubiera terminado alienando al pueblo italiano como hasta
entonces lo había estado haciendo la cultura religiosa judeo-mesiánica (el
cristianismo); el pueblo italiano seguiría estando dominado por una ideología
de origen judío, y seguirían siendo apóstoles judíos (Lenin, Trotsky, Rosa
Luxemburgo…) los maestros de coro (los ‘Padres’) de la nueva ‘era’. Gramsci,
pues, cumplía así la función de ‘tonto
útil’, de ‘gentil’ difusor del novísimo evangelio judío en el pueblo italiano,
como lo fueron Agustín, Lactancio, o Tertuliano con el judeo-mesianismo; cuando
la cristianización de nuestros pueblos.
Para la nueva izquierda populista,
post-marxista, siguiendo a teóricos como Gramsci, Rancière, Laclau, Mouffe,
Negri, Zizek y otros, el pueblo no tiene nada que ver con la comunidad étnica y
cultural, como sería de esperar, sino con una masa informe, con una ‘multitud’…
con, en palabras de Laclau, “una plebe (plebs)
que reclama ser el único pueblo (populus)
legítimo”. Esta usurpación, esta impostura, pudiera parecernos una novedad,
pero no lo es. Son los ‘sans culottes’, de nuevo, y el ‘tercer estado’; el
proletariado apátrida de Marx, y su dictadura… Los nuevos significantes, que se
quieren vacíos (de nuevo Laclau), no acaban de ocultarnos su ‘historia’, su
origen… y su finalidad.
La nueva izquierda, los
nuevos jacobinos, los nuevos bolcheviques, dicen ser hoy la voz de los de
‘abajo’, de los ‘sin poder’, pero, como siempre, se limitan a recoger las migajas, a explotar
los desechos del ‘sistema’. Es lo que
reciben como premio a sus servicios. Por lo demás, necesitan de esos desechos
como los cristianos necesitan ‘pobres’. Para ambos, la existencia de estos desechos,
de estos pobres, es la garantía de su ‘necesidad’ (somos necesarios, dicen; si
no fuera por ‘nosotros’…).
La izquierda sigue escrupulosamente
las consignas del ‘sistema’. Aún más, siempre le parece que nuestras sociedades
no son lo suficientemente democráticas, o que no son lo suficientemente diversas
o ‘globales’ (multiétnicas, multiculturales). Podemos decir que son los
radicales, los fundamentalistas del ‘sistema’; defienden como perros los
idearios del ‘sistema’ –que se remontan, como se sabe, a los pensadores
‘ilustrados’ y a la Revolución francesa (recuérdese, de paso, a los
inquisidores, a los ‘dominicos’, a los perros del ‘señor’). Adviértase su
furor, su violencia contra los nacionalistas (los ‘nazis’, los ‘fachas’), a los
que suelen denominar enemigos del ‘pueblo’, o de ‘clase’; contra los únicos, en
verdad, que se enfrentan al ‘sistema’. El ‘terror’ (usado tanto en la Rev.
francesa, como en la Rev. ‘rusa’) es su arma preferida.
El ‘sistema’ cuenta además
con una red de organizaciones internacionales (ONU, OTAN, TJI, FMI…) y un
conjunto de normas, cartas, y declaraciones de aplicabilidad universal que son
verdaderos instrumentos de dominación global y que le permite intervenir, militar
o económicamente (boicot), en cualquier Estado ‘soberano’ que no sea de su
agrado. A estos ‘legales’ dispositivos represivos internacionales (políticos,
económicos, militares, jurídicos…) se les suman ciertas organizaciones no
gubernamentales (‘independientes’) que operan en cualquier lugar del planeta
denunciando la menor desviación de las normas (democracia, derechos humanos…). Son
una suerte de para-policía del ‘sistema’. A estas fuerzas para-policiales les
podemos añadir los grupos izquierdistas y los anti-fascistas ya citados, que
actúan a la manera de fuerzas para-militares del ‘sistema’ intimidando, incluso
agrediendo, usando la violencia contra los grupos nacionalistas o identitarios a
la menor oportunidad (hay, parece, absoluta libertad e impunidad para ello).
*Terminaré estas
observaciones con citas de un artículo que Max Weber publicó en julio del 2013
en IHR (Institute for Historial Review): “Vice President Biden acknowledges
‘immense’ jewish role in american mass media and cultural life”. El artículo se
puede encontrar en ‘google’ (aunque si algún lector me lo solicita puedo
enviarle un ‘pdf’). Tras la introducción de Max Weber (abreviada), siguen
algunas citas de Joe Biden:
In a remarkable but under-reported
address, Vice President Joe Biden recently acknowledged that the “immense” and
“outsized” Jewish role in the US mass media and cultural life has been the
single most important factor in shaping American attitudes over the past
century, and in driving major cultural- political changes.
In the United States, as in every modern
society, those who control the mainstream media, and especially motion pictures
and television, guide and shape how people, and especially the most socially
attuned and culturally fashionable, think about major issues. The mass media,
including popular entertainment, sets the limits on “permissible” discussion of
important issues, and thereby steers the general direction of public policy.
Views and ideas that those who control the media do not approve are vilified as
“offensive,” “hateful,” and “divisive,” and are eliminated from “acceptable”
public consideration, while anyone who dares to express such views is maligned
as bigoted, backward and intolerant.
With special attentiveness to Jewish
concerns and fears, the American media highlights real and supposed dangers to
Israel and Jews around the world. Moreover, Israel's adversaries are routinely
portrayed as America's enemies, thereby encouraging US wars against countries
that Israel regards as dangerous.
