Los diversos sistemas
de poder y sus beneficiarios.
Manu Rodríguez. Desde Europa
(06/12/16).
*
*El ‘sistema’ dominante. El
‘imperio’ nuevo. Su codicia de tierras, de riquezas, de cuerpos y de almas… Las
consecuencias devastadoras en la naturaleza y en la cultura.
*El ‘sistema’. Los
beneficiarios. En nuestro ‘sistema’ (capitalista, demoliberal) los
beneficiarios son principalmente la clase económicamente fuerte (el poder
financiero, industrial, mercantil…), la clase política en su conjunto
(partidos, sindicatos…), el ejército (y la industria armamentística), las
instituciones del Estado en general y quienes de ellas se benefician…
En el capitalismo de Estado
(URSS, China, Cuba…) es la clase político-militar, principalmente, la que
establece y administra el ‘sistema’ de poder (el dispositivo
político-militar-policial de poder). La ‘inteligencia’ político-militar, y los
intelectuales orgánicos, los portavoces y defensores del régimen de dominio,
del sistema de poder (desde la cátedra, desde los medios de comunicación…), son
sus creadores y sus únicos beneficiarios.
Hay que preguntar, en todos
los casos, por quién se beneficia, a quién le interesa que el estado de cosas político
y demás continúe; por todos los que viven del ‘sistema’, por todos los
beneficiarios y privilegiados (directos e indirectos) del régimen de dominio. Las
‘clases privilegiadas’. El resto de la población está excluida por completo de
los círculos de poder.
La mayor parte del pueblo no
se beneficia del ‘sistema’ de poder (cualquiera fuese éste), más bien lo
padece, o lo sobrelleva, cuando no incluso lo sufraga. En nuestro caso: Trabajadores
de todo tipo (por cuenta ajena –Estado o empresa privada); pequeños empresarios
y autónomos (en los que podemos incluir a escritores y artistas independientes
–no subvencionados), amas de casa, desempleados… Los que viven fuera de los
dispositivos de poder (bajo cualquier ‘sistema’ global). Hablamos del ochenta o
noventa por ciento de la población.
Los beneficiarios directos son
los que no quieren que el ‘sistema’ cambie, claro está. Según los casos: la
clase política, la clase militar, la clase político-militar, la clase
económicamente fuerte, la clase ‘intelectual’ (que provee al régimen de dominio
de fundamento, de legitimación –filosófica, política, ética, jurídica…)… Las
élites del poder. Los creadores o cocreadores del ‘sistema’. Las clases
dominantes.
Conocemos Estados, naciones,
o imperios teocráticos, militares, políticos, económicos… Son las clases
dominantes las que en cualquier caso detentan el poder. Allí donde dominan
exclusivamente el clero, o los monarcas-guerreros, o la clase política, o los
militares, o la clase económica, el resto de las clases o grupos dominantes le
están subordinados. Lo normal son las alianzas entre las élites poderosas.
Cuando los cambios (de
‘régimen’) se avecinan los beneficiarios (las clases dominantes) se las
arreglan para seguir teniendo poder, para seguir teniendo un papel en el nuevo
‘sistema’ de poder. No perder ‘status’. Mutaciones, transformaciones… (ahora
comunistas, ahora demócratas y liberales –y viceversa; ahora cristianos, ahora
musulmanes…).
Desde el punto de vista
étnico –como pueblo, y no como masa social– todo esto resulta aberrante. El
nulo valor de las ‘identidades’ religiosas o políticas transétnicas o
transculturales comparadas con las identidades étnicas ancestrales. Se puede
dejar de ser comunista o cristiano, pero no se puede dejar de ser chino ‘han’,
japonés, europeo, o masai. Por lo demás, los pueblos carecen de ideología
(religiosa, filosófica, o política), lo que tienen son culturas ancestrales
(sabiduría ancestral).
El ‘sistema’ capitalista y el
comunista (el capitalismo de Estado) son ambos universalistas,
internacionalistas, trans-nacionales…
Comparten el universalismo con las llamadas religiones universales
(judeo-mesianismo, islamismo, budismo…). Las ideologías universalistas,
religiosas, filosóficas, o políticas, compiten entre sí por el dominio de los
pueblos y naciones. Las ideologías universales son, por definición, enemigas de
los pueblos (son el ‘mal’ para los pueblos).
