Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

jueves, 20 de junio de 2019

189) Genogramas XI


Genogramas XI.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (20/06/19).

 

                                                                  *****

1.

La multitud de signos que emitimos
y recibimos. Y todo este ‘diálogo’,
se produce en centésimas o milésimas
de segundo. El sujeto de toda esta actividad
decodificadora y emisora es el genouma,
la sustancia viviente única. El sujeto único.
 
Un simbolismo profundo, decisorio;
genouménico. Desde la capa más profunda
del sujeto, la menos tocada por la cultura.
Un lenguaje expresado en los fenotipos.
Fenogramas, fenotextos. Símbolos cromáticos,
sonoros, visuales (gestuales), químicos…
Emitidos y recibidos desde el genouma.
Decodificadas en el genouma, por el genouma.
 
2.

El amor y la cópula son,
para la sustancia genética,
pasaportes a la eternidad.
 
Las cifras, los genoumas,
son contingentes, efímeros,
pero la sustancia genética
es virtualmente eterna,
imperecedera.

3.
 
Los genoumas se comunican
entre sí mediante signos sensibles;
y se reconocen.

El cuerpo es su libro, su texto,
su expresión más genuina.

El soma es el genouma transportado,
metaforizado.

4.

No podemos guiarnos
sino por lo que aparece,
lo que tenemos a la vista
y al oído. Todo lo que acertamos
a percibir. El cuerpo, el soma,
es el libro, el texto.

5.

Es la sustancia viviente única
la responsable de los diversos somas.
Y es con estos somas que tiene
que sobrevivir y prolongarse.
Los dos factores:
la alimentación y la reproducción.
Apto para lo uno y para lo otro. 
Fortaleza, flexibilidad, rapidez, valor…
y atractivo, encanto sobre el otro sexo.
Y no sobre cualquier miembro
del otro sexo, sino sobre aquellos
miembros elegidos, preferidos.

6.

Uno/a para varias/os. Polisemia.
Varios/as para uno/a. Sinonimia.

Apareamiento selectivo.

Cuando elijo o prefiero
tiendo a un tipo determinado.
Cuando soy preferido
estoy entre un tipo determinado.

7.

La elocuencia del cuerpo,
de los gestos, de la mirada.
El cuerpo es un mensaje-mensajero.
El remite es, en todo momento,
el alma, la sustancia viviente única,
Xenus –Genousse y Genoussin.

8.

El varón es el sujeto que envía,
la hembra es la sujeto que recibe.
Recibe, acoge, provee (suministra).

9.

Es la hembra la que elige o prefiere.
Los machos no discriminan
y copulan con cualquier hembra
que se les pone a tiro.

El amor es una rareza en el varón.
Los varones son, en su mayoría,
meras máquinas copuladoras.
Indiferentes a la sujeto que recibe.
No cuidan de preámbulos o preludios
amorosos. La amorosa charla,
tan demandada por la mujer.
Los coloquios, las caricias,
los besos prolongados,
los abrazos interminables.
El anhelo de eternidad en el encuentro.
La alegría del hallazgo, en la mujer.

Es posible que sea también escasa
tal pasión en la mujer. Quién sabe.
Tal vez el amor no sea tan corriente,
que sea un bien escaso,
que sea incluso excepcional.

10.

La noche, el espacio infinito, es la natural mortaja;
un sudario estrellado para este planeta murmurante
y activo. Un sudario, una mortaja el cosmos infinito,
oscuro y frío. En el planeta todo se duele, todo efímero
y huidizo; centellas un instante y al otro disipados,
consumidos; como devorados por la sombra,
por la tierra oscura engullidos. El planeta es como
un sepulcral paritorio. Fúnebre. Tenebroso.
En un rincón la cuna y en el otro la sepultura.
Tumbas, túmulos, piras funerarias, cadáveres
a cielo abierto. No vivimos, morimos. Contemplamos
en nuestro cotidiano morir la mortaja, el sudario
ya tejido. Un paso has dado y el otro es la muerte
y el olvido. Estamos ya muertos, sentenciados.
No hay remedio, no hay cura para este planeta
moribundo y vivo. Agonizando vivimos.
Un breve tiempo y ya fallecidos. Un compás,
una mínima cadencia, una breve melodía,
y un final tan hosco como brusco. Impávida
mortaja. Insensible sudario. Planeta agonizante,
¿para qué me has traído? Estallidos de luz que
se hunden en lo oscuro; un instante luz y al otro
sombra, nada. Disipado, disperso, desaparecido.

