Genocentrismo XXX.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (20/12/18).
*
*La
sustancia viviente única se ordena a sí misma, a sí misma se organiza, a sí
misma se manda y se obedece. La unidad primordial, el ser viviente único, el
sujeto único.
*La
‘psykhé’ de Aristóteles: “forma que informa, orden que ordena”.
*No
estoy seguro de que Dawkins haya comprendido el alcance de su propia teoría. Un
organismo dual –(holo)genoma/soma– en el que cada parte tiene su vida propia.
¿Un cuerpo autónomo de su genoma, independiente, con pensamientos propios? ¿Un
soma que interpela a su genoma?
El
dualismo de Dawkins recuerda a aquel de cuerpo y alma. Aunque aquí el cuerpo es
el genoma (el ser natural) y el alma es el ser simbólico (el soma, el
fenotipo).
No
hay sino un solo ser viviente, y éste es el (holo)genoma, la sustancia viviente
única. El cuerpo no es. No hay cuerpo, éste es sólo la envoltura.
El
único sujeto de la actividad biológica en cualquier organismo es la sustancia
genética que alberga. Es esta sustancia la única que se mueve, la única que se
reproduce, la única que se alimenta… No hay otro (en el organismo) que piense,
quiera o hable. Es lo único vivo en el organismo.
La
“Canción de arpa para las mujeres danesas” (leído en “El cuento del
antepasado”) denota la confusión de digo. Tanto la letrilla del gen egoísta
como la respuesta del cuerpo. Dos mundos separados, con finalidades diferentes,
incluso enfrentados. Un disparate.
Dawkins
sostiene este dualismo desde el principio. Un dualismo que tiene carácter ético
–recuérdese en “El gen egoísta”, donde el sujeto cultural, consciente (y con
conciencia moral), se enfrenta a las demandas ‘egoístas’ del genoma.
El
soma contra el principio vital (la ‘psykhé’). Una vez más. Repito, no cabe
mayor confusión. En todo caso lo que tenemos es un ‘alma’ (una sustancia
viviente única) dividida, y enfrentada. Y esto es debido a que durante los
últimos milenios (quizás en el paleolítico, pero con toda seguridad a lo largo
de las culturas del neolítico) sólo existía el ser cultural (consciente,
moral…), y el ser natural era, paradójicamente, la carne, el cuerpo, la bestia
o el animal en ‘nosotros’ –un ser natural al que había que dominar (véase
Platón, véanse las tradiciones religiosas del neolítico de aquí y de allá). Y
ésta es la concepción que hereda y sostiene, aún, y a pesar de nuestros
conocimientos, y de su propia visión del asunto, el propio Dawkins.
Son
estas culturas que digo, las que dividen, y enfrentan, al sujeto único. El ser
natural (el ser viviente único) vive extrañado de sí mismo. Se ignora o se
malentiende.
Los
‘humanos’ viven extrañados del resto de la naturaleza viviente, como si fueran
otra cosa.
Seguimos en el neolítico. En el mismo
antropocentrismo y antropomorfismo del neolítico que han sostenido (y sostienen)
las diversas culturas del neolítico. Y son concepciones que afectan a toda la
biología y antropología del presente, pasando por la ecología y demás. No damos
un solo paso adelante.
A
nivel lingüístico-cultural, el paso del fenocentrismo al genocentrismo nos
llevará siglos.
*Atiéndase a estas palabras de
Dawkins en una convención celebrada en Brasil (Fronteiras do Pensamento,
2015)
–son extractos del artículo que recoge su participación y posterior charla:
“Em cerca de
40 minutos, Dawkins dissertou sobre o que chama de "Corrida
armamentista" (The arms race)...
O conviver
com o diferente, tema das Fronteiras desse ano, foi defendido por Dawkins por
meio de particularidades do ser humano
que nada tem a ver com evolução, mas com valores como a empatia e o
altruísmo.
– Quando
doamos sangue, quando tomamos conta dos animais… O gene é egoísta, o indivíduo não.”
Las cursivas son mías.
“El gen es egoísta, el individuo
no...” “Particularidades del ser humano que nada tienen que ver con la
evolución...” No sólo es una muestra del
dualismo sostenido por Dawkins. En estas expresiones encontramos confusiones,
errores, ignorancias... La vida, la evolución, es esencialmente egoísta, no
encontrarás en ella ni empatía ni altruismo. Dejando aparte que términos como egoísmo
y altruismo, o cooperación y competición, no son adecuados –demasiado
antropocéntricos (como pensaba L. Margulis), se podría concluir de las palabras
de Dawkins que nosotros no somos la vida –no somos ni genomas ni somas, no
somos o no nos afecta la evolución. ¿Qué somos entonces; cuál es nuestro lugar
en la naturaleza?
