Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

domingo, 11 de noviembre de 2018

176) Genocentrismo XXVIII


Genocentrismo XXVIII.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (11/11/18).

 

*

 

*La causa del malestar radica en la separación de la unidad original –la  separación que se da en la individuación. Los seres individuales padecen el desgarro…  
Son los individuos, fragmentos del Uno, los que se duelen. Y por ello mismo es el Uno el que se duele.
El malestar, el dolor de la separación; el goce, la alegría de la reunión. Es el Uno, en último término, el que se duele en la individuación, y el que se goza en la unión. No hay sino Uno.
El Uno es la mónada de mónadas.
*El error del cariotipo humano ha sido el creerse autosuficiente y un ser ajeno al resto de la naturaleza viviente. Sí, la autosuficiencia y el extrañamiento de la naturaleza. Especialmente en las culturas del neolítico (en el que aún vivimos).
*Hacerse una idea del mundo entorno, tener (‘poseer’) una representación satisfactoria… la interpretación del devenir… la ‘creación’ de un mundo. Desde las bacterias y arqueas…
¿Cómo es posible operar sobre un mundo (un entorno) ideado, interpretado, o representado? ¿Cómo son posibles la adaptación y la adaptabilidad? Es un mundo que no es, es un mundo inventado… ¿Cómo es posible…?
*Multiplicidad, pluralidad de genomas (plásmidos, transposones, ADN víricos…) en cualquier organismo. Composición. Heterogeneidad. Y cada parte actúa por sí y para sí.
Sujeto múltiple, plural. Multitud de ‘yoes’, de agentes, de sujetos. Se requiere la jerarquización. La lucha interior… de voliciones, de interpretaciones…
Voliciones, fuerzas, impulsos… y agentes, sujetos.
*Nuestro ser es uno y múltiple…
*La sustancia genética es el fundamento sobre el que descansará el nuevo mundo a crear (los nuevos mundos). La perspectiva genocéntrica.
El carácter vinculante del nuevo saber. Su fuerza. La nueva existencia post-humana, trans-específica.
*Pensar desde la sustancia genética, como sustancia genética… como lo Uno primordial, como la sustancia viviente única…
*Cultura genocéntrica, la cultura que viene. Cultura universal, planetaria. Los pueblos, las razas, las naciones, las ideologías… los ‘mundos’ del neolítico… se esfumarán, palidecerán… desaparecerán –las pesadillas del neolítico.
La unidad de la humanidad bajo la perspectiva genocéntrica. La nueva ‘humanidad’.
La globalización ideológica, cultural, espiritual… que viene. Desde las ciencias de la vida.
Las sociedades multiculturales y multiétnicas en las que ya vivimos no sobrevivirán si se conservan los mundos (antropocéntricos, etnocéntricos…) del pasado neolítico. Mundos exclusivos, excluyentes –o uno u otro.  La globalización actual nos conducirá inexorablemente al enfrentamiento…
La ‘tolerancia’ no es la solución… el soportarnos unos a otros no durará mucho. La guerra entre mundos y entre grupos étnicos vendrá. Necesitamos un nuevo mundo que trascienda las diferencias de origen. Y un nuevo mundo que se ajuste a las ciencias de la vida, que se deduzca de ahí, que parta de nuestra identidad sustancial, de nuestra co-pertenencia al Uno primordial –que no afecta tan sólo a los diferentes grupos humanos, es toda la naturaleza viviente la agitada por lo Uno primordial.
Las nuevas sociedades, las sociedades por venir, serán genocéntricas o no serán. La perspectiva genocéntrica es la única salida. Un nuevo periodo. Un futuro otro. Post-neolítico, post-humano… Más allá.
Un nuevo período biocéntrico, ecológico… La gestión ecológica del planeta no será posible desde los mundos neolíticos (antropocéntricos) del pasado. Esos mundos nos dividen y nos enfrentan; nos mienten, nos confunden, nos desvían de nuestro verdadero ser; agostan, arruinan el planeta, lo contaminan… son un perjuicio para la vida, la destruyen. No fueron, no son, no serán el camino…
Una gestión planetaria no imperialista, no nacionalista, no etnocéntrica… no humana (no antropocéntrica), en cualquier caso.
*Conflictos, enfrentamientos, guerras entre identidades nacionales, culturales, étnicas, religiosas, económicas (de ‘clase’)… Identidades asesinas.