Los ‘sistemas’ de poder no
son comparables entre sí, naturalmente, ni siquiera aquellos emparentados –los
‘comunistas’, por ejemplo. El capitalismo de Estado, el Estado político-militar,
no es el mismo en la URSS, en China, o en Cuba.
De un lado: Las clases
dominantes con sus beneficiarios, sus
gratificados, sus favorecidos… y ‘su’ masa social manipulada e instrumentalizada
(su mano de obra, sus consumidores, sus votantes…) –los ‘sudras’. Del otro lado:
La opción oprimida o reprimida; los prohibidos, los perseguidos, los
calumniados…
Todo ‘sistema’ de poder tiene
su bien y su mal, lo que le beneficia y lo que le perjudica… Lo que es bueno
para el ‘sistema’ global resulta malo
para los pueblos, y viceversa, simplemente.
El ‘sistema’ étnico también
tiene su bien y su mal…
Los ‘sistemas’
universalistas, los ‘globales’, se enfrentan a los étnicos, o locales. En este
enfrentamiento van perdiendo los étnicos, los locales. Son los ‘sistemas’
universalistas o internacionalistas (religiosos, políticos, filosóficos…) los
que dominan, vencen, y se imponen. El planeta está dividido en áreas de dominio
de los diferentes ‘sistemas’ universales, a veces solapados entre sí (areas
mixtas donde coexisten dos o más ‘sistemas’ universales, si bien uno de ellos
es el dominante).
En esta guerra de dominio
(globalismo multiétnico y multicultural versus localismo o etnicismo) la
justicia no está de un lado o de otro. La justicia no existe –no hay justicia o derecho trascendente al que
apelar (más allá de unos y de otros). Quien vence impone su ‘ley’, su ‘orden’,
su discurso, su ‘mundo’. No hay más.
Hay que decir que en el
‘sistema’ étnico los usufructuarios o beneficiarios son los miembros
pertenecientes al grupo étnico de que se trate. Estos serán los beneficiados,
los gratificados, los premiados… Los Estados étnicos son Estados necesariamente
sociales. Al menos en el único ejemplo que conocemos (la Alemania nacional-socialista).
Los perseguidos o fuera de la ‘ley’ (el ‘mal, lo ‘malo’) serán, por
consiguiente, todos aquellos que pongan en peligro el Estado étnico.
El ‘sistema’ étnico es un
auto-poder, ejerce el poder sobre sí mismo; es autónomo, cuenta con una ‘ley’ antigua,
heredada, que tiene poder sobre los miembros del grupo (no sobre otros). Aquí
los términos son auto-poiesis, auto-organización, auto-poder; autonomía,
autarquía, autogobierno... Los
‘sistemas’ universales privan a los pueblos de independencia, de soberanía, de
autonomía… de identidad (cultural). Los ‘sistemas’ universales son hostiles a
los pueblos.
El ‘sistema’ global,
trans-étnico y trans-nacional, que hoy impera en nuestras tierras europeas es
el demo-liberal. Como para el resto de los ‘sistemas’ universales, las naciones
o grupos étnicos son el obstáculo, la resistencia, el adversario o enemigo, el
‘mal’ a combatir, a erradicar. Tanto más perseguidos y calumniados cuanto más
resistentes al ‘sistema’ global, al nuevo orden.
No queda otro remedio que
luchar. Pero no se trata de luchar en el nombre de ningún derecho o de ‘la
justicia’, sino por el dominio, por el ser (el seguir siendo). Tenemos que
conquistar o reconquistar, no ‘la’ independencia, o ‘la’ libertad, sin más,
sino nuestra independencia, nuestra soberanía, nuestra libertad…
Sólo desde nuestro punto de
vista étnico o identitario es ‘malo’ lo que nos está sucediendo (la pérdida de
nuestros territorios, de nuestras culturas; la pérdida de soberanía, de
autonomía…). Desde la perspectiva del ‘sistema’ dominante somos los enemigos de
la ‘ley’ y del ‘orden’ nuevo.
