Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

martes, 27 de octubre de 2020

222) Genogramas XLIV

 

Genogramas XLIV.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (27/10/20).

 

                                                              *****

1.

 La luz y la sombra están

inextricablemente ligadas

en cada cosa que hacemos.

Nos, la vida, la sustancia

viviente única, es falaz,

tosca, cruel… es veraz,

delicada, afectuosa…

Estas dos líneas se entrecruzan,

se solapan en cada acto.


2. 

Nos, la vida, amamos y odiamos.

Si sólo quisiera amar, odiaría el odiar.

Así como temería el temer.

El temor acecha cuando deseamos,

así como el odio cuando amamos.

No podemos elegir, como pretendía

Zarathushtra, el persa.

Zarathushtra odiaba y temía.

Deseaba el mal  para otros,

para los ‘otros’. Así somos.


Estos afectos contrarios e irreductibles,

omnipresentes. A cada paso.

Atracción-repulsión. Sí y no.

Sino.


3.

Con la misma intensidad se ama y se odia.

Con la misma vehemencia se desea y se teme.

La fuerza de nuestro amor, muestra la fuerza

de nuestro odio. Tanto amas, tanto odias.

El amor y el odio tienen un mismo origen.


4.

No todos tienen la misma amplitud

o el mismo registro para amar-odiar,

o para desear-temer. El que ama

intensamente, odia intensamente.

Si odia débilmente, ama débilmente.

No tiene fuerza para odiar, pero

tampoco tiene fuerza para amar.

Cuanto más fuertemente se odia,

tanto más fuertemente se ama. Fuerte

en el amor, pero también en el odio.


5.

El amor y el odio son afectos puros,

inmaculados, no comparables.

No te odio en mi amor, sino te amo

y te odio (llegado el caso).

No: en el fondo (de mi amor) te odio,

o: en el fondo (de mi odio) te amo.

Sino: te amo o te odio,

o te amo y te odio.


El ‘dominio’ sobre estos afectos

se realiza e intenta desde el orden

simbólico. En el nombre de la ley,

de la tradición  –de valores simbólicos.

El orden simbólico vela y guía

nuestra conducta. La luz simbólica.

 

El orden biológico (o natural)

de los afectos y pasiones es primario,

básico, fundamental. El orden simbólico

de los valores es secundario, ‘sobre-natural’.

 

El orden simbólico es creador

de seres simbólicos. El ser simbólico

que somos juzga según el orden

simbólico que nos constituye.

 

El orden biológico se subordina

al orden simbólico. El que subyace,

el sub-jectum, el ser natural,

el genouma, se subordina

al orden simbólico de que se trate.

Deviene una unidad biocultural.

Deviene un ser biosimbólico.


El orden simbólico está subordinado

a la vida, al hombre, si se quiere.

No se debe el hombre al orden simbólico,

sino el orden simbólico al hombre.

 

Un orden simbólico digno, de esto se trata.

Un orden simbólico que se crea,

se pule, se perfecciona, se reformula…

 

El orden simbólico ha de estar

en nuestras manos… no nosotros

(Nos) en manos del orden simbólico.


6.

Fluir en la escritura. La escritura que fluye.

La tinta fluida. El placer de fluir en la escritura.

La alegría de fluir. La destreza. La unidad

mente-laringe-boca; la unidad mente-mano.

Hablar. Escribir. Componer. Pintar-escribir.

Con fluidez. Como un rayo.

Elaborar. Metabolizar. Producir.

Crear síntesis, metabolitos.

Términos y expresiones son llaves,

tarjetas que abren puertas diversas.  


7.

 Escribir con la nueva escritura, con los genogramas.

Escribir, ¿qué; cualquier cosa? Éste es el problema.

¿Qué escribir? Algo digno de esta escritura.

 

En verdad, algo digno de ser escrito

o dicho en cualquier lengua o escritura.

Algo hermoso, digno. Oro, ámbar,

espliego, perfume. Aire, agua, luz. Vida.

 

Las palabras, los temas… están tan gastados.

Se requiere hasta una nueva lengua.

Nuevas claves simbólicas. Novedad absoluta.

 

Es información simbólica, no genética.

El universo simbólico se dice

en genogramas. Las expresiones

son como genes. Las mismas palabras.

La expresión consiste en la emisión

de estos polímeros, de estos metabolitos

de la lengua. Estos circulan por el torrente

de manifestaciones culturales de un pueblo.

 

Se acentúa la responsabilidad.

Algo digno de ser hecho. Emitir

es un acto de responsabilidad.

 

Lo escrito esencial. Tan definitivo

como un testamento. Como un canto

de cisne. Oro, ámbar. Sangre.

Metabolitos esenciales. Nutrientes.

 

Es una actitud ante el decir

y el escribir. Ante el hacer todo.

 

Todo lo más sagrado para uno.

Su esencia, se diría. Vida y obra.

Vida en último término. Vida estricta.

Estricta vida. Biogramas.

 

Temor y reverencia. Prevención. Esmero.

Cuidado. Responsabilidad, deber. Pudor,

honor. Ante el papel; ante el otro.


8.

 Hoy necesitamos textos nuevos.

Necesitamos un espacio donde podamos

crear una cultura universal, nueva.

Necesitamos un saber verdadero,

una sabiduría fundada en la vida,

una sabiduría nueva.

Necesitamos una cultura a la altura

de este nuevo período. Una cultura

que tenga en cuenta el paso

del fenocentrismo al genocentrismo.

No humana, no antropocéntrica.

Una cultura que puedan gozar por igual

los futuros de cualquier rincón del planeta.

Una cultura que deje atrás, muy atrás,

todo antropocentrismo y antropomorfismo.

 

Los nuevos seres biosimbólicos

aún no tenemos literatura, filosofía,

gnómica, música, pintura…

Nada nos representa, nada

en las viejas culturas nos dice.

No podemos encontrarnos

en las viejas culturas, no podemos

identificarnos con nada del pasado.

Prácticamente nada del pasado nos sirve.

Su literatura, su sabiduría… su ‘hombre’…

nada tienen que ver con nosotros.

No podemos identificarnos

con los personajes que pululan

en la literatura  o en el cine de hoy.

No nos dicen. Textos y testimonios

extraviados, atrasados, inútiles.

Anclados en el antropocentrismo

del neolítico. Carentes de futuro.


Necesitamos un arte y un pensamiento

nuevos, absolutamente nuevos.

Una escritura dirigida a la sustancia

genética. De Nos a Nos.

Nuevos modos, nuevo saber.

Nuevos mensajes. Una poesía,

una filosofía, una gnómica, una música…

que satisfagan a las nuevas criaturas.

Desde la vida. Desde la sustancia genética,

desde la sustancia viviente única.

 

Este período genocéntrico afectará

tarde o temprano a todos los grupos

humanos. Este saber no podrá ser

obviado por ningún ser humano.

La nueva era que recién ahora

inauguramos es irreversible

y, tarde lo que tarde en extenderse,

cambiará por completo nuestro devenir,

nuestra historia… lo cambiará todo.

No es una mera concepción o visión de la vida,

o del mundo. Es un saber. Aquí hay certeza.

Tenemos la certeza de lo que somos,

de quiénes somos, acerca de nuestro ser.

 

*****


Saludos,

Manu

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