Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

jueves, 25 de marzo de 2021

232) Genogramas LIV

Genogramas LIV.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (25/03/21).

 

                                                                  *****

1.

Parece que los contemporáneos

no nos damos cuenta de en qué mundo

otro vivimos hoy. No sólo Darwin

y el neo-evolucionismo, la genómica,

la ecología y demás. También el nuevo

atomismo, la actual física de partículas,

la nueva cosmología relativista

 

Es este nuevo mundo renovado,

desde sí  mismo renovado,

el que ha de responder a las llamadas

culturales del pasado. Otra es la conciencia

hoy del ciudadano medio en cualquier

rincón del planeta. Su memoria colectiva

reciente está llena de novedades aún sin digerir,

sin asimilar. Es un mundo incipiente y nuevo.

Son tiempos inaugurales, de fundación.

Es una nueva aurora lo que vivimos.

 

Cualquier otro ‘escenario’ o ‘mundo’ es,

para nosotros, una regresión. Y una pérdida

de pie, por el uso de ‘juegos de lenguaje’

obsoletos, vetustos, rancios, idos;  

que harían reír, si su prédica no tuviera

aún tan macabras consecuencias.

 

Los neolíticos quieren hundirnos

en ese sombrío pasado, hacernos

regresar a ese ‘mundo’,

muerto ya para nosotros. Pretenden

que abandonemos nuestras armas

conceptuales nuevas, nuestros términos

nuevos; el ‘terreno’ conquistado,

el futuro alcanzado. Que cedamos

esta cumbre nuestra, este baluarte

inexpugnable nuestro.

 

Se necesitan, pues, valor, y claridad.

Una oposición clara y sin tapujos.

Masiva. Un rechazo y un desprecio

abiertos y masivos. Sin temor ni pudor. 

Rechazamos, simplemente, aquello

que amenaza nuestro nuevo ser,

nuestro ser renovado.

 

2.

Hay algo que reprochar a la totalidad

del pensamiento contemporáneo;  no va

más allá del hombre. Sigue siendo

antropocéntrico y antropomórfico,

pese a Darwin y al descubrimiento

del código genético. Todavía no ha

asumido, y  no sé si se ha percatado

siquiera, del paso del fenocentrismo

al genocentrismo, paso infinitamente

más importante que aquel del geocentrismo

al heliocentrismo. Éste que digo es el paso

de las criaturas al creador, el paso

del fenómeno al (ge)noúmeno  (en lo que

concierne a las formas vivas). Hemos llegado

al verdadero sujeto de todo hecho biológico,

incluido el lenguaje y el pensamiento;

al sujeto único en toda actividad

biológica, no hay otro.

 

No podemos hablar ya como hombres

sino cómo los genoumas o seres

biosimbólicos que somos. Ha habido

una mutación biosimbólica; un saber

nuevo, un cambio de paradigmas culturales

semejante al que tuvo lugar en la transición

del paleolítico al neolítico. Tenemos nueva

naturaleza, nuevo cosmos, nueva biología,

nueva antropología (biológica y cultural).

Nuestro mundo es otro, nuestra mente

o conciencia es otra, nuestro lenguaje es otro.

 

No habla, pues, el hombre sino la vida,

las bases nucléicas conformadas en genoumas;

la sustancia viviente única, el sujeto único

en ti y en mi, y en la ameba, en el helecho,

en el delfín, o en el tigre; en todo ser vivo

(es el único ser). Los genes son los únicos

sujetos de la actividad; proteínas, aminoácidos

y demás son sustancias inertes, los genes

les dan vida, las ponen en movimiento;

las usan (como si fuera un lenguaje

o una escritura). Con estas sustancias

se cubren, se construyen cuerpos, somas;

protegen así su delicado ser. Hasta ayer

nos guiábamos por lo que aparece

(el fenómeno, el fenotipo), pero

con  el descubrimiento de los genes

hemos llegado al ser (al noúmeno),

y al ser nuestro. No habla ni piensa

sino el genouma, en ti y en mí.

Este genouma es la forma del cuerpo;

contiene el secreto de nuestros pulmones,

de nuestro cerebro, de nuestro corazón…

Es nuestro ser único.

 

Este saber nuevo que digo no ha llegado

todavía al pensador filosófico. Mucho temas

filosóficos (‘metafísicos’, antropológicos,

o éticos) han quedado inútiles, inservibles,

impropios de los seres biosimbólicos

del nuevo período (post-neolítico);

inexplicablemente antropocéntricos,

anacrónicos; vanos o fútiles. Esta debacle

alcanza incluso al existencialismo,

uno de los últimos ‘humanismos’.