El ‘sistema’ global actual usa
su ‘ley’ para perseguirnos, para anularnos. En su ‘ley’, los nacionalistas
étnicos, los identitarios, los resistentes, son contrarios a los derechos
humanos universales, a la democracia universal… al ‘jus solis’… al Estado
multiétnico y multicultural… son ‘nazis’, son ‘fascistas’… son horribles, son
el ‘mal’… Hoy se sataniza y se persigue a los nacionalistas étnicos (los
‘nazis’) como ayer se satanizaba y se perseguía a los ‘paganos’ (los
resistentes a la cristianización).
Con este nuevo ‘sistema’ de
poder las naciones ancestrales (europeas o no) pierden independencia y
soberanía (una vez más). El área de dominio del ‘sistema’ actual (del imperio
nuevo) ocupa casi todo el planeta –salvo China, Corea del Norte… y poco más.
Este ‘sistema’ cuenta además con instituciones internacionales
(trans-nacionales) de carácter político, económico, jurídico, militar… mediante las cuales impone (por las
buenas o por las malas) su ‘ley’ –su perspectiva, su discurso, su palabra, su
‘historia’, sus argumentos, sus razones… sus enemigos… su bien y su mal. No
podemos apelar a la ley, pues, porque la ley que impera es la que impone el ‘sistema’.
En cuanto a la oposición, el ‘sistema’ no tiene más que señalar públicamente
(con los medios de comunicación a su alcance) a tal o cual grupo o nación acusándole
de no reconocer los ‘derechos humanos universales’ o la ‘democracia universal’
(los ‘principios’ del nuevo orden). A tal grupo o nación se le sitúa entonces
fuera de la ley y se le persigue, o se le hace la guerra (económica, militar,
de propaganda…). Los poderes del nuevo orden, del imperio nuevo, son
innumerables y absolutos.
Así pues, en esta lucha
contra el ‘sistema’ los pueblos no contamos sino con nosotros mismos. Nosotros
somos nuestras fuerzas. No tenemos otras. Los identitarios europeos, por
ejemplo. Que cada pueblo contemple su caso –su grado de independencia, de
autonomía, de soberanía… Los pueblos sojuzgados podríamos unirnos contra el
‘sistema’. No queremos un ‘sistema’ global transnacional, transétnico,
transcultural… Queremos un sistema de pueblos, no un ‘sistema’ de naciones
multiétnicas y multiculturales, de naciones que devendrán, tarde o temprano,
indistinguibles. Será el fin, nuestro fin. Y el ‘sistema’ actual verá cumplido
sus sueños: Un mundo desnacionalizado, sin fronteras; una población desnacionalizada,
desarraigada, apátrida; una nueva ‘humanidad’ sin pasado, sin historia; una
masa de ‘iguales’, de entes sociales indiscernibles. ¿Qué pueblos quedarán en
el futuro? El pueblo judío, sin duda. El pueblo judío forma parte del ‘sistema’
de dominio imperante. Es uno de los ‘aliados’. Es un pueblo contra todos los demás; un pueblo
que persigue a los otros pueblos, que busca su extinción; que persigue los
fines del ‘sistema’. De esta manera se garantizan su supervivencia. Los miembros
de los pueblos supervivientes de esta catástrofe biocultural a la que nos
conduce el ‘sistema’ serán los únicos que contarán con historia, con pasado, y los
únicos que tendrán futuro.
Todos los ‘sistemas’
universales, transétnicos y transculturales, del pasado y del presente
(cristianismo, islamismo, democracia universal, internacionalismo proletario…),
han resultado nefastos para los pueblos. Se han destruido cientos de pueblos y
culturas en nombre de Cristo, de Mahoma, de los principios democráticos
universales, o de la dictadura del proletariado. Ha sido un crimen étnico y
cultural a escala planetaria el cometido por estos universalismos a lo largo de
los últimos milenios. Hemos padecido una historia demencial, absurda, criminal…
Los pueblos debemos
resistirnos y combatir a esta nueva globalización (a la globalización en curso)
si queremos tener un futuro.
El futuro será, tal vez, de
los pueblos con vocación de futuro. Superar estos tiempos adversos, dominar,
vencer en esta ‘guerra’ de dominio que el ‘sistema’ global sostiene contra los
pueblos. Ser más fuertes que este nuevo diluvio, esta nueva oleada, este nuevo
‘invierno supremo’.