Las falsas identidades, las falsas ‘conciencias’, los falsos ‘yoes’. Nos extrañan de nuestro verdadero y único ser.
El extrañamiento del resto de la naturaleza, de nuestro ser natural (genético), comienza en la infancia con las educaciones religiosas, políticas, nacionalistas, étnicas… que recibimos. Las pedagogías (antropocéntricas) del neolítico –relativas, circunstanciales, contingentes, históricas…
No tenemos aún una pedagogía genocéntrica (biocéntrica) en la que se inicie a nuestros pequeños en nuestro ser genético, en la sustancia viviente única, en la unidad sustancial de todos los seres vivos.
Sacar a las futuras generaciones de los laberintos antropocéntricos del neolítico. La salida definitiva del neolítico. Hacia el nuevo periodo, hacia la nueva era post-neolítica.
La nueva cultura, ya universal, el nuevo ‘mundo’. Un nuevo comienzo.
La guerra ahora contra la destrucción del planeta, contra los viejos modos, contra la humanidad (los ‘hombres’) del neolítico. Contra la ignorancia (o el olvido) de nuestro ser.
La conciencia, la identidad, la perspectiva genocéntrica… La recuperación del ser que siempre hemos sido –que nunca hemos dejado de ser.
Las culturas generadas por los grupos humanos han ignorado hasta los tiempos presentes nuestro ser natural. No aparece sino el ser cultural. Se nos instruye para cultivar este ser, esta identidad, esta conciencia… Pero la ‘persona’, el ‘yo’ (el ‘sujeto’ el ‘alma’, el ‘si-mismo’…) es una ficción cultural, un epifenómeno lingüístico-cultural. Y como tal, relativo, histórico, circunstancial…
El ser cultural efímero, inconsistente, irreal…  Es este espejismo (este ‘yo’, este sujeto consciente) el que aspira a la inmortalidad, a la eternidad, a la ‘reencarnación’ (en las religiones de salvación ‘personal’, por ejemplo). (La ambición, la vanidad… se produce siempre desde este ‘yo’ (‘ser’) cultural –la ‘representación’ social.)
No es posible mayor confusión, mayor errancia, mayor desvío...
*Nuestro ser natural múltiple, complejo, jerarquizado… El metagenoma de todos y cada uno de los seres vivos que pueblan este planeta. Un ‘yo’ de ‘yoes’ –un Nos.
El hologenoma del planeta viviente, lo Uno primordial. El acervo génico del planeta. La materia viviente, la sustancia viviente única.
Nuestra existencia particular (aquella de la que somos conscientes) es ciertamente efímera, pero la materia viviente que nos constituye es virtualmente imperecedera, y la compartimos con todos los seres vivos que han sido, que son, y que serán. Vivimos intemporalmente. Y vivimos dentro y fuera. Estamos en todas las criaturas que  nos rodean. Estamos (somos), estuvimos (fuimos), y estaremos (seremos). Vivimos (en el pasado y en el presente) y viviremos –no dejamos de vivir desde hace millones de años. La vida que somos no cesa de vivir. Sin solución de continuidad.
*No son pensamientos o ideas lo que nos saca del neolítico, o lo que nos da la medida de nuestro ser, sino el conocimiento cierto acerca de nuestra esencia.
Nuestra liberación no viene de determinados pensamientos o ideas, sino del conocimiento cierto acerca de nuestro ser.
Aquello que arruina todo antropocentrismo y que transformará nuestra manera de vivir sobre este planeta, nuestra manera de ser, es el conocimiento cierto acerca de nuestra esencia.
El ser nuevo, renovado, reencontrado –el que siempre hemos sido, el que siempre seremos. Nuestra verdad.
El concepto ‘ser’ aplicado a la materia viviente. No hablamos del ente en su totalidad, sino del ente viviente, de la materia viviente, de la sustancia viviente única, del ser viviente único, de Nos.
Cambia nuestra manera de pensar, de ver, de sentir, de querer, de actuar… de ‘ser’. Cambios como resultados o consecuencias de ciertos conocimientos, de cierto saber. Ahora sabemos acerca de nuestra esencia, acerca de nuestro ser.
