Genogramas
LIX.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (09/06/21).
*****
1.
Las
predicaciones (religiosas, filosóficas,
o
políticas) universalistas y nihilistas
en
nuestros días. En el alba de este nuevo
período,
en la aurora de una revolución
cultural
que nada les debe, que ha sobrevenido
incluso
a su pesar, y contra sus deseos
e
inclinaciones; contra sus teorías,
sus
visiones, sus delirios.
El
descubrimiento de los ácidos nucléicos,
de
la sustancia viviente única. La sustancia
genética
es el ser único de todas las formas
vivas
en este planeta. No hay otro ente
viviente
en este planeta; no hay otro ‘ser’.
Nosotros
mismos somos ese ‘ser’. Hoy somos
más
que biologistas. Hoy somos el mismo
centro,
el mismo sol –la fuente de luz.
Se
trata de un paso trascendental. El paso
del
fenocentrismo al genocentrismo;
del
fenómeno al ‘genoúmeno’.
Este
saber inaugura un nuevo período,
un
nuevo ciclo, que terminará afectando
a
toda la humanidad (a todos los grupos
etno-culturales).
Generará una nueva
espiritualidad,
una nueva religiosidad,
un
nuevo mundo. Tal como sucedió
cuando
la transición del paleolítico
al
neolítico.
Este
nuevo período –su sabiduría
incipiente,
su actitud–, enlaza
maravillosamente
con el paleolítico,
con
los pueblos naturales,
con
los cazadores-recolectores,
con
los primitivos, con las llamadas
religiones/culturas
naturales. Pueblos
del
primer período, podemos decir.
Sus
leyendas, sus relatos; sus mundos
lingüístico-culturales,
simbólicos.
Su
actitud reverente, sagrada, hacia
el
resto de las formas vivas, esa
hermandad
intuida. El segundo
período
es el neolítico, del que no
acabamos
de salir.
El
período neolítico ha sido, y será
en
tanto dure, el más antropocéntrico
y
antropomórfico de toda nuestra historia.
El
más descentrado, el más alejado
de
nuestra realidad –de nuestra verdad.
Nunca
fue el ‘hombre’ el centro, sino,
en
todo momento, la sustancia genética,
la
sustancia viviente única, la vida.
La
materia pensante y volente, la materia
viviente;
el único centro, el único ser.
2.
Este mundo ha de valer para el ‘hombre’,
ésta es la meta. Es el colmo del antropocentrismo
y el antropomorfismo; de todo ‘humanismo’.
Un mundo para el ‘hombre’. Y para qué hombre.
El que ha culminado en el pequeño ciudadano
hedonista, perezoso, y pusilánime de finales
del neolítico (en las culturas occidentales
–o tocadas por lo ‘occidental’).
3.
Querer
nuestras ‘determinaciones’, decía Hegel.
Adorarlas,
venerarlas –añado yo. Las biológicas,
las
lingüístico-culturales, las históricas…
En
estas determinaciones está cifrado
nuestro
destino. Son las ‘madres’ del ser.
4.
Lo
primero para recuperar la salud
(la
integridad, la libertad,
la
independencia, la soberanía…
la
palabra, el camino)
es
la descontaminación
de
la alienación ideológica,
cultural,
espiritual, que
padecemos
desde hace milenios.
Una
limpieza que nos devuelva
el
sentido, la conciencia, la memoria,
pero
también la figura, el ser. Un baño
purificador
que nos limpie
de
lo impropio, de lo ajeno.
La
limpieza de la que hablo es una vía
purificadora,
un camino espiritual.
Con
sus desiertos helados. Con sus ‘noches’.
Y
con sus luces, sus iluminaciones.
Finalmente,
y en tanto se prosiga
en
este camino, viene la mañana,
la
claridad, el día. De manera súbita
e
inesperada se renace, se viene a la luz.
Se
‘sale’ de la noche y del frío.
De
golpe, en un pestañeo.
Por
esto lo reconoceréis.
El instante fulgurante, deslumbrante,
cegador. El instante del despertar.
El balbuceo, la alegría, la gratitud.
La gracia. Como un don. Como algo
que se recibe; como algo que por nosotros
mismos (deliberada y voluntariamente)
no nos podríamos proporcionar (ni imaginar).
Es el fruto de perseverar en el camino,
a pesar de las noches, de la negrura,
de la opacidad, del frío...; de la falta
de horizonte, de salida, de futuro.
Es una victoria, pues, el instante
misterioso; una victoria que se produce
en las catacumbas del ser.
El ser que se era, vuelve a nacer.
Aquellos
que triunfan sobre la desolación,
la
nada, y la muerte; los resucitados,
los
renacidos. Los limpios, los claros.
Los
que vienen, los futuros.
5.
Los laberintos del
neolítico
Y sus minotauros.
6.
Hay algo místico, sublime,
grandioso… en los tiempos
nuevos por venir. Hay algo
arrebatador. Hay algo fuerte
y tremendo también. Hay algo
estremecedor. Éste es el cáliz
que te ofrezco; éste es nuestro
‘santo grial’. Bébelo;
apura la copa.
7.
Nuestra voluntad de ser y de futuro.
Éste es el suelo, el lugar apropiado,
la buena tierra donde arraigar;
donde cumplir el nuevo arraigo;
donde brotar y florecer de nuevo.
8.
Una y la misma cosa
son la verdad, el ser,
la herencia, el hogar,
la libertad.
9.
Son pocos los que se salvan,
los que escapan de la masiva
alienación; de las perversas
tradiciones del neolítico.
Estos pocos salvos y despiertos
son los puros (los purificados),
los renacidos; las promesas de futuro.
10.
Un futuro que no cesa
de anunciarse, de venir,
de estar presente. Un futuro
que nos está guardado,
que nos pertenece; un futuro
que hemos de cumplir;
un futuro nuestro.
11.
El nuevo estadio,
el nuevo lugar,
el nuevo mundo.
El nuevo inicio.
El inicio nos precede.
El inicio está dado.
Nos encontramos
en el vórtice del inicio.
Ahora se trata de estar
a la altura del inicio.
12.
Nueva poesía, nueva música,
nuevo arte, nueva paideia,
nueva cultura, nuevo amor…
para este eterno y recién nacido
ser nuestro. El ser sin nombre
ni apellido, el más puro ser,
el ser nuestro. Este viejo/nuevo
ser carece de poetas, de filósofos,
de creadores. Tampoco ha tenido
profetas, nadie le anunciaba.
Es el acontecimiento
de los acontecimientos.
A este nuevo ser todo lo que
escucha o ve le resulta rancio,
antiguo, neolítico; demasiado
superficial, demasiado humano.
Ahora el centro es la vida.
Ahora debe hablar la vida.
No la criatura, sino el creador.
*****
Saludos,
Manu
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