Las palabras de Dawkins al respecto
se concilian perfectamente con los argumentos que sostienen los creyentes en
almas inmateriales, o en almas reencarnables, o en la singularidad ‘espiritual’,
y ‘no-animal’, de los seres humanos. No tardarán mucho estos en hacerlas suyas.
Hay que decir, con todo, que la vida
es lo uno y lo otro, contiene todos los antónimos, todos los contrarios (desde
el punto de vista humano, o desde las características de nuestros lenguajes).
*Algunos
autores (De Tiège&Tanghe et al., From DNA- to
NA-centrism, 2014) proponen
que más que ADN-centrismo, genoma-centrismo, o genocentrismo se debería
utilizar el término AN-centrismo. Y tienen toda la razón, porque son los ácidos
nucleicos los que llevan el peso de la
expresión.
*No
son los organismos los que se comportan, sino su sustancia genética. Es la
sustancia genética la que mueve su organismo, lo conduce… la que se dirige
hacia aquí o hacia allá. De la misma manera que nosotros conducimos nuestros
vehículos.
El
genoma, la sustancia genética, la sustancia viviente única, los ácidos
nucleicos… el hologenoma de cualquier organismo.
Los
organismos no están determinados, porque el organismo ‘no es’, es tan sólo la
envoltura que usa la sustancia genética para trasladarse, protegerse, atacar…
Estamos
atrapados por la perspectiva fenocéntrica u organismocéntrica.
Sólo
la perspectiva genocéntrica (o AN-céntrica) nos da la justa mirada acerca de la
biosfera y su evolución.
*La
historia de la evolución es la historia de los diseños corporales o somáticos.
Cambios y transformaciones en el diseño de los organismos. La evolución de los
diseños mediados por el azar y la necesidad.
Para
poder levantar un organismo la sustancia genética ha de tener en cuenta los
recursos o materiales que encuentra a su alrededor y de los que puede disponer,
son estos los que deciden el desarrollo del nuevo fenotipo, así como su
normalidad o anormalidad.
Los
ingenieros y los materiales de construcción. Hay que pensar en los ácidos
nucleicos y en el conjunto (cohorte, consorcio) de sustancias que participan en
la expresión.
*Organismos
poligenómicos. Monogenomas (unicelulares) y poligenomas (multicelulares). En
Dupré y O´Malley. Homogeneidad genómica y Heterogeneidad genómica.
Heterogeneidad genómica en organismos pluricelulares. Metagenoma. Hologenoma.
Poligenómicos
consorcios (hologenomas) como unidades de selección (Dupré&O´Malley,
Gilbert, Rosenberg, Lloyd…), o como unidades de cooperación (Queller&Strasmann,
Stencel&Wloch-Salamon…).
*“Si hortum in bibliotheca
habes, deerit nihil”, Cicerón. “Si tienes un
jardín en la biblioteca, de nada te faltará”.
La
cita no está mal, pero yo diría que una biblioteca es tanto como un jardín, y
aún más, es un bosque, una selva, un mundo…
Una
biblioteca, un planeta, un mundo en el que se habita; un mundo que se cuida,
que se enriquece… Si tienes una
biblioteca, de nada te faltara.
*El
problema radica en la distinción o dualidad establecida entre el genotipo y el
fenotipo o entre el genoma y el organismo, como si estos fueran sustancias
separadas e independientes. De un lado ‘nosotros’, del otro los ‘genes’. Es
corriente encontrar frases como “nosotros
no estamos determinados por los genes o el genoma” (incluso en Dawkins). Aquí
‘nosotros’ es la superestructura orgánica –el soma. Se sigue sosteniendo la
dualidad de cuerpo y alma. Un dualismo que no tiene lugar. No hay sino alma,
‘psykhé’, sustancia genética.
Los
fenotipos u organismos no están determinados por sus genotipos o genomas, no
tienen otra función que la de proteger (entre otras cosas) a sus ‘pilotos’
(‘kibernein’), no hay otro sujeto (ni otro objeto) que la sustancia genética.
La
interacción o coexistencia se da únicamente entre el entorno y la sustancia
genética. El cuerpo, el soma, el fenotipo o el organismo es el resultado de tal
interacción.
Sólo
se comporta el genoma. Los movimientos del soma son movimientos del genoma.
Los
organismos son adaptados al entorno o a las condiciones (físico-químicas)
ambientales por la sustancia genética. Y, a su vez, el entorno y las
condiciones físico-químicas ambientales son adaptados o habilitados para
facilitar la permanencia de los organismos.