Un saber que da lugar a cambios en el comportamiento de los seres humanos, que da lugar a otra humanidad, a una humanidad otra que la que hasta aquí hemos vivido. La humanidad (los ‘hombres’) del neolítico desaparece –las numerosas ilusiones antropocéntricas; las culturas, los ‘mundos’ del neolítico (religiosos, filosóficos, políticos…), se esfuman, palidecen, desaparecen cada vez con mayor celeridad; los espejismos del pasado neolítico.
Un nuevo mundo, pues, en pos del nuevo saber, a la altura del nuevo saber.
Nuestra realidad, nuestra verdad, nuestro ser. Por primera vez en la historia de los grupos humanos.
Ahora es la sustancia viviente  única la protagonista, el sujeto único en las cosas de la vida. El periodo ‘humano’ de nuestro devenir es dejado atrás.
La visión desde la sustancia genética, el genocentrismo, la nueva perspectiva.
Ahora vemos el mundo –el ente en su totalidad– desde la sustancia viviente única, como sustancia viviente única. Ya no es el ‘hombre’ el perceptor (ninguna criatura, en verdad), sino la vida misma.
Hemos llegado al centro, al núcleo de nuestro ser. Es un punto sin retorno. Es un nuevo comienzo.
Las anteriores señas de identidad –nuestra pertenencia a pueblos, razas, naciones…, las ideologías religiosas, filosóficas, políticas…– han perdido su ‘magia’, su poder –ya no causan efecto. El suelo, el soporte, el ‘mundo’ sobre el que caminábamos ha desaparecido.
La vida desnuda, la vida sin más. Esto somos. El ser mismo de lo viviente. Lo viviente sin más. Ésta es la nueva conciencia, la nueva identidad, el nuevo ser (el que siempre hemos sido, dicho sea de paso).
*La visión del hombre como animal es puro fenocentrismo. Visión pre-genocéntrica.
Los pares animal/humano (hombre), o animalidad/humanidad remiten a concepciones del hombre (a antropologías) neolíticas. Están enredadas en distinciones carentes de realidad, de verdad, de ser. Pertenecen al período de la ignorancia.
La animalidad, la corporalidad. El cuerpo, el soma, los organismos, los fenotipos… son los medios, los instrumentos, los dispositivos, los vehículos… que la sustancia viviente única construye para su propio uso. No son esenciales, podemos decir que no son –carecen de ser. Su única función es la de servir de defensa o de transporte a la sustancia viviente única.
No el soma percibe, siente o quiere, sino su genoma. El único sujeto de la acción en cualquier organismo o cuerpo (metazoos) es la sustancia genética desplegada en éste (en su sistema nervioso, en su sistema inmunitario…). El genoma es el ingeniero y el piloto de su soma.
En la reproducción sexual los órganos sexuales masculinos son el tubo polinizador (el puente) a través del cual las células germinales masculinas (haploides) penetran en el cuerpo femenino al encuentro de las células germinales femeninas (también haploides). La fusión de ambas células germinales supone el comienzo de un nuevo ser viviente. El vientre femenino es la planta bioquímica donde se gestará el futuro organismo, el futuro vehículo.
Las perspectivas antropocéntricas, fenocéntricas del neolítico han desaparecido, se han esfumado. Todo ha cambiado al respecto. Ha habido un desplazamiento de la periferia al centro en lo que concierne a las ciencias de la vida, del fenocentrismo al genocentrismo, similar al desplazamiento del geocentrismo al heliocentrismo.
Ahora tenemos la visión justa, la perspectiva desde la cual podemos situar la correcta posición de la vida (la nuestra y la de todo ente viviente) en este planeta y en el cosmos entero (en el ente en su totalidad).
La vida son los ácidos nucleicos, la sustancia genética. No hay otra vida. Y nosotros somos esa vida única y virtualmente imperecedera.
Los cuerpos, los somas, nada son. Los cuerpos pasan, la sustancia genética permanece –lo Uno primordial.  
*Estado, nación, pueblo, raza… creencias religiosas, filosóficas, políticas… las instituciones jurídicas, políticas, económicas… Todo pasado, ido, muerto… lo que nunca fue. Las ficciones del pasado neolítico.
Empezar de nuevo. Nuevo comienzo, nuevo inicio. Nuevo principio.
El arraigo en la vida. Los ancestros no son tal o cual pueblo o raza, o tales o cuales antepasados, sino las primeas bacterias o arqueas. Y la herencia es la totalidad de este planeta viviente, la obra total de nuestros verdaderos antepasados.