Pero, muramos cada día. Acabemos de una vez
el hoyo. A plena sombra, a plena efímera luz
aguardemos del adiós el día. Ya, mañana mismo
no podré contemplar la transparente mortaja
que me cubre; el sudario como un párpado
infinito se cerrará, como una losa oscura y fría.
No vida sino muerte inagotable. Una tumba
el cosmos para los fugaces vivos,
para los vivientes efímeros.
 
Entre un paso y el otro, suspendidos
entre el aparecer y el desaparecer;
sosteniéndonos apenas en este aire
que hace imposible el vuelo; entre
el elevarnos y el caer inexorable.
En este breve tiempo encontrar
la contra-parte, el contramor.
Esto nos queda.

Y ello tan sólo para que los mortales
continúen recibiendo la herida de la vida,
de la luz, del anhelo eterno. Haber sido.
Habrás sido. Un futuro perfecto. Camina
como sombra entre sombras. No te engañes.
Tente por cadáver eterno, por siempre muerto.
Por no sido. Por un trozo de nada fugazmente
activa. Prodígate por amor. Enlázate, únete,
fúndete con tus hermanos, con las cifras efímeras.
Multiplica el dolor, las dolientes criaturas.
No le ocultes el hogar. Una tumba excavada
en el vacío, en la tenebrosa nada; un hueco de muerte.

No mueve el amor sino a los mortales,
por eso aman, porque murieron ayer,
mueren hoy, y morirán mañana.
Por eso te amo como te amo, con tanta fuerza,
con tanta avidez y vehemencia. Este amor será
tan duradero como mi vida, como mi luz.
No por mí acaba este amor que te tengo,
sino porque mi deseo, aunque inquebrantable,
tiene los días contados. Mi amor por ti tiene
los días de mi luz, y mi luz ya mismo acaba.
Pero en tanto dure mi luz, tienes todo mi amor.
Estarás presente en mi espíritu hasta mi disolución.
Hasta mi último suspiro te daré vida. Estarás viva
más allá de ti, serás parte de mí. No te olvidaré
mientras viva. En tanto viva yo, tú vivirás en mí,
como parte de mí. El amor que te tengo viene
de lejos, y hoy por hoy, me habita. Estés donde estés,
no lo olvides, vives en mí. Tienes vida añadida en mí.
No lo dudes, aunque tú a ti misma te ignores
o de ti misma te olvides, aunque cansada duermas,
o yazcas sin saber de ti, ten por seguro que vives en mí.
Perdurará tu figura, tu semblante, tu aroma, tu voz…
toda tú, en tanto yo viva. Ésta es mi promesa.

De esta manera, tú en mí, y yo en ti,
seremos tan duraderos como nuestra luz.
Es nada, o tanto como nada, pero es una nada
plena de amor. Centellas enamoradas en este
cosmos tenebroso y frio. Tiempo hay para
el olvido. Toda la eternidad para el olvido.
En tanto para el amor no queda sino el más
pequeño rincón y el instante más fugitivo.
Ni yo sin ti, ni tú sin mí. Ésta es la promesa.
Tenernos en cuenta y darnos mutuamente
la vida. Sólo el amor rivaliza con la muerte.

El amor reúne nupcias y funerales.
El himeneo y la endecha se enlazan
en una suerte de triste epitalamio.
Lecho, tálamo de amor y de muerte;
de recuerdo inquebrantable
y de inexorable olvido.

Esto te escribo, amada, para que no te sean ocultos
mis pensamientos. Amada conocida o por conocer,
abrazada o por abrazar, pasada o por venir.
Siempre con el mismo amor te recibo,
te saludo, te abrazo, y me despido.

*****

Hasta la próxima,

Manu

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