El
soma es la envoltura protectora (entre otras cosas –el vehículo, el arma...) de
la sustancia genética. Carece de entidad: no piensa, no quiere, no siente… No
puede ser, en ningún caso, ni el sujeto ni el agente de la evolución. No existe
–ni deviene, ni es.
De
la optimidad de los organismos depende la supervivencia y la perennidad de la
sustancia genética.
Ver
el genoma en el soma.
*Algunos
usan el término ‘holobionte’ como sinónimo de organismo y hablan del
“holobionte y ‘su’ hologenoma” (Roughgarden&Gilbert&Rosenberg&Zilber-Rosenberg&Lloyd,
en “Holobionts as Units of Selection”, 2017) de la misma manera que hablarían
del organismo y ‘su’ genoma (o del fenotipo y ‘su’ genotipo). Es la perspectiva
organismo-céntrica o fenocéntrica.
En la colaboración de Lloyd en particular (en el
artículo citado) se toma al holobionte como ‘replicador’/‘reproductor’, como
‘interactor’, como ‘manifestador de adaptación’, y finalmente como
‘beneficiario’ del proceso de selección (véase además Lloyd, Units and levels
of selection, 2017). Son términos tomados de David L. Hull, George C. Williams
y Richard Dawkins pero aplicados exclusivamente al holobionte, esto es, al
organismo. Lloyd (y el resto de los autores) sigue a Lewontin para quien el
organismo era el sujeto y el objeto de la evolución.
Pero no hay otro replicador, ni otro interactor, ni
otro manifestador de adaptación, ni otro beneficiario de los procesos de
adaptación, selección y evolución que la sustancia genética (el hologenoma del
organismo/holobionte).
La
sustancia genética es el único sujeto y el único objeto de la evolución, así
como su único agente y su único paciente. Actor único y sujeto único. Se trata
de la sustancia viviente única.
*Un
mundo viviente fluido, fluyente, en constante devenir… procesos, ciclos…
*Toda
la vida en este planeta es una y la misma.
*No
hay cuerpo, no hay soma, no hay
organismo, no hay fenotipo… por lo tanto, no hay fenotipo extendido.
El
cuerpo, el soma, carece de entidad, de existencia, de ser.
*La
sustancia genética (la ‘psykhé’ de Aristóteles) es la causa eficiente, formal,
y final de su ‘vehículo’ –el ingeniero de su dispositivo de supervivencia.
La optimidad del vehículo es lo que garantiza
la victoria del replicador en su lucha por la existencia.
*“Ser
como nunca ser. Nunca serás en tanto”. Hernández.
*No
hay seres vivientes, no hay más que un ser viviente en constante devenir. Se
trata de la sustancia genética completa del planeta esparcida en los millones
de organismos –bacterias, virus, plantas, animales… El ‘pool’ génico del
planeta, el hologenoma o pangenoma. La mónada de las mónadas. Lo Uno
primordial.
Un
monismo genocéntrico.
Hay
un dualismo inconciliable tanto en Dawkins como en sus oponentes (Lewontin y
otros). La sustancia genética de un lado y los organismos del otro. Como si
fueran entidades separadas y ajenas entre sí, con historias o devenires
independientes. Se mantiene el dualismo platónico, judío-cristiano, cartesiano…
*No
hay cuerpos, ésta es la cuestión; no hay organismos, no hay fenotipos… En todo
momento es la sustancia genética el único sujeto de la evolución. No hay otro actor, ni otro interactor.
Los
genes (las unidades de expresión de la sustancia genética) van y vienen de un
organismo a otro, se mueven, se desplazan… se unen, se separan… se mezclan,
mutan, se transforman… Son los únicos responsables de tal o cual fenotipo, de
tal o cual cambio en tal o cual fenotipo…
La
perspectiva genocéntrica. Ver todos los fenómenos de la vida desde la sustancia
genética; desde la óptica de la vida –de la vida única.
*Los
organismos no están ni preformados, ni predeterminados, ni predestinados. No
hay predeterminación o predestinación. La conformación de un fenotipo depende
de factores internos (genéticos) y factores externos (ambientales, en amplio
sentido: bióticos y abióticos), o de fuerzas internas y fuerzas externas, en
palabras de Weismann. Es una ‘obra abierta’, por así decir; depende, es
relativa a…
Nosotros
no somos los organismos o fenotipos resultantes. Nosotros somos la sustancia
viviente única; fragmentos ordenados de lo Uno primordial, de lo viviente en
este planeta.