El nacionalismo étnico tiene
que habérselas con todas las corrientes ideológicas universales, del pasado y
del presente –las religiosas y las políticas o económico-políticas.
Cristianismo, islamismo, democracia, comunismo…
La democracia y el comunismo
fueron fuerzas aliadas contra el nacionalismo étnico en Europa durante la IIGM.
Son universalismos, globalismos… imperialismos rivales. Ambos se oponen entre
sí porque concurren, compiten por lo mismo –por el dominio total. Pero ambos se
aliaron contra el nacionalismo étnico. Esto debería hacernos pensar.
El nacionalismo étnico se
opone a todo universalismo. Los universalismos (religiosos o políticos) son
enemigos mortales de los pueblos (son el ‘mal’ para los pueblos, insisto).
El ‘sistema’ actual goza de
las simpatías de todos los universalismos (dejadas atrás las querellas entre
comunistas y demócratas tras la caída de la URSS). Todos están embarcados en
esta nueva empresa de dominio global. Han devenido fuerzas aliadas del
‘sistema’; ahora son los ‘aliados’. La oligarquía dominante (económica,
política, militar…); los judíos, los cristianos, los comunistas… Salvo el islam
(los países musulmanes, y los musulmanes en general), que es otro globalismo,
otro imperialismo. Es lucha entre ‘imperialismos’.
El islam se resigna a tirar
la toalla, a darse por vencido. Pienso que serán finalmente absorbidos por el
‘sistema’ actual (como otros universalismos), tarde o temprano advertirán que
este globalismo no les perjudica. Piénsese que
el ‘sistema’ les permite difundirse por todo el planeta. Son ya millones
los musulmanes asiáticos y africanos establecidos en nuestras tierras europeas en
virtud de los fundamentos jurídicos y políticos del ‘sistema’. El ‘sistema’ les
abre las puertas. Son ya uno de sus beneficiarios. Tal vez sean astutos y
esperan que su número y su poder aumente de tal manera que llegado el momento
puedan hacerse con nuestras naciones. La vocación totalitaria, imperial, universal
(el califato universal), no ha desaparecido de las mentes de los musulmanes.
Volver a ser poderosos, a tener el poder.
Los nacionalismos étnicos
tenemos enemigos por doquier. Nos rodean. Todos los universalismos que han
circulado y circulan por el planeta. Todos los codiciosos universalismos. Todos
los regímenes de dominio, todos los ‘sistemas’ de poder transnacionales. La vocación
transnacional, más allá… el mundo entero. Siempre hambrientos de pueblos y
naciones; de cuerpos y de almas. Lo quieren todo. Transformarlo todo a su
medida, a su imagen. Tierras y hombres. Para mejor esquilmar, para mejor
explotar… Un mundo sin obstáculos, sin fronteras… Un mundo cristiano, musulmán,
demócrata, comunista… El sueño de todos y de cada uno de estos universalismos.
Un mundo homologado, único (ya musulmán, ya demócrata…). Estos universalismos
son los verdaderos enemigos de la pluralidad, de la diversidad, de los pueblos.
Son los únicos etnocidas, los únicos genocidas. Tienen a su cargo la
destrucción de cientos, de miles de pueblos y culturas. Han atentado (y
atentan) contra el árbol de los pueblos y culturas del mundo, contra el árbol
de la vida.
Los diversos universalismos y
los diversos fundamentos. Hablo de los fundamentos que legitiman el régimen de
poder. Los fundamentos del poder sacerdotal, militar, económico-político… Los fundamentos
religiosos (textos ‘sagrados’) o políticos (constituciones, leyes…) que legitiman
el poder de sacerdotes, guerreros, monarcas, políticos, político-militares,
capitalistas…
Se podría hacer una tabla
cartesiana con estos tipos. Potentados, sacerdotes/políticos,
guerreros/militares… Sistemas puros y sistemas mixtos. Nueve pares (seis
mixtos). En los mixtos, quien va primero es el que tiene la preeminencia (el
grupo dominante, el que lleva la iniciativa). Aquí no opera la propiedad
conmutativa (‘AB’ no es igual a ‘BA’). Lo normal son las ‘triples alianzas’ de
potentados económicos, sacerdotes/políticos, y monarcas-guerreros/militares.