 

Me parece que soy el único (lo digo

con extrañeza) que hace uso de este saber,

que usa y vive este saber nuevo;

que sigue sus corolarios novedosos,

y sublimes. Sujeto nuevo, vida nueva;

tierra nueva y cielo nuevo.

Yo soy, tú eres, nosotros somos…

la sustancia viviente única. Admirado

y estremecido. Así vivo ‘yo’ este asunto.

Como una revelación.

 

3.

Todo ha cambiado, todo cambiará

–pese a quien pese. Es natural

que los que más se resistan al nuevo

período sean los ideólogos religiosos

del pasado (las castas sacerdotales),

son los que más tienen que perder;

estos desaparecerán sin remedio.

No hay huecos para ellos en el nuevo

paradigma. No tienen futuro. Su discurso,

el que les legitimaba, el que legitimaba

su poder, se ha visto arruinado,

pulverizado por la nueva luz.

Esta resistencia que practican denota,

más que su ignorancia, su perverso

interés. Les interesa mantener los viejos

mundos, los mundos del neolítico

(sus antropologías, sus cosmologías,

sus psicologías, sus estructuras

sociales…); los únicos mundos en los que

tienen vigencia, y poder. Se resistirán

hasta el final. Y lo harán de manera violenta,

como nos lo está demostrando el Islam

en los tiempos que corren. Son los coletazos,

la violenta agonía de las monstruosidades

ideológicas que dio a luz esa Edad Media

generalizada que fue (y aún es) el neolítico.

 

Nosotros, las presentes generaciones,

somos testigos privilegiados de esta nueva

transición (que no se ha producido más

que un par de veces en la historia reciente

del cariotipo humano  –la transición al paleolítico,

y la transición al neolítico). Somos las primeras

generaciones de este nuevo período.

 

4.

Vivimos un nuevo período tan ajeno

al neolítico como éste lo fue al paleolítico.

Me refiero a las claves simbólicas, aquellas

que forman, rigen, conducen… nuestro

ser simbólico. Las claves simbólicas

del neolítico (antropológicas, cosmológicas,

biológicas…) no rigen ya, no mueven ya,

no dicen nada.

 

Hay nuevo hombre, nuevo cielo,

nueva vida, nuevo mundo en fin.

Nueva luz. Nuevos puntos de partida;

para construir, para ser. Apenas

comenzamos, queda todo por hacer.

 

No ilumina, no impulsa a prácticamente

nadie esta luz nueva en las sociedades

‘avanzadas’ nuestras.  Seguimos

moviéndonos con consignas del neolítico;

seguimos siendo hombres del neolítico. 

La mentalidad de los ciudadanos

en estas sociedades avanzadas, digo.

Sus ‘mundos’ y ‘mentalidades’ siguen

perteneciendo al neolítico. Sus ‘utopías’

antropocéntricas, sus mitos, sus figuras

emblemáticas, sus ‘grandes hermanos’…

Para nada la luz.

 

El éxito de ciertos movimientos ciudadanos

–sus tópicos ‘revolucionarios’–nos muestra

claramente el retraso, el desfase,

el anacronismo en el que vivimos

en nuestras sociedades avanzadas.

Y no son de los menos rezagados

aquellos que piden “extender los derechos

humanos (universales, desde la perspectiva

occidental) al resto de los ‘animales’”

(tal es su lenguaje). No se vive al día

en nuestras sociedades occidentales

contemporáneas. El nuevo conocimiento,

el nuevo saber, aún no ha transformado

las mentes, las miradas. Aquellos que

a sí mismos se consideran la vanguardia

social y cultural del planeta, los más avanzados, 

no perciben aún la luz de este nuevo período.

Sus razones, su lógica, su lenguaje, sus ‘mundos’…

siguen siendo antropocéntricos, aún.

(Véase su arte de masas –su imaginario

colectivo (su cine, su literatura…)).

 

No es común la nueva atmósfera,

el nuevo día, la nueva claridad.

Sólo unos pocos la viven. Aquellos

que la crearon y la crean cada día.

La nueva realidad. La nueva cotidianidad,

la nueva vida. La nueva mirada,

el nuevo ser; el ser renovado.


*****


Hasta la próxima,

Manu 

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