*Genouss
y Genoussin. El dimorfismo sexual. La reproducción, la replicación a dos. La
gametogamia. La cariogamia. Amphimixis.
¿Dos
modos o maneras de percibir; de vivir? ¿Cada una con su propia voz? Diferentes
funciones, diferentes determinaciones, diferentes destinos.
Con
todo, nada más fácil que ponerse en lugar del ‘otro/otra’, ya que somos uno y
lo mismo. No sólo con respecto al resto de las formas vivas. Identidad inter e
intra-específica. Y no hablo de empatía.
La
vida que somos se antepone a cualquier diferencia. Partir de la unidad, más allá de las diferencias.
No
hay nada en el comportamiento del resto de los organismos que nos sea extraño,
o ajeno. El ‘ser’ es el mismo en el árbol y en el ave; en el depredador y en la
presa. No hay ‘tú’, no hay ‘otro’ –en lo que a lo viviente concierne. ‘Yo’
estoy en todas las formas vivas.
*El
proceso de individuación es cultural. La construcción del ‘yo’ simbólico,
cultural, histórico… espurio. El ‘yo’, el ‘me’, el ‘mi mismo’ (el ‘self’, el ‘myself’…). La poética del ‘I’
o del ‘self’ (la poética ‘confesional’) en la literatura contemporánea (Robert
Lowell, Anne Sexton…), por ejemplo. Estos individuos particulares no pueden ser
universalizados porque remiten al ‘self’ histórico, cultural…. eventual,
contingente… El que podría ser o no ser. Producto del azar, de las
circunstancias históricas, ambientales, económicas, sociales, culturales; de la
época, del momento y lugar en el que ha venido a ser.
Este
ser simbólico carece de profundidad, de realidad… podría ser otro –depende, es
función de, es relativo a…. Aquel ‘me canto a mí mismo’ de Walt Whitman, por
ejemplo. Un ‘mí mismo’ con nombre y
apellidos no puede ser. El ‘self’, el ‘myself’, como ficción cultural.
Es
este ‘yo’ simbólico, histórico cultural… el que hay que superar, vencer, dejar
atrás. Digamos que la construcción de este ‘yo’ cultural y social es el que ha
prevalecido en todas las culturas del neolítico hasta el momento presente.
Para
allegarnos al ‘uno’, al ser natural, al ser único que somos, la costra
simbólica, social, cultural… ha de disolverse, desaparecer. Quedarnos desnudos,
a solas con el solitario ‘uno’.
El
‘uno’ ignorado, descuidado, desconocido… el alma (la ‘psykhe’) de lo viviente,
lo viviente mismo, lo único verdaderamente existente.
Así
pues, hay mucho que andar, mucho que recorrer, mucho que aprender. Y ni
siquiera hemos empezado. Nuestras culturas neolíticas son culturas del ‘yo’,
culturas individualistas, donde se potencia al individuo, al ‘self’ –las mismas
religiones de salvación ‘personal’.
Hay
mucho que dejar atrás; mucho que estorba, que entorpece, que oculta, que tacha,
que borra, que ignora… Siglos, milenios de historia, de prácticas, de hábitos…
de creencias, de ideas, de teorías, de visiones…
Un
cambio radical se requiere; mudar de piel, de hábitos culturales, de dietas
culturales… Ir de la periferia al centro; al centro único de todo lo viviente;
a la sustancia viviente única; al ser único que somos.
Un
arte y un pensamiento que partan del ‘uno’ –una poesía, una filosofía, una
ciencia… Culturas enraizadas en lo Uno primordial.
La
voz de la Uno primordial y único. En todo pensamiento, en toda acción. No hay
poetas aún, ni filósofos, que hablen desde el centro único de todo lo viviente,
desde lo Uno primordial. No tenemos sino voces personales, individuales, cuasi-solipsistas…
No podemos compartir esas voces particulares, no podemos hacerlas nuestras. Seguimos
solos, apartados, aislados… rodeados de voces ‘singulares’; no tenemos nada que
compartir –salvo el lugar y el momento que nos ha tocado vivir. Todo circunstancial,
eventual, contingente, histórico… Incapaces de trascender la época, el momento,
el lugar… las ‘circunstancias’ (personales, sociales, históricas…). Voces
descentradas, desarticuladas, desmembradas… separadas, aisladas, solas; para
consumo propio, personal, narcisista.
Hacia
una poética o una filosofía de lo Uno primordial, necesitamos palabras que
provengan de la mónada de las mónadas; la voz de la sustancia viviente única.
Apenas
nada del pasado nos vale. Queda todo por hacer. Un nuevo mundo, una nueva
cultura universal.
*
Hasta la
próxima,
Manu
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