Oligarquías con tres cabezas –la económica, la ideológica (religiosa, política,
jurídica), la militar.
El poder ideológico, el poder
económico, el poder militar… Políticos/sacerdotes, potentados, guerreros… Las
instituciones internacionales del ‘sistema’ –políticas, económicas, jurídicas,
militares… (ONU, OTAN, FMI, CPI…). El ‘sistema’ dominante actual. Las armas, y las
fuerzas con las que cuenta este ‘sistema’. Las fuerzas aliadas.
China es una oligarquía
político-económico-militar. Se diferencia de nuestro ‘sistema’ en que no es
democrática. China es un capitalismo de Estado (como lo fue la antigua URSS).
Nuestro ‘sistema’ es un ‘super-Estado’ (imperio) capitalista y democrático
(demoliberal); es una alianza de fuerzas o de poderes relativamente
independientes (económicos, políticos, militares…). Es, también, una
oligarquía.
El ‘sistema’ de poder (religioso
o político, democrático o comunista) es siempre oligárquico. Son siempre unos
pocos los creadores y los beneficiarios directos del ‘sistema’. Las castas, las
élites dominantes. Los sacerdotes, los guerreros, los ‘ricos’… Éste es el
panorama desde hace milenios –todo el neolítico histórico, los últimos seis mil
años, hasta nuestros días.
Las antiguas monarquías son
también oligarquías, sistemas de poder. Porque el monarca, por muy absoluto que
fuese, requiere del ejército, de la administración de su reino, del ‘capital’
del reino… Soldados, escribas (sacerdotes, funcionarios, juristas, legistas…),
ricos comerciantes o propietarios de minas… acaban conformando los
usufructuarios o beneficiarios directos del sistema ‘monárquico’. E igual
sucede en el caso de ser los sacerdotes el grupo dominante (la clero-cracia o
teocracia), o el poder puramente económico… Se necesitan mutuamente (los
poderes económicos, los ideológicos, los militares-policiales…) –los astutos y los violentos.
Los nacionalistas étnicos o
identitarios, los nuevos ‘patricios’ (los que contamos con ancestros, con
‘padres’), los arraigados, estamos lejos de todas las ideologías universales
del neolítico, tan antropocéntricas; de sus fundamentaciones divinas o humanas.
Los soles que orientan a los universalistas ha tiempo que perdieron su luz. Les
mueven consignas del neolítico, antropocéntricas, pre-genocéntricas, arcaicas.
Los identitarios estamos fuera del neolítico. Estamos con el nuevo período
biocéntrico, genocéntrico. Nosotros somos la vida. Los diferentes subtipos del
cariotipo humano, y sus lenguas y culturas, han de ser conservados. Esto es lo
sagrado ahora. Debemos no sólo conservar y preservar este árbol de ramas
copiosas que somos (el árbol de los pueblos y culturas), sino incrementarlo,
enriquecerlo.
Hoy día coexisten en nuestro
‘sistema’ sacerdotes y políticos. Estos se reparten la masa social. De ahí
sacan sus réditos, sus ‘donaciones’, sus ‘votos’... Políticos y sacerdotes son
los explotadores de las miserias y penalidades de la masa social, de su vida
incierta (en la tierra y en el cielo). La clase política y la clase sacerdotal son
sus cuadros dirigentes. Los partidos políticos y las ‘ecclesias’ son
estructuras jerárquicas, sistemas de poder (sobre creyentes, sobre donantes,
sobre militantes, sobre votantes…). Son un timo.
Últimamente vemos a los partidos de izquierda
prometerle poder a sus seguidores, una cota de poder. Véase toda la
parafernalia izquierdista al respecto (asambleas, círculos…); el montaje. No
censuran el sistema de poder imperante, sino que pretenden hacer partícipes a
todos de ese poder. Todos ‘podemos’ tener poder. No sólo los poderosos, los
políticos profesionales o los diputados y senadores. Ofrecen poder a los
sin-poder a cambio de votos (y ‘donaciones’). La golosina del poder. La ilusión
del poder. Hacerles creer que tienen poder; poder de decisión. Como en la
antigua URSS –hacerle creer al pueblo que gobernaba. Malditos embaucadores.