Another important consequence of the
Jewish hold on the mass media and cultural life has been – as Vice President
Biden suggested – a broad decades-long promotion of cultural-racial “diversity”
and “pluralism.” Jewish-Zionist leaders regard maximum “tolerance” and
“diversity” in the US and other non-Jewish societies as beneficial to Jewish
community interests.
American motion pictures and television, in
collaboration with influential Jewish-Zionist organizations, have for many
years sought to persuade Americans – especially younger Americans – to welcome
and embrace ever more social, cultural and racial “diversity,” and to regard
themselves simply as individuals. While striving to belittle and break down
ethnic and cultural identity and cohesion among non-Jewish Americans, the US
media promotes a tribalistic nationalism (Zionism) for Jews, and defends Israel
as a proudly Jewish ethnic-religious state.
Without an understanding of the Jewish
role in the American mass media and US cultural life, major social-political
trends over the past century are all but incomprehensible. Vice President
Biden's frank acknowledgement of this “immense” clout is a welcome contribution
to a greater awareness of this important reality of American life.
Lo que sigue son citas del
propio Joe Biden.
“Jewish
heritage has shaped who we are – all of us – as much or more than any other
factor in the last 223 years. And that's a fact."
“Think
- behind of all that, I bet you 85 percent of those [social-political] changes,
whether it's in Hollywood or social media, are a consequence of Jewish leaders
in the industry. The influence is immense…”
“We talk about it in terms of the
incredible accomplishments and contributions… because the values, the values
are so deep and so engrained in American culture, in our Constitution.”
“You can't talk about the recognition of
rights in the Constitution without looking at these incredible jurists (Jews) that
we've had.”
“The Jewish people have contributed
greatly to America. No group has had such an outsized influence per capita… You
can't talk about the civil rights movement in this country without talking
about Jewish... You can't talk about the women's movement… or immigration”…
“It was the social media… That's what changed
peoples' attitudes. That's why I was so certain that the vast majority of
people would embrace, and rapidly embrace same-sex marriage”…
Indudablemente los
nacionalistas alemanes sabían muy bien lo
que hacían cuando pusieron fuera de la circulación a los medios de comunicación
de masa y de ocio judíos y tomaron el control de la información y de la
cultura. Era la única manera de recuperar la salud nacional, la salud
espiritual del pueblo; de que la comunidad étnica (la ‘Volksgemeinschaft’) recuperara
su identidad, su ‘ser’.
En la actualidad, es en EEUU,
Inglaterra, Francia… donde los judíos
poseen los más importantes medios de manipulación de masas (prensa, cine, y
televisión, principalmente) y desde donde exportan series, películas,
documentales… que inundan el planeta entero (sobre todo los países
occidentales). La ‘ideología’ (la ‘superestructura’, si se quiere) que circula
por nuestros países, que alcanza a todos los estratos sociales, y que afecta a todas nuestras instituciones
(enseñanza, derecho, política, economía…) procede fundamentalmente del ‘bloque
hegemónico’ judío o afines. Y esto es un hecho.
(Sobre este asunto pueden
consultarse los trabajos de James Petras: ‘El poder en el poder globalizado’ y
‘El sionismo es el estalinismo del siglo XXI’, entre otros.)
*A propósito de los últimos
atentados musulmanes en Bruselas (y en Pakistán, y en…). Los políticamente
correctos y la izquierda bien-pensante vuelven a ponernos sobre aviso, desde
nuestros medios de manipulación de masas, acerca de los peligros de los
nacionalistas ‘xenófobos’. Una vez más. ¿Por qué estos constantes ataques a los
movimientos nacionalistas e identitarios? El peligro no está en los
nacionalistas europeos, por supuesto, el peligro está en los europeos que
censuran sus demandas, demonizando su figura, y en los millones de musulmanes extranjeros
residentes en Europa –que cuentan ya con una vanguardia armada intimidatoria (muyahidines,
soldados de la yihad) que se dedica a poner bombas en nuestro territorio.
Estamos asistiendo a los principios de su ofensiva armada. Tenemos al enemigo
en casa –esto debería estar claro. El ‘espíritu étnico’ (‘volksgeist’),
identitario, de los nacionalistas europeos, épico y heroico, es lo único que
puede sacar a Europa de la peligrosa situación en la que se encuentra; es la
única salida.
*Pueblo, nación, patria,
Estado… Todo es uno y lo mismo cuando rigen los pueblos étnica y culturalmente
emparentados desde hace milenos. Los pueblos aryas europeos. La nación arya. Ésta
es nuestra meta.
El pensamiento provinciano.
Para aquellos que ‘permanecemos en provincias’ (en palabras de Heidegger).
*Debemos tener lugares en los
que no pueda entrar ningún no-arya. Lugares consagrados –centros
religioso-culturales aryas; recintos acotados de religación propios y
exclusivos.
Nos falta también un
calendario arya con fechas, hechos, y personajes memorables y significativos
que puedan ser reconocidos y compartidos por todos nuestros pueblos.
*
Hasta la próxima,
Manu,
Formidable, como siempre.
ResponderEliminarSon cosas que jamás saldrán de la boca de ningún político cainita de los de ahora.
No hablan ni hablarán de identidad ni de ser, puesto que ellos mismos están ahí puestos para evitar hablar de estos temas, por eso llegan o suben a la palestra los que más y mejor se amoldan al discurso que quiere el stablishment.
Los que se salen de ese discorso no son conocidos o directamente defestrados o perseguidos por esa patulea de policía del sistema, las mismas ONGs, como muy bien indicas.
Es un placer leerte, una vez más.
Saludos.