Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 9 de junio de 2021

237) Geenogramas LIX

 

Genogramas LIX.

  

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/06/21).

 

                                                                  *****

 

1. 

Las predicaciones (religiosas, filosóficas,

o políticas) universalistas y nihilistas

en nuestros días. En el alba de este nuevo

período, en la aurora de una revolución

cultural que nada les debe, que ha sobrevenido

incluso a su pesar, y contra sus deseos

e inclinaciones; contra sus teorías,

sus visiones, sus delirios.

 

El descubrimiento de los ácidos nucléicos,

de la sustancia viviente única. La sustancia

genética es el ser único de todas las formas

vivas en este planeta.  No hay otro ente

viviente en este planeta; no hay otro ‘ser’.

Nosotros mismos somos ese ‘ser’. Hoy somos

más que biologistas. Hoy somos el mismo

centro, el mismo sol –la  fuente de luz.

Se trata de un  paso trascendental. El paso

del fenocentrismo al genocentrismo;

del fenómeno al ‘genoúmeno’.

 

Este saber inaugura un nuevo período,

un nuevo ciclo, que terminará afectando

a toda la humanidad (a todos los grupos

etno-culturales). Generará una nueva

espiritualidad, una nueva religiosidad,

un nuevo mundo. Tal como sucedió

cuando la transición del paleolítico

al neolítico.

 

Este nuevo período –su sabiduría

incipiente, su actitud–, enlaza

maravillosamente con el paleolítico,

con los pueblos naturales,

con los cazadores-recolectores,

con los primitivos, con las llamadas

religiones/culturas naturales. Pueblos

del primer período, podemos decir.

Sus leyendas, sus relatos; sus mundos

lingüístico-culturales, simbólicos.

Su actitud reverente, sagrada, hacia

el resto de las formas vivas, esa

hermandad intuida. El segundo

período es el neolítico, del que no

acabamos de salir.

 

El período neolítico ha sido, y será

en tanto dure, el más antropocéntrico

y antropomórfico de toda nuestra historia.

El más descentrado, el más alejado

de nuestra realidad –de  nuestra verdad.

 

Nunca fue el ‘hombre’ el centro, sino,

en todo momento, la sustancia genética,

la sustancia viviente única, la vida.

La materia pensante y volente, la materia

viviente; el único centro, el único ser.

 

2.

Este mundo ha de valer para el ‘hombre’,

ésta es la meta. Es el colmo del antropocentrismo

y el antropomorfismo; de todo ‘humanismo’.

Un mundo para el ‘hombre’. Y para qué hombre.

El que ha culminado en el pequeño ciudadano

hedonista, perezoso, y pusilánime de finales

del neolítico (en las culturas occidentales

–o tocadas por lo ‘occidental’).

 

3.

Querer nuestras ‘determinaciones’, decía Hegel.

Adorarlas, venerarlas –añado yo. Las biológicas,

las lingüístico-culturales, las históricas…

En estas determinaciones está cifrado

nuestro destino. Son las ‘madres’ del ser.

 

4. 

Lo primero para recuperar la salud

(la integridad, la libertad,

la independencia, la soberanía…

la palabra, el camino)

es la descontaminación

de la alienación ideológica,

cultural, espiritual, que

padecemos desde hace milenios.

Una limpieza que nos devuelva

el sentido, la conciencia, la memoria,

pero también la figura, el ser. Un baño

purificador que nos limpie

de lo impropio, de lo ajeno.

 

La limpieza de la que hablo es una vía

purificadora, un camino espiritual.

Con sus desiertos helados. Con sus ‘noches’.

Y con sus luces, sus iluminaciones.

Finalmente, y en tanto se prosiga

en este camino, viene la mañana,

la claridad, el día. De manera súbita

e inesperada se renace, se viene a la luz.

Se ‘sale’ de la noche y del frío.

De golpe, en un pestañeo.

Por esto lo reconoceréis.

 

El instante fulgurante, deslumbrante,

cegador. El instante del despertar.

El balbuceo, la alegría, la gratitud.

La gracia. Como un don. Como algo

que se recibe; como algo que por nosotros

mismos (deliberada y voluntariamente)

no nos podríamos proporcionar (ni imaginar).

Es el fruto de perseverar en el camino,

a pesar de las noches, de la negrura,

de la opacidad, del frío...; de la falta

de horizonte, de salida, de futuro.

Es una victoria, pues, el instante

misterioso; una victoria que se produce

en las catacumbas del ser.

El ser que se era, vuelve a nacer.

 

Aquellos que triunfan sobre la desolación,

la nada, y la muerte; los resucitados,

los renacidos. Los limpios, los claros.

Los que vienen, los futuros.

 

5.

Los laberintos del neolítico

Y sus minotauros.

 

6.

Hay algo místico, sublime,

grandioso… en los tiempos

nuevos por venir. Hay algo

arrebatador. Hay algo fuerte

y tremendo también. Hay algo

estremecedor. Éste es el cáliz

que te ofrezco; éste es nuestro

‘santo grial’. Bébelo;

apura la copa.

 

7. 

Nuestra voluntad de ser y de futuro.

Éste es el suelo, el lugar apropiado,

la buena tierra donde arraigar;

donde cumplir el nuevo arraigo;

donde brotar y florecer de nuevo.

 

8.

Una y la misma cosa

son la verdad, el ser,

la herencia, el hogar,

la libertad.

 

9.

Son pocos los que se salvan,

los que escapan de la masiva

alienación; de las perversas

tradiciones del neolítico.

Estos pocos salvos y despiertos

son los puros (los purificados),

los renacidos; las promesas de futuro.

 

10. 

Un futuro que no cesa

de anunciarse, de venir,

de estar presente. Un futuro

que nos está guardado,

que nos pertenece; un futuro

que hemos de cumplir;

un futuro nuestro.

 

11. 

El nuevo estadio,

el nuevo lugar,

el nuevo mundo.

El nuevo inicio.

 

El inicio nos precede.

El inicio está dado.

Nos encontramos

en el vórtice del inicio.

Ahora se trata de estar

a la altura del inicio.

 

12. 

Nueva poesía, nueva música,

nuevo arte, nueva paideia,

nueva cultura, nuevo amor…

para este eterno y recién nacido

ser nuestro. El ser sin nombre

ni apellido, el más puro ser,

el ser nuestro. Este viejo/nuevo

ser carece de poetas, de filósofos,

de creadores. Tampoco ha tenido

profetas, nadie le anunciaba.

Es el acontecimiento

de los acontecimientos.

 

A este nuevo ser todo lo que

escucha o ve le resulta rancio,

antiguo, neolítico; demasiado

superficial, demasiado humano.

Ahora el centro es la vida.

Ahora debe hablar la vida.

No la criatura, sino el creador.

 

*****


Saludos, 

Manu

No hay comentarios:

Publicar un comentario