La masa social nunca tendrá
poder, siempre estará en manos de las castas dominantes. La masa social son los
‘sudras’ –los servidores, los siervos, los esclavos, los trabajadores… los
consumidores… los votantes… la masa salarial disponible (los ciudadanos plenos
de ‘derechos’ y ‘libertades’).
Los diversos ‘sistemas’
universales (los religiosos y los políticos) han convertido a los pueblos
dominados en masas sociales explotadas –en
mano de obra, en soldados, en funcionarios... Absolutamente excluidos
del poder. Comenzando por los antiguos imperios (acadios, egipcios, asirios,
persas…), el periodo alejandrino, el romano, el cristiano, el musulmán…
La discusión política,
económica, social y demás que se plantea desde el ‘sistema’ actual de poder (el
demoliberal) deja al lado la cuestión de los pueblos. Desde el ‘sistema’ no hay
sino problemas económicos, salariales, de trabajo, de la acumulación de riquezas
de unos y de la pobreza en otros… En toda esta discusión entre los intereses de
‘clase’ (patronal y sindicatos…) los pueblos son los grandes olvidados. No
cuentan para nada. Las poblaciones han sido convertidas en ‘masas salariales’.
No hay reivindicaciones étnicas o culturales, sino laborales o salariales.
Trabajo y salario parece ser lo único que mueve a las masas desnacionalizadas y
proletarizadas que pululan por nuestras ciudades. Masas cuya heterogeneidad
étnica y cultural aumenta cada día. Masas fragmentadas, atomizadas
–únicamente su condición de mano de
obra, de fuerza de trabajo, les une–
que se reparten los diferentes partidos políticos y sindicatos.
Las primeras aniquilaciones
de pueblos y culturas fueron las llevadas a cabo por los antiguos imperios más
arriba citados, y otros. Los primeros imperialismos, los primeros globalismos.
Y los primeros etnocidios.
Una cadena de globalismos, de
universalismos, de imperialismos, de ‘imperios’… ha sido nuestra historia, la
historia de los pueblos. Los pueblos hemos sido siempre víctimas de los
sucesivos ‘sistemas’, de los sucesivos ‘imperios’, desde su aparición. Los europeos
hemos sido romanos, cristianos, musulmanes (en algunas zonas)… y en nuestros
días demócratas o comunistas. En ningún caso se contó con los pueblos.
Sucesivamente se les hizo romanos, cristianos, demócratas o comunistas.
El primer pueblo que alzó la
voz en Europa fue el alemán. El primero que se rebeló contra el ‘sistema’ nuevo.
Y fue militarmente derrotado, como se sabe, por demócratas y comunistas. El
nacionalismo étnico germano era un quebradero de cabeza para unos y para otros,
ponía en peligro a ambos. Y ambos se aliaron para derrotarlo. Las fuerzas
democráticas y las comunistas eran ‘sistemas’ globales enfrentados, pero tenían
un enemigo común. La Alemania nazi tenía que ser derrotada. Eso fue todo.
Hoy, que los Estados
comunistas han desaparecido de Europa, la ideología comunista sigue circulando
en los diversos partidos de ‘izquierda’ (filo-marxistas o filo-comunistas) que
concurren a las elecciones democráticas. Las organizaciones políticas o
sindicales de ‘izquierda’ (sus cuadros dirigentes) son beneficiarias también del
‘sistema’.
Ahora son los políticos –las
distintas ficciones políticas (las ‘izquierdas’ y las ‘derechas’) que conforman
la clase política– los que dictan la
‘ley’, los que crean la fundamentación jurídico-política de los Estados
democráticos contemporáneos. El poder en estos Estados lo tiene la clase
política: El poder administrativo, el legislativo… Nuestras constituciones,
nuestro derecho constitucional… La clase que establece los fundamentos jurídico-políticos del Estado
se reserva el gobierno del mismo (porque así lo dice ‘la constitución’). Los
modernos textos constitucionales funcionan igual que los textos sacerdotales
cuando estos promocionan al sacerdote como cabeza del grupo (porque así lo dice
‘el dios’). La clase política comparte el poder con el poder económico, al
igual que los sacerdotes compartían el poder con los monarcas guerreros.
