Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

domingo, 10 de abril de 2022

257) Genogramas LXXIX

Genogramas LXXIX.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (10/04/22).

 

                                                                  *****

 

1. 

Xenus/Nexus es la vida

en el cariotipo humano

–la vida consciente de sí.

Recuperada la conciencia,

la memoria, el ser…

Reavivada, renacida.

 

Creador, artífice, demiurgo,

señor de las criaturas…

La materia viviente.

La sustancia viviente única.

Nos. Genousse  y Genoussin.

 

La vida que cuida de sí;

que se protege,

que se prodiga,

que se ama.

 

2. 

El ‘éthos’ biocéntrico, genocéntrico.

Es la vida la que ha de gestionar

este planeta viviente, y gestionarlo

en su provecho. Pensando en sí,

en lo que es bueno o malo

para la vida (para sí).

 

3.

Los renacidos a la vida apenas

si contamos con algo que llevarnos

a la boca. Algo que satisfaga nuestro

gusto nuevo. Una vez probado el nuevo

‘sabor’, poco, muy poco del pasado

humano nos satisface en lo tocante

a palabras, a cultura… Artistas

del hambre consumados parecemos.


Los renacidos crearán culturas

nuevas, nuevas palabras y nuevas

obras dignas de la vida.

Es todo un reto para los futuros.

 

4.

Un inesperado saber, una autognosis

que no fue anunciada, predicha

o profetizada. Los colectivos

humanos aún no han asimilado

este conocimiento cierto; esta

llegada al núcleo de los seres

vivos, a lo viviente mismo.

La llegada a lo Uno, al ser

viviente único que somos.

 

El nuevo saber esclarece

nuestra posición, y nos abre

un camino nuevo, ignoto,

inesperado, luminoso, fecundo…

 

La transformación, el paso

a la otra orilla, el puente

que nos separa…

 

El conocimiento cierto acerca

de nuestro ser es el transporte,

la nave que nos conduce

a la otra orilla. Basta poner

el pie en esta nave…

 

No es un credo

esto que digo,

es un saber.

 

4.

La ‘tierra’, es la morada de la vida.

Es una morada construida, o mejor,

optimizada –la atmósfera que ‘hoy’

respiramos es en buena medida

obra nuestra. El comportamiento

ciego, irracional, de nuestra especie

está poniendo en peligro

este ‘paraíso’ nuestro.


5.

La caricaturización, la deformación,

la estigmatización del otro

 

La siembra del odio; del odio

que ciega, que aturde,

que confunde, que embrutece.  

 

En el juego de la vida los tramposos

y los violentos ganan la partida.

Es un mundo (el de los humanos)

donde la mentira y la violencia

triunfan una y otra vez, y donde

los veraces y los pacíficos

llevan siempre las de perder.

 

Toda la historia de los humanos,

al menos desde que tenemos memoria,

desde comienzos del neolítico histórico

(hace unos seis mil años), está plagada

de engaños y violencias colectivas.

Los engañados y violentados son

constantemente usados como fuerza

de trabajo, o como brazo armado.

 

Los ‘amos’ se suceden y todo sigue igual.

No hay cambios, ni perspectiva alguna

de cambio. ‘La noche se amontona

sin esperanzas de día’. Es siempre

la misma historia. De un lado los menos

dirigiendo, urdiendo, maquinando,

del otro los más (las masas) movilizados,

dirigidos, manipulados, instrumentalizados.

Los ‘listos’ y los ‘tontos’. Los instrumentos

de movilización (los engaños colectivos):

ayer la ideología religiosa, o la fe común, 

hoy las ideologías políticas ‘liberadoras’

(el comunismo o el socialismo, la democracia…),

o la patria o nación. Las muchedumbres,

una vez adoctrinadas, se dejan conducir,

hacen lo que se les dice que hagan

–para conseguir la ‘libertad’, la ‘justicia’,

la ‘democracia’, la ‘nación’… En el calor

de las movilizaciones no advierten su calidad

de instrumentos, de útiles en manos

de los menos –los verdaderos amos

de la situación. Los únicos responsables

son aquellos que siembran la división, el odio,

el resentimiento, el enfrentamiento…

los únicos que sacan algo de la contienda

–los ‘listos’, los poderosos, los menos… 

 

Los menos y los más, los pocos

y los muchos. Entre unos y otros

es preciso encontrar un espacio,

un lugar otro donde vivir, lejos

de la mentira y de la violencia.

 

Lejos de los listos, de los formadores

de opiniones colectivas, y de las masas

alienadas, idiotizadas, enloquecidas.

 

Desviar la vista de la penumbra,

de la oscuridad, de la noche.

Es una vida absurda la que nos

hacen vivir, una vida sumida

en la estupidez, en la violencia,

en el engaño… Perdemos el tiempo,

perdemos la vida. Necesitamos

un lugar fuera, un lugar aparte

de la locura y del horror.

Un lugar lo más cerca posible

de la creación, y de la verdad.

¿Dónde ese lugar? Necesitamos

luz, claridad, vida.

 

No la interface, sino lejos, fuera.

Otro lugar, otro espacio, otra vida.

 

Hay un espacio ya construido,

ya habitado, donde la verdad

y la belleza gobiernan las vidas.

Hay una humanidad creativa

y luminosa que ama el conocimiento

y la sabiduría. Hablo de los aislados,

de los solos; de los excluidos

de la contienda; de los no vistos,

de los no seguidos,

de los no escuchados.

 

Una  sabiduría fundamentada

en las ciencias de la vida

es el conocimiento que más

nos concierne, pues nosotros

somos la vida. Es un saber

que nos habla del ser que somos,

y nos habla de la unidad de la vida.

No hay sino una sola vida. Una sola

sustancia viviente, una sola esencia;

una y la misma en el árbol

y en el ave… Es una unidad,

es un Uno.

 

¿Por qué no somos uno?

¿Qué nos divide y nos enfrenta?

Ideas y palabras probadamente

engañosas nos dividen y nos enfrentan;

desgarran nuestra esencial unidad;

desgarran lo Uno que somos.

Así andamos, dentro y fuera,

en lo grande y en lo pequeño,

divididos y enfrentados.

Por nada, por naderías;

por cosas inexistentes;

por graves ficciones,

por mitos, por mentiras.

 

Camino de la verdad y de la belleza;

del conocimiento, del arte, de la creación.

El camino de los solos, de los unos.

Unos con el cosmos, unos con la vida.

El camino de la unidad. No lejos, ni fuera,

sino dentro de la vida, del cosmos, del ser.

 

*****

 

Saludos,

Manu 

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