Más allá, pues, de pueblos, razas, naciones, creencias… más allá del hombre, en verdad.
Nuestra esencia única desde los primeros genomas; desde los primeros replicadores.
Nuestra esencia individual –múltiple, coral–, la compartimos con todas las criaturas que han poblado, pueblan, y poblarán este planeta. No hay sino una sola vida.
Fragmentos de la sustancia viviente única, esto somos.
Este saber sobrevenido es el nuevo principio, el nuevo comienzo. Post-humano, post-histórico.
Este  saber es el que acabará con todas las instituciones del pasado neolítico (Estados, naciones, pueblos, razas; ideologías, creencias, culturas, ‘mundos’…).
*Todos aquellos humanos aún prendidos, enredados  en los mundos del neolítico (religiosos, políticos, filosóficos…), perdidos en sus laberintos… extraviados, confusos.
La ultima filosofía,  inútil para la labor que queda. Pienso en Heidegger (y su particular ‘humanismo’), pero también en aquellos que lo siguen o lo discuten. El último antropocentrismo –sobre animalidad y corporalidad– (Derrida, Agamben… entre muchos otros). Otros en la estela de Nietzsche, también sobre animalidad y corporalidad (B. Stiegler, V. Lemm…). Incluso en la ecología ‘profunda’ o en bioética, con su ‘hombre mejorado’ (Naess, Jonas…). La ignorancia o el descuido del genocentrismo en estos ‘teóricos’, en estos ‘pensadores’. Textos y discursos que nacen ya caducos, rancios, obsoletos.
El pensamiento de Heidegger no es sólo antropocéntrico, sino etnocéntrico, en la medida en que gira fundamentalmente alrededor del hombre occidental (o del pensar occidental) –al que da preeminencia sobre otros (a los que simplemente ignora).
Dicho sea de paso, el hombre no es algo que deba ser mejorado (¿‘mejorado’ en qué sentido, cabe preguntar?), sino que debe ser superado, dejado atrás.
Los futuros sólo cuentan con el saber que les viene de las ciencias de la vida: la genómica, la ecología, la biogeoquímica, la biocomunicacion… Los pilares del mundo nuevo, del mundo que viene, del mundo por crear.
*“Pero la vida, y aquí en especial la vida humana, regulará de antemano la posición de las condiciones propias de sí misma y en general la posición de las condiciones de aseguramiento de su vitalidad, de acuerdo con el modo en que ella misma determine su esencia”. Heidegger, Nietzsche,  T. I, p. 437 (La voluntad del poder como conocimiento, 1939).
¿De acuerdo con el modo en que ella misma determine (o ‘interprete’, dice más adelante) su esencia? ¿No hay, pues, búsqueda de ‘su’ verdad, o conocimiento cierto acerca de su esencia? ¿Depende tan sólo de cómo la vida (humana) se tenga o se conciba (se determine o se interprete) a sí misma?
El conocimiento que hoy tenemos acerca de la esencia (del ‘ser’) de lo viviente no admite dudas. Es el resultado de una búsqueda apasionada acerca de ‘nuestra’ verdad. La vida en el cariotipo humano estaba destinada a descubrir su genuina esencia (el motor puede haber sido la pulsión innata de conocimiento). La curiosidad, el afán por saber, por conocer, la sinceridad y la seriedad de la búsqueda… dieron finalmente sus frutos. Ahora recolectamos. Ahora sabemos, gustamos, disfrutamos de los frutos de nuestro conocimiento. Ahora, también, el saber acerca del ser que somos se nos impone, nos obliga  a “regular de antemano la posición de las condiciones propias de sí misma y en general la posición de las condiciones de aseguramiento de su vitalidad”. Y no precisamente como resultado de una libre o caprichosa determinación, o de la elección entre varias interpretaciones candidatas (las que han sostenido los grupos humanos en los últimos milenios, por ejemplo).
El ser que se es no se elige, no es el producto de una libre determinación o elección. El ser que se es nos viene dado. Es lo que es, sin más. Nuestro ser se ajusta al ser viviente único. Fragmentos de lo Uno primordial, esto somos.
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Hasta la próxima,
Manu

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