Estamos ante el sistema de
poder dominante en los últimos seis mil años. No encontramos sino variaciones.
Todos los ‘sistemas’
universales rebasan, van más allá de sus
límites de origen (territoriales), ejercen el dominio sobre pueblos diversos,
otros –sean los diferentes imperios multiétnicos y multiculturales del pasado, los liderados por un pueblo en particular (el
egipcio, el asirio, el persa, el griego, el romano…); sean los imperios unificados por una sola ‘fe’
(el cristianismo, el islam, la democracia universal, el internacionalismo
proletario) y cuyo universalismo hace perder de vista sus orígenes étnicos
(judío, árabe, judeo-cristiano, ‘occidental’…). En estos universalismos agresivos
hay también un componente étnico. Por lo general es un pueblo el que prevalece
sobre otros (culturalmente, militarmente, económicamente) imponiéndoles su
discurso, su ‘ley’. Se trata, en cualquier caso, de un imperialismo protagonizado
por determinados pueblos (por sus oligarquías, por sus clases dominantes).
Las clases dominantes, las
clases privilegiadas, las clases beneficiadas…, en unos casos o en otros,
vienen a ser las mismas. Mutaciones, transformaciones… alianzas, mezclas,
híbridos… Los rostros del ‘sistema’. Siempre la oligarquía dominante
(sacerdotal, económica, militar (monarcas o aristocracias guerreras),
política…). El poder y el gobierno, desde antiguo, en manos de los astutos y
los violentos.
Los ‘sistemas’ universales de
poder ‘políticos’ recuerdan a los imperios multiétnicos y multiculturales del
pasado (persa, griego, romano…). Son imperios que aglutinan a pueblos que no
tienen nada en común (ni étnica, ni lingüístico-culturalmente). No son
duraderos. Pese a lo que pudiera parecer. Los imperios unificados en una
determinada creencia o fe, aunque multiétnicos, son más duraderos. La
‘democracia universal’ o la ‘dictadura del proletariado’ de los políticos no
alcanzan el status sagrado, divino, trascendente,
que logran las consignas o slogans sacerdotales.
Las ideologías, las consignas
políticas, o religiosas, usadas para arengar a las masas, para airarlas... para
lanzarlas contra el otro; contra el enemigo de turno. La formación de individuos
capaces de matar y morir por Cristo, por Mahoma, por la democracia, por el
comunismo… Los estrategas; la oligarquía dominante y sus medios de manipulación
de masas. La ingeniería social del ‘sistema’. El arte de gobernar sobre masas
heterogéneas.
Los pueblos nos encontramos
inmersos en una contienda milenaria entre imperios universales (entre
‘voluntades de poder’). Padeciendo, siendo víctimas de unos y de otros –de los
‘grandes’, de los gigantes, de los ‘polifemos’.
Los múltiples enemigos del
nacionalismo étnico. Los pueblos no
pueden seguir siendo. Están sentenciados. Se diría que pertenecen al pasado.
Los pueblos (sus miembros) hemos
sido sucesivamente desarraigados (ya una ‘ley’, ya otra), estamos cada vez más
lejos de nuestras ancestrales señas de identidad (étnicas, culturales,
territoriales). Las poblaciones hemos sido fragmentadas, segmentadas,
atomizadas, individualizadas… Hemos devenido finalmente ‘ciudadanos’, ‘entes sociales’, masa social –en el ‘sistema’
actual.
El ‘sistema’ de dominio
actual, el imperio nuevo. Hacia dónde vamos. Se culminará la ansiada, la
proyectada ‘proletarización’ de las masas. Devendremos, unos con otros
(autóctonos y alóctonos), masas salariales desnacionalizadas, apátridas. Un
futuro horrible, un futuro de pesadilla.
Se acabarán los buenos tiempos
del ‘sistema’. Vendrán hambrunas, miserias, guerras, discordias… en nuestras tierras
europeas. Se luchará por las materias primas, por el agua… Gente extraña,
venida de fuera, se disputarán nuestras tierras. Mañana dejarán de ser
nuestras. Lo perderemos todo. La Europa europea, la Europa nuestra,
desaparecerá. ¿Qué será de nuestros descendientes?
Los pueblos hemos pasado de
las manos de unos a las manos de otros. Se ‘sistema’ en ‘sistema’. De ‘amo’ en
‘amo’. Desde hace milenios. En esta permanente guerra contra los pueblos muchos
han desaparecido. Ahora mismo desaparecen pueblos en Asia, en África, en las
Américas… en todos los continentes. Individuos sin pasado y sin futuro, los
desarraigados de todos los rincones del planeta, vagan por nuestros campos y
nuestras ciudades sin rumbo, desorientados, perdidos… lejos de su hogar
ancestral. Es una catástrofe biocultural sin precedentes. Va a más cada día.
Nada detiene a este ‘sistema’
nuevo en su afán de posesión, en su codicia de oro y de poder. Los creadores,
los fundadores, los usufructuarios, los beneficiarios, los privilegiados… Las
fuerzas aliadas; los ‘aliados’. La oligarquía dominante. La destructora, la
expoliadora…
Luchar contra el ‘sistema’ es
luchar contra la oligarquía dominante, contra sus beneficiarios… Contra el
poder político y contra el poder económico; contra los señores indiscutibles
del ‘sistema’ nuevo (los demás poderes les están subordinados).
Estos tiempos que vivimos son
decisivos para los pueblos que quieran seguir siendo, para los pueblos con
vocación de futuro (con voluntad de poder, con voluntad de futuro). La unión de
los pueblos contra el ‘sistema’ es lo que tiene que venir.
La finalidad es conseguir un
‘sistema’ étnico global. Una comunidad de naciones o Estados étnicos
ancestrales (los que hayan sobrevivido). Étnicamente diferenciados.
Independientes. Soberanos. Autónomos.
Nosotros proporcionamos una
salida del ‘sistema’ (al laberinto de los ‘sistemas’ universales del neolítico).
Hay una salida. Y no es precisamente una ‘nueva Sión’ multiétnica y
multicultural (más de lo mismo). Quédese la ‘nueva Sión’ para los judíos, sus creadores. Un futuro
otro queremos los nacionalistas étnicos; una salida otra. Lejos de la locura
antropocéntrica, lejos del neolítico.
Nosotros, los ecologistas
étnicos; los conservacionistas étnicos.
Queremos recuperar a los
pueblos. Un renacimiento para todos los pueblos ancestrales. Que el árbol de
los pueblos y culturas del planeta vuelva a florecer. Éste árbol forma parte
del árbol de la vida. Es obra de la vida. Es nuestro deber, como vida, el
conservarlo, preservarlo, y enriquecerlo. Para los futuros.
Quizás algún día sea
considerado un crimen contra la vida el pretender convertir a un miembro de una
comunidad etno-cultural (biosimbólica) en cristiano, musulmán, budista,
demócrata, o comunista; en creyente de cualquier ‘fe’ trans-étnica, universal
(religiosa o política). Pretender alterarlo, hacerlo otro; alejarlo, separarlo
de los suyos; apropiárselo… sumarlo a la causa propia (privando así a su pueblo
de uno de los suyos). Siguiendo los ideales de una fe universal el converso
desatiende lo que concierne a su propio pueblo (su propia gente, su propia
cultura, su propio futuro). La difusión de ideologías universales acaba siempre
dividiendo y enfrentado a la población. Son un cáncer, una patología social. Podría
ser calificado como un acto de conspiración o sedición (con el ánimo de
destruir las bases ancestrales de convivencia de un pueblo)… como un ‘casus
belli’. Se trata, en cualquier caso, de una agresión, de un acto de agresión
contra el pueblo anfitrión; contra su unidad cultural, contra su homogeneidad
espiritual; contra su pureza y su integridad. Contra sus señas de identidad
–contra su ser ancestral. Es un crimen, en verdad.
Para que ese virtual día se
convierta en actual los pueblos no tenemos otra salida que retomar, recuperar,
rehabilitar, restablecer el nacionalismo étnico en nuestras comunidades. ¿Cómo
lo hacemos?
*
Hasta la
próxima